Clases de desminado en Ucrania, un pa¨ªs forzado a acostumbrarse a la guerra
Asociaciones humanitarias dan instrucciones a civiles sobre c¨®mo reaccionar ante distintos peligros y alertan del riesgo de relajar las prevenciones por el hast¨ªo de un conflicto que dura ya m¨¢s de un a?o
Una persona tendida en el suelo pide socorro tras ser alcanzada por una mina antipersona. ?C¨®mo ayudarla? Kseniia Zhuravel plantea la pregunta en un local del municipio de Priluki, en la regi¨®n de Chernihiv, a m¨¢s de tres horas en coche al noreste de Kiev, la capital de Ucrania. Le escuchan 16 mujeres y un hombre, todos docentes. Un tercio del pa¨ªs est¨¢ afectado por las minas, seg¨²n las autoridades ucranias. Los expertos sostienen que estos explosivos sembrados tras la invasi¨®n de Rusia permanecer¨¢n agazapados, causando estragos al menos durante una d¨¦cada. Ahora, el objetivo es concienciar a la poblaci¨®n y prevenir los riesgos. Con campa?as publicitarias y, sobre todo, con cientos de clases impartidas en todo el pa¨ªs, un m¨¦todo eficaz para llegar a los m¨¢s j¨®venes.
Tetiana Guliayeva, una de las asistentes al curso, explica que el gran problema lejos del frente es que la gente se acostumbra demasiado al peligro. ¡°Esta regi¨®n est¨¢ muy contaminada con explosivos. Aqu¨ª los rusos combatieron durante dos meses. Y el peligro llega en cualquier momento. A una pareja de 60 a?os de este pueblo les alcanz¨® una mina cuando regresaban a la casa de ellos en el campo, despu¨¦s de que los rusos ocuparan esta zona durante dos meses¡±.
Guliayeva explica que muchos ucranios acusan el cansancio de la guerra y ya no reaccionan igual ante las situaciones de riesgo. ¡°Esta noche¡±, explica en referencia al mi¨¦rcoles 22 de marzo, ¡°han sonado dos alarmas a¨¦reas en la zona. Y ya casi nadie baja a los refugios. Reconozco que yo tampoco baj¨¦. Seguimos haciendo nuestra vida. Somos conscientes del peligro, pero no podemos dejar de dormir, ni de trabajar, cada vez que suena una sirena¡±.
La gente se relaja, pero las minas siguen ah¨ª, esperando su turno. Algunas, con forma similar a un juguete, como el modelo PFM-1, conocida como mina mariposa, que los rusos han dispersado con profusi¨®n. El Gobierno mantiene en las calles desde hace varios meses una campa?a publicitaria con la imagen de un perro llamado Patr¨®n, que significa cartucho en ucranio, experto en localizar minas. Las tareas para concienciar a la poblaci¨®n se extienden tambi¨¦n a medios de comunicaci¨®n y redes sociales.
Kseniia Zhuravel explica que por mucho socorro que pida la persona herida lo ¨²nico que cabe hacer es hablar con ella, intentar tranquilizarla. Nada de aproximarse ni lanzarle objetos como agua, venda o medicamentos. Hay que llamar al tel¨¦fono de emergencia, el 101. Pero es preciso hacerlo a una distancia de 300 metros. Porque algunos mecanismos explotan con la aproximaci¨®n de una onda de tel¨¦fono.
El curso corre a cargo de la ONG escandinava Danish Refugee Council (DRC) y est¨¢ financiado por la direcci¨®n humanitaria de la Uni¨®n Europea, organismo que organiz¨® el viaje de EL PA?S y tres medios europeos para este reportaje. La UE ha destinado desde el inicio de la guerra 630 millones de euros en programas de ayuda humanitaria, que van desde la distribuci¨®n de comida, junto a la ONU, a programas de reconstrucci¨®n de viviendas, equipamiento y rehabilitaci¨®n de refugios antia¨¦reos en colegios junto a Unicef o asistencia sanitaria y psicol¨®gica.
Desde el comienzo de la guerra, m¨¢s de 2.700 escuelas han sufrido da?os y m¨¢s de 400 han sido destruidas en toda Ucrania, seg¨²n el Ministerio de Educaci¨®n. Solo el 25% de las escuelas han podido ofrecer ense?anza presencial a tiempo completo desde septiembre. En consecuencia, m¨¢s de 3,2 millones de ni?os acceden al aprendizaje en l¨ªnea o con un sistema mixto de presencial y a distancia. Y millones de ellos tienen que acudir cada dos por tres a los refugios habilitados en los colegios.
V¨ªctimas de violencia sexual
Uno de los grandes problemas de la Ucrania actual es la violencia sexual durante la guerra. Los casos documentados hasta el momento son 133 (85 hombres, 45 mujeres y 3 ni?as), seg¨²n datos de la oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos, Volker T¨¹rk. Pero Jaume Nadal, encargado en Ucrania del Fondo de Poblaci¨®n de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en ingl¨¦s), agencia encargada de la salud sexual y reproductiva, advierte de que las cifras no son por ahora muy ilustrativas de la dimensi¨®n del problema.
¡°En Zaporiyia¡±, explica Nadal, ¡°una mujer fue forzada a tener sexo como condici¨®n para atravesar un puesto de control. Iba con su familia, con sus hijos. Ella accedi¨®. Y como no hubo violencia f¨ªsica, ella misma no se identific¨® al principio como v¨ªctima de violencia sexual. A las personas que sufren estas violaciones les puede costar identificarse como tales cuando no hay violencia f¨ªsica, y puede requerir de mucho tiempo confesarlas. En ocasiones se han necesitado hasta 10 sesiones de psicolog¨ªa para ello. En Bosnia a¨²n se dan casos de mujeres que al cabo de 30 a?os se atreven a confesar que fueron violadas durante la guerra¡±.
Nadal sostiene que lo importante es que existan en Ucrania centros para atender a supervivientes en funci¨®n de sus propias necesidades. Afirma que en Ucrania ya se han establecido centros en Zaporiyia, Dnipr¨®, Kiev, Lviv y Chernivtsi. Y asegura que en ellos se ofrece tratamiento m¨¦dico, psicol¨®gico, acceso a servicios sociales y asistencia judicial. Nadal concluye: ¡°A los cinco centros ya instalados se sumar¨¢n este a?o otros seis. Y en el momento en que estos servicios est¨¦n consolidados, las cifras de casos identificados posiblemente ir¨¢n llegando¡±.
El representante en Ucrania de la agencia UNFPA lleva m¨¢s de tres a?os en el pa¨ªs. Recalca que las mujeres que suelen llegar al hospital de la Maternidad de la ciudad de Chernihiv, hospital con el que colabora su equipo, muestran claros signos de fatiga. ¡°Est¨¢n exhaustas. Mientras sus maridos combaten en el frente, ellas sostienen como pueden sus casas y sus familias¡±.
Las cicatrices de la guerra se aprecian en cualquier sitio. En las carreteras del pa¨ªs por donde avanzaron los rusos hasta las puertas de Kiev hay decenas de puentes destruidos, puentes que el ej¨¦rcito ucranio derribaba para frenar el avance ruso y que ahora intenta levantar. En Borodianka, otro barrio de las afueras, se ven decenas de edificios destrozados por las batallas de hace un a?o, cuando los rusos llegaron a las puertas de la capital. Y en algunos de ellos se leen pintadas en ingl¨¦s que dicen: ¡°Ayudadnos a reconstruir nuestras casas¡±.
Hay mucha gente an¨®nima que los libros de historia no recordar¨¢n; personas que padecieron hace un a?o la ocupaci¨®n y arrastran en silencio las secuelas. Gente como la anciana Olena Kulinovich, cuyo edificio en el pueblo de Gorenka, en el distrito de Bucha, a las afueras de Kiev, qued¨® totalmente destruido cuando los rusos ocuparon esa zona en marzo de 2022. Ahora hay un dibujo del artista Banksy en las paredes rotas, en el que se ve a un anciano en su ba?era. Kulinovich y su marido viven ahora en un barrac¨®n habilitado al lado del edificio destruido.
A ella le han hecho un implante de cadera hace varios meses y dice que el poco dinero que le queda tras su paso por el hospital lo destina a comprar medicamentos. Pero se confiesa contenta porque, gracias a las ayudas de la Uni¨®n Europea y otros organismos internacionales, puede disponer de algo m¨¢s un metro cuadrado donde dormir y cocinar.
Hay decenas de miles de familias con sus viviendas medio destruidas, como la anciana Oksana Havrilenko, que vive sola en el pueblo de Ivankiv, a las afueras de Kiev, o su vecina Liubov Melichenko, que habita con su marido invidente. Gente que a¨²n llora al recordar el momento en que llegaron los rusos a sus puertas y se les fue cayendo literalmente el techo encima. Y que siguen necesitando ayuda.
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