¡°?Dejad de contar votos!¡±: los ecos de Bush contra Gore y el desastre de Florida en 2000
La elecci¨®n entre los entonces candidatos a presidente que acab¨® decidiendo el Supremo estuvo dominada por la confusi¨®n y los problemas t¨¦cnicos, que los republicanos supieron aprovechar
Las im¨¢genes son actuales, pero riman con la historia. Una turba de seguidores de Donald Trump intent¨® acceder al centro de procesamiento electoral de Detroit al grito de ¡°?dejad de contar votos!¡±. Era la ma?ana del mi¨¦rcoles despu¨¦s de la elecci¨®n, faltaban cientos de miles de papeletas por contar y cada hora que pasaba la distancia era menor entre Joe Biden y el presidente. En paralelo, la campa?a de Trump acud¨ªa a los tribunales para detener el escrutinio en Pensilvania, Michigan y Georgia. Fue hace justo 20 a?os cuando otra manifestaci¨®n de activistas republicanos marc¨® el momento m¨¢s bochornoso en la historia reciente de las elecciones presidenciales, el recuento de Florida de noviembre de 2000. Pero solo riman las im¨¢genes, el fondo es muy diferente.
La elecci¨®n del republicano George W. Bush como presidente frente al dem¨®crata Al Gore acab¨® convertida en el s¨ªmbolo de la confusi¨®n y la chapuza a la que puede llegar a descender una votaci¨®n en Estados Unidos. Las modificaciones a las leyes electorales por todo el pa¨ªs que se han hecho desde entonces se realizan siempre con ese episodio en la cabeza. No ser Florida 2000 es la obsesi¨®n de cualquier autoridad electoral estatal en Estados Unidos. Y quiz¨¢ eso explica en parte la parsimonia de las autoridades de Pensilvania, que frente a un planeta que se muerde las u?as han dejado claro que van a contar todos los votos y los van a comprobar a mano, uno por uno, tarden lo que tarden.
Aquel episodio tambi¨¦n pas¨® a la historia por la forma en que r¨¢pidamente los dos bandos judicializaron el proceso, algo que trata de repetir Trump en las ¨²ltimas horas. Pero las circunstancias son muy distintas. Este mi¨¦rcoles se est¨¢n contando los votos y las diferencias son de decenas de miles. En Florida, en noviembre de 2000, la diferencia era de unos pocos cientos y la clave no era qu¨¦ hab¨ªa votado la gente, sino qu¨¦ quer¨ªan votar. La campa?a de Biden dice estar preparada para defender el resultado en los tribunales, pero no est¨¢ llevando la iniciativa.
El 7 de noviembre, d¨ªa de las elecciones, poco despu¨¦s de cerrar los colegios, todas las grandes cadenas de televisi¨®n vaticinaron que George W. Bush ganar¨ªa Florida. Seg¨²n avanzaba la noche, empez¨® a estar menos claro. Gore gan¨® Pensilvania, Michigan e Illinois, por entonces un Estado bisagra. Bush gan¨® Ohio, Tennessee y Misuri. La elecci¨®n quedaba pendiente de Florida, el que ganara all¨ª ser¨ªa presidente. A las 2.17 de la madrugada, Fox News dio Florida a Bush. En una ¨¦poca de competencia de las televisiones por ser las primeras en dar el resultado, sobre las cuatro de la madrugada todas hab¨ªan seguido el ejemplo. Gore llam¨® a Bush y concedi¨® la elecci¨®n. Puede parecer un gesto de simple educaci¨®n, pero la concesi¨®n es un protocolo esencial en las presidenciales, es cuando se acaba la elecci¨®n de verdad.
Apenas 45 minutos despu¨¦s, Gore va a dar su discurso de derrota cuando le paran de camino al escenario. Lo de Florida no est¨¢ claro. La ventaja se ha reducido mucho. En un gesto inaudito, Gore llama de nuevo a Bush y se retracta de su concesi¨®n. Las cr¨®nicas de aquella noche dicen que Bush se puso furioso. Dijo que su hermano, Jeb Bush, entonces gobernador de Florida, le hab¨ªa asegurado que era el ganador. ¡°Tu hermano peque?o no decide la elecci¨®n¡±, contest¨® Gore. Pasadas las cuatro de la madrugada, las televisiones empiezan a echarse atr¨¢s en sus proyecciones sobre Florida. El pa¨ªs amanece el 8 de noviembre sin saber qui¨¦n es el presidente.
Los periodistas que vivieron aquellos d¨ªas aseguran que el hecho de que todas las televisiones dieran ganador a Bush ayud¨® a crear una narrativa a favor del republicano. No hab¨ªa medios alternativos ni redes sociales. Bush era el ganador porque lo hab¨ªa dicho la televisi¨®n y Gore estaba poniendo problemas, como un mal perdedor. Esa sensaci¨®n fue clave en los d¨ªas siguientes. Quiz¨¢ Trump est¨¦ intentando algo parecido al atribuirse la victoria por Twitter en todos los Estados clave. La diferencia es que nadie m¨¢s que ¨¦l dice que haya ganado. Las televisiones tienen la lecci¨®n bien aprendida. Y no tiene un hermano peque?o gobernador de Michigan.
En seguida, toda la atenci¨®n sobre Florida empieza a descubrir cosas raras. En Palm Beach, donde hay una gran comunidad de jubilados jud¨ªos y afroamericanos, resulta que hay un mont¨®n de votos para Pat Buchanan, un candidato ultra reaccionario, acusado de antisemita y racista. Estados Unidos descubre las llamadas papeletas mariposa, una papeleta que se dobla por la mitad y en la que el circulito para votar por Gore est¨¢ al lado del de Buchanan. Empiezan a llegar quejas de gente que dice que ha votado mal confundida por la papeleta.
A esta circunstancia se a?ade un fallo t¨¦cnico en las papeletas. El voto se realiza con una m¨¢quina que perfora el agujerito al lado del candidato. Pero pronto se descubre que hay papeletas con el trocito de papel colgando, a medio perforar, o papeletas en las que se ve claramente que ha sido percutido pero no se ha desprendido, por lo que las m¨¢quinas de recuento no lo contabilizan. Miles de papeletas son de pronto objeto de discusi¨®n.
El 9 de noviembre, Gore pide un recuento. Un juez ordena al condado que no certifique los resultados a¨²n. El 10 de noviembre, el recuento autom¨¢tico revela que la ventaja de Bush es de 327 votos, de los seis millones de sufragios emitidos en Florida. El 12 de noviembre, el condado de Palm Beach comienza un recuento a mano. Las demandas de recuentos por parte de Gore se extienden a otros condados y al mismo tiempo la campa?a de Bush presenta demandas para paralizar todos los recuentos. La diferencia sigue en unos cientos de votos. Las demandas de los republicanos van fracasando en todas las instancias judiciales de Florida.
El 23 de noviembre, el condado de Miami-Dade, donde los votos que hay que revisar son miles, decide detener el recuento bajo las presiones de un grupo de personas que montan una manifestaci¨®n al grito de: ¡°?Parad el recuento!¡±. Es un puro acto de intimidaci¨®n, y funciona. La calma de los trabajadores de la oficina electoral de Pensilvania parece haber evitado algo parecido en los actuales comicios.
Una fenomenal batalla legal se extiende en todos los niveles de Florida, desde los condados hasta la Corte Superior y el Tribunal de Apelaciones. B¨¢sicamente, la campa?a de Gore quiere seguir examinando los votos y la de Bush quiere que se pare. Mientras, se acerca la fecha l¨ªmite para designar a los electores del Colegio Electoral. Para sorpresa de muchos, el Tribunal Supremo acept¨® un recurso de Bush y decidi¨® intervenir en el caso. El 12 de diciembre, alrededor de las diez de la noche, orden¨® parar el recuento en una decisi¨®n por cinco votos a cuatro. El magistrado progresista Stephen Breyer escribi¨® una opini¨®n particular en la que advert¨ªa de que una decisi¨®n as¨ª manchar¨ªa la reputaci¨®n del tribunal y la herida de credibilidad acabar¨ªa da?ando al pa¨ªs. Gore compareci¨® ante las c¨¢maras al d¨ªa siguiente y dijo: ¡°Hace unos momentos, he hablado con George W. Bush y le he felicitado por convertirse en el presidente n¨²mero 43 de Estados Unidos. Y le he prometido que esta vez no le volver¨¦ a llamar [para desdecirse]¡±.
En las ¨²ltimas horas, Donald Trump parece estar intentando repetir todos los elementos clave de aquella batalla. La manifestaci¨®n supuestamente espont¨¢nea pidiendo detener el recuento, la atribuci¨®n de la victoria, la sensaci¨®n de todo es un caos, y las demandas a diestro y siniestro para parar el proceso. Por el momento, los trabajadores de las oficinas electorales de Pensilvania, Georgia, Arizona, Nevada y Carolina del Norte siguen pacientemente con su trabajo. No consta que haya errores en las papeletas. Adem¨¢s, Trump va ganando en unos sitios y perdiendo en otros por decenas de miles de votos, no por unos cientos. La situaci¨®n no se parece en nada a Florida en 2000. Por ahora. Falta un ¨²ltimo paso: conseguir que la elecci¨®n quede en manos del Tribunal Supremo.
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