El antecedente de 1876 por la disputa de los votos que impuso la segregaci¨®n racial
Nadie ha discutido los votos del Colegio Electoral desde el final de la guerra civil estadounidense
Las im¨¢genes de una turba ultraderechista, azuzada por el presidente saliente Donald Trump, asaltando el Capitolio son, sin duda, ins¨®litas y resultaban dif¨ªciles de imaginar antes de que ocurriesen el mi¨¦rcoles. Sin embargo, hunden sus ra¨ªces en d¨¦cadas de negaci¨®n de la democracia por una parte peque?a, pero si...
Las im¨¢genes de una turba ultraderechista, azuzada por el presidente saliente Donald Trump, asaltando el Capitolio son, sin duda, ins¨®litas y resultaban dif¨ªciles de imaginar antes de que ocurriesen el mi¨¦rcoles. Sin embargo, hunden sus ra¨ªces en d¨¦cadas de negaci¨®n de la democracia por una parte peque?a, pero significativa, de la sociedad estadounidense: carecen de precedentes, pero s¨ª tienen un pasado.
En Estados Unidos, como en muchos pa¨ªses democr¨¢ticos, existe una larga tradici¨®n de elecciones disputadas y de denuncias de fraude, aunque nunca hasta ahora se hab¨ªa asaltado el Parlamento para tratar de revertir un resultado electoral. Algunas son tan conocidas que se han convertido en un t¨®pico, como los tejemanejes con la mafia del padre de John F. Kennedy para que ganase el crucial Estado de Ilinois, que finalmente le dio la presidencia. El tongo fue muy sonado; de hecho, aparece en pel¨ªculas como la ¨²ltima de Martin Scorsese, El irland¨¦s, pero el perdedor, Richard Nixon, desisti¨® en sus recursos. Las primeras elecciones que gan¨® en 2000 George W. Bush, gracias a un pu?ado de votos en Florida, un Estado gobernado por su hermano, tambi¨¦n provocaron una profunda controversia, pero Al Gore reconoci¨® tambi¨¦n su derrota tras una sentencia del Tribunal Supremo.
Historiadores y periodistas sostienen que el precedente m¨¢s cercano a la disputa planteada por Trump, basada en mentiras y en contra de todas las evidencias, se encuentra en las presidenciales de 1876, donde tambi¨¦n se produjo un enfrentamiento en torno a los votos del Colegio Electoral ¨Cel presidente no es designado por sufragio directo, sino por delegados de los Estados elegidos por sufragio universal¨C, aunque en aquella ocasi¨®n no se produjeron disturbios. Sin embargo, entonces como ahora, lo que late detr¨¢s de aquel choque es mucho m¨¢s profundo y terrible: la negaci¨®n del derecho a la representaci¨®n pol¨ªtica de una parte de la poblaci¨®n, las minor¨ªas, sobre todo los afroamericanos.
Hay que frotarse los ojos antes de confirmar que es real la foto de un tipo con el torso desnudo, lleno de tatuajes, tocado con un gorro de piel con cuernos de bisonte, ocupando la tribuna presidencial del Congreso de EE UU. Sin embargo, la est¨¦tica paramilitar, las banderas sudistas, las camisetas nazis con el lema ¡°Camp Auschwitz¡±, el culto a las armas y, sobre todo, la defensa del racismo institucional son aberrantes, pero no sorprendentes. Pertenecen a aquellos a los que Trump dijo la noche del mi¨¦rcoles ¡°sois muy especiales, os queremos¡±, pero tambi¨¦n a los que se neg¨® a condenar cuando otra turba neonazi, simpatizante del Ku Klux Klan, atac¨® en Charlottesville en 2017 a manifestantes izquierdistas y de Black Lives Matter.
Trump nunca ha ocultado su identificaci¨®n con el supremacismo blanco, de hecho, uno de sus principales argumentos contra la presidencia de Barack Obama fue promover la falsedad de que no hab¨ªa nacido en Estados Unidos aunque, en realidad, lo que pretend¨ªa decir es que, al ser negro, no ten¨ªa derecho a ocupar la Casa Blanca. El rechazo del resultado electoral por parte del presidente saliente tambi¨¦n tiene que ver con el racismo, con la negaci¨®n de que todos los votos valen lo mismo. De hecho, una de las batallas pol¨ªticas m¨¢s persistentes de EE UU es la resistencia republicana al registro de votantes que afecta sobre todo a los negros, aunque tambi¨¦n a los hispanos. Precisamente, el vuelco en los resultados de Georgia, que ha entregado el Senado a los dem¨®cratas, se ha podido producir tras 10 a?os de lucha de la activista Stacey Abrams para registrar votantes negros.
Ese largu¨ªsimo combate tiene su origen en aquellas presidenciales de hace 150 a?os. Como recuerda en una cr¨®nica el corresponsal en la Casa Blanca de The New York Times, Peter Baker, ¡°aquellas elecciones de 1876 fueron las m¨¢s disputadas en la historia estadounidense y seguramente las que tuvieron mayores repercusiones¡±. La paradoja, recalca Baker, es que casi nadie se acuerda de los dos protagonistas de aquella pelea, el republicano Rutherford B. Hayes, que se llev¨® la presidencia un a?o despu¨¦s de la votaci¨®n, y el dem¨®crata Samuel J. Tilden, pese a su perdurable huella en la pol¨ªtica estadounidense.
La disputa, a la que hizo referencia Ted Cruz, uno de los pocos senadores republicanos que han seguido a Trump en su carrera de denuncias falsas hacia ninguna parte, estall¨® cuando dem¨®cratas y republicanos de tres Estados del sur, Luisiana, Carolina del Sur y Florida, enviaron diferentes delegados porque no reconoc¨ªan el resultado del otro. Los tres territorios estaban ocupados todav¨ªa por las tropas de la Uni¨®n: la Guerra de Secesi¨®n hab¨ªa terminado en 1865. La disputa se resolvi¨® en 1877: los dem¨®cratas, entonces racistas, aceptaron la derrota a cambio de que el Ej¨¦rcito de la Uni¨®n se retirase del sur del pa¨ªs y se acabase la llamada pol¨ªtica de reconstrucci¨®n, que pretend¨ªa dar derechos a los negros, que hasta hace nada hab¨ªan sido esclavos.
¡°El trato final fue que los republicanos obtuvieron el control de la Casa Blanca¡±, ha explicado el profesor de la Universidad de Columbia Eric Foner, experto en la ¨¦poca, a la revista Law&Crime. ¡°Se reconoci¨® que los dem¨®cratas ten¨ªan el control de todo el sur, y eso llev¨® a la lenta, no inmediata, pero s¨ª lenta, imposici¨®n de lo que llamamos el sistema de Jim Crow y finalmente a quitar el derecho al voto a los negros y la imposici¨®n de la segregaci¨®n¡±. El movimiento de los derechos civiles, que devolvi¨® la representaci¨®n c¨ªvica a los afroamericanos, tiene su continuaci¨®n en la presidencia de Obama o en la lucha de personajes cruciales como Stacey Abrams, que ha logrado que cambien las tornas en Georgia; pero nunca ha dejado de encontrar una resistencia por parte de aquellos que niegan la igualdad. Utilizando como pretexto un imaginario fraude electoral, el asalto contra el Capitolio del mi¨¦rcoles forma parte de este largo combate.
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