Carta a mi hijo con discapacidad: la fuerza de una sonrisa a tiempo
Cuando sufrimos agrandamos y agradecemos cualquier muestra de cari?o que se tenga con nosotros, ya que entendemos que es la forma que tienen quienes nos rodean de decirnos todo sin necesidad de decir nada
Querido Alvarete,
Hace unas semanas tuvimos un d¨ªa intenso de pruebas en el hospital. La verdad es que empezaste port¨¢ndote como un jabato, aguantando muy bien las esperas y el incordio de las sucesivas pruebas, pero llegamos a la ¨²ltima y nos toc¨® esperar de pie en un pasillo estrecho, lleno de gente y con el correspondiente bullicio. Empezaste a ponerte nervioso y la cosa fue complic¨¢ndose por momentos, tanto que no me atrev¨ªa a avanza...
Querido Alvarete,
Hace unas semanas tuvimos un d¨ªa intenso de pruebas en el hospital. La verdad es que empezaste port¨¢ndote como un jabato, aguantando muy bien las esperas y el incordio de las sucesivas pruebas, pero llegamos a la ¨²ltima y nos toc¨® esperar de pie en un pasillo estrecho, lleno de gente y con el correspondiente bullicio. Empezaste a ponerte nervioso y la cosa fue complic¨¢ndose por momentos, tanto que no me atrev¨ªa a avanzar por el pasillo por si alguien recib¨ªa una caricia tuya, las cuales solo yo merezco.
En ese momento, empezamos a recibir las miradas furtivas y no tan furtivas de la gente. Me pregunto qu¨¦ se les pasa por la cabeza. De pronto, una mujer se levant¨®, nos mir¨® y se fue a llamar a una enfermera. Pens¨¦ que ser¨ªa para avisarla de nuestra situaci¨®n y pedirle que nos echara una mano, pero me equivoqu¨¦: se fue a quejar de que ella llevaba mucho rato esperando¡
El otro d¨ªa, este final de curso, nos colamos en la fiesta del colegio de tus hermanas, nos escondimos en lo alto de un mont¨ªculo, donde est¨¢ la pista de patinaje, y desde all¨ª vimos todo lo que pasaba lejos de las aglomeraciones propias de un evento de estas caracter¨ªsticas. Adem¨¢s, estaba convencido de que ibas a ponerte nervioso y de que ¨ªbamos a tener que irnos enseguida, por lo que el sitio era ideal para entrar y salir sin molestar a nadie. Pero milagrosamente aguantaste toda la fiesta, creo que por primera vez desde que lo intentamos. No paraste de dar brincos y hacer ruidos de felicidad con tu boca, era como si te hubieras contagiado del esp¨ªritu festivo que flotaba por el ambiente. Estabas feliz.
Cuando empezaron a dar los premios, mi mente se transport¨® 11 a?os atr¨¢s. Tu madre y yo est¨¢bamos sentados en tercera fila viendo la funci¨®n de Navidad del colegio al que ibas y, despu¨¦s de la funci¨®n, sali¨® sor Aurita, aquella monja que tanto te quer¨ªa y que te abandon¨® por los enfermos de ?frica, a entregar los premios a los mejores dibujos. Fue nombrando uno a uno a todos los premiados, hasta que por fin lleg¨® al primero, el m¨¢s importante, y te nombr¨® a ti. Hab¨ªas ganado con aquel dibujo de trazos rojos y azules que quer¨ªa parecer un Bel¨¦n. Me ech¨¦ a llorar como una magdalena, eran momentos muy duros en lo personal, por verte retroceder y no poder hacer nada, y aquel premio inesperado me emocion¨® en lo m¨¢s profundo.
Volviendo a la fiesta de tus hermanas, menudo cuadro que est¨¢bamos montando, t¨² emocionado dando saltos y yo llorando recordando aquel premio robado por sor Aurita para ti. Menos mal que todos miraban el evento y no se percataban de nosotros. Por si acaso, me puse la gorra y las gafas de sol para proteger as¨ª mis sentimientos de posibles miradas indiscretas.
Puede parecer una chorrada, un detalle sin importancia, pero 11 a?os despu¨¦s sigo acord¨¢ndome de aquel gesto que tuvieron contigo y, sobre todo, con tu madre y conmigo. Las personas, cuando sufrimos, agrandamos y agradecemos cualquier muestra de cari?o que se tenga con nosotros, ya que entendemos que es la forma que tienen los que nos rodean de decirnos todo sin necesidad de decir nada. Mi amigo Robert me dijo una vez que quiz¨¢s yo no era consciente, pero que estaba viviendo una vida fuera de lo com¨²n debido a la gente tan extraordinaria que voy conociendo en tu camino. No es habitual cruzarse con tantas personas radiantes en una sola vida y ser consciente de ello. Desde que me lo dijo, no paro de tenerlo presente y dar gracias por ello. Muchas de estas personas las identifico gracias a c¨®mo se acercan a ti, al cari?o que te dan y al que t¨² les desprendes.
Volviendo a la sala de espera del hospital, es curioso c¨®mo la mente, en momentos de estr¨¦s, te juega malas pasadas y hace que te fijes en lo negativo y no seas capaz de ver las cosas buenas, aunque las tengas enfrente de tus narices. Junto a nosotros hab¨ªa un joven de piel morena y pelo rizado, iba en una silla de ruedas motorizada y llevaba una traqueotom¨ªa en la garganta que le imped¨ªa hablar con fluidez. El joven empez¨® a entablar con nosotros una conversaci¨®n y, a pesar de su condici¨®n, no parec¨ªa mostrar ning¨²n miedo a tus caricias. Pregunt¨® nuestro nombre, se interes¨® por tu enfermedad y sus similitudes con ciertos tipos de autismo y te dese¨® suerte. Tu reacci¨®n fue tranquilizarte y cogerle la mano, sonri¨¦ndole como si reconocieras en ¨¦l a un amigo, poco te dur¨® ese estado de relajaci¨®n, pero a m¨ª me dio fuerzas para afrontar la ¨²ltima prueba del d¨ªa con una sonrisa y para no perder la fe. Con qu¨¦ poco se consigue tanto.
Te quiero,
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