Las rentas del racismo
El de Donald Trump es un racismo negacionista con dos movimientos: primero lanza la piedra y luego esconde la mano
No hay nada extra?o ni excepcional en el racismo de Trump. El suyo es un racismo profundamente americano, enraizado en la historia de una democracia de origen esclavista, que discriminaba por raz¨®n de raza todav¨ªa hasta los a?os sesenta del siglo pasado. Tampoco hay nada extra?o en su negacionismo. El racista raramente se considera racista a s¨ª mismo. Su naturalizaci¨®n supremacista y discriminatoria de las diferencias le impide separar su percepci¨®n subjetiva, su racismo, de las cosas tal como son. No se considera racista porque siempre encuentra un buen y simp¨¢tico vecino de color a quien amarrarse para justificar su inocencia. Ni siquiera Adolf Eichmann se consideraba antisemita.
No hay novedad, pues, en un presidente racista. La novedad est¨¢ en la forma en que Trump exhibe su racismo y a continuaci¨®n lo niega. El de Trump es un racismo negacionista con dos movimientos: primero lanza la piedra y luego esconde la mano. Lanz¨® el eslogan contra las cuatro congresistas de color, a las que quiso mandar de vuelta a sus pa¨ªses de origen, que solo en el caso de una de ellas no era Estados Unidos, pero luego conden¨® su repetici¨®n a coro en los m¨ªtines trumpistas. A su repugnante descalificaci¨®n de la ciudad de Baltimore, de mayor¨ªa afroamericana, le sigui¨® un impecable discurso ¡ªle¨ªdo entero¡ª en la ciudad de Jamestown, donde se conmemora el 400 aniversario de la llegada de los primeros africanos esclavizados y a la vez de la primera asamblea democr¨¢tica, todo un s¨ªmbolo de la ambivalente historia estadounidense.
Trump agita y exhibe las negras aguas de sus ideas y sentimientos racistas, pero no sabemos con qu¨¦ prop¨®sito, si es una manifestaci¨®n espont¨¢nea o un gui?o electoral. El odio y el resentimiento le han sido rentables hasta ahora, pero no es seguro que lo sean en el futuro. Complace a los suyos, pero moviliza a los adversarios, con la ventaja de que desv¨ªa la atenci¨®n de las cuestiones esenciales donde se juega el futuro y el bienestar de los ciudadanos.
Pronto se ver¨¢ si Trump se ha salido de madre o por el contrario acaba de dibujar la cancha de juego para la partida electoral de 2020. Como en la supuesta colusi¨®n con Rusia, no est¨¢ claro que los dem¨®cratas saquen rendimientos electorales de las campa?as antirracistas. Para vencer no basta con denunciarle por mentiroso, por machista y por racista, sino que se precisa un candidato alternativo elegible, un buen programa y, sobre todo, capacidad para movilizar y aglutinar el voto dem¨®crata.
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