La mecha del feminismo enciende M¨¦xico
El movimiento se ha endurecido en un pa¨ªs que cuenta 10 asesinadas al d¨ªa y amenaza con prolongar una lucha contra ¡°la persecuci¨®n pol¨ªtica¡±
El feminismo es una mecha en M¨¦xico. ¡°Ya es solo cosa de que la flama baile un poquito y todo explote¡±.
-?Y qu¨¦ espera de esa explosi¨®n?
-Un incendio nacional, una revoluci¨®n institucional. Puede parecer ut¨®pico, pero solo hay dos caminos: la gesti¨®n y las leyes o un rollo m¨¢s preparado de combate, dice la feminista Nayeli por tel¨¦fono.
Y va ganando el combate, tanto en la calle como en las instituciones. Los ¨²ltimos d¨ªas se ha desatado una pelea entre los movimientos de mujeres y los representantes pol¨ªticos que no deja un cabo para desenredar el ovillo. Unas se agarran a golpes con la polic¨ªa, los otros siembran un venenoso discurso de persecuci¨®n y se?alamiento. Y 10 mujeres son asesinadas cada d¨ªa; 300 al mes; 3.000 cada a?o.
La polic¨ªa encontr¨® el cuerpo destrozado de Ingrid Escamilla el 11 de febrero. El criminal fue detenido y seis agentes investigados para determinar qui¨¦n de ellos filtr¨® tan sangrientas fotos a los medios de comunicaci¨®n. Preguntada la Fiscal¨ªa seis meses despu¨¦s, nada se sab¨ªa a¨²n de esos agentes, que siguen en sus puestos de trabajo. Pasan los a?os y los cr¨ªmenes, y las respuestas siempre son las mismas: silencio e inacci¨®n. M¨¢s de un 90% de impunidad.
Erika Mart¨ªnez repite de nuevo c¨®mo abusaron de su hija a los siete a?os y c¨®mo el agresor sigue tranquilo en su casa, pero esta vez habla desde la oficina nacional para la defensa de los Derechos Humanos de M¨¦xico, que ha sido okupada por los movimientos feministas. All¨ª siguen encerradas unas decenas de mujeres, v¨ªctimas todas, unas alojadas y otras en la ¡°acci¨®n directa¡±. Rechazan la palabra violencia, de la que se les acusa una y otra vez por sus fogatas en las calles, el destrozo de vidrios, lanzamiento de explosivos caseros y la pelea cuerpo a cuerpo contra la polic¨ªa en las manifestaciones.
Vestidas de negro y con las cabezas encapuchadas, cinco pares de ojos dialogan con este peri¨®dico en la sede de la Comisi¨®n Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), convertida en un refugio para v¨ªctimas de maltrato por donde corretean algunas ni?as vestidas de princesa y con plumas de colores en el pelo. No hay una pared por la que no haya pasado el espray: ¡°Yo no sal¨ª de tu costilla, t¨² saliste de mi co?o¡±; ¡°vamos a quemar todo hasta destruir su indiferencia¡±. En el patio interior se acumula la ropa en el suelo, los sacos de papas, montones de zapatos. Son donaciones para que las encerradas aguanten. El aparente caos tiene un orden, sin embargo. Carteles en la pared identifican cada cosa: ropa de beb¨¦, de adulto. Lo mismo en la cocina de la casa, donde la nevera distingue los alimentos para veganos y la intolerancia a la glucosa o el trigo. Erika se encarga de la log¨ªstica, ella puede salir y entrar sin problema, a cara descubierta, es una v¨ªctima y se la trata con consideraci¨®n.
Los brazos de Mar¨ªa est¨¢n negros de moretones. No hace ni dos d¨ªas hubo pelea con la polic¨ªa en la manifestaci¨®n para reclamar el aborto en el pa¨ªs. Las cinco se han encapuchado y elegido un nombre para este reportaje. Mar¨ªa habla dulce y serena, cuida ni?os y sale a dar patadas contra los feminicidios cuando toca. Rebeca, 22 a?os, estudia Econom¨ªa y se r¨ªe t¨ªmida cuando le preguntan por su futuro laboral quiz¨¢ en la pol¨ªtica. An¨®nima no quiere decir su edad, es algo mayor que las dem¨¢s y cuando la polic¨ªa le aplasta el cuello con la bota reza para que no la liberen: ¡°Como me suelte¡ capaz y me vuelvo asesina, pienso¡±. Flor se dedica a la restauraci¨®n de muebles y a Sof¨ªa la expulsaron de la universidad por prender fuego a las instalaciones. Su meta es el cine, con Agn¨¨s Varda como inspiraci¨®n. ¡°Cuando te violan a los seis a?os¡¡±, dir¨¢ en alg¨²n momento de la conversaci¨®n.
¡°Somos mujeres rotas que buscan sanarse¡±, dice una de ellas, no importa qui¨¦n. ¡°Cuando nos ponemos la capucha, todas somos la misma, ning¨²n dolor es m¨¢s que otro¡±. El Bloque Negro a¨²na a mujeres que pertenecen a distintas organizaciones feministas. Son la barrera, explican, que protege a las dem¨¢s en las manifestaciones y las que aparecen en los medios de comunicaci¨®n ¡°amarillistas¡± metiendo fuego al mobiliario urbano, destrozando a mazazos los cristales de las tiendas, de los coches. Han hecho de la lucha ¡°una forma de vida¡±.
¡°Violencia es la que se ejerce contra una persona, no contra una pared, que no siente, es una forma de protesta, si no lo hici¨¦ramos en una manifestaci¨®n ser¨ªa vandalismo, pero tenemos que hacer ruido, es la ¨²nica forma de que nos escuchen. El ruido en una protesta tiene significado¡±, argumenta An¨®nima. ¡°Violencia son los feminicidios, estar en peligro en casa, en el metro, en la sala de clase¡±, a?ade Mar¨ªa.
La capucha les protege tambi¨¦n del miedo, ¡°que es el m¨¦todo de control del poder. Queremos dinamitar ese concepto¡±, sigue An¨®nima. Plantarse delante del escuadr¨®n policial y agarrarse a madrazos conjura el miedo, el de la ni?a que guardan muy dentro y el de la adulta que camina de noche, el de una misma y el de todas. ¡°Tener miedo en un pa¨ªs como este no es una opci¨®n¡±, asegura Sof¨ªa.
?Acaso la violencia se combate con violencia?, clamaba estos d¨ªas la jefa de Gobierno de la Ciudad de M¨¦xico, Claudia Sheinbaum. ¡°Abramos ese debate¡±, dec¨ªa. ¡°No creo que eso sea feminismo¡±, rechazaba en alusi¨®n a la pelea de las encapuchadas contra la polic¨ªa.
Debate abierto, no hay nadie entre las consultadas que no comprenda la rabia y el dolor de estas mujeres, que no entienda o justifique que se rompa, que se pinte y que se queme. ¡°Todo esto tiene que ver con las nulas respuestas a las demandas, el nulo cumplimiento de la ley y de la justicia, con pol¨ªticas p¨²blicas desaparecidas, con recursos inexistentes. Por primera vez hay un movimiento que no est¨¢ controlado ni dirigido por nadie¡±, afirma la abogada experta en derechos humanos Patricia Olamendi, de 64 a?os, fundadora de Nosotras tenemos otros datos, quien acusa directamente a los representantes pol¨ªticos de una ¡°persecuci¨®n del feminismo en M¨¦xico, de se?alamientos continuos¡±. ¡°?No dec¨ªa el presidente [Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador] que hay que llegar al origen de las cosas? Pues el origen es la violencia en la que viven las mujeres. Ese es el debate que hay que abrir. ?Por qu¨¦ no disminuyen los feminicidios?¡±.
Las Brujas del Mar es el movimiento feminista de Veracruz que convoc¨® la exitosa huelga nacional femenina el pasado 9 de marzo, un d¨ªa despu¨¦s de la manifestaci¨®n m¨¢s populosa que haya vivido el pa¨ªs el d¨ªa de la mujer. Su vocera, Arusi Unda, coincide en que la radicalizaci¨®n del movimiento responde a ¡°la persecuci¨®n pol¨ªtica¡± a la que est¨¢n siendo sometidas, acusadas de servir a intereses pol¨ªticos. A Unda quisieron relacionarla con el presidente panista Felipe Calder¨®n, como Claudia Sheinbaum ¡°se?al¨® esta semana a Beatriz Gasca¡±, una mujer que don¨® v¨ªveres a las encerradas en la sede de los Derechos Humanos y que fue despedida de su trabajo de inmediato cuando la jefa de Gobierno hizo p¨²blico su nombre ante los medios de comunicaci¨®n. ¡°La lucha feminista se est¨¢ adaptando a las circunstancias y echando a volar. Los pol¨ªticos hablan de violencia, pero no dicen c¨®mo est¨¢ afectando a la psique de las mexicanas que haya 10 asesinadas cada d¨ªa, y encima haya caza de brujas. El Gobierno est¨¢ creando guerreras¡±, dice.
?Se combate la violencia con la violencia? Quiz¨¢ no, pero la violencia solo engendra violencia, y ¡°el discurso del presidente contra algunas de estas mujeres est¨¢ siendo discriminatorio y de odio, muy peligroso. Se habla de infiltradas, son mentiras¡±, responde Olamendi. ¡°Las palabras de un presidente son pol¨ªticas p¨²blicas¡±, sigue la abogada. En ese sentido, es l¨®gico que el rechazo hacia estas j¨®venes haya calado entre la poblaci¨®n, que ve vandalismo donde ellas hablan de lucha y de derechos, de seguridad y de empleo, de integridad f¨ªsica y respeto. ¡°El feminismo nunca fue pac¨ªfico, ninguna revoluci¨®n lo ha sido¡±, sostienen las encapuchadas.
Marta Lamas es una feminista de consideraci¨®n internacional. Ella y otras muchas pusieron en marcha la lucha de las mujeres hace 50 a?os. A sus 73, recuerda: ¡°Sal¨ªamos a la calle y no se nos ocurr¨ªa que podr¨ªamos ser secuestradas, no hab¨ªa feminicidios como ahora, s¨ª hab¨ªa zonas donde el machismo te pod¨ªa hacer pasar un mal rato. Pero el contexto ha cambiado brutalmente y las formas de intervenci¨®n tambi¨¦n¡±, dice cuando se le pregunta si el movimiento se est¨¢ radicalizando. ¡°Entonces sal¨ªamos de la universidad y hab¨ªa trabajo y departamentos para rentar, ahora estamos en un capitalismo que anula las aspiraciones laborales¡±.
En el Gobierno de Vicente Fox, unas cuantas feministas fueron a entrevistarse con la mujer del presidente, Marta Sahag¨²n, quien se interes¨® por sus demandas. ¡°Nos preocupan los feminicidios, le dijimos, y nos respondi¨®: ?los qu¨¦?¡±, recuerda Lamas. ¡°Se?orita extraviada¡±, dec¨ªan entonces los carteles por las calles, con la foto de la desaparecida. ¡°Ahora los secuestros y los feminicidios tienen un car¨¢cter sist¨¦mico, con el narco implicado. Un Gobierno no puede resolver eso, pero s¨ª atender a las v¨ªctimas, con la polic¨ªa y la justicia¡±.
¡°Veo llegar a mis alumnas a la universidad, despu¨¦s de dos horas de viaje en transporte p¨²blico, procedentes de familias en precariedad, con un t¨ªo que las manosea, quiz¨¢ las hayan violado y aqu¨ª comienzan a pensar en todo ello. Tienen la necesidad de ser escuchadas y de legitimar su dolor¡±, prosigue Lamas.
Yanderi S¨¢nchez conoci¨® el machismo a trav¨¦s de una exposici¨®n fotogr¨¢fica donde se llamaba por ese nombre a lo que ella y tantas mujeres estaban viviendo. ¡°Yo ve¨ªa normal que mi abuela le dijera a sus nietas que sirvieran la comida a sus hermanos. Pero ser feminista en M¨¦xico es peligroso, somos muy atacadas. Cuando mi pareja me pegaba, con sangre en la pared, yo le preguntaba por qu¨¦ lo hac¨ªa. Porque quiero pegarte, me respond¨ªa. ?Violencia? Hemos buscado todas las formas posibles para tener justicia y el Gobierno no nos voltea a ver¡±. S¨¢nchez ha sido violada en seis ocasiones por diferentes personas.
En una manifestaci¨®n feminista en M¨¦xico basta acercar el micr¨®fono a alguna de convocadas para encontrar una historia de horror, de golpes, quiz¨¢ de muertes y desapariciones. Yanderi S¨¢nchez, de 35 a?os, se uni¨® al movimiento Ni Una Menos, al que se sum¨® tambi¨¦n Daniela S¨¢nchez, de 37, harta de que su marido le pegara y le maltratara econ¨®mica y psicol¨®gicamente. ¡°Pens¨¦ que al nacer la ni?a¡ pero no, ni siquiera le gust¨® que fuera ni?a¡±. ?l es abogado y ahora est¨¢ preso, pero Daniela vive con miedo a una pronta liberaci¨®n. ¡°Me ha denunciado siete veces¡±. ¡°Claro que tengo miedo. Y hartazgo y repudio y cansancio; te voy a llenar de plomo la espalda, a destazar con mis manos, me dec¨ªa ¨¦l¡±.
?Y los hombres?
Que el movimiento feminista en M¨¦xico se est¨¢ poniendo recio lo observa Arusi Unda no solo en los altercados en la calle, ¡°tambi¨¦n en el separatismo, en la creaci¨®n de espacios libres de hombres, espacios seguros donde compartir entre mujeres propiciados en los ¨²ltimos tiempos debido a la pandemia que ha impulsado las relaciones virtuales¡±, donde es f¨¢cil esa segregaci¨®n.
¡°Ya no me interesa saber si hay hombres buenos o no maltratadores¡±, afirma una de las encapuchadas. ¡°Si te dan una caja de chocolates y te dicen que uno de ellos est¨¢ envenenado, ?te arriesgar¨ªas a comer? El beneficio de la duda es el origen del maltrato, ah¨ª es donde empiezan los feminicidios, la trata, los secuestros, cuando piensas que no lo van a hacer¡±.
¡°La castraci¨®n qu¨ªmica no es suficiente, le cortar¨ªa el pene a cada uno¡±, sugiere Yanderi, cuando recuerda sus violaciones.
¡°M¨¦xico es un pa¨ªs feminicida¡±, sostiene Rebeca bajo el pa?uelo negro que cubre su boca.
¡°No exigimos campos de concentraci¨®n para hombres, solo sentido com¨²n¡±, reclama Nayeli por tel¨¦fono.
Marta Lamas, sin embargo, cree que la pol¨ªtica debe encontrar su camino. ¡°Hay grupos que se sientan a negociar y otros que no quieren. En la toma de la sede de Derechos Humanos veo zonas grises. S¨ª creo que hay algunas filtraciones, influencias pol¨ªticas para desgastar al Gobierno, y conste que yo no comparto la postura del presidente, pero creo que hay otros intereses que tambi¨¦n mueven estas acciones. [En estos movimientos feministas] est¨¢ faltando una parte organizativa, pol¨ªtica, con un pliego de peticiones y una negociaci¨®n. Lo que pasa es que en este pa¨ªs la palabra negociaci¨®n no se ve como di¨¢logo o pacto, sino que est¨¢ connotada como una acci¨®n espuria. Entiendo a esas mujeres que salen a pelear y me entusiasma su energ¨ªa, pero hay que hacer pol¨ªtica. Eso me preocupa¡±. El libro que Marta Lamas acaba de entregar a imprenta se titula Dolor y pol¨ªtica.
Las ¨²ltimas manifestaciones feministas han visto cerrado su paso por un batall¨®n de mujeres polic¨ªa, lo que ha dado lugar a cr¨ªticas desde el Gobierno, que dice no entender qu¨¦ hay de feminismo en pelear contra otras mujeres. ¡°Las ponen a ellas para argumentar despu¨¦s que nos enfrentamos entre nosotras, es una utilizaci¨®n de esas agentes¡±, sostienen las feministas. ¡°La se?ora de derechas que hay dentro de m¨ª me dice que no est¨¢ bien patear a una polic¨ªa, pero mi se?ora pedera, enojada, sugiere que es la ¨²nica forma en que nos van a escuchar¡±, sigue Nayeli por tel¨¦fono. ¡°Porque hemos llamado a la puerta del presidente y no nos ha recibido¡±.
Cuando estas mujeres se ponen la capucha conjuran el miedo. ¡°No nos vamos a callar, no tenemos miedo, mis amigas est¨¢n conmigo, llegaremos hasta donde topemos, siempre adelante. Estamos haciendo reaccionar a los pol¨ªticos. Algunos incluso nos dicen que sigamos haciendo ruido, que viene bien para que sus jefes escuchen. Tambi¨¦n han cambiado las cosas entre nosotras, ahora veo a las mujeres m¨¢s seguras, unidas y empoderadas¡±, afirma Flor en la casa okupada.
¡°Los que tienen miedo ahora son ellos [los representantes pol¨ªticos]. Evitan nombrarnos y cuando lo hacen es para descalificarnos y poner a la sociedad en nuestra contra. Quieren hacer creer que las feministas son locas que van a pegar a otras mujeres¡±, a?ade Arusi Unda.
La Red Nacional donde se agrupan mediante redes sociales miles de mujeres y organizaciones en M¨¦xico ha montado un grupo de expertas en tecnolog¨ªa, las ciberfeministas, que cuida de que lo que se dicen en esos foros no llegue a manos de la inteligencia pol¨ªtica y las defienden de ataques organizados en Internet. ¡°Nos intimidan en redes sociales, nos inventan nexos con empresas o partidos¡±, asegura Unda. Pero se est¨¢n organizando.
En la sede okupa, ahora refugio de maltratadas, las cinco encapuchadas se abrazan para la foto. Se dedican cuidados y mimos, se sienten seguras y en su casa. ¡°El miedo ha cambiado de bando¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.