Los bulos de Donald Trump contra los haitianos elevan la tensi¨®n racial en Springfield
Los migrantes del pa¨ªs caribe?o en esta localidad de Ohio, a los que el candidato republicano acus¨® de comer perros y gatos, hablan de miedo y preocupaci¨®n ante las elecciones del martes
Hay solo un objeto fuera de lugar en el estudio fotogr¨¢fico de Jims Denis en Springfield, Ohio, la ciudad de Estados Unidos que el racismo de Donald Trump ha puesto durante esta campa?a en el centro del debate nacional. Este haitiano de 30 a?os aprendi¨® a tomar retratos con un tutorial de YouTube. Utiliza el espacio para fotografiar a familias y mujeres embarazadas. Sobre su escritorio hay una cartuchera para un arma de fuego. La pistola, aclara, est¨¢ en una caja fuerte en su casa. ¡°Necesito proteger a mi familia. El barrio donde vivimos es muy blanco y t¨² no sabes qui¨¦n te odia y qui¨¦n no. No me hablan, as¨ª que la tengo por si acaso¡±, dice en ingl¨¦s mientras guarda la cartuchera en un caj¨®n.
El perfil de este joven empresario es muy distinto al que Trump dibuj¨® cuando a mediados de septiembre, en un debate que vieron m¨¢s 67 millones de personas, aire¨® un bulo que aseguraba que los haitianos de esta bella localidad del Medio Oeste con 58.000 habitantes se com¨ªan las mascotas de la ciudad, una afirmaci¨®n falsa que tens¨® la din¨¢mica racial local. Los sitios de verificaci¨®n de informaci¨®n rastrearon este comentario a cuentas de redes sociales vinculadas a miembros de Tribu Sangre, un grupo neonazi que comenz¨® a propagar esa noticia falsa a inicios de agosto.
Denis lleva cinco a?os en Springfield. Creci¨® en Puerto Pr¨ªncipe y estudi¨® en Rep¨²blica Dominicana, donde aprendi¨® espa?ol viendo programas de Telemundo. Hace alrededor de una d¨¦cada emigr¨® a Florida, el primer punto de contacto en EE UU para muchos caribe?os: all¨ª viven la mitad de los 700.000 haitianos del pa¨ªs. Estudi¨® en Fort Myers para convertirse en t¨¦cnico electr¨®nico. Oy¨® hablar de Ohio por primera vez a su hermano peque?o, quien le llam¨® por tel¨¦fono con la promesa de que all¨ª encontrar¨ªa trabajo f¨¢cil.
Y as¨ª fue. Hoy es la viva imagen de un exitoso empresario. Tiene tres propiedades en la ciudad, su estudio y es promotor de eventos. Su principal ingreso, no obstante, es el que recibe componiendo los robots de Amazon en las bodegas del gigante tecnol¨®gico en la zona, uno de los grandes empleadores de la regi¨®n.
¡°Esta era una ciudad muy peque?a y puede ser preocupante cuando tanta gente llega a tu comunidad¡±, admite Denis, quien vive aqu¨ª junto a su esposa y un hijo de dos a?os. ¡°Ellos creen que los haitianos que vienen aqu¨ª quieren ayuda del Gobierno o aprovecharse de ¨¦l. Nadie te pregunta. Si ven que tienes una buena casa, ?creen que el Gobierno te la ha dado!¡±, se?ala.
Las autoridades de Springfield calculaban en septiembre que el n¨²mero de haitianos en la localidad rondaba los 12.000 y 15.000 personas. Obed Lamy, documentalista haitiano que trabaja en la zona, pone en duda la cifra argumentando que ser¨ªan m¨¢s visibles en una poblaci¨®n tan peque?a. Despu¨¦s de las palabras del republicano, varias familias se han ido o piensan irse.
Los problemas de adaptaci¨®n
Elinor Fortune ya piensa en la retirada. Con 54 a?os y seis hijos ¡ªtodos adultos¡ª, es uno de las decenas de haitianos que llegaron a EE UU durante el mandato de Joe Biden. Lleva siete meses en el pa¨ªs y dos en Springfield. Antes viv¨ªa en Brasil, donde estuvo 11 a?os. Vendi¨® varias de sus pertenencias para emprender el viaje al norte. ¡°No s¨¦ por qu¨¦ vine. Las cosas que yo pensaba de EE UU no eran verdad. Encontr¨¦ muchas dificultades, muchas calamidades, muchos problemas. Ha sido muy complicado. Mi esposa llora todo el tiempo¡±, dice.
Fortune, quien tiene un permiso de trabajo y protecci¨®n contra la deportaci¨®n con dos a?os de vigencia, sobrevive repartiendo comida para una aplicaci¨®n. Y por la red de seguridad que las 10 iglesias evang¨¦licas de la ciudad han tejido para ayudar a los haitianos. El panorama se le nubla ante la elecci¨®n presidencial. ¡°Las cosas que Donald Trump d sobre nosotros son muy malas para m¨ª y para cualquier haitiano aqu¨ª en los Estados Unidos¡±, se?ala en espa?ol. En cuanto pueda reunir el dinero suficiente, volver¨¢ a Sudam¨¦rica.
La ma?ana del viernes, Fortune llena en una computadora una aplicaci¨®n de trabajo para Walmart con la ayuda de Michelet Delcine, un autoproclamado l¨ªder comunitario que tiene varios negocios para la comunidad. Delcine lleg¨® a Estados Unidos con 17 a?os a principios de los a?os ochenta. Viv¨ªa en Florida, hasta que se vio obligado a mudarse despu¨¦s de perder su trabajo en la pandemia. Encontr¨® oportunidades en Ohio, un basti¨®n republicano que Trump ganar¨¢ sin dificultad el martes.
El episodio con Trump ha convencido a Delcine a meterse en la pol¨ªtica. Asegura haberse armado de valor para iniciar en 2025 una campa?a por el cargo municipal de comisionado, donde pretende defender los derechos de la comunidad. Delcine, tambi¨¦n pastor evang¨¦lico, reconoce que muchos de los reci¨¦n llegados deben hacer m¨¢s por adaptarse.
¡°Necesitan aprender de la cultura americana. Hacen muchas cosas que los americanos no hacen, como cargar bolsas por la calle y ponerse cosas en la cabeza¡±, dice Delcine en su oficina. Lo m¨¢s urgente, subraya, es que aprendan las reglas de tr¨¢nsito. ¡°As¨ª causar¨¢n menos accidentes. Esa es la mayor queja que hay ahora contra nosotros¡±, asegura.
Conflictos por la conducci¨®n
Los accidentes de tr¨¢fico se han convertido en la ciudad en una muestra del choque de culturas. Los ciudadanos de Ohio han protestado porque algunos inmigrantes conducen sin licencia e ignorando el reglamento. Este conflicto se agrav¨® a finales de agosto, cuando el haitiano Hermanio Joseph, de 36 a?os, choc¨® frontalmente con un autob¨²s escolar al noroeste de Springfield el primer d¨ªa de clases. Aiden Clark, un ni?o de 11 a?os, muri¨® al salir disparado del parabrisas del transporte escolar. Joseph solo ten¨ªa una licencia emitida en M¨¦xico.
El tema ha elevado la temperatura en las sesiones del cabildo, reuniones donde los vecinos airean puntos de vista controvertidos. ¡°Cuando le damos a la gente sus tres minutos para expresarse y nos dicen ¡®yo no soy racista, pero...¡¯. Cuando empiezan con esa frase, ignoran lo que esconden¡±, se?ala el alcalde de la ciudad, el republicano Rob Rue.
Los beneficios de la comunidad haitiana en Springfield se ven a simple vista. El peque?o supermercado Adasa de la ciudad est¨¢ abastecido con bebidas energ¨¦ticas y marcas de arroz basmati tra¨ªdas desde Hait¨ª. Hay yucas y pl¨¢tanos machos, dos pilares de la comida caribe?a. El pan es enviado desde Florida. Los pasillos de la tienda est¨¢n llenos de haitianos haciendo la compra. Al frente del comercio hay una larga fila de personas que esperan para enviar dinero a la isla con una comisi¨®n de hasta 10 d¨®lares por 300 d¨®lares. Todo el lugar est¨¢ se?alizado en creole.
El negocio lo llevan los Buitron, dos hermanos mexicanos. La pareja se pone nerviosa con la prensa porque algunos periodistas han ido a fotografiar la carnicer¨ªa. ¡°Aqu¨ª nunca hemos vendido ese tiempo de carne y ellos nunca nos la han pedido¡±, se ve obligado a decir Sa¨²l, uno de los due?os. E inmediatamente a?ade. ¡°Nosotros no estamos nada de acuerdo con lo que se dice de ellos, no estamos de acuerdo con el racismo. Ellos siempre han sido excelentes clientes¡±, se?ala. El trabajo va tan bien que los hermanos han abierto una segunda tienda en Springfield este fin de semana.
¡°Despu¨¦s de lo de Trump algunas personas me llamaron para preguntar si vend¨ªamos gatos y perros en el men¨². Yo intent¨¦ ser amable con ellos y les le¨ª algunos de los platillos que ten¨ªamos¡±, recuerda la due?a del restaurante de comida haitiana Rose Goute, Rosema Jhuis, originaria de Petit-Go?ve.
Jhuis cocinaba platos t¨ªpicos para la comunidad, hasta que se decidi¨® abrir el comedor a mediados de 2023. Hoy emplea a 10 haitianos en la cocina para preparar guisados de cabra, arroz y frijoles con pl¨¢tano frito. Un d¨ªa antes de la entrevista, Jhuis recibi¨® en su negocio al m¨²sico John Legend, originario de Springfield, quien grab¨® en el restaurante un mensaje contra el odio.
Solidaridad ante el odio
Muchos de los comensales ni siquiera son locales. Han venido de lejos para mostrar su repudio a las palabras de Trump. Uno de ellos es Jason Lockhart, originario de Alabama. Su abuelo fue asesinado por el Ku Klux Klan y su padre tuvo que ganar una demanda de discriminaci¨®n para conservar su empleo.
¡°Mucha gente se siente ahora m¨¢s c¨®moda haciendo este tipo de comentarios racistas. Esto est¨¢ creciendo. El tema de Springfield ha dejado de ser sobre la frontera y la inmigraci¨®n y pas¨® a ser un asunto completamente racista¡±, se?ala Lockhart, agente de ventas de suplementos alimenticios, quien pasa sus ratos libres educando sobre la historia racial.
Una docena de neonazis march¨® por las calles del centro de Springfield a inicios de agosto. El grupo llevaba la cara oculta por m¨¢scaras de esqu¨ª, pero mostraron banderas con esv¨¢sticas e iban armados con rifles. ¡°Si son negros, ll¨¦venselos¡±, gritaban. Las autoridades locales calificaron la protesta de ¡°desafortunada¡±, pero dijeron que esta estaba protegida por la libertad de expresi¨®n y por la legislaci¨®n estatal, que permite el uso de armas en p¨²blico.
La reacci¨®n a aquella marcha se dej¨® ver en las calles de la ciudad hace pocos d¨ªas. Los l¨ªderes religiosos de la ciudad convocaron una manifestaci¨®n en favor de la unidad. Decenas de personas caminaron tres kil¨®metros para mostrarle a los haitianos que no est¨¢n solos. El respaldo no fue tan grande como se pensaba.
¡°No me preocupan los grupos de odio ni el KKK¡±, asegur¨® Carl Ruby, el pastor blanco de una iglesia cat¨®lica, quien parafraseaba las cartas que Martin Luther King escribi¨® desde la prisi¨®n de Birmingham, Alabama. ¡°Lo que me preocupa es la iglesia moderada blanca, que no se involucra. Quiero pedir disculpas por la falta de diversidad. Hay iglesias evang¨¦licas muy grandes aqu¨ª y no las veo con nosotros. Ser¨¦ honesto, la gente de mi congregaci¨®n tampoco vino. Tenemos que hacerlo mejor¡±, asegur¨® Ruby a una audiencia principalmente negra. Le sigui¨® el alcalde Rue. ¡°El odio no tiene cabida aqu¨ª¡±, advirti¨®. Aquella ma?ana, una cantante negra de una iglesia evang¨¦lica cant¨® al un¨ªsono con un pastor haitiano. Era la uni¨®n de las voces en una comunidad sacudida por la ret¨®rica xen¨®foba de Trump.
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