Kate Middleton, la mujer que alcanz¨® la cima y conquist¨® a los brit¨¢nicos
La princesa de Gales ha seguido los pasos de Isabel II al transmitir en sus actos p¨²blicos una imagen tradicional y un sentido del deber
Kate Middleton (Reading, Reino Unido, 42 a?os) escal¨® miles de portadas y primeras p¨¢ginas hasta alcanzar una altura en la que las cr¨ªticas ya no se escuchaban. Solo las muestras de admiraci¨®n. Cuando ha revelado que est¨¢ siendo tratada con quimioterapia preventiva para frenar el c¨¢ncer que padece, el batacazo no se lo ha dado ella, sino todos los medios y personajes an¨®nimos ¡ªy no tan an¨®nimos¡ª de las redes sociales que llevaban dos meses haciendo mofas a costa de su salud.
Antes de que medio mundo la conociera como duquesa de Cambridge, primero; princesa de Gales, despu¨¦s: y siempre como la esposa del heredero al trono, Guillermo de Inglaterra, pudo subir junto a su padre, Michael Middleton, al Mont Blanc, la cima estrella de los Alpes y el punto m¨¢s alto de Europa Occidental. Pertenec¨ªa a una familia deportista, que no se acobardaba ante los retos.
¡°A lo largo de los a?os, hemos escalado muchas monta?as juntos. Como familia, escalaremos esta tambi¨¦n junto a ti¡±, escribi¨® este viernes el hermano de Middleton, James William Middleton, en su cuenta de Instagram, junto a una foto antigua de ambos, en la que a¨²n son dos ni?os sonrientes en medio de la naturaleza.
Apenas despu¨¦s de que saliera a la luz su noviazgo con el hijo mayor de Carlos y Diana, la crueldad de la prensa sensacionalista brit¨¢nica sac¨® partido, con un sentido muy diferente, de las habilidades ascendentes de Kate. A ella y a su hermana, Pippa, las bautizaron ¡ªcon ese tufo machista que nunca se han sacudido los tabloides del Reino Unido¡ª como las ¡°wisteria sisters¡± (las ¡°hermanas glicinia¡±), en referencia a esa planta tan popular en las fachadas de las residencias londinenses: es bella y decorativa, tiene una intensa fragancia¡ y trepa con rapidez, dec¨ªa el chascarrillo.
¡°Waity Katy¡±, la llamaban tambi¨¦n. Algo as¨ª como ¡®Katy, la que espera¡¯, para burlarse de la joven que aguard¨® desesperada durante a?os a que el pr¨ªncipe Guillermo se decidiera a proponerle matrimonio. Se refer¨ªan a ella como una commoner [plebeya], y cuestionaban sus nervios en p¨²blico, su voz estridente y su aburrido vestuario. A?os de excentricidad y exotismo en los que el modelo era Lady Di hab¨ªan creado una generaci¨®n de mon¨¢rquicos de tabloide escandaloso y l¨¢grima f¨¢cil en los que un car¨¢cter conservador, convencional y anodino no cotizaba. A pesar de que fueran precisamente esas caracter¨ªsticas las que m¨¢s admiraran de la fallecida Isabel II.
A?os de remontada
Hasta la serie The Crown (Netflix) se apunt¨® a la teor¨ªa de que Carole Middleton hab¨ªa esculpido de forma minuciosa la trayectoria social de sus hijas, siempre hacia lo m¨¢s alto. A ella se atribuye la decisi¨®n de sacar a Kate de la Universidad de Edimburgo, cuando apenas llevaba un a?o, y enviarla a la de St. Andrews, donde se acaba de matricular el pr¨ªncipe Guillermo, y donde acab¨® por tomar forma su noviazgo.
El 29 de abril de 2011 se celebr¨® la boda, en la Abad¨ªa de Westminster. Desde entonces, Middleton no ha dejado de dar los pasos apropiados, al menos para esa parte de la sociedad brit¨¢nica conservadora y tradicional que quiere una monarqu¨ªa con todos sus convencionalismos. Una maternidad dedicada ¡ªla pareja tiene tres hijos: Jorge, Carlota y Luis¡ª, un apoyo incondicional a su esposo, una devoci¨®n inicial a Isabel II que ha trasladado m¨¢s tarde a su suegro, el rey Carlos III, y una pulcra correcci¨®n cuando aparece en actos p¨²blicos. Todos los atributos exigibles a una futura reina.
Algunas voces cr¨ªticas vieron en su comportamiento m¨¢s c¨¢lculo que naturalidad. Hilary Mantel, la escritora idolatrada por muchos brit¨¢nicos por su trilog¨ªa sobre los Tudor, defin¨ªa a Kate como ¡°un objeto de precisi¨®n¡± sin fallos aparentes, muy diferente a una Lady Di que ¡°mostraba en cada gesto su torpeza humana y su incontinencia emocional¡±. Los ciudadanos adictos al d¨ªa a d¨ªa de la realeza, sin embargo, o los que simplemente desean las menores extravagancias posibles de sus instituciones, aprendieron a querer a una mujer que cumpl¨ªa con las obligaciones correspondientes a su cargo con rigor y buen ¨¢nimo. Los Windsor siempre han sabido que una sonrisa es un arma de comunicaci¨®n mucho m¨¢s poderosa que cualquier declaraci¨®n p¨²blica, y Kate no ha dejado de sonre¨ªr a lo largo de los a?os.
Cuando confes¨® a la escritora Giovanna Fletcher que se hab¨ªa sentido ¡°ligeramente aterrorizada¡± al presentar en 2013 a los medios al reci¨¦n nacido pr¨ªncipe Jorge, desde las escaleras del hospital ¡ªuna tradici¨®n impuesta a todas las mujeres de la familia real, que solo Meghan Markle decidi¨® romper¡ª, Kate sigui¨® la norma que tan bien funcion¨® a su abuela pol¨ªtica, Isabel II: las obligaciones, siempre antes que las necesidades, ¡°porque era realmente importante ser capaz de compartir con la ciudadan¨ªa la alegr¨ªa de ese momento¡±, explic¨® Middleton.
En los ¨²ltimos d¨ªas, la princesa de Gales ha descubierto que la ciudadan¨ªa es insaciable cuando se trata de compartir. No le bastan las alegr¨ªas. Tambi¨¦n quiere las penas. A pesar de su resistencia inicial, y de su deseo de proteger a los tres hijos del matrimonio, Middleton ha optado por explicar al mundo su estado de salud y su actual angustia. Y al hacerlo, ha regresado a la cima que tanto esfuerzo le llev¨® coronar: el ¨²nico lugar donde puede sentirse protegida.
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