M¨¦xico en EL PA?S
La corresponsal¨ªa ha pasado de ser la soledad del periodista que llamaba a la redacci¨®n de Madrid a un grupo de periodistas de insultante juventud y talento
![Jacobo Garc¨ªa](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fauthor-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub%2Fprisa%2F36efd8ae-2403-4586-9fca-4060f01ce920.png?auth=7c0a8cb627070c6482e6ce4f81a25a538c2a5ca7cc0d148eb6e2b71c4fd77371&width=100&height=100&smart=true)
![La fotoperiodista de EL PA?S M¨¦xico M¨®nica Gonz¨¢lez.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/FCPPAI6JJRBCZLVVRZO535OGWI.jpg?auth=2ebf47c93e2745be6e95384db9f419f1c52d5ecfee755b1a6efa3a55dd7b13fa&width=414)
Acaba de temblar en Ciudad de M¨¦xico. Escribo estas l¨ªneas despu¨¦s de un terremoto de 7,1 que ha sacudido la capital y el sur del pa¨ªs. Hasta aqu¨ª todo normal debido a que elegimos vivir sobre la placa de Cocos. Solo al d¨ªa siguiente hubo m¨¢s de 300 r¨¦plicas, la mayor¨ªa imperceptibles, pero hasta aqu¨ª todo normal.
Hab¨ªa comenzado a escribir sobre una nueva etapa en el peri¨®dico, de la talentosa redacci¨®n que crece, de la dificultad de leer y entender un pa¨ªs como M¨¦xico: c¨¢lido, complejo, divertido y tr¨¢gico en la misma cr¨®nica. Tecleaba sobre la vocaci¨®n, el entusiasmo o la larga tradici¨®n de corresponsales de EL PA?S desde que los despachos se enviaban por t¨¦lex y L¨®pez Portillo estaba en la presidencia. O de la regla no escrita que dice que no llega a director quien no haya pasado antes por M¨¦xico.
De eso escrib¨ªa cuando la radio confirma unos minutos despu¨¦s que el terremoto fue a¨²n m¨¢s fuerte, de 7,5, y que el epicentro estuvo en Oaxaca.
A estas alturas, la redacci¨®n es un hervidero... virtual. Desde hace tres meses no nos vemos, no nos tocamos, no entramos a la sala de juntas, no compartimos el caf¨¦ ni el cigarro, pero M¨®nica ya est¨¢ recorriendo calles con la c¨¢mara al hombro. Otros telefonean a hospitales, arreglan titulares, atienden las declaraciones oficiales o escriben los primeros p¨¢rrafos con el cuerpo de gelatina. Eso ya no es tan normal.
Javier Lafuente, que ya pag¨® las pizzas en el sal¨®n de su casa tras el sismo de 2017, dirige con aspavientos desde la banda en una curiosa mezcla entre Quique Seti¨¦n y Barenboim con mascarilla. Un peri¨®dico como este, cuando se pone en marcha, es una orquesta que interpreta a la perfecci¨®n una obra mil veces ensayada.
D¨ªas as¨ª me acuerdo de la primera vez que vi con mi padre los delfines en el zoo o cuando me llev¨® a la radio un domingo a ver un Carrusel Deportivo en directo. El martes 23 de junio podr¨ªa haberme quedado durante horas con la nariz pegada al cristal de la pecera viendo el espect¨¢culo.
Todav¨ªa no hab¨ªa resuelto la duda sobre si deb¨ªamos permanecer todos los vecinos juntos en la banqueta cuando vi la grieta que el sismo me hab¨ªa dejado en casa. Borr¨¦ entonces en el teclado todos los t¨®picos y me acord¨¦ de aquella campa?a publicitaria: ¡°Pap¨¢, ?por qu¨¦ somos del Atl¨¦ti?¡±.
Supongo que nos hicimos de M¨¦xico y del periodismo por los Reverte ¡ªJavier y Arturo¡ª por Joaqu¨ªm Ibarz, Gervasio S¨¢nchez, Alma Guillermoprieto o los textos de Jes¨²s Ceberio. Cr¨®nicas que pintaban un pa¨ªs poderoso y digno que jam¨¢s reconoci¨® la dictadura de Franco, pero tambi¨¦n desigual. Su cr¨®nica de la toma de posesi¨®n de Miguel de la Madrid en diciembre de 1982 es el perfecto retrato de un hombre angustiado, que hab¨ªa ganado la elecci¨®n como se hac¨ªa antes, con el 74% de los votos, pero con una grave crisis econ¨®mica en puertas.
Gracias tambi¨¦n a las cr¨®nicas de Antonio Ca?o nos enteramos de las sangrientas guerras centroamericanas, a las que los periodistas estadounidenses dejaron de ir pero que era escenario de una batalla geoestrat¨¦gica mayor. O del ¨¦xodo de medio mill¨®n de guatemaltecos refugiados en Chiapas. De aquella escuela period¨ªstica salieron en M¨¦xico tambi¨¦n nombres como Epigmenio Ibarra o los hermanos Carrillo, que en cualquier pa¨ªs tendr¨ªan una pel¨ªcula.
Casi cuarenta a?os despu¨¦s de aquellas cr¨®nicas, de varios terremotos, devaluaciones, premios Oscar, Carlos Salinas, el Chapo Guzm¨¢n, la democracia, la violencia del narco o un Mundial de f¨²tbol, la corresponsal¨ªa ha dejado de ser la soledad del periodista que llamaba a la redacci¨®n de Madrid a un grupo de periodistas de insultante juventud y talento.
Desde que surgi¨® EL PA?S Am¨¦rica en 2012, la delegaci¨®n ha pasado de estar formada por cinco aventureros en una mesa junto al cuarto de las escobas en el edificio de Santillana, entre quienes resiste con la templanza intacta Sonia Corona, a una moderna oficina con medio centenar de periodistas de siete nacionalidades distintas.
Contar este pa¨ªs desde la trinchera del periodismo es un privilegio o un paseo por la vida con boleto de primera, como alguien dijo. Pero ser periodista en Latinoam¨¦rica es tan enriquecedor como duro y algunos de nuestros compa?eros han pagado un alto precio por informar. Solemos decir que en EL PA?S, adem¨¢s de los departamentos tradicionales, contamos con el de v¨ªctimas de los tiranos. En ¨¦l est¨¢n Francesco Manetto, quien se incorpor¨® al equipo en M¨¦xico tras ser golpeado en Venezuela, y Carlos Salinas, que se tuvo que exiliar de Nicaragua tras el acoso de los grupos violentos de Daniel Ortega, que le hicieron la vida imposible hasta que se larg¨®. La capacidad de seducci¨®n de M¨¦xico es tan grande, que ambos son felices en el pa¨ªs m¨¢s homicida del mundo para la prensa. A estas alturas ya deben saber que son del Atl¨¦tico.
Una de las frases que repet¨ªa Javier Moreno durante sus a?os al frente de la Edici¨®n de Am¨¦rica es que no cree en los peri¨®dicos de autor. Que no es posible depositar el peso diario de una portada en una sola cabeza siempre iluminada que se supera un d¨ªa tras otro con nuevas exclusivas. Pero que nada puede con el trabajo en equipo de una redacci¨®n que sale cada d¨ªa como un perro de caza.
En ese fango de compromiso casi sacerdotal ha crecido en los ¨²ltimos a?os una redacci¨®n que patea la calle y hace cada vez m¨¢s ruido. Un grupo de periodistas donde se combina el poso del viejo periodismo de Luis Pablo Beauregard y el hambre de los reci¨¦n llegados. Y aqu¨ª una confesi¨®n: cada vez que el presidente L¨®pez Obrador nos cita en las ma?aneras un doble gusto nos recorre el cuerpo. La satisfacci¨®n de que vamos por el buen camino y molestamos al poder, y de que somos m¨¢s mexicanos que ayer.
El resultado salta a la vista. Igual que hay familias desestructuradas, hay redacciones como esta donde no hay un editor, redactor o fot¨®grafo con una vida personal que pueda presumir en Navidad. Ninguno que pague a tiempo sus facturas, que asista met¨®dicamente al gimnasio, que termine el curso de franc¨¦s o no le deje su pareja. Ninguno que no le oculte a su madre algunos de los lugares donde reportea.
Una redacci¨®n que no se crey¨® que los peri¨®dicos estaban muertos o que a la gente le bastaba un tuit para informarse. Que no era posible el periodismo sin chayote ni publicidad oficial o que el lector es un sujeto secundario y manipulable, algo as¨ª como el acarreado cultivado de los partidos pol¨ªticos. Sigui¨® pensando que una profesi¨®n merece la pena cuando la llamada del Defensor del Lector acojona m¨¢s que la alerta s¨ªsmica.
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