La muerte sobrevuela la lucha libre
Este deporte se est¨¢ radicalizando en modalidades muy espectaculares que elevan el riesgo de accidentes inesperados sobre la lona
Debajo de las m¨¢scaras de los luchadores mexicanos tambi¨¦n asoma el rostro del hambre. Son pocos los que pueden vivir de sus golpes acrob¨¢ticos gracias a un empleo fijo en una empresa de programaci¨®n estable. Muchos malviven como los antiguos maletillas taurinos de espect¨¢culo en espect¨¢culo, lejos de casa, con largos viajes en autob¨²s sin dormir como es debido. Un d¨ªa alguien se fijar¨¢ en ellos y la fama tocar¨¢ a la puerta. Para eso hay que llamar la atenci¨®n, saltar m¨¢s alto, voltear m¨¢s veces. Volar. La ¨²ltima muerte que ha tenido que lamentar este deporte fue la del Pr¨ªncipe A¨¦reo, un joven de 23 a?os que se desplom¨® en el ring en octubre ante la impotencia de su adversario y sus colaboradores. No hay empresa de seguros que proteja con su capital la vida de estos atletas, demasiado riesgo. La pandemia de coronavirus ha cerrado las funciones, un ahogo del que ahora empiezan a sacar cabeza con aforos reducidos. El ¨²ltimo golpe.
Sin que alcance un siglo de existencia, la lucha libre es uno de los atractivos tur¨ªsticos de M¨¦xico y las m¨¢scaras de estos gladiadores son objeto de mercadotecnia como las camisetas de los grupos de rock. Con una est¨¦tica importada de los Estados Unidos, estos superh¨¦roes de barrio garantizaban un pr¨®spero mercado en los a?os cincuenta, pero las luces no siempre estuvieron encendidas. ¡°Hubo rachas en que la lucha casi desapareci¨®, por ejemplo, tras el terremoto del 85, con las crisis econ¨®micas, la falta de figuras. Despu¨¦s volvieron los brillos y la lucha ha sido declarada incluso patrimonio cultural en la Ciudad de M¨¦xico¡±, cuenta el doctor en Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa Jos¨¦ ?ngel Garfias Fr¨ªas. Despu¨¦s lleg¨® la pandemia; y un fin de semana de octubre, la muerte visit¨® de nuevo un deporte que se ha radicalizado en modalidades extremas.
En algunas arenas chicas, compa?¨ªas independientes ofrecen espect¨¢culos que rozan la astracanada. Los luchadores se golpean con l¨¢mparas, caminan sobre vidrios, se agreden con metales punzantes o se estrellan mesas mientras reciben como un chaparr¨®n los gritos e insultos del p¨²blico que parece ensayar la expiaci¨®n colectiva de una ramplona vida diaria. Los luchadores escriben el guion de sus personajes sobre el cuadril¨¢tero, ensayan cada movimiento de sumisi¨®n y cada osado salto. Con la pandemia, lo que en la vieja realidad eran ovaciones son ahora unos pocos gritos. Retumban los porrazos de los cuerpos sobre la lona. Combinan el deporte de alto rendimiento y las artes esc¨¦nicas para dar un espect¨¢culo donde lo ¨²nico que no se oculta es el dolor. Los golpes, las fracturas y otros da?os les acompa?ar¨¢n hasta la jubilaci¨®n, normalmente desamparada. As¨ª es la lucha.
Pero antes de llegar a la edad tard¨ªa, hay quien se pregunta si estos competidores est¨¢n recibiendo la atenci¨®n necesaria en la arena, a la que tambi¨¦n suben adolescentes. Cada Estado tiene su propio reglamento, son muy parecidos, pero no iguales, por ejemplo en lo que respecta a la edad de los luchadores o los a?os de experiencia previa antes de debutar. Hay p¨¢rrafos que aparecen copiados de un reglamento a otro, como el que se refiere a la obligaci¨®n de contar con una enfermer¨ªa que tenga ¡°todo lo necesario para una pronta y esmerada atenci¨®n¡± as¨ª como ¡°medicamentos e instrumental m¨ªnimo indispensable¡± para una emergencia. Tambi¨¦n se mencionan en estos documentos los ex¨¢menes m¨¦dicos obligatorios para los luchadores. El problema es que esto no siempre es de f¨¢cil cumplimiento en el caso de las empresas peque?as.
¡°Los ingresos de taquilla son limitados. Lo que se obtiene se reparte entre los luchadores, la log¨ªstica, el permiso con las autoridades. Lo que sobra se destina para contratar un m¨¦dico y una ambulancia¡±, dice Omar Palacios, m¨¦dico del Consejo Mundial de Lucha, una de las empresas m¨¢s solventes del gremio. En esos casos, el dilema de los organizadores es dram¨¢tico: pagar a un m¨¦dico o a un luchador. ¡°Es una apuesta a lo incierto porque hay veces que en las funciones no ocurre nada y otras en las que parecen un hospital¡±, asegura Palacios. En su empresa, que gestiona una de las grandes arenas de M¨¦xico, todos los servicios existen, no as¨ª en las arenas chicas.
Los reglamentos est¨¢n en el lado oscuro. Los estudiosos de la lucha libre se quejan de que el acceso a estos documentos es dif¨ªcil. El presidente de la Comisi¨®n de Lucha Libre de Ciudad de M¨¦xico, Alc¨¢ntar Mazo, se pone a la defensiva con solo mencionarle la palabra reglamento. ¡°?Qu¨¦ reglamento? El que quiera que lo tenga y el que no, que no lo tenga. La lucha libre es igual en todo el mundo y todos los luchadores de la rep¨²blica lo saben¡±, dice atropellado y en voz alta. Cuando se le pregunta por la pertinencia de una ley nacional, afirma: ¡°Lo hablaremos en la siguiente oportunidad¡±, que viene a ser un no como una catedral. Despu¨¦s reta: ¡°?Y qui¨¦n lo va a hacer?¡±. La conversaci¨®n por tel¨¦fono revela un tono rudo y aunque este antiguo luchador llevara la m¨¢scara, se adivinar¨ªa el enfado en su rostro. Le llaman El Fantasma.
Para el abogado Jalil del Carmen Clemente, que preside la Asociaci¨®n Mexicana de Altos Estudios de Lucha Libre (Amaell), es indudable que este deporte necesitar¨ªa un eje rector y cada comisi¨®n deber¨ªa tener fuertes nexos con los institutos estatales del Deporte. ¡°Pero ni siquiera sabemos qu¨¦ Estados tienen comisi¨®n de lucha libre¡±, lamenta. ¡°Cuando tratamos de hacer estudios comparativos, por ejemplo, topamos con la pared¡±. Y no alcanza a entender el oscurantismo alrededor de unos documentos que deber¨ªan ser p¨²blicos por pura l¨®gica: ¡°Este es un deporte muy querido, no entiendo el recelo¡±. ¡°No est¨¢ bien regulado en la Ley Federal de Cultura F¨ªsica y Deporte¡±, se queja Del Carmen. Antes, El Fantasma se ha negado a dar a conocer el reglamento oficial de la comisi¨®n de Ciudad de M¨¦xico a no ser que se visite la sede. No se f¨ªa de que la periodista sea periodista, dice.
Con reglamento o sin ¨¦l, todos saben que en las arenas chicas, muchos de los art¨ªculos son de dif¨ªcil cumplimiento. Manda la econom¨ªa y la crisis sanitaria no ha puesto las cosas m¨¢s f¨¢ciles. El propio Fantasma estuvo repartiendo v¨ªveres entre los luchadores m¨¢s necesitados en estos meses.
La pandemia ha elevado los riesgos. ¡°Si no hubo trabajo, tampoco hubo cuidado en la alimentaci¨®n, ni en el entrenamiento¡±, dice el m¨¦dico Palacios. ¡°Hay luchadores que llevan giras de 20 d¨ªas seguidos, que no han visto a su familia, que duermen mal porque viajan de cami¨®n en cami¨®n. El muchacho [Pr¨ªncipe A¨¦reo] no tuvo la culpa. Si no tuvo dinero para comer, ?acaso va a tener dinero para hacerse una evaluaci¨®n m¨¦dica?¡±.
¡°Estos accidentes han pasado siempre, pero algunas muertes no se deben a los golpes. La comisi¨®n estatal de lucha tendr¨ªa que vigilar que en las arenas chicas haya responsables a pie del ring para actuar de inmediato si hay un accidente¡±, exige Tony Salazar, que fue luchador y hoy, a sus 71 a?os entrena a una cuarentena de muchachos. Dice que cada arena deber¨ªa tener de antemano ¡°un hospital predeterminado, el m¨¢s cercano¡±, que desconocer cu¨¢l es no se convierta en un inconveniente cuando el reloj se ha puesto a descontar cada minuto para salvar una vida. Tony ha sido uno de los afortunados que ha podido vivir de la lucha, sufriendo al principio, ¡°como todos¡±, pero pudo emplearse finalmente en la que hoy sigue siendo su empresa, el Consejo Mundial de Lucha. Se sabe bien las lesiones m¨¢s comunes, ¡°las clav¨ªculas zafadas al caer mal sobre la lona, la dislocaci¨®n de tobillos, rodillas¡±. Aunque a veces el hueso atraviesa la piel y toca ver heridas abiertas, reconoce. Sin embargo, a pesar de lo aparatoso de estas peleas, ¡°las muertes son m¨ªnimas¡±, asegura.
Este deporte, que en ocasiones no ofrece un espect¨¢culo m¨¢s edificante que el del coliseo romano o las antiguas peleas aztecas, en donde busca sus or¨ªgenes, est¨¢ rodeado de un misticismo que se transmite de padres a hijos como una misi¨®n que hay que cumplir. Es una tradici¨®n y una devoci¨®n donde la muerte es solo un elemento m¨¢s. ¡°En la arena, el p¨²blico hace su catarsis, es como una terapia para los all¨ª reunidos, gentes de toda clase social, econ¨®mica, edad¡±, explica Garfias Fr¨ªas, tambi¨¦n profesor en la UNAM. ?l mismo fue luchador y es capaz de trazar un perfil detallado de sus colegas: ¡°Tienen un af¨¢n autodestructivo, sufren, batallan, saben c¨®mo suben [al ring] pero no c¨®mo bajar¨¢n, aunque todos vuelven una y otra vez. Es una m¨ªstica casi religiosa¡±. Casi martirolog¨ªa. Pero no solo les anima eso: los aplausos y el ¨¦xito son agua fresca para muchos de estos j¨®venes salidos ¡°de colonias humildes, con escaso nivel formativo¡± que miran con los ojos llenos de futuro a aquellos que triunfaron. ¡°Son h¨¦roes de barrio muy admirados. Como los toreros, arriesgan la vida, pero no solo por dinero¡±, explica Garfias Fr¨ªas. Cuando ¨¦l se enfund¨® la m¨¢scara le llamaban El Acad¨¦mico. ¡°Y aquello lo apreciaban m¨¢s que un doctorado universitario¡±, se r¨ªe.
Para los ojos extra?os, la lucha mexicana puede parecer por momentos una charlotada, pero los aficionados persiguen cada gesto y valoran en su ejecuci¨®n ¡°la belleza, la valent¨ªa, el riesgo y la performance¡±. Detr¨¢s de todo ello est¨¢n tambi¨¦n quienes hacen un dinero que no siempre llega al luchador y una ¡°fuerte tradici¨®n din¨¢stica¡± que abre paso o se lo impide a quienes quieren triunfar a pesar de no tener un padrino. Estos dar¨¢n las vueltas m¨¢s altas, se aventar¨¢n desde un tercer piso con tal de abultar el espect¨¢culo. As¨ª era el Pr¨ªncipe A¨¦reo, volaba por encima de las cabezas hasta aterrizar calculadamente sobre el ring. Estos atletas voladores est¨¢n cobrando fuerza en la lucha. El riesgo no ha hecho m¨¢s que comenzar.
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