La pol¨¦mica sobre el antisemitismo en los campus obliga a rectificar a la rectora de la Universidad de Pensilvania
Congresistas republicanos, estudiantes y patronos de las principales instituciones consideran insatisfactoria la respuesta a ese discurso por parte de los responsables acad¨¦micos
Las respuestas elusivas de las rectoras de las universidades de Harvard y Pensilvania y del MIT, que el martes comparecieron ante el comit¨¦ de Educaci¨®n del Congreso para responder a acusaciones por permitir manifestaciones antisemitas en sus campus, han dado lugar a una catarata de virulentas reacciones que ha obligado a las acad¨¦micas a rectificar o cuando menos matizar sus comentarios. La guerra en Gaza ha elevado la tensi¨®n en los campus, polarizados hasta extremos irreconciliables, y empujado a importantes donantes jud¨ªos de las universidades a retirar sus fondos, por lo que consideran tibieza de los claustros a la hora de denunciar actitudes antisemitas (para muchos, un simple eslogan a favor de la intifada, o incluso la petici¨®n de un alto el fuego). La audiencia del Congreso se supon¨ªa que iba a despejar la pol¨¦mica, pero la percibida como tibieza de las mujeres, al ser preguntadas por la adopci¨®n de medidas disciplinarias contra los estudiantes que han coreado gritos supuestamente antisemitas, no satisfizo a los representantes republicanos, y alguno que otro dem¨®crata, y a¨²n menos a la comunidad universitaria.
Liz Magill, rectora de la Universidad de Pensilvania, que como Harvard pertenece a la exclusiva Ivy Leagye, prometi¨® en la noche del mi¨¦rcoles revisar el c¨®digo de conducta de la instituci¨®n despu¨¦s de que arreciaran las peticiones de dimisi¨®n por rehusar decir ante el comit¨¦ si la apolog¨ªa del genocidio constitu¨ªa una violaci¨®n del mismo. Estudiantes y antiguos alumnos redoblaron sus cr¨ªticas despu¨¦s de que la rectora se negara a afirmar expl¨ªcita y rotundamente, a preguntas de la republicana Elise Stefanik -representante de la facci¨®n m¨¢s radical del partido-, que abogar por el genocidio de los jud¨ªos violar¨ªa de manera flagrante la pol¨ªtica de la Universidad.
La intervenci¨®n de Stefanik elev¨® la temperatura de un debate que desde el primer minuto se hab¨ªa convertido en una encerrona. La representante por Nueva York, aliada de Donald Trump, reproch¨® tambi¨¦n a Claudine Gay, rectora de Harvard, no haber adoptado medidas disciplinarias contra los estudiantes que han coreado c¨¢nticos en favor de la intifada, pues, a su juicio, representan un llamamiento ¡°a cometer un genocidio contra el pueblo jud¨ªo¡±. Una equiparaci¨®n tan rotunda como exagerada: las dos intifadas en los territorios palestinos, la primera de ellas en los a?os ochenta del pasado siglo, no han supuesto el exterminio colectivo de la poblaci¨®n jud¨ªa.
Magill y Gay, junto con Sally Kornbluth, responsable del MIT, reiteraron el martes ante el comit¨¦ la importancia de garantizar la libertad de expresi¨®n, pero cada uno de sus llamamientos al di¨¢logo pareci¨® encender a¨²n m¨¢s a sus interlocutores, convertidos de entrada en antagonistas. De las tres, y despu¨¦s de que incluso el gobernador de Pensilvania, el tambi¨¦n jud¨ªo Josh Shapiro, se sumara con amenazas al coro de cr¨ªticas -apunt¨® que el patronato de Penn tendr¨ªa que tomar ¡°decisiones serias¡± sobre Magill-, fue esta quien dio un paso al frente al afirmar en un v¨ªdeo publicado en la noche del mi¨¦rcoles en Internet que deber¨ªa haberse centrado m¨¢s en la ¡°maldad¡± de la apolog¨ªa del genocidio en lugar de contextualizar el asunto como una cuesti¨®n de libertad de expresi¨®n en l¨ªnea con la Constituci¨®n de Estados Unidos y las tradiciones del debate en el campus.
¡°Quiero ser clara. Un llamamiento al genocidio del pueblo jud¨ªo es amenazador, profundamente amenazador¡±, dice Magill en el v¨ªdeo. ¡°Pretende aterrorizar intencionadamente a un pueblo que ha sido objeto de pogromos y odio durante siglos, y que fue v¨ªctima de un genocidio en el Holocausto. En mi opini¨®n, ser¨ªa acoso o intimidaci¨®n¡±, a?adi¨®. Magill anunci¨® que ella y John Jackson, el provost (m¨¢ximo responsable de la gesti¨®n y la excelencia acad¨¦micas) de Pensilvania, iniciar¨ªan un proceso para evaluar y clarificar la pol¨ªtica del campus, y afirm¨®: ¡°Podemos hacerlo bien y lo haremos¡±.
Poco antes de que Magill colgara sus disculpas en v¨ªdeo, una petici¨®n en l¨ªnea exigiendo que el Consejo de Administraci¨®n de la universidad aceptara la dimisi¨®n de Magill debido a su ¡°incapacidad para condenar inequ¨ªvocamente los llamamientos al genocidio de los estudiantes jud¨ªos y su incapacidad para identificarlos como acoso¡±, acumulaba 2.500 firmas. ¡°El equivoco mensaje [de Magill] env¨ªa un mensaje escalofriante a los estudiantes jud¨ªos¡±, dec¨ªa la carta.
Los representantes dem¨®cratas del comit¨¦ de Educaci¨®n coincidieron con las rectoras en la vista del martes en la dificultad de distinguir entre el discurso que incita a la violencia y el que es aborrecible o inc¨®modo, pero legal, una pantanosa zona de sombra sujeta a los vaivenes de la desinformaci¨®n o la propaganda, cuando no de ambas. No obstante, los dem¨®cratas tampoco rompieron una clara lanza por las tres rectoras, en la estela del l¨ªder de la mayor¨ªa en el Senado, el senador dem¨®crata, y jud¨ªo, Chuck Schumer, que a finales de noviembre alert¨® de las graves consecuencias que el antisemitismo tiene para el pa¨ªs. Schumer acus¨® a la ¡°izquierda radical¡±, que cuenta con algunos representantes en el ala m¨¢s izquierdista de su partido, de haber tomado los campus, y ese es el discurso que milim¨¦tricamente se sigue en la pol¨¦mica. Por encima de cualquier criterio acad¨¦mico.
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