El d¨ªa despu¨¦s de una masacre de civiles en la zona m¨¢s segura de Ucrania
La ciudad de Lviv se sacude a¨²n el trauma del ataque del 6 de julio, que mat¨® a 10 personas. La reconstrucci¨®n requerir¨¢ el pl¨¢cet de Unesco ya que el centro es patrimonio mundial. Los afectados viven en m¨®dulos
Las paradojas que deja una guerra: dice Andri Sadovi, alcalde de Lviv, en el oeste de Ucrania, que est¨¢ en contacto con los funcionarios de la Unesco; que negocia con ellos ayudas para reparar lo destrozado en el bombardeo ruso del 6 de julio porque su ciudad es patrimonio mundial, y que la reconstrucci¨®n ir¨¢ algo m¨¢s despacio porque tiene que seguir los est¨¢ndares de Naciones Unidas. Pese al sello de protecci¨®n de Unesco, Mosc¨² env¨ªo sus misiles hacia all¨ª sobre las dos de la ma?ana de aquel d¨ªa. Y por el estatus precisamente concedido por esta organizaci¨®n, la restauraci¨®n tiene que seguir una hoja de ruta ¨D¡±no se puede cambiar una ventana por otra cualquiera¡±, apunta Sadovi¨D. Perdieron la vida una decena de personas y otras 48 resultaron heridas.
Lviv, a unos 70 kil¨®metros de territorio de la OTAN y la UE, una de las localidades m¨¢s seguras del pa¨ªs, sufri¨® el ataque m¨¢s letal desde el inicio de la invasi¨®n. Enterraron a los muertos, de entre 32 y 70 a?os; ocho mujeres y dos hombres. Pero la onda expansiva de aquel misil sigue golpeando todav¨ªa hoy: al trauma psicol¨®gico de los supervivientes se une la falta de esperanza por volver a sus hogares.
Hanna Fedorenko, de 76 a?os, es un buen ejemplo de esto, de que una masacre no termina con las labores de rescate. Fedorenko cuida a sus tres nietos (10, 18 y 20 a?os), hu¨¦rfanos tras la muerte por motivos de salud de sus padres. Recuerda bien lo que pas¨® aquella madrugada tras escuchar la alerta antia¨¦rea: ¡°Estaba con los ni?os y uno de los mayores me dijo que fuera al pasillo [una de las recomendaciones ante un posible ataque, si no se acude al refugio, es situarse entre dos paredes]¡±, relata. ¡°Fui a coger al gato, que estaba apoyado en la ventana y fue cuando cay¨® el misil¡±. La mujer cubri¨® con su cuerpo a la menor de sus nietos. El impacto del proyectil vol¨® los cristales, que fueron a parar a Fedorenko. En su mejilla derecha se dibuja la cicatriz dejada por el pu?ado de puntos con los que cerraron una de sus heridas, la m¨¢s visible.
Esta familia, como muchas de las que vieron sus viviendas da?adas, reside ahora en m¨®dulos habitacionales levantados en el parque Striski. A unos 500 metros de distancia, los operarios, casi un mes despu¨¦s, siguen retirando los escombros dejados por el bombazo. Fedorenko sabe que su vivienda tiene muchas grietas; que perdi¨® casi todos los muebles y que ser¨¢ dif¨ªcil regresar pronto. Soluci¨®n: las autoridades locales ayudan a los afectados a encontrar una casa de alquiler, pero los precios est¨¢n por las nubes en una ciudad a la que han llegado cientos de miles de desplazados internos ¨Dun alquiler puede rondar las 12.000 grivnas, unos 300 euros¨D.
Para los Fedorenko hay un reto mayor: la menor tiene que acudir a un centro de educaci¨®n especial de ese distrito, as¨ª que se limitan las opciones. A esta onda expansiva se une adem¨¢s el trauma: ¡°Yo me siento ahora mejor¡±, dice la abuela de estos tres hermanos, ¡°pero tengo miedo al escuchar las alertas, aunque m¨¢s lo tiene mi nieta, que ni siquiera quiere salir de casa¡±.
El ataque tambi¨¦n fue un ¡°shock¡± para el alcalde Sadovi, de 54 a?os. El primer edil de la ciudad, en el cargo desde 2006 y que lleg¨® a postularse para la carrera presidencial que acab¨® ganando hace cuatro a?os aquel c¨®mico llamado Volod¨ªmir Zelenski, es un hombre alto, sol¨ªcito, pero inquieto y con una agenda dif¨ªcil de perseguir. Repasa, en una conversaci¨®n entre sus oficinas y la calle, los destrozos del 6 de julio: cuatro edificios, 60 viviendas, 3.000 cristales, colegios, guarder¨ªas, residencias de estudiantes¡
La Unesco reconoce como patrimonio mundial el centro hist¨®rico de Lviv, a unos tres kil¨®metros del impacto del bombardeo ruso. Pero esta organizaci¨®n mete en el mismo saco lo que llama ¡°zonas tamp¨®n¡± cercanas, y ah¨ª es donde entrar¨ªa la esquina entre las calles Akademika Sakharova y Striska, reventada por el misil. Sadovi insiste en la complejidad de seguir los requisitos de esta organizaci¨®n dependiente de la ONU. ¡°Es m¨¢s dif¨ªcil restaurar un edificio en una zona Unesco¡±, sostiene, ¡°que construir uno nuevo¡±. El alcalde calcula el gasto por la reconstrucci¨®n de todo lo da?ado en 200 millones de grivnas (en torno a los cinco millones de euros). ¡°Eso es mucho dinero para mi Ayuntamiento¡±, apunta.
Crimen de guerra
Tambi¨¦n es complicado seguir la pista a lo que, a todas luces, encaja, seg¨²n el derecho internacional, en un crimen de guerra. En Lviv, la Fiscal¨ªa y la polic¨ªa se han encargado de las pesquisas. Fuera de all¨ª, la investigadora de Human Rights Watch Yulia Gorbunova public¨® hace dos semanas los resultados de su trabajo tras entrevistar a 22 vecinos y visionar 29 v¨ªdeos y 232 fotograf¨ªas, adem¨¢s de im¨¢genes satelitales. La organizaci¨®n con sede en Nueva York afirma que, aquella noche, tres misiles rusos se dirigieron hacia la zona, dos de ellos golpearon objetivos militares a unos 300 metros de distancia de las viviendas, mientras que el tercero cay¨® sobre las casas. Los proyectiles eran misiles de crucero Kalibr, un arma moderna y, sobre el papel, precisa por sus sistemas para guiar la trayectoria. Mosc¨² mantiene que no ataca objetivos civiles.
Liubov Polovko, de 64 a?os, viv¨ªa en el primer piso del edificio alcanzado por ese tercer misil Kalibr. Recuerda que es una zona en la que casi todos se conocen; hay amistad. En efecto, son viviendas levantadas en torno a una plazoleta con un parque infantil en medio. Polovko conoc¨ªa a todas las v¨ªctimas. ¡°Cuando escuchamos la alerta, mi marido fue a cerrar la ventana [otra de las recomendaciones en caso de ataque] y me dijo que fuera a la cocina¡±. No se encontraron porque entre medias golpe¨® el proyectil y los dos salieron disparados. ¡°No sab¨ªa lo que hab¨ªa pasado, ni siquiera que el ataque hab¨ªa sido en nuestro edificio¡±, dice la mujer. La bomba revent¨® las puertas y ventanas. Llevaban 33 a?os viviendo all¨ª y ahora lo hacen en los m¨®dulos del parque Striski. Polovko no cree que el edificio est¨¦ restaurado en el pr¨®ximo a?o.
¨D?Reciben asistencia psicol¨®gica?
¨DS¨ª, pero yo no la necesito. Soy fuerte.
No lo es tanto Irina Chmir, de 47 a?os. Admite que cuando escucha las alertas por posibles bombardeos siente ¡°p¨¢nico¡± porque espera que llegue otro m¨¢s. Chmir ha recibido asistencia psicol¨®gica de especialistas italianos. Vive con sus padres en las casetas prefabricadas de este parque ideado en tiempos de la URSS. Resid¨ªan los tres en la segunda planta del edificio de la calle Striska; les dio tiempo a llegar al pasillo antes de que el misil entrara como un cuchillo desde la parte superior del inmueble. Su madre sufri¨® cortes en la cabeza y los brazos por los cristales rotos en la explosi¨®n y se golpe¨® la espalda al caer. ¡°Es dif¨ªcil recordar aquello¡±, cuenta Chmir, parca en palabras. Sabe de las autoridades, como el resto de sus vecinos, que restaurar¨¢n sus casas, pero el cu¨¢ndo es lo m¨¢s dif¨ªcil de prever. A ella le gustar¨ªa alquilar una casa, pero no le llega el dinero pese a donaciones de algunas organizaciones extranjeras.
Algo cambi¨® el pasado 6 de julio el estado de ¨¢nimo de Lviv, la capital segura de la Ucrania occidental. ¡°Comparada con Jers¨®n, Mikolaiv, J¨¢rkov o Dnipr¨®¡±, se?ala Sadovi, ¡°Lviv sigue siendo una ciudad de m¨¢xima seguridad¡±. No obstante, el primer edil insiste, para lo que pueda venir, en el mantra lanzado a los ciudadanos desde el inicio de la invasi¨®n, el 24 de febrero de 2022: en caso de alerta, acudan a los refugios.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.