Discurso ¨ªntegro de Joe Biden en su toma de posesi¨®n como presidente de Estados Unidos
El dem¨®crata ha llamado a los ciudadanos a la ¡°unidad¡± y a ¡°empezar de nuevo¡±
Joe Biden (Scranton, Pensilvania, 78 a?os) se ha convertido este mi¨¦rcoles en el 46? presidente de Estados Unidos al jurar el cargo cerca del mediod¨ªa con la mano sobre la misma Biblia con la que se jurament¨® como senador hace medio siglo, en una ceremonia deslucida por la pandemia y las fuertes medidas de seguridad.
En su discurso, de 25 minutos, el dem¨®crata ha llamado a los ciudadanos a la ¡°unidad¡± y a ¡°empezar de nuevo¡±. ¡°Tenemos mucho que hacer en este invierno de peligro y de posibilidades. Mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que curar y construir. Y mucho que ganar¡±, ha dicho.
A continuaci¨®n reproducimos su discurso ¨ªntegro:
¡°Se?or Roberts, presidente del Tribunal Supremo, se?ora Harris, vicepresidenta, se?ora Pelosi, presidenta de la C¨¢mara de Representantes, se?or Schumer, jefe de la mayor¨ªa del Senado, se?or McConnell, jefe de la minor¨ªa republicana, se?or Pence, vicepresidente, distinguidos invitados, y compatriotas estadounidenses:
Hoy es el d¨ªa de Estados Unidos. Hoy es el d¨ªa de la democracia. Un d¨ªa de historia y esperanza, de renacimiento y resoluci¨®n. A trav¨¦s de tribulaciones que quedar¨¢n en los anales, Estados Unidos ha sido puesto a prueba una vez m¨¢s, y Estados Unidos ha estado a la altura del desaf¨ªo. Hoy celebramos la victoria no de un candidato, sino de una causa: la causa de la democracia. La voluntad del pueblo ha sido escuchada y la voluntad del pueblo ha sido acatada. Una vez m¨¢s hemos aprendido que la democracia es preciosa, que la democracia es fr¨¢gil. Y en esta hora, amigos m¨ªos, la democracia ha prevalecido. Por eso, ahora, en este suelo sagrado en el que hace apenas unos d¨ªas la violencia intent¨® sacudir los cimientos mismos del Capitolio, comparecemos unidos ante Dios como una sola naci¨®n, indivisibles, para llevar a cabo el traspaso pac¨ªfico de poder tal como hemos hecho a lo largo de m¨¢s de dos siglos.
Mientras dirigimos la vista hacia delante de esa manera estadounidense tan nuestra, incansable, audaz, optimista, y ponemos la mirada en la naci¨®n que sabemos que podemos y debemos ser, doy las gracias a mis predecesores de ambos partidos. Les doy las gracias de todo coraz¨®n. Y reconozco la capacidad de resistencia de nuestra Constituci¨®n y la fortaleza de nuestro pa¨ªs, al igual que el presidente Carter, con quien habl¨¦ ayer noche, que no puede estar hoy aqu¨ª con nosotros, pero al que rendimos homenaje por una vida de servicio.
Acabo de prestar el juramento sagrado que todos estos patriotas prestaron, un juramento pronunciado por primera vez por George Washington. Pero la historia de Estados Unidos no depende de uno de nosotros ni de algunos de nosotros, sino de todos nosotros. De nosotros, el pueblo que persigue una uni¨®n m¨¢s perfecta. Esta es una gran naci¨®n, somos buenas personas. Y a trav¨¦s de los siglos, contra viento y marea, en la paz y en la guerra, hemos llegado hasta aqu¨ª. Sin embargo, todav¨ªa nos queda mucho camino que recorrer.
Seguiremos adelante con celeridad y urgencia porque tenemos mucho que hacer en este invierno de peligros y posibilidades. Mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que sanar, mucho que construir y mucho que ganar. Pocos periodos en la historia de nuestro pa¨ªs han sido tan desafiantes o dif¨ªciles como este en el que nos encontramos ahora. Un virus de los que solo aparecen de siglo en siglo acecha sigiloso al pa¨ªs, y en un a?o se ha cobrado tantas vidas como las que se perdieron en toda la Segunda Guerra Mundial.
Se han perdido millones de empleos; cientos de miles de empresas han cerrado; un grito por la justicia racial que lleva gest¨¢ndose casi 400 a?os nos conmueve. El sue?o de la justicia para todos no se seguir¨¢ aplazando. Un grito de supervivencia nos llega del propio planeta, un grito que ya no puede ser m¨¢s desesperado ni m¨¢s claro. Y ahora, un aumento del extremismo pol¨ªtico, la supremac¨ªa blanca, el terrorismo interno al que debemos enfrentarnos y al que derrotaremos.
Superar estos desaf¨ªos, restaurar el alma y asegurar el futuro de Estados Unidos exige mucho m¨¢s que palabras. Exige lo m¨¢s esquivo de todo en una democracia: unidad. Unidad. En otro mes de enero en Washington, el d¨ªa de A?o Nuevo de 1863, Abraham Lincoln firm¨® la Declaraci¨®n de Emancipaci¨®n. Al apoyar la pluma en el documento, el presidente proclam¨®: ¡°Si alguna vez mi nombre ha de pasar a la historia, ser¨¢ por este acto, y en ¨¦l est¨¢ toda mi alma¡±.
Hoy, en este d¨ªa de enero, toda mi alma est¨¢ en ello. Toda mi alma est¨¢ en unir a Estados Unidos, a nuestro pueblo, a nuestra naci¨®n. Y pido a todos y cada uno de los estadounidenses que se sumen a m¨ª en esta causa. Que nos unamos para luchar contra los enemigos que nos esperan: la ira, el resentimiento, el odio, el extremismo, el desorden, la violencia, la enfermedad, el desempleo y la desesperanza.
Con unidad podemos hacer grandes cosas, cosas importantes. Podemos enmendar los errores, podemos dar buenos empleos a la gente, ense?ar a nuestros hijos en colegios seguros. Podemos superar este virus mortal, recompensar el trabajo, reconstruir la clase media, asegurar la asistencia sanitaria para todos, garantizar la justicia racial y convertir de nuevo a Estados Unidos en la principal fuerza del bien en el mundo.
S¨¦ que hablar de unidad puede sonar un poco rid¨ªculo hoy en d¨ªa. S¨¦ que las fuerzas que nos dividen son profundas y reales. Pero tambi¨¦n s¨¦ que no son nuevas. Nuestra historia ha sido una lucha constante entre el ideal estadounidense de que todos hemos sido creados iguales, y la fea y dura realidad de que el racismo, el nativismo, el miedo y la demonizaci¨®n llevan mucho tiempo separ¨¢ndonos. La batalla es perenne y la victoria nunca est¨¢ asegurada.
Durante la Guerra Civil, la Gran Depresi¨®n, la Guerra Mundial, el 11-S, en momentos de lucha, sacrificio y contratiempos, siempre han prevalecido los mejores de nosotros. En cada uno de estos momentos, suficientes de nosotros nos unimos para sacar a todos adelante. Y ahora podemos hacerlo. La historia, la fe y la raz¨®n nos ense?an el camino. El camino de la unidad.
Podemos vernos unos a otros no como adversarios, sino como vecinos. Podemos tratarnos unos a otros con dignidad y respeto. Podemos unir fuerzas, dejar de gritar y bajar la temperatura. Porque sin unidad no hay paz, solo amargura y furia; no hay progreso, solo ira agotadora. No hay naci¨®n, solo una situaci¨®n de caos. Este es nuestro momento hist¨®rico de crisis y desaf¨ªo. Y la unidad es el camino para avanzar. Y debemos enfrentarnos a este momento como los Estados Unidos de Am¨¦rica.
Si lo hacemos, os garantizo que no fallaremos. Nunca, nunca, nunca hemos fracasado en Estados Unidos cuando hemos actuado juntos. Y por eso hoy, en este momento y lugar, empecemos de nuevo, todos nosotros. Empecemos a escucharnos unos a otros, a o¨ªrnos unos a otros, a vernos unos a otros, a respetarnos unos a otros. La pol¨ªtica no tiene por qu¨¦ ser un incendio voraz que destruye todo lo que encuentra en su camino. Cualquier disensi¨®n no tiene por qu¨¦ ser causa de guerra total. Y debemos rechazar una cultura en la que se manipulan e incluso se fabrican los propios hechos.
Compatriotas estadounidenses, tenemos que ser diferentes. Estados Unidos tiene que ser mejor y yo creo que Estados Unidos es mejor. Mirad a vuestro alrededor. Estamos aqu¨ª, a la sombra de la c¨²pula del Capitolio que se complet¨® en plena Guerra Civil, cuando la propia Uni¨®n pend¨ªa de un hilo. Lo superamos, resistimos.
Y aqu¨ª estamos, contemplando la gran Explanada, donde el doctor King habl¨® de su sue?o. Aqu¨ª estamos, donde hace 108 a?os, en otra sesi¨®n de investidura, miles de manifestantes intentaron bloquear a mujeres valientes que se manifestaban para reivindicar su derecho al voto. Y hoy celebramos el juramento de la primera mujer en la historia de Estados Unidos elegida para un cargo p¨²blico nacional, la vicepresidenta Kamala Harris. No me digan que las cosas no pueden cambiar.
Y aqu¨ª estamos, separados por el r¨ªo Potomac del Cementerio Nacional de Arlington, donde los h¨¦roes que llevaron la devoci¨®n hasta sus ¨²ltimas consecuencias descansan en la paz eterna.
Y aqu¨ª estamos, solo unos d¨ªas despu¨¦s de que una turba descontrolada pensara que pod¨ªa usar la violencia para silenciar la voluntad del pueblo, para frenar el funcionamiento de nuestra democracia, y para echarnos de este lugar sagrado. Eso no sucedi¨®, y nunca suceder¨¢. Ni hoy, ni ma?ana, ni nunca.
A todos aquellos que apoyasteis nuestra campa?a, me siento abrumado por la fe que depositasteis en nosotros. A los que no nos apoyasteis, permitidme que os diga esto. Escuchad lo que tengo que decir a medida que avanzamos. Conoced mi persona y mi coraz¨®n.
Si segu¨ªs sin estar de acuerdo, que as¨ª sea. Eso es la democracia. Eso es Estados Unidos. El derecho a disentir pac¨ªficamente dentro de las barreras protectoras de nuestra democracia es quiz¨¢ la mayor fortaleza de nuestra naci¨®n. Pero escuchadme con claridad: el desacuerdo no debe conducir a la desuni¨®n. Y os prometo esto: ser¨¦ presidente de todos los estadounidenses. Luchar¨¦ con la misma fuerza por los que no me apoyaron como por los que s¨ª lo hicieron.
Hace muchos siglos, San Agust¨ªn, un santo de mi iglesia, escribi¨® que un pueblo es una multitud definida por los objetos comunes de su amor. ?Cu¨¢les son los objetos comunes que amamos y que nos definen como estadounidenses? Creo que lo s¨¦: oportunidad, seguridad, libertad, dignidad, respeto, honor y, s¨ª, la verdad.
Las ¨²ltimas semanas y meses nos han ense?ado una lecci¨®n dolorosa. Hay verdad y hay mentiras. Mentiras contadas por motivos de poder y provecho. Y cada uno de nosotros tiene el deber y la responsabilidad como ciudadanos, como estadounidenses, y especialmente como l¨ªderes -l¨ªderes que se han comprometido a honrar nuestra Constituci¨®n y a proteger nuestra naci¨®n- de defender la verdad y derrotar las mentiras.
Entiendo que muchos estadounidenses vean el futuro con miedo e inquietud. Entiendo que est¨¦n preocupados por su trabajo, por cuidar a su familia, por lo que vendr¨¢ a continuaci¨®n. Lo comprendo. Pero la respuesta no es encerrarse en uno mismo, no es replegarse para formar facciones enfrentadas, no es desconfiar de los que no se parecen a ti, de los que no rinden culto como t¨², de los que no reciben las noticas de la misma fuente que t¨².
Tenemos que poner fin a esta guerra civil que enfrenta al rojo con el azul, a lo rural con lo urbano, a los conservadores con los liberales. Podemos hacerlo si abrimos nuestras almas en vez de endurecer nuestros corazones, si mostramos un poco de tolerancia y humildad, si estamos dispuestos a ponernos en el lugar de otra persona solo por un momento.
Porque lo que tiene la vida es que no sabes qu¨¦ te deparar¨¢ el destino. Hay d¨ªas en que necesitamos que nos echen una mano. Y otros d¨ªas en los que nos piden que la echemos nosotros. As¨ª es como tenemos que ser unos con otros. Y si somos as¨ª, nuestro pa¨ªs ser¨¢ m¨¢s fuerte y m¨¢s pr¨®spero, y estar¨¢ m¨¢s preparado para el futuro.
Compatriotas estadounidenses, en el trabajo que nos espera por delante vamos a necesitarnos el uno al otro. Necesitaremos toda nuestra fuerza para superar este oscuro invierno. Vamos a entrar en el que podr¨ªa ser el periodo m¨¢s oscuro y mortal de este virus. Debemos dejar a un lado la pol¨ªtica y enfrentarnos por fin a esta pandemia como una naci¨®n. Y os prometo que, como dice la Biblia, ¡°El?llanto puede durar?toda la?noche, pero a la ma?ana vendr¨¢ el grito de alegr¨ªa¡±. Superaremos esto, juntos.
El mundo nos est¨¢ mirando hoy. Este es mi mensaje para aquellos m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras: Estados Unidos ha sido puesto a prueba y ha salido de ello reforzado. Repararemos nuestras alianzas, y nos relacionaremos con el mundo otra vez. No para enfrentarnos a los retos del pasado, sino a los del presente y a los del ma?ana. Y no solo predicaremos con el ejemplo de nuestro poder, sino con el poder de nuestro ejemplo. Seremos un socio fuerte y fiable para la paz, el progreso y la seguridad.
Hemos sufrido mucho en este pa¨ªs. Y en mi primer acto como presidente, me gustar¨ªa pediros que os un¨¢is a m¨ª en un momento de oraci¨®n silenciosa para recordar a todos aquellos que perdimos el a?o pasado por culpa de la pandemia. A esos 400.000 compatriotas, madres y padres, maridos y mujeres, hijos e hijas, amigos, vecinos y compa?eros de trabajo. Les honraremos convirti¨¦ndonos en el pueblo y en la naci¨®n que podemos y debemos ser. Recemos en silencio por aquellos que perdieron la vida, por aquellos que se quedaron atr¨¢s y por nuestro pa¨ªs. Am¨¦n.
Son momentos de prueba. Nos enfrentamos a un ataque a la democracia y a la verdad, a un virus atroz, a un aumento de la desigualdad, al aguij¨®n de un racismo sist¨¦mico, a una crisis clim¨¢tica y al papel de Estados Unidos en el mundo. Cualquiera de estas amenazas bastar¨ªa para ponernos en serios aprietos. Pero el hecho es que nos enfrentamos a todas ellas a la vez, lo que coloca a este pa¨ªs frente a la mayor de las responsabilidades. Ahora debemos dar un paso adelante. Todos nosotros.
Es momento de ser audaces porque hay mucho por hacer. Y una cosa es segura. Seremos juzgados, ustedes y yo, por c¨®mo resolvemos la sucesi¨®n de crisis de nuestra era. ?Estaremos a la altura? ?Sabremos sobreponernos a esta hora tan dif¨ªcil y extra?a? ?Cumpliremos nuestras obligaciones para entregar un mundo nuevo y mejor a nuestros hijos? Creo que debemos hacerlo y que lo haremos. Y cuando lo logremos, habremos escrito el siguiente gran cap¨ªtulo de la historia de Estados Unidos.
Es una historia que trae ecos de una canci¨®n que significa mucho para m¨ª, se llama ¡°Himno de Am¨¦rica¡±. Hay una estrofa que destaca, al menos para m¨ª, y dice as¨ª: ¡°El trabajo y las oraciones durante siglos nos han tra¨ªdo hasta hoy. ?Qu¨¦ ser¨¢ nuestro legado? ?Qu¨¦ dir¨¢n nuestros hijos? Haz que sepa en mi coraz¨®n cuando terminen mis d¨ªas. Am¨¦rica, Am¨¦rica, te di lo mejor de m¨ª¡±.
Sumemos nuestro trabajo y nuestras oraciones a la historia en marcha de nuestra naci¨®n. Si lo hacemos, el d¨ªa que terminen nuestros d¨ªas, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos dir¨¢n de nosotros: ¡°Dieron lo mejor de s¨ª, cumplieron su deber, sanaron una tierra rota¡±.
Compatriotas estadounidenses, cierro igual que comenc¨¦, con un juramento sagrado. Ante Dios y ante todos vosotros, os doy mi palabra. Siempre ser¨¦ sincero con vosotros. Defender¨¦ la Constituci¨®n, defender¨¦ nuestra democracia. Defender¨¦ a Estados Unidos y lo dar¨¦ todo para serviros, pensando no en el poder, sino en las posibilidades, no en el inter¨¦s personal sino en el bien p¨²blico.
Y juntos escribiremos una historia estadounidense de esperanza, no de miedo. De unidad, no de divisi¨®n. De luz, no de oscuridad. Una historia estadounidense de decencia y dignidad, de amor y sanaci¨®n, de grandeza y bondad. Que sea esta la historia que nos gu¨ªe. La historia que nos inspire. Y la historia que cuente a los tiempos venideros que respondimos a la llamada de la historia, que estuvimos a la altura del tiempo presente. Que la democracia y la esperanza, la verdad y la justicia, no murieron durante nuestra guardia, sino que prosperaron. Que nuestro Estados Unidos garantiz¨® la libertad en su territorio y una vez m¨¢s se erigi¨® en faro del mundo. Es lo que debemos a quienes nos precedieron, a nosotros mismos, y a las generaciones que vendr¨¢n.
As¨ª pues, con determinaci¨®n y firmeza, abordaremos las tareas de nuestro tiempo. Sostenidos por la fe, impulsados por la convicci¨®n y dedicados los unos a los otros y al pa¨ªs que amamos con todo nuestro coraz¨®n. Que Dios bendiga a Estados Unidos y que Dios proteja a nuestras tropas¡±.
Gracias, Estados Unidos.
Traducci¨®n de News clips
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