Los republicanos de EE UU se lanzan al acoso y derribo de la ¨¦lite acad¨¦mica
La instrumentalizaci¨®n de acusaciones de antisemitismo en los campus engorda la pol¨¦mica sobre la guerra de Gaza, pese a que los expertos se?alan que este discurso de odio no es un fen¨®meno nuevo y que est¨¢ m¨¢s vinculado a la ultraderecha
Llueve sobre mojado en los campus de EE UU. A?os de acciones de afirmaci¨®n positiva, de pol¨ªticas de identidad y diversidad, y, al otro lado, de ofensiva conservadora contra el pensamiento libre han llegado a un punto de ebullici¨®n con las acusaciones de antisemitismo contra las universidades. Patronos que retiran fondos millonarios, ...
Llueve sobre mojado en los campus de EE UU. A?os de acciones de afirmaci¨®n positiva, de pol¨ªticas de identidad y diversidad, y, al otro lado, de ofensiva conservadora contra el pensamiento libre han llegado a un punto de ebullici¨®n con las acusaciones de antisemitismo contra las universidades. Patronos que retiran fondos millonarios, una ruidosa comparecencia en el Congreso de las rectoras de tres de las m¨¢s importantes universidades del pa¨ªs, seguida de la dimisi¨®n de una de ellas; presiones pol¨ªticas, manifiestos¡ Los titulares engordan desde hace semanas. Pero como advierte la mayor¨ªa de la docena de fuentes consultadas para este reportaje, ni el antisemitismo en las universidades es consecuencia de la guerra de Gaza, sino muy anterior; ni es tan generalizado como parece y tampoco lo azuzan solo grupos propalestinos.
Algunas fuentes recuerdan que los peores ataques antisemitas en EE UU han sido obra de supremacistas blancos, como el de Charlotesville (Virginia) en 2017, jaleado por el entonces presidente Donald Trump. Y por sus ac¨®litos, entre ellos la congresista republicana Elise Stefanik, que hace 10 d¨ªas embisti¨® a las rectoras de las universidades de Pensilvania y Harvard y del MIT en una comparecencia en el Congreso hasta hacerlas sangrar. Sangrar, literalmente: la primera de ellas, Liz Magill, dimiti¨® tres d¨ªas despu¨¦s; el puesto de la segunda, Claudine Gay, ha estado en el alero y ella contin¨²a bajo escrutinio, con furgonetas apostadas ante su domicilio, o dando vueltas por Harvard, empapeladas con su imagen y la leyenda ¡°incapaz de dirigir¡±: un se?alamiento propio de etapas m¨¢s negras de la historia.
El hostigamiento de Gay y de sus compa?eras ¡ªtres mujeres en el disparadero¡ª se debe, seg¨²n sus detractores, a no haber sabido condenar manifestaciones en contra de Israel y de los jud¨ªos, incluidos supuestos llamamientos al genocidio, que han atemorizado a estudiantes de esa confesi¨®n. Tambi¨¦n han enfurecido a muchos donantes, en la pr¨¢ctica los amos de las universidades estadounidenses: el a?o pasado contribuyeron con 59.500 millones de d¨®lares a su funcionamiento. M¨¢s del 80% de las donaciones proced¨ªan del 1% de los donantes, de ah¨ª su empe?o en querer marcar el comp¨¢s de los claustros: la amenaza de retirar 100 millones por parte de uno de ellos precipit¨® la ca¨ªda de Magill.
Gay, la rectora de Harvard (50.000 millones de d¨®lares de presupuesto anual), resiste, aun con dificultades. De nada han servido el apoyo de m¨¢s de 700 profesores del claustro ¡ªmuchos de ellos jud¨ªos¡ª y su ratificaci¨®n por parte de la junta de gobierno, el martes, porque los donantes, y bastantes congresistas, siguen pidiendo su cabeza. Pero Derek J. Penslar, profesor de Historia Jud¨ªa y director del Centro de Estudios Jud¨ªos de Harvard, rebaja la gravedad de la pol¨¦mica. ¡°La situaci¨®n no es tan grave como ha denunciado la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n estadounidenses, aunque el antisemitismo es un problema grave y creciente en las universidades y en la sociedad en su conjunto. En Harvard, desde la masacre de Ham¨¢s del 7 de octubre, los estudiantes jud¨ªos han sido objeto de despiadadas y odiosas publicaciones en las redes sociales, insultos y ostracismo. Solo ha habido una denuncia de agresi¨®n f¨ªsica, y todav¨ªa se est¨¢ investigando si realmente se produjo o no. Pero no hay duda tambi¨¦n de que se han enfrentado a diversas formas de antisemitismo que les han incomodado psicol¨®gica y emocionalmente¡±, explica Penslar.
El supuesto llamamiento al genocidio de los jud¨ªos y la inacci¨®n de las rectoras denunciados por Stefanik chirr¨ªa viniendo de alguien que ha secundado teor¨ªas desquiciadas como la del gran reemplazo, o aplaudido las chanzas sin gracia de Trump sobre los jud¨ªos. En un tuit publicado en X (antes Twitter), el profesor Dov Waxman, director del Centro de Estudios de Israel de la Universidad de California (UCLA), recordaba el martes la tradici¨®n antisemita de la derecha: ¡°La atenci¨®n que se presta actualmente al antisemitismo en los campus puede dar la impresi¨®n err¨®nea de que el problema del antisemitismo en EE UU procede principalmente del activismo propalestino de izquierdas; cuando en realidad las creencias antisemitas est¨¢n mucho m¨¢s extendidas en la extrema derecha que en la extrema izquierda y las acciones antisemitas m¨¢s violentas y mort¨ªferas contra los jud¨ªos estadounidenses son planeadas y perpetradas por extremistas nacionalistas blancos¡±. Como en el caso de Charlotesville, en el que la capciosa equidistancia de Trump (¡°hay violencia en los dos lados¡±, dijo del ataque mortal de un supremacista blanco a manifestantes antirracistas) envalenton¨® m¨¢s a la ultraderecha. Un a?o despu¨¦s, en 2018, un supremacista blanco mat¨® a 11 personas en una sinagoga de Pittsburgh. El peor atentado antisemita en la historia de EE UU.
Contactado por correo electr¨®nico, Waxman a?ade: ¡°Aunque me preocupan los incidentes antisemitas que han tenido lugar en algunos campus desde el estallido de la guerra, no creo que sea exacto afirmar que son hervideros de antisemitismo. Ciertamente, lo hay. Pero a menudo se exagera su alcance y su gravedad¡±. La caja de resonancia de los titulares, la confluencia de intereses de las grandes cabeceras con los de algunos donantes, explican tambi¨¦n el volumen que ha alcanzado el debate.
Alejandro Baer, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) y durante la ¨²ltima d¨¦cada profesor y director del Centro de Estudios sobre el Holocausto y el Genocidio en la Universidad de Minnesota, incide en la instrumentalizaci¨®n pol¨ªtica. ¡°El antisemitismo y la manera de definirlo y combatirlo se han vuelto un elemento importante en las guerras culturales estadounidenses. Dem¨®cratas y republicanos se acusan mutuamente de tener antisemitas en sus respectivos campos y solo ven la paja en el ojo ajeno. Entre los republicanos hay conspiranoicos de QAnon y supremacistas blancos que en la manifestaci¨®n de Charlottesville de 2017 gritaban ¡®los jud¨ªos no nos reemplazar¨¢n¡¯. Y entre los dem¨®cratas hay antisionistas que entienden la violencia de Ham¨¢s como resistencia leg¨ªtima o cuestionan el derecho a la existencia del Estado de Israel. Las universidades son bastiones dem¨®cratas y est¨¢n siendo blanco de los ataques republicanos. Pero tras el 7 de octubre se lo han puesto en bandeja ante la permisividad de expresiones y actos que fueron inequ¨ªvocamente antisemitas¡±, resume por correo electr¨®nico.
Los republicanos han encontrado un hueso que roer de cara a las elecciones de 2024; su en¨¦sima guerra cultural, pero esta vez con visos de victoria a juzgar por la clara ventaja de Trump en algunos Estados clave. Los secundan, adem¨¢s, unos cuantos dem¨®cratas. A diferencia de otros temas identitarios, el del juda¨ªsmo ¡ªel de Israel¡ª es a la vez una l¨ªnea roja y un factor que moviliza a todo el espectro pol¨ªtico, y lo hace de manera emocional; existencial, incluso. Pero la complicidad con sus rivales ha abierto una v¨ªa de agua en el partido de Joe Biden. Esta semana la C¨¢mara de Representantes aprob¨® una resoluci¨®n bipartidista que condena el antisemitismo en los campus y pide la dimisi¨®n de la rectora Gay y de su hom¨®loga del MIT, Sally Kornbluth. La votaci¨®n puso de relieve las marcadas divisiones dem¨®cratas afloradas por la guerra de Gaza: 84 dem¨®cratas, incluidos jud¨ªos progresistas, votaron a favor, frente a 125 en contra. Todos los republicanos, menos uno, apoyaron el texto.
As¨ª que, lejos de permanecer encapsulado en las burbujas de pensamiento liberal que son las universidades ¡ªcon la de Harvard, basti¨®n dem¨®crata, a la cabeza¡ª, el asunto ha saltado a la arena pol¨ªtica para atizar la campa?a de las elecciones de 2024, con un Biden mermado de fuerzas y, cada vez m¨¢s, de apoyos.
¡°No ha habido ni un solo incidente en el campus¡±
El oto?o se despide de Harvard con un decorado de ¨¢rboles ralos y temperaturas bajo cero. Esta semana, de ex¨¢menes finales y desbandada vacacional, era dif¨ªcil encontrar estudiantes dispuestos a pararse unos minutos. Mar¨ªa y Sissy, alumnas de primero, desconocen la pol¨¦mica: ¡°Solo hemos visto muchos carteles y p¨®steres que unos pegan y otros arrancan¡±, dicen, en alusi¨®n a una popular campa?a de pasquines que exige la liberaci¨®n de los rehenes de Ham¨¢s. ¡°Pero m¨¢s all¨¢ de eso, no sabemos exactamente qu¨¦ pasa, ni qui¨¦n tiene la raz¨®n. Tampoco nos parece una noticia enorme, la verdad¡±. Jordana, estudiante de 3? de Historia, s¨ª tiene una opini¨®n formada: ¡°No ha habido ni un solo incidente, ni uno. Adem¨¢s, solo se habla de un lado, el otro parece que no existe, y ah¨ª tienen mucho que ver los medios, alineados con los donantes m¨¢s enfadados. Creo que la rectora Gay est¨¢ abordando bien el problema y que es injustificable el acoso al que est¨¢ siendo sometida¡±.
Tras ser ratificada en su puesto por la junta de gobierno de Harvard, inopinadas acusaciones de plagio se han cernido esta semana sobre ella ¡ªque adem¨¢s resulta ser negra¡ª, mientras siguen rodando las furgonetas con su foto y el mensaje descalificador. Jordana denuncia el sesgo de la pol¨¦mica: ¡°Hay un intento claro de yugular cualquier opini¨®n propalestina, no se habla de las amenazas a estudiantes ¨¢rabes o de c¨®mo se coarta su libertad de expresi¨®n¡±. Le da la raz¨®n una estudiante musulmana, con velo, que pide no ser identificada: ¡°Desde luego que el antisemitismo es un problema, sin duda alguna, y muy serio, pero tambi¨¦n lo es la islamofobia¡±.
Esta joven asegura que desde el 7 de octubre se han producido en el campus m¨¢s episodios del signo contrario. ¡°Acoso, hostigamiento, insultos¡ manifestaciones verbales, pero muy desagradables, a ¨¢rabes y musulmanes. Tambi¨¦n camionetas dando vueltas por Harvard con fotos y datos personales de estudiantes que supuestamente defienden a Ham¨¢s. La esposa de un conocido profesor fue grabada insultando a una estudiante que llevaba una kufiyah [pa?uelo palestino]¡±. El v¨ªdeo se ha hecho viral y el nombre y apellidos de la acosadora y de su c¨®nyuge, publicados por el diario de la universidad, el excelente The Harvard Crimson.
¡°No es un fen¨®meno que interfiera en nuestra vida diaria, pero s¨ª est¨¢ en todas partes: en las charlas de caf¨¦, en los pasillos, en las reacciones; cualquier alumno podr¨ªa decirte que es testigo del debate, pero muchos no se atrever¨¢n a hablar contigo por temor a tomar partido¡±, concluye Jordana. Tampoco quieren hacerlo la propia instituci¨®n, que no ha respondido a la solicitud de comentarios sobre la reciente creaci¨®n de un grupo de trabajo contra el antisemitismo, ni el Crimson. A unos metros de distancia de las dos j¨®venes, Patrick, un posgrado brit¨¢nico, intenta a duras penas arrancar los carteles que piden la liberaci¨®n de los rehenes. ¡°Los han encolado, no hay manera de quitarlos. La pol¨¦mica sobre el antisemitismo en el campus es puro teatro: son los intereses de unos millonarios contrariados por escuchar cosas que no les gustan, como que en Gaza se est¨¢ perpetrando una masacre de civiles o que es necesario un alto el fuego ya¡±, dice.
Por parte jud¨ªa, el rabino Getzel Davis, de Hillel Harvard, la delegaci¨®n local de una organizaci¨®n universitaria jud¨ªa, contemporiza a duras penas con la instituci¨®n: ¡°Lo m¨¢s importante es que la cultura cambie, y que tengamos una administraci¨®n que nombre, denuncie y ataje el antisemitismo cuando y dondequiera que ocurra; y garantice que este campus sea un entorno de aprendizaje seguro para los estudiantes jud¨ªos y para el resto. Esperamos seguir trabajando con la rectora Gay y otros altos directivos de Harvard en programas educativos y en la aplicaci¨®n de pol¨ªticas para proteger a los estudiantes jud¨ªos¡±, explica Davis, que es uno de los capellanes de la universidad.
Junto al patio de los dorms, las residencias de estudiantes, tres activistas pro-Gaza caldean la g¨¦lida ma?ana a golpe de meg¨¢fono. Sin ¨¦xito, aunque tambi¨¦n sin riesgo: no hay reacciones adversas, ni quejas, solo indiferencia. Rafael Kadaris, que se presenta como ¡°ateo nacido en una familia jud¨ªa¡±, lleva la voz cantante. Californiano, sin vinculaci¨®n alguna con el campus, es portavoz del muy residual Partido Comunista Revolucionario de EE UU y, como tal, defiende la necesidad de una revoluci¨®n para hacer saltar por los aires el sistema. Gaza puede ser la carga para la voladura, dice convencido. Al d¨ªa siguiente, en una c¨¦ntrica plaza de Harvard, un grupo de particulares (jubilados, en su mayor¨ªa) forma una cadena humana para pedir un alto el fuego. Ninguno de ellos tiene tampoco relaci¨®n con la universidad.
El 19 de octubre, en una entrevista con EL PA?S, el fil¨®sofo Michael Walzer ya apuntaba la atm¨®sfera de antisemitismo en los campus, circunscrita en su opini¨®n a los ¨¢mbitos izquierdistas. Contactado este mi¨¦rcoles para desarrollar el tema, explica: ¡°La aparici¨®n del antisemitismo tras la guerra de Gaza, sobre todo en los campus universitarios, no es exactamente una sorpresa. La agitaci¨®n antiisrael¨ª ha sido durante alg¨²n tiempo la principal forma de los estudiantes de expresar su izquierdismo, evitando tantas otras cuestiones que requieren la atenci¨®n de la izquierda. La conmoci¨®n del 7 de octubre deber¨ªa haber reconsiderado ese izquierdismo. En cambio, para algunos estudiantes de izquierda, no para todos, se convirti¨® en una ocasi¨®n para demostrar lo comprometidos que estaban con la causa palestina, y su discurso, siguiendo el de Ham¨¢s, pas¨® de la agitaci¨®n antiisrael¨ª a un claro y a menudo cruel antisemitismo¡±.
Walzer, profesor em¨¦rito de Princeton, sostiene que la pol¨¦mica en torno a las rectoras, que cree justificada, es una oportunidad para enmendar errores y avanzar. ¡°Algunos administradores y profesores universitarios respondieron r¨¢pido y bien, pero muchos no lo hicieron. Los republicanos de extrema derecha, que a menudo han jugado con temas antisemitas, vieron una oportunidad populista: ir a por la ¨¦lite acad¨¦mica. De ah¨ª las audiencias [en el Congreso] y el acoso a las tres rectoras, que respondieron mal porque siguieron los consejos de sus abogados y nunca hablaron con el coraz¨®n, que era lo que requer¨ªa el momento. Creo que ahora las cosas van a mejorar. En los campus hay mucho rechazo¡±, concluye Walzer.
Identidad, diversidad e inclusi¨®n: ?d¨®nde caben los jud¨ªos?
Alejandro Baer, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y durante la última década profesor y director del Centro de Estudios sobre el Holocausto y el Genocidio en la Universidad de Minnesota, denuncia la gravedad del fenómeno del antisemitismo. Además, inscribe la actual polémica y las denuncias de inseguridad y acoso de estudiantes judíos en el contexto de la denominada acción afirmativa (medidas de discriminación positiva para reducir la desigualdad racial en el acceso a la educación superior) en las universidades estadounidenses. “La acción afirmativa y las políticas de la identidad han generado un efecto perverso que afecta muy especialmente a las minorías judías en los campus. Los planes de diversidad e inclusión, y los estudios críticos sobre raza en los que se basan, entienden la sociedad estadounidense en términos binarios de opresor-oprimido, o Blanco-BIPOC [siglas inglesas de "Negros, Indígenas y Gente de Color”]. Si estás en un grupo de víctimas entonces recibes protección especial, y si estás en un grupo opresor entonces se asume que no puedes sufrir discriminación o injusticia de la misma manera. Los judíos no encajan en ninguna de las dos categorías, pero aun así son asignados al grupo blanco y opresor”. El encasillamiento es perverso, subraya el experto: da igual que sean diana del supremacismo blanco, o, como ahora, de manifestantes propalestinos: nunca serán vistos como víctimas, o no, al menos, con la misma entidad de víctimas que las otras minorías. “Esto supone un borrado y una negación de sus identidades y de sus experiencias de persecución y discriminación. Paradójicamente, en nombre de este antirracismo muy mal enfocado se perpetúa además un estereotipo antisemita: judío igual a poder”.
Tras el ataque de Hamás que desencadenó la guerra, añade Baer, "vemos una proyección de este marco simplificador que es ciego a sus implicaciones antisemitas. Lo hemos visto en las manifestaciones en los campus, en las que se ignoraba el sufrimiento del 'opresor' judío y se justificaba e incluso celebraba la violencia del 'oprimido' palestino. ¿Nadie se paró a pensar que estudiantes, profesores y personal de origen judío se iban a sentir agredidos?".
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