Siete semanas de ofensiva israel¨ª en Cisjordania que evocan a Gaza
La invasi¨®n de los campamentos de refugiados del norte busca un cambio dr¨¢stico de su estructura y genera el mayor ¨¦xodo de desplazados en el territorio en medio siglo


Nunca, desde el fin de la Segunda Intifada hace dos d¨¦cadas, Israel hab¨ªa invadido tanto tiempo (hasta siete semanas) tantos campamentos de refugiados de Cisjordania (tres). Tampoco, desde la Guerra de los Seis D¨ªas de 1967, hab¨ªa desplazado de all¨ª tal cantidad de personas: unas 40.000. Ni Taleb Mahmud Abu Sariye pensaba que acabar¨ªa, a sus 60 a?os, durmiendo con su familia en colchones en una escuela en construcci¨®n de la ciudad de Tulkarem, viendo desde la azotea c¨®mo las excavadoras demuelen casas (entre ellas, la suya) y los soldados israel¨ªes incendian otras, como si estuvieran en Gaza. Las tropas lo obligaron hace m¨¢s de un mes a salir con lo puesto y prefiere no pensar en lo que ya ha adelantado el ministro israel¨ª de Defensa, Israel Katz: ni quienes se marcharon podr¨¢n regresar a los campamentos del norte de Cisjordania, ni se ir¨¢n las tropas, al menos lo que queda de a?o.
La escuela tiene nombre en la fachada (Abdelrahim al Wahad), pero no pupitres. Era un proyecto avanzado cuando comenz¨® la invasi¨®n del campamento, a finales de enero. El due?o abri¨® las puertas a quien lo necesitase y han acabado all¨ª 109 personas que, se nota, entran claramente en esa definici¨®n. Casi la mitad son ni?os.

Abu Sariye lleg¨® all¨ª en el tercer d¨ªa de invasi¨®n de su campamento de refugiados, Tulkarem. ¡°Los soldados nos dieron cinco minutos para irnos. Cog¨ª solo el documento de identidad y mis medicamentos. Llevamos puesta la ropa con la que salimos¡±, rememora mientras se se?ala el pantal¨®n. Luego, en el camino, los militares comprobaron sus identidades y les hicieron preguntas para adivinar sus posicionamientos pol¨ªticos como ¡°?Qu¨¦ opinas de lo que est¨¢ pasando?¡±.
Han pasado seis semanas desde aquel d¨ªa y ahora se siente ¡°confundido¡±. Lo que interpret¨® como una redada m¨¢s ¡ªde las que tienen lugar cada tantas semanas y duran un pu?ado de d¨ªas¡ª le ha acabado convirtiendo ¡°en un sin techo¡±. Su vivienda, explica, es una de las decenas que ha demolido el ej¨¦rcito israel¨ª en la ofensiva. ¡°El due?o [de la escuela] nos ha dicho que nos podemos quedar lo que haga falta, pero esto no es vida. No sabemos cu¨¢nto se alargar¨¢, ni tenemos otro sitio donde ir [¡] La sensaci¨®n es que no nos han desplazado, nos han desarraigado. Cuando solo te expulsan puede que vuelvas¡±.
Como Tulkarem est¨¢ muy cerca del actual Israel (las torres de Tel Aviv pueden verse sin dificultad desde lo alto), es una de las zonas de Cisjordania con m¨¢s refugiados de la Nakba, la huida o expulsi¨®n de sus hogares de dos tercios de la poblaci¨®n ¨¢rabe en el actual Estado de Israel entre 1947 y 1949, ante el avance de las milicias jud¨ªas y, luego, del ej¨¦rcito. Con m¨¢s de 20.000 personas, el campamento de Abu Sariye era el segundo m¨¢s poblado (despu¨¦s de Balata, en Nablus). El otro de Tulkarem, Nur Shams, albergaba 12.000.
Hoy, entre los dos, solo quedan entre 4.000 y 5.000 personas, explica el gobernador de Tulkarem, Abdala Kmail, en su despacho, flanqueado por un retrato del hist¨®rico l¨ªder palestino, Yasir Arafat, y otro del actual y mucho menos querido por los suyos, Mahmud Ab¨¢s. ¡°El ej¨¦rcito israel¨ª est¨¢ actuando como si fuese una zona de guerra, como Gaza o L¨ªbano, cuando habr¨¢ unas 30 personas armadas, que no justifica esto. Est¨¢ buscando crear una nueva realidad¡±, se?ala.

El pasado d¨ªa 25, el canal 14 de la televisi¨®n israel¨ª ¡ªmuy pr¨®ximo al primer ministro, Benjam¨ªn Netanyahu¡ª dio cuenta de un plan en la c¨²pula militar para el ¡°d¨ªa despu¨¦s¡± de la macroperaci¨®n en el norte de Cisjordania que preparar¨¢ en breve un equipo creado ex profeso. Consiste en impedir que la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) administre las escuelas, al considerar que ¡°educan en el odio y el antisemitismo¡°. Es el mandato que recibe de la Asamblea General de Naciones Unidas, junto con la sanidad. La segunda parte del plan pasa por cambiar la fisionom¨ªa de los campamentos, con edificios m¨¢s altos y v¨ªas de dos carriles. Un tercer punto son planes, a largo plazo y sin especificar, de empleo.
Es justo lo que ve sobre el terreno el responsable del Comit¨¦ de Servicios Populares de Tulkarem, Faisal Salame, y se puede atisbar a lo lejos. La demolici¨®n de hogares sigue un patr¨®n, para modificar la ¡°estructura y naturaleza¡± de los campamentos, formando una X de avenidas perpendiculares all¨ª donde los estrechos callejones y las casas apelotonadas ven¨ªan impidiendo la entrada a los blindados y facilitaban las emboscadas a las tropas israel¨ªes.

Es un reciclaje de lo que hizo en los hoy devastados campamentos de refugiados de Shati y Yabalia, en Gaza, en 1971, recuerda Yehuda Shaul, codirector del centro de an¨¢lisis israel¨ª Ofek. Shaul interpreta la actual macrorredada m¨¢s como expresi¨®n pr¨¢ctica de ¡°pol¨ªticas extremistas¡± que de un ¡°sentido operativo militar¡±. Y recuerda que los soldados israel¨ªes que sirven ahora en Cisjordania vienen de hacerlo en Gaza, donde se acostumbraron al ambiente de impunidad y venganza posterior al ataque de Ham¨¢s de octubre de 2023. ¡°Aunque se mueven en un contexto diferente, est¨¢n muy influidos y tienen normalizado el modo de operar en Gaza. Hace que sean mucho m¨¢s agresivos¡±, se?ala por tel¨¦fono.
Un v¨ªdeo mostraba esta semana a una madre de familia encontr¨¢ndose un Cor¨¢n en la basura, tras el paso de los soldados por su casa en Nur Shams. En otro, un hombre acusaba a los militares que tomaron su casa como posici¨®n de haberle robado hasta cuatro ordenadores port¨¢tiles. Dejaron un carn¨¦ de conducir cortado por la mitad y unas pocas monedas sobre la mesa, en compensaci¨®n por haber jugado a la consola Xbox y fumado de la pipa de agua.
¡°Reforzar la seguridad¡±
El momento de la ofensiva no es casual. Comenz¨® con un alto el fuego en L¨ªbano, que puso fin a dos meses y medio de guerra con Hezbol¨¢, y apenas dos d¨ªas despu¨¦s del inicio del a¨²n vigente en Gaza. Ambos permitieron a Israel replegar miles de soldados. Netanyahu a?adi¨® entonces a los objetivos de la guerra ¡°reforzar la seguridad en Cisjordania¡±, bajo ocupaci¨®n militar desde la Guerra de los Seis D¨ªas. Lo exigi¨® el ultraderechista ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, con amplias prerrogativas sobre los asuntos civiles en Cisjordania, a cambio de permanecer en el Ejecutivo de coalici¨®n, pese a su oposici¨®n a la tregua en Gaza.
Tampoco lo es el nombre: Muro de Hierro. Coincide con el concepto acu?ado hace un siglo por el l¨ªder revisionista Zeev Yabotinsky, la l¨ªnea ideol¨®gica de la que bebe el Likud de Netanyahu, para defender la necesidad de construir un ¡°poder fuerte¡± que quitase a los palestinos la esperanza de frenar el proyecto sionista.
Para Shaul, la invasi¨®n responde a un conjunto de factores vertebrados por un hecho: en Cisjordania, el ¡°verdadero ministro de Defensa¡± de facto es Smotrich, quien ha declarado 2025 el a?o de su anexi¨®n y acaba de viajar para ello a Estados Unidos, donde estaba vetado por la Administraci¨®n de Joe Biden.
¡°Es una oportunidad para elevar el nivel de lo aceptable en Cisjordania¡± tras el fin de ¡°todas las l¨ªneas rojas¡± en Gaza, con el desplazamiento de 40.000 personas como ¡°castigo colectivo extremo¡±. Shaul enmarca la elecci¨®n de los campamentos del norte de Cisjordania tanto en que son el basti¨®n de los grupos armados y existe un ¡°verdadero resurgimiento de la violencia y el terrorismo¡± como en la ofensiva contra los refugiados palestinos, de la que forma parte el cerco a la UNRWA y el plan de Donald Trump para limpiar Gaza de poblaci¨®n, en su gran mayor¨ªa, refugiados de la Nakba.
Como Israel impide a la UNRWA prestar all¨ª servicios, la Media Luna Roja Palestina ha tenido que asumir sus funciones sanitarias. ¡°Nos hemos visto forzados incluso a llevar comida a familias que no pod¨ªan salir¡±, cuenta Manal Hafi, directora general de su servicio de ambulancias en Tulkarem. Recuerda el caso de un anciano que llevaba una semana sin alimentos, agua corriente ni electricidad. ¡°Cuando conseguimos llegar a ¨¦l y le preguntamos c¨®mo estaba, lo primero que hizo fue llevarse la mano a la boca, haciendo el gesto de que ten¨ªa hambre¡±.

La operaci¨®n comenz¨® el 21 de enero en el campamento de Yen¨ªn. Netanyahu avis¨® de que ser¨¢ ¡°amplia y significativa¡± y Smotrich la enmarc¨® en ¡°la protecci¨®n de los asentamientos y sus habitantes¡±, alrededor del medio mill¨®n de colonos israel¨ªes establecidos durante medio siglo en Cisjordania. Tres d¨ªas m¨¢s tarde, la extendi¨® a Nur Shams y Tulkarem. Tambi¨¦n ha efectuado redadas en el campamento de Faraa, en Tubas, el de Balata y en la ciudad vieja de Nablus, donde partes de una mezquita del siglo XII, levantada sobre una iglesia de ¨¦poca romana, acabaron esta semana incendiadas, justo despu¨¦s de que entrasen las tropas israel¨ªes sin encontrar resistencia.
La ONU da cuenta desde su inicio de 68 muertos palestinos por fuego israel¨ª en Cisjordania. 56 de ellos, en las regiones de Yen¨ªn, Tulkarem y Tubas. Seis son ni?os. Como Laila Al Jatib, de dos a?os; o Rimas Ammouri, de 13 a?os, ambas en sus casas en Yen¨ªn. Tambi¨¦n han perdido la vida tres soldados israel¨ªes, en enfrentamientos y ataques de milicianos.
La oficina de derechos humanos de la ONU (OCHA, en sus siglas en ingl¨¦s) da los tres campamentos invadidos desde enero por ¡°casi completamente desiertos¡±. D¨ªas antes, el ministro israel¨ª de Defensa, se jactaba de que est¨¢n ¡°vac¨ªos¡±, sin actividad de la UNRWA y con el ej¨¦rcito limpiando ¡°nidos de terrorismo¡± y destruyendo ¡°ampliamente¡± infraestructura y armamento¡°. El m¨¢ximo responsable de la UNRWA, Philippe Lazzarini, mostr¨® la pasada semana su preocupaci¨®n por c¨®mo la ¡°alarmante expansi¨®n¡± de la guerra de Gaza ¡°est¨¢ convirtiendo Cisjordania en un campo de batalla¡±.
Infraestructura es un eufemismo para edificios residenciales, la red el¨¦ctrica y de agua y el asfalto de las calles. Se puede ver de primera mano a las excavadoras echando abajo edificios en el campamento de Yen¨ªn. O la amplia avenida horadada en el de Tulkarem all¨ª donde antes hab¨ªa casas. ¡°Estamos a un kil¨®metro y o¨ªmos todo: los bulldozers, cuando abren fuego¡¡±, explicaba desde la azotea de la escuela otro de los desplazados, Ramzi Hussein, de 42 a?os. ¡°Ver la destrucci¨®n de tu hogar es una sensaci¨®n indescriptible¡±. La avenida llena de tiendas que lo conecta con el de Nur Shams es ahora cientos de metros de arena y barro que los escas¨ªsimos veh¨ªculos sufren para recorrer.
En Yen¨ªn han entrado tanques por primera vez desde la Segunda Intifada. El ej¨¦rcito israel¨ª ya hab¨ªa cruzado otra l¨ªnea roja cuatro meses antes del ataque de Ham¨¢s en octubre de 2023, cuando la situaci¨®n en Cisjordania ya se ven¨ªa calentando de forma in¨¦dita, con cada vez m¨¢s redadas, ataques de milicianos palestinos y agresiones de colonos a civiles. Fue su primer bombardeo a¨¦reo en la zona en dos d¨¦cadas. Ya van m¨¢s de cien desde entonces.
Katz habl¨® de la ofensiva la semana pasada. Asegur¨® que los asentamientos jud¨ªos en Cisjordania son ¡°el muro protector¡± de la poblaci¨®n en Israel, por lo que es importante ¡°proteger tambi¨¦n el escudo¡±. ¡°Los soldados y comandantes dicen que finalmente se les permite hacer lo que resulta necesario y que permanecer all¨ª significa que no deben entrar y salir todo el tiempo¡±, se?al¨®.
B¨²squeda de casa
De momento, la mayor¨ªa de desplazados se ha instalado en casas de familiares (las redes son amplias en el mundo ¨¢rabe) o de conocidos, o alquilan en zonas cercanas. Es lo que busca Mohamad, que aprovecha que le preguntan una direcci¨®n desde la ventanilla para subirse a un veh¨ªculo que lo saque de Tulkarem. Tiene 34 a?os, lleva un mes desplazado de Nur Shams y va a la cercana y m¨¢s barata Anabta a buscar casa de alquiler para instalarse con su mujer y sus cuatro hijos. La estancia en la modesta casa de su hermana se ha alargado ya ¡°demasiado tiempo¡± sin horizonte de regreso, explica.
Toma la decisi¨®n, pese a que lleva casi a?o y medio en el paro y a que est¨¢ ¡°pr¨¢cticamente seguro¡± de que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) carecer¨¢ de fondos suficientes (cada vez Israel le retiene m¨¢s partidas) para reembolsarle en el futuro el arrendamiento, como pretende. Mohamad es uno de los alrededor de 200.000 cisjordanos que trabaja en Israel hace octubre de 2023, cuando los permisos quedaron cancelados (salvo decenas de miles para los asentamientos jud¨ªos de la zona y otras industrias con el calificativo de imprescindibles), sumiendo en deudas a miles de familias que no puede absorber la econom¨ªa palestina.
Todos los desplazados dependen de ayuda externa para comer, seg¨²n datos de la ONU. La mayor¨ªa lo hace al menos una vez al d¨ªa gracias a la ayuda de la comunidad o de organizaciones humanitarias. Un 87% puede llegar al mercado, pero m¨¢s de la mitad carece de dinero para comprar, por lo que se est¨¢n saltando comidas o reduciendo raciones. ¡°Las ni?as me piden un s¨¦quel que no tengo para darles¡±, lamenta avergonzado Abu Sariye. Los campamentos de refugiados ya figuraban antes entre los lugares m¨¢s pobres de Cisjordania.

Se nota en la escuela, donde proporciona la comida World Central Kitchen -la ONG del chef Jos¨¦ Andr¨¦s que se apoya en cocinas locales para responder con rapidez a las crisis- y los radiadores tienen el logotipo de la asociaci¨®n caritativa argelina Al Baraka. Unos j¨®venes descargan de repente cajas de botellas de agua.
Es por la ma?ana y los hijos de la pareja de Abu Sariye no juguetean en el patio de la escuela, sino en el refugio, aunque ir¨®nicamente sean lo mismo. La UNRWA cifra por encima de 5.000 los menores que no est¨¢ acudiendo a clase. La realidad pasa por encima a las familias, sin materiales, acceso o plazas en las escuelas gubernamentales. O, simplemente, medios. La agencia de la ONU est¨¢ intentando comprimir a distancia ocho semanas de curr¨ªculum en cinco semanas, pero algunos alumnos carecen de Internet o de aparatos electr¨®nicos.
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