Trump trata de retener el apoyo de las mujeres
Los votantes de ¨¢reas residenciales de Estados Unidos, clave para que el republicano ganara en 2016, muestran el descontento con su gesti¨®n
¡°?Puedo pedirles un favor? ?Mujeres de los barrios residenciales!: ??Puedo por favor gustarles?!¡±. Es el ruego entre bromas y veras de Donald Trump en sus ¨²ltimos m¨ªtines, conocedor de que con ese segmento de la poblaci¨®n se juega la Casa Blanca el pr¨®ximo 3 de noviembre.
Llueve a c¨¢ntaros en Manheim Township, una de esas zonas residenciales de la periferia de las ciudades estadounidenses a las que se refiere Trump. El d¨ªa est¨¢ tan triste y oscuro como el ¨¢nimo de estas cuatro mujeres que residen en una urbanizaci¨®n a las afueras de Lancaster (Pensilvania), uno de los Estados decisivos para la victoria electoral. En tiempos de covid-19, la lluvia obliga a improvisar techados para poder juntarse y conversar fuera de los hogares. La pandemia no ha dejado nada sin trastocar.
Amelia Miller siente como un insulto que el presidente pida el voto de mujeres como ella. ¡°Pero ser¨¢ el ¨²ltimo¡±, asegura con determinaci¨®n. Miller, de 53 a?os, se arrepiente ahora de no haber votado a Hillary Clinton en la anteriores elecciones, porque crey¨® que un hombre de negocios ajeno al ¡°sucio¡± mundo de la pol¨ªtica de Washington podr¨ªa darle un vuelco al pa¨ªs. ¡°El vuelco se lo ha dado, de eso no hay duda¡±, ironiza esta profesora de Teolog¨ªa que dej¨® la ense?anza para dedicarse a sus dos hijos, ahora ya mayores.
Ni Miller ni sus amigas se identifican con la Am¨¦rica de Trump. No es su Am¨¦rica. ¡°Y cuatro a?os m¨¢s de este presidente pueden dejar al pa¨ªs al borde del abismo¡±. Es la opini¨®n de Donna Hall, de 48. Y la de Evelyn Nguyen, de 49, que aunque cree que el pa¨ªs tiene unas instituciones lo suficientemente s¨®lidas como para sobrevivir a un segundo mandato de Trump, ¡°la herida en lugar de sanar se har¨ªa m¨¢s profunda, ir¨ªamos hacia atr¨¢s¡±. De todas ellas, la ¨²nica que no vot¨® por Trump fue Heather Moore, aunque tampoco lo hizo por Clinton. Moore, de 51, vot¨® por el candidato del Partido Libertario, un desconocido Gary Johnson.
Hay tres cosas que estas cuatro mujeres tienen en com¨²n. La primera: su rechazo a Clinton en 2016. ¡°No me gustaba, aunque visto lo visto, quiz¨¢ hoy la echo de menos¡±, dice Nguyen. Puede que en el futuro las bibliotecas de las universidades est¨¦n llenas de tomos de tesis doctorales sobre el rechazo, incluso odio, que la antigua primera dama produjo en muchas mujeres.
El segundo elemento que une a estas mujeres es que casi todas ellas votaron a Trump y hoy est¨¢n muy arrepentidas. Hablan de ¡°penitencia¡±. ¡°Si yo hubiera sabido que¡¡±. Y el tercero, que est¨¢n todas movilizadas para evitar que Trump vuelva a ser presidente de Estados Unidos y piden el voto para Joe Biden.
¡°Me paso el d¨ªa haciendo llamadas para pedir el voto por Joe", explica Hall, que tiene mucho tiempo libre desde que el ¨²ltimo de sus tres hijos se fue a la universidad. Hall viene de cargar su coche de carteles con el nombre de Biden y Harris para colocar en los jardines de las urbanizaciones cercanas.
Ninguna de estas mujeres se ha convertido en una apasionada del Partido Dem¨®crata pero tienen claro que ¡°cualquiera es mejor que Trump¡±. Todas forman parte de un nuevo universo que est¨¢ carcomiendo al partido de Abraham Lincoln. Son los conocidos como Votantes Republicanos Contra Trump.
Ese rechazo no exist¨ªa en 2016, cuando los sondeos a pie de urna se?alaron que el 52% de las mujeres blancas hab¨ªan dado su bendici¨®n al magnate neoyorquino frente al 4% del voto negro femenino o el 25% de mujeres latinas. Fueron las zonas residenciales las que propulsaron la victoria de Trump, con las encuestas asegurando que gan¨® en esas ¨¢reas por un margen de cuatro puntos. Hoy, en los llamados Estados pendulares, los sondeos apuntan que el mandatario ha perdido el apoyo de estas votantes. Biden aventaja en 23 puntos a su rival en el respaldo de las mujeres de las urbanizaciones perif¨¦ricas en esos Estados, seg¨²n un sondeo reciente del diario The New York Times y Siena College.
Entre los hombres, la carrera est¨¢ casi igualada. Solo hay un voto femenino que parece incondicional al presidente Trump, el fen¨®meno conocido como las Karen. Se trata de un t¨¦rmino que se ha hecho popular para referirse a un tipo muy concreto de mujer blanca de clase media que cree que sus privilegios en la vida le dan derecho a comportarse de una manera muy determinada, con una actitud de superioridad. Un ejemplo podr¨ªa ser la mujer que hace unos meses llam¨® a la polic¨ªa en Nueva York porque un hombre negro le recriminaba que no llevara atado al perro en Central Park y eso le hac¨ªa sentirse, a ella, amenazada. O la mujer que no duda llamar al encargado del restaurante para denigrar al camarero.
Los comentarios de Trump respecto a las mujeres han sido habitualmente calificados como vulgares y machistas. As¨ª era en 2016 y as¨ª es ahora, aunque ninguna de estas cuatro mujeres del extrarradio lo menciona. Las mujeres que le critican o tienen posiciones distintas como rivales pol¨ªticas son consideradas a sus ojos ¡°desagradables¡±. Y tras enfermar de coronavirus, el republicano regres¨® a la campa?a ofreciendo ¡°besos a las mujeres hermosas¡±. S¨ª juega en su contra, sin embargo, la gesti¨®n de la pandemia, que ha provocado una ca¨ªda de la participaci¨®n de las mujeres en el mercado laboral, ha forzado a muchas de ellas a lidiar con las facturas m¨¦dicas y a hacer frente a la educaci¨®n a distancia de sus hijos.
¡°A las mujeres de la periferia les digo que s¨¦ que les gusta la pol¨ªtica que hago, pero no mi personalidad¡±, repiti¨® sin cesar el presidente en un mitin en Georgia. ¡°Y yo les digo que no se preocupen por mi car¨¢cter y tengan en cuenta que yo he conseguido que est¨¦n seguras¡±. Ese es el mantra de Trump: un mensaje de ley y orden que garantice a esas mujeres privilegiadas que sus casas con perfecta valla blanca no vayan a ser asaltadas por activistas antisistema de Antifa o manifestantes que claman a favor de los derechos de los negros.
Una gran farsa
¡°No s¨¦ c¨®mo no me di cuenta antes¡±, se lamenta Miller. ¡°Todo es una gran farsa¡±, prosigue mientras camina por el campo de Lancaster, que siempre sorprende con el toque pict¨®rico que aporta la gran comunidad amish que vive en esa parte de Pensilvania. ¡°Hubiera deseado que estos cuatro a?os no hubieran pasado¡±, confiesa Nguyen. Cada una de estas mujeres toc¨® fondo con la Administraci¨®n de Trump en un momento distinto. Aunque una vez enumerados, todas los aceptan como propios. Para una fue c¨®mo Trump reaccion¨® a la muerte del senador republicano John McCain, neg¨¢ndose a poner a media asta las banderas de la naci¨®n. Para Miller, sin duda, ha sido el manejo de la pandemia, con m¨¢s de 217.000 muertos, y su negativa a escuchar a los expertos. ¡°De alguna manera¡±, dice Miller, ¡°es como si esos muertos los llev¨¢ramos sobre nuestras conciencias¡±.
Moore vivi¨® un punto de no retorno con la muerte de George Floyd a manos de la polic¨ªa en mayo en Minneapolis. ¡°Esos 8 minutos y 46 segundos de ¡®no puedo respirar¡¯ son nuestra verg¨¹enza como sociedad¡±. Todas coinciden en que Trump ha resultado ser un mentiroso patol¨®gico que no va a dudar en manipular el sistema para lograr ser reelegido. ¡°No cree en la democracia, es un dictador que quiere estar de por vida en la Casa Blanca¡±.
¡°Mi pastor me dec¨ªa que Trump hab¨ªa sido enviado por Dios para salvarnos¡±, explica Miller. ¡°Ya no es mi pastor¡±, confiesa. ¡°Mi Dios no mandar¨ªa a un d¨¦spota, a un dictador, a salvar a nadie¡±.
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