Acciones armadas o reconstruir la sociedad civil: la oposici¨®n rusa en el exilio debate c¨®mo derribar a Putin
La disidencia rusa, que se moviliza contra la guerra en Ucrania, tiene como objetivo evitar que al jefe del Kremlin le suceda otro aut¨®crata
La oposici¨®n rusa al r¨¦gimen de Vlad¨ªmir Putin burbujea estos d¨ªas. Las sacudidas provocadas por el mot¨ªn fallido de Yevgueni Prigozhin y sus mercenarios de la compa?¨ªa Wagner, que han mostrado la debilidad de un presidente ruso que vive en su b¨²nker f¨ªsico y mental, ha hecho a algunas figuras de la oposici¨®n en el exilio replantearse su estrategia. ¡°Lo que nos ha ense?ado el asunto de Prigozhin es que hay ventanas de oportunidad¡±, remarca la opositora Anastasia Shevchenko. ¡°Los globos, las pancartas, las protestas pac¨ªficas contra la guerra y contra Putin est¨¢n bien, hay que seguir, pero no funcionan cuando te enfrentas a terroristas como los que manejan el Kremlin. Si los dem¨®cratas queremos derrotar al r¨¦gimen tenemos que pensar en las armas, si llega el momento¡±, lanza.
Shevchenko fue la primera persona en Rusia acusada y condenada por ¡°participar repetidamente en las actividades de una organizaci¨®n indeseable¡± por su vinculaci¨®n a Rusia Abierta, una asociaci¨®n hoy extinta que fue fundada por el antiguo oligarca y expreso pol¨ªtico Mija¨ªl Jodorkovski. La opositora pas¨® dos a?os en arresto domiciliario en Rostov del Don. Fue filmada con c¨¢maras ocultas en su domicilio y hostigada. Ni siquiera pudo sujetar la mano de su hija, gravemente enferma, cuando muri¨®, en un hospital ruso. Finalmente, hace un a?o y un mes, huy¨® de su casa con su familia en medio de la noche y tras un largo viaje recal¨® en Vilnius, la capital de Lituania, donde reside una importante comunidad opositora rusa al Kremlin y a la guerra contra Ucrania.
La disidente, hoy parte del Comit¨¦ de Acci¨®n Ruso, que coordina actividades de la resistencia y numerosas campa?as de protesta contra la invasi¨®n a gran escala¡ª¡°la prioridad es que la guerra termine y que Ucrania gane¡±¡ª, habla de la necesidad de que la oposici¨®n est¨¦ preparada para hacer valer sus intereses, incluso con f¨®rmulas no pac¨ªficas, cuando otra oportunidad surja. La reverberaci¨®n causada por el intento de golpe de Prigozhin, que a¨²n se siente, se une a los ¨²ltimos arrestos de ultranacionalistas, como Igor Girkin, acusado de cr¨ªmenes de guerra. Y el r¨¦gimen ya no parece tan inmune.
Esa idea de que hay que llevar las cosas hasta el siguiente nivel es a¨²n incipiente, pero empieza a expandirse. Tambi¨¦n Jodorkovski, una vez el hombre m¨¢s rico de Rusia y hoy uno de los opositores m¨¢s renombrados en el exilio, ha ahondado en esa f¨®rmula tras la rebeli¨®n fallida del jefe de Wagner ¡ªque en realidad se moviliz¨® solo mantener el poder y su imperio econ¨®mico, amenazado por sus rivales dentro del c¨ªrculo de confianza de Putin¡ª y sostiene que la ca¨ªda del l¨ªder ruso solo puede lograrse por la fuerza. Afirma que ser¨¢ esencial para que, si esa nueva oportunidad sucede, Putin no sea simplemente reemplazado por otro aut¨®crata ¡ªcomo muchos analistas y fuentes de la inteligencia occidental temen que suceda si se da un cambio dentro del r¨¦gimen¡ª, sino que d¨¦ paso a un cambio democr¨¢tico real.
El debate es c¨®mo se cruza la l¨ªnea y cu¨¢ndo. Shevchenko respalda los sabotajes como los que desde hace tiempo lanzan organizaciones como Resistencia Feminista contra la Guerra, encabezada por la poeta y disidente Daria Serenko. Pero tambi¨¦n cree que apoyar a los combatientes rusos que luchan en la legi¨®n internacional de Ucrania contra las tropas del Kremlin puede ser una opci¨®n a explorar. Aunque los resultados del apoyo a esos militares, que lanzaron incursiones en Belgorod a finales de mayo, incrementando la sensaci¨®n de inseguridad en la frontera rusa, sean muy simb¨®licos.
Sevchenko reconoce que ese sost¨¦n es ¡°controvertido y complejo¡± por los antecedentes de extrema derecha de algunos de los miembros de esos grupos ¡ªLegi¨®n Libertad para Rusia y el Cuerpo de Voluntarios Rusos¡ª. Pero, a veces, la elecci¨®n no est¨¢ entre lo bueno y lo malo, sino entre lo malo y lo peor, dice. Y quiz¨¢ puede mover las cosas. No demasiado lejos de la avenida ajardinada de Vilnius donde Shevchenko sorbe una limonada y reflexiona sobre el derrumbe del r¨¦gimen del Kremlin, un enorme cartel cuelga de un rascacielos. ¡°Putin, La Haya te est¨¢ esperando¡±, reza. El Tribunal Penal Internacional emiti¨® el marzo una orden de detenci¨®n contra el jefe del Kremlin por cr¨ªmenes de guerra por la deportaci¨®n de ni?os ucranios a Rusia.
No todos comparten esa opini¨®n de pasar al siguiente nivel. En Riga, Vilnius, Berl¨ªn, Tbilisi y Bruselas la oposici¨®n rusa oscila entre quienes se suman al debate que plantean Shevchenko y Jodorkovski y los que, fundamentalmente, se preparan para el d¨ªa despu¨¦s de Putin. Aunque la opositora se?ala la necesidad de trabajar en paralelo en las dos cosas y en seguir presionando para que Occidente ampl¨ªe las sanciones contra Rusia y ahogue su econom¨ªa de guerra.
La disidencia rusa ¡ªlos l¨ªderes encarcelados dentro y los del exilio¡ª es variada. Desde Alex¨¦i Navalni, arrestado en 2021 nada m¨¢s volver a Mosc¨² desde Alemania, donde se recuper¨® de un grave envenenamiento orquestado por el Kremlin; Mija¨ªl Jodorkovski; el antiguo campe¨®n de ajedrez, Garri Kasp¨¢rov; Natalia Arno, de Free Rusia Foundation, una asociaci¨®n con financiaci¨®n de EE UU que apoya a activistas exiliados de Rusia y Bielorrusia. Y otros muchos grupos, como la resistencia feminista de Serenko, hoy exiliada en Georgia. No hay un ¨²nico l¨ªder y es complicado mantener un gran grupo paraguas, como a veces se siente que querr¨ªa la UE. Eurodiputados y funcionarios han puesto en algunos casos como ejemplo a la oposici¨®n bielorrusa, reunida mayoritariamente en torno a Svetlana Tijan¨®vskaya, que ha abierto oficinas y embajadas populares en medio mundo.
Pero en el caso de Rusia, pese a los intentos de distintos actores y la celebraci¨®n de numerosas conferencias, esa idea es hoy irreal. De hecho, tambi¨¦n en la oposici¨®n se han repetido patrones de conducta que han imperado en la Rusia conservadora y nacionalista. En uno de los ¨²ltimos foros, celebrado en Bruselas en el Parlamento Europeo, las cr¨ªticas por el desequilibrio de g¨¦nero, con apenas mujeres protagonistas como ponentes, fueron sonoras. Adem¨¢s, para muchas voces, esa uni¨®n en torno a una ¨²nica persona es indeseable porque no representar¨ªa un prisma con distintas caras.
En Riga (Letonia), refugio durante a?os de opositores y periodistas independientes rusos perseguidos, Natalia Pelevina cree que no es realista hablar de f¨®rmulas para tomar las armas. ?Actos de sabotaje? Puede ser, a peque?a escala, pero es complicado llegar a m¨¢s, sostiene pragm¨¢tica la opositora, que sali¨® de Rusia con su hija en los primeros compases de la invasi¨®n despu¨¦s de pasar varios d¨ªas detenida por protestar contra la guerra envuelta en una bandera de Ucrania a dos pasos del Kremlin, en el mismo punto donde su compa?ero del partido RPR-Parn¨¢s, el l¨ªder opositor Bor¨ªs Nemtsov, fue asesinado a tiros en 2015.
Pelevina cree que la oposici¨®n al Kremlin tiene esencialmente dos v¨ªas posibles: actuar y ayudar a Ucrania a que gane la guerra, y hacer planes para cuando Putin est¨¦ fuera del poder. Y trabaja para ello intentando reconstruir las redes civiles y cualquier nudo social dentro de Rusia, donde las autoridades segaron hace a?os casi cualquier semilla de organizaci¨®n civil: desde entidades medioambientales, a asociaciones que trabajaban por la memoria hist¨®rica o por los derechos de las etnias minoritarias. Un pa¨ªs que ya antes de lanzar la guerra imperialista contra Ucrania amordazaba cualquier intento de protesta y donde hay decenas de opositores en prisi¨®n. Desde Alex¨¦i Navalni a Vlad¨ªmir Kara-Murza, condenado a 25 a?os de c¨¢rcel por criticar la invasi¨®n, o Ilya Yashin, sentenciado a ocho a?os y medio por denunciar los cr¨ªmenes de la invasi¨®n. Todo, debidamente acompa?ado de una dieta rica en propaganda emitida constantemente a trav¨¦s de los canales estatales y los medios de la ¨®rbita del Kremlin, que fueron m¨¢s con el paso de los a?os.
Tejer de nuevo unas redes que nunca fueron demasiado fuertes no es sencillo, reconoce Pelevina, que ha vivido la represi¨®n y que, junto al opositor Mija¨ªl Kasianov, fue v¨ªctima de un esc¨¢ndalo cuando se hicieron p¨²blicas unas im¨¢genes de la pareja manteniendo relaciones sexuales que el aparato de seguridad ruso hab¨ªa grabado en secreto para desprestigiarles (¨¦l estaba casado). Con otros disidentes organiza sesiones por videoconferencia o a trav¨¦s de plataformas encriptadas con activistas que siguen operando como pueden dentro de Rusia. Aunque lo hacen de otras formas alejadas de la pol¨ªtica tradicional y centr¨¢ndose en el activismo local o regional. Detectan puntos de movilizaci¨®n ¡ªcomo el ecologismo, el malestar por el cierre de un refugio de animales, el descontento en un barrio por la instalaci¨®n de una depuradora¡ª y trabajan en ello sin sacar temas visiblemente pol¨ªticos ni identificarse como activistas o disidentes, sino m¨¢s bien como vecinos implicados.
¡°As¨ª analizamos el ¨¢nimo de la ciudadan¨ªa, si hay alg¨²n cambio. Tambi¨¦n rompemos el aislamiento, porque en un pa¨ªs como Rusia, tan grande y diverso, en Siberia, en Yakutia, en otras regiones, los opositores sienten que est¨¢n solos¡±, se?ala Pelevina. Es cr¨ªtica consigo misma y con el resto de la disidencia. ¡°Nosotros tenemos m¨¢s responsabilidad que otros rusos porque tratamos con el r¨¦gimen, luchamos contra ¨¦l y sab¨ªamos de lo que era capaz¡±, dice. ¡°A veces hemos estado demasiado centrados en nosotros mismos y no formulamos bien nuestro mensaje para que llegue. Tampoco hemos logrado salir mayoritariamente de la burbuja de Mosc¨² y San Petersburgo¡±, abunda la opositora, que se?ala la importancia de la justicia transicional ¡ªverdad, justicia y reparaci¨®n¡ª sin la cual, asegura, Rusia terminar¨¢ en otra dictadura o con una vuelta eventual a lo mismo.
Es dif¨ªcil medir el apoyo a Putin y a su r¨¦gimen, que ha convertido a Rusia en un pa¨ªs gobernado por el aparato de seguridad. Las encuestas de opini¨®n en un pa¨ªs donde est¨¢ prohibida la protesta y se criminaliza llamar ¡°guerra¡± a la invasi¨®n de Rusia, no son fiables. Hay algunos detalles que pueden dar pistas, como que no hubiera manifestaciones de apoyo al r¨¦gimen durante el intento de golpe militar de Prigozhin ¨Dquien, sin embargo, fue vitoreado y jaleado junto a sus mercenarios en la ciudad sure?a de Rostov del Don¨D, y la poblaci¨®n se mantuviera a la espera.
La guerra de Rusia contra Ucrania y la responsabilidad del pa¨ªs euroasi¨¢tico en la invasi¨®n a gran escala tambi¨¦n divide a la oposici¨®n rusa. Hay quienes, como Pelevina, creen que es una guerra de todo el pa¨ªs y tambi¨¦n es responsabilidad de esa mayor¨ªa silenciosa que esconde la cabeza en la arena como un avestruz. Otros siguen tild¨¢ndola como la ¡°guerra de Putin¡±.
Konstantin Fomin cree que esa brecha se ir¨¢ cerrando entre algunas de las organizaciones opositoras. El activista, exiliado en Vilnius, es uno de los gestores de Reforum Space, un centro que funciona como foro de discusi¨®n y lugar de organizaci¨®n de campa?as antiguerra y que busca mostrar que existe una disidencia m¨¢s all¨¢ de los opositores famosos como Jodorkovski o Navalni. ¡°Las redes tejidas aqu¨ª pueden suponer un cambio real¡±, afirma sentado a la mesa de una de las salas del local, en el centro hist¨®rico de la capital lituana, que se financia a trav¨¦s de donaciones. Detr¨¢s, junto a un piano el¨¦ctrico, una escultura de Putin en una jaula. ¡°Es dif¨ªcil huir de ¨¦l. Parece que su presencia es constante, dentro y fuera de Rusia¡±, bromea Fomin se?alando al jefe del Kremlin preso.
El activista, que en Rusia pas¨® por diversas organizaciones de derechos civiles, forma parte de esa corriente que apuesta por prepararse para cuando Putin est¨¦ fuera con todo el conocimiento posible en econom¨ªa, justicia o sanidad para restaurar el pa¨ªs y trazar una transici¨®n. ¡°Tenemos que estar organizados, educados. Si tienes un 20% de la di¨¢spora formada para trabajar en una Rusia democr¨¢tica, se puede lograr el cambio cuando llegue el momento¡±, considera. Tambi¨¦n habla de la necesidad de trabajar con la gente dentro de Rusia. ¡°No todo el mundo puede o va a ser agente del cambio, pero hay que expandir¡±, afirma Fomin, que tambi¨¦n destaca que har¨¢n falta recursos econ¨®micos y la colaboraci¨®n de Occidente.
Mientras, en las sombras, hay activistas trabajando en f¨®rmulas menos pac¨ªficas para acelerar ese ¡°d¨ªa despu¨¦s¡±. O al menos, dice Dmitri, para abrir los ojos a la ciudadan¨ªa de que hay oposici¨®n, que existe la cr¨ªtica hacia la guerra de Rusia en Ucrania. El joven, que ha accedido al encuentro en una ciudad de Europa del este con la condici¨®n de que sea sin tel¨¦fonos m¨®viles, forma parte de una de esas peque?as redes que practica los sabotajes. Un d¨ªa es el bloqueo de una v¨ªa f¨¦rrea clave para la log¨ªstica en el frente de batalla; otro, el incendio de un cuartel de reclutamiento. Cuenta: ¡°Que se sepa que existimos, que se extienda el miedo entre los terroristas del Kremlin. Y que se vea que el cambio est¨¢ cerca y es posible¡±.
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