Georgia elige a los dos senadores que definir¨¢n la era Biden
El Estado sure?o acude este martes a las urnas para la segunda vuelta en la carrera al Senado. El partido que gane los dos esca?os en juego controlar¨¢ la C¨¢mara alta en Estados Unidos
El futuro del Senado y de parte de la pol¨ªtica estadounidense depende de lo que ocurra este martes en el Estado de Georgia. El feudo conservador que dio la campanada en noviembre al votar por primera vez en 28 a?os a un presidente dem¨®crata, Joe Biden, acude a las urnas para la segunda vuelta de la carrera al Senado. En total, los republicanos obtuvieron 50 esca?os de la C¨¢mara alta en los comicios; los dem¨®cratas, 48. Si estos ¨²ltimos se hacen con los dos puestos a¨²n vacantes en Georgia, se producir¨¢ un empate y el voto decisivo corresponder¨¢ por ley a la vicepresidenta electa, Kamala Harris, dando a los dem¨®cratas el control de la C¨¢mara durante al menos dos a?os despu¨¦s de seis de mayor¨ªa republicana.
En una de las paredes de la m¨ªtica iglesia baptista de Ebenezer, en el este de Atlanta, cuelgan los retratos de los pastores que han servido en el templo. Aparecen, entre otros, el del l¨ªder Martin Luther King Jr., el de su padre, y el del actual reverendo, Raphael Warnock, de 51 a?os. Por la pandemia no hay servicios religiosos, lo que ha permitido a Warnock dedicarse por completo a su campa?a como posible senador. En representaci¨®n de los dem¨®cratas, el pastor se enfrenta a la exitosa empresaria y senadora republicana Kelly Loeffler, de 50 a?os, elegida en diciembre de 2019 por su partido para reemplazar a un legislador enfermo. La segunda carrera la disputan el senador republicano David Perdue, de 70 a?os, y el dem¨®crata Jon Ossoff, un realizador de documentales de 33.
De Warnock y Ossoff, quienes encabezan ligeramente las encuestas de FiveThirtyEight, depende que el Gobierno de Biden no est¨¦ maniatado y pueda sacar adelante su agenda pol¨ªtica, que los republicanos pretenden frenar en el Senado ante una C¨¢mara de Representantes que sigue en manos dem¨®cratas.
La iglesia de Ebenezer est¨¢ ubicada en el coraz¨®n del barrio negro en el que creci¨® Martin Luther King, que conserva intactas sus fachadas como parte del complejo hist¨®rico sobre el premio Nobel de la Paz asesinado en Memphis en 1968. Pero Atlanta es claramente una ciudad distinta. En la ¨²ltima d¨¦cada, ha sumado m¨¢s de 730.000 nuevos residentes, convirti¨¦ndose en la cuarta ¨¢rea metropolitana de m¨¢s r¨¢pido crecimiento del pa¨ªs. El cambio demogr¨¢fico protagonizado por minor¨ªas ¨¦tnicas y artistas asentados en Atlanta y sus suburbios, que en conjunto representan casi la mitad del electorado de Georgia, fue un factor clave en la estrecha victoria de Biden sobre Donald Trump (por 11.779 votos).
El pulso entre la zona rural ultraconservadora y la capital progresista se ha ajustado hasta el punto de acabar con la hegemon¨ªa republicana y lograr que las dos carreras senatoriales empataran. Adem¨¢s, el resultado surgi¨® en un a?o de especial movilizaci¨®n contra el racismo, impulsado por el movimiento Black Lives Matter, convirtiendo a Georgia, el segundo Estado con mayor poblaci¨®n negra seg¨²n las estimaciones del censo 2019 (33,5%), en el ¨²nico oasis dem¨®crata del llamado ¡°cintur¨®n b¨ªblico¡± sure?o.
Para David S¨¢nchez, m¨²sico puertorrique?o que emigr¨® de Nueva York hace 13 a?os, las placas tect¨®nicas de la pol¨ªtica de Georgia empezaron a moverse con las Olimpiadas de 1996 en Atlanta, que atrajeron a trabajadores de otros lugares y los barrios empezaron a ¡°transformarse de forma dr¨¢stica¡±. Cuenta que ya no llegaban solo los blancos hippies a vivir en barrios negros de la ciudad, sino tambi¨¦n profesionales blancos de alto nivel. La diversidad creci¨® cuando las producciones de Hollywood vieron en Atlanta un espacio para crecer lejos de la meca de Los ?ngeles hasta convertirla en la nueva capital de la industria cinematogr¨¢fica.
Georgia tambi¨¦n es el refugio de miles de afroamericanos que huyeron de la segregaci¨®n y la pobreza m¨¢s brutal en otros Estados. Margaret Davis, de 76 a?os, oriunda de Alabama, creci¨® en una granja sin televisi¨®n ni radio. Lleg¨® a Atlanta con 26 a?os, cuando se acababa de aprobar la ley que proh¨ªbe la discriminaci¨®n en la venta de casas por motivo de la raza. Ahora ve c¨®mo esos barrios negros de precios econ¨®micos se han ido gentrificando con la llegada de los profesionales blancos y los impuestos se han disparado. ¡°No me importa que vengan, pero es una pena que la gente que ha vivido tantos a?os ah¨ª ahora ya no puede pagar¡± las casas, lamenta. Vive en el condado de DeKalb, donde el 33% de la poblaci¨®n es blanca. ¡±Atlanta sigue siendo una ciudad segregada en lo inmobiliario y en las escuelas, pero eso est¨¢ cambiando¡±, cree la profesora jubilada. Y ese cambio, precisamente, es el que tiene tan nerviosos a los republicanos.
Lejos del centro de la capital, donde todo son pancartas de los candidatos dem¨®cratas en las que prometen ayudas econ¨®micas por la pandemia, subidas del salario m¨ªnimo y la sanidad como derecho universal, llegan las zonas residenciales. A medida que aparecen los casoplones, se ven los letreros a favor de Trump, pero no de los senadores republicanos. La cruzada del presidente estadounidense contra los resultados electorales de noviembre tiene entre la espada y la pared a los dos candidatos a la C¨¢mara alta. Y m¨¢s desde que trascendi¨®, el domingo, una llamada telef¨®nica en la que el mandatario presion¨® al secretario de Estado de Georgia, el republicano Brad Raffensperger, para que ¡°encontrase¡± los votos suficientes que permitieran revertir la victoria de Biden. Los aspirantes republicanos al Senado han esquivado el tema.
Es una g¨¦lida ma?ana de domingo en Sugar Hill, al norte del ¨¢rea metropolitana de Atlanta, unas 200 personas, la inmensa mayor¨ªa blancos sin mascarillas, se congregan en el evento republicano convocado bajo el lema ¡°salvemos Am¨¦rica¡±. Arrancan con una oraci¨®n. ¡°Lo que suceda el martes est¨¢ en manos de Dios¡±, sostiene el anfitri¨®n. ¡°?Am¨¦n!¡±, responden los asistentes. Los discursos est¨¢n a cargo de los pesos medios del partido, entre los que destacan la exconsejera presidencial Kellyanne Conway y el senador por Texas Ted Cruz. Advierten una y otra vez de que el socialismo o incluso el comunismo se instalar¨¢ en EE UU si ganan los dem¨®cratas. Y de que van a desmantelar la polic¨ªa, subir los impuestos y confiscar las armas. Ninguna menci¨®n al virus que ha fulminado m¨¢s de 350.000 vidas estadounidenses.
El excongresista republicano Jack Kingston no cree que haya cambiado Georgia, sino el Partido Dem¨®crata. ¡°No nos estamos enfrentando a lo mismo que hace cinco a?os, esto es otra cosa. Es una maquinaria de voluntarios desplegados por todo el Estado¡±, afirma Kingston, y agrega que mientras ellos se est¨¢n calando los huesos frente a un centro comercial, miles de dem¨®cratas est¨¢n llamando a los ciudadanos del Estado para asegurarse de que vayan a votar.
En la tierra de Martin Luther King, este a?o electoral se lee como la hora de la justicia para la comunidad negra, la m¨¢s golpeada por la pandemia. Georgia perdi¨® en julio a su congresista John Lewis, el ¨²ltimo s¨ªmbolo de la generaci¨®n que lider¨® la lucha por los derechos civiles en EE UU, y Atlanta fue testigo de las mayores protestas raciales desde la muerte de King. ¡°Admiro el movimiento Black Lives Matter¡±, sostiene la septuagenaria Margaret Davis, ¡°porque pelea por lo mismo que pele¨¢bamos en los sesenta. Pasaban las mismas atrocidades que ahora, solo que no ten¨ªamos redes sociales para mostrarlas. Estamos cansados de que nos asesinen¡±.
Stacey Abrams, el motor del cambio
Cuando Georgia se ti?¨® de azul, el color dem¨®crata, se comenzaron a imprimir camisetas con la frase: ¡°Gracias, Stacy Abrams¡±. Pol¨ªticos y artistas sub¨ªan v¨ªdeos a las redes sociales aplaudiendo a la abogada de 46 a?os a la que atribuyen haber acabado con la supremac¨ªa republicana en el Estado sure?o. La estrella emergente del partido dem¨®crata ha liderado durante m¨¢s de un a?o una batalla contra las leyes electorales que perjudican la participaci¨®n de las minor¨ªas. Le adjudican la movilizaci¨®n de 800.000 votantes para las presidenciales, casi el 50% j¨®venes afroamericanos de entre 30 y 45 a?os.
En la votaci¨®n anticipada o por correo para esta segunda vuelta del Senado ya han ejercido su derecho m¨¢s de tres millones de ciudadanos (de los 7,7 millones registrados), una cifra r¨¦cord. De estos, 76.000 se inscribieron despu¨¦s de los comicios de noviembre, la mayor¨ªa j¨®venes. Mati Cave, de 21 a?os, viaj¨® desde California a Atlanta para ayudar en el programa de Abrams. ¡°Ella fue la que logr¨® que Georgia diera el vuelco. Ha logrado movilizar a gente de todos los rincones del Estado. Es una voz refrescante, inspiradora¡±, afirma en un evento art¨ªstico convocado para fomentar la participaci¨®n.
Desde el lado republicano la atacan sin l¨ªmites. En el mitin de Sugar Hill, lo primero que dijo la excandidata al Congreso Kimberly Klacik cuando cogi¨® el micr¨®fono fue que ella pod¨ªa decir lo que quisiera por ser mujer y negra: ¡°?Verdad, medios de comunicaci¨®n?¡±. Carg¨® fuerte contra Abrams, que perdi¨® la carrera a gobernadora de Georgia en 2018 por un cuestionado sistema de votaci¨®n. ¡°Es como esa exnovia loca que quiere seguir en la relaci¨®n¡±, solt¨®. Las risas del p¨²blico se hicieron m¨¢s fuertes cuando Klacik se mof¨® del f¨ªsico de Abrams. La excandidata dedic¨® m¨¢s tiempo a insultar a la activista dem¨®crata que a los candidatos senatoriales.
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