J?tsuk. Nuestro ambientalismo se llama defensa del territorio
El capitalismo est¨¢ llevando a nuestro planeta a un punto de no retorno que nos trae muerte y pone en peligro nuestra existencia
Durante el verano de 2009, comenc¨¦ un recorrido a pie que dur¨® casi tres meses. El objetivo de lo que llam¨¦ la Ruta Ayuujk fue recorrer las comunidades de la Regi¨®n Mixe al noroeste de la capital del estado de Oaxaca, conocer los antiguos caminos que a¨²n segu¨ªan abiertos a pesar de que las carreteras hab¨ªan marcado otras rutas. Durante esos d¨ªas extraordinarios y de intenso aprendizaje, evit¨¦, todo lo que pude, caminar sola en el bosque al anochecer. Con el paso de los d¨ªas, fui relajando las medidas de precauci¨®n hasta que una noche me vi dentro de un bosque de ocotes y encinos en medio de una intensa tormenta de verano. Las historias antiguas me hab¨ªan ense?ado que los ocotes son excelentes pararrayos, el marido de mi t¨ªa tatarabuela Guadalupe se hab¨ªa quedado dormido al pie de un ocote despu¨¦s de haber consumido pulque en el tianguis, de regreso a su rancho prefiri¨® dormir un poco antes de seguir el camino. Ah¨ª lo dejaron unos amigos que se adelantaron y ah¨ª hallaron despu¨¦s sus restos entre los escombros del ocote carbonizado y partido a la mitad por el rayo. Son muchas las historias familiares que involucran la potencia de los rayos y que podr¨ªa contarles para demostrarles fehacientemente el temor que sent¨ª de hallarme en una situaci¨®n as¨ª. Los rayos iluminaban el bosque y mi rostro mojado de terror, los truenos generaban olas en la corteza de la tierra que me hac¨ªan trastabillar adem¨¢s de los golpes de una copiosa lluvia. En medio de una situaci¨®n desesperada, comprend¨ª de una manera in¨¦dita por qu¨¦ rendimos culto a la naturaleza. Record¨¦ las palabras que empleaban los mayores para pedirle a la naturaleza que atemperara su rigor y las f¨®rmulas con las que se solicitaba que, al realizar trabajos en bosques nuevos, la naturaleza guardara en su seno a los animales m¨¢s ponzo?osos mientras durara nuestra incursi¨®n: ¡°guarda a los animales que has creado, a los que nos pueden morder, a los que nos pueden matar, guarda a tus entes, permite que podamos estar, tambi¨¦n somos tus creaturas¡±. Podr¨ªamos decir que la parte medular de la cosmovisi¨®n ayuujk consiste en leer el territorio como un ente vivo del que somos parte, estamos a merced de sus ciclos y un movimiento fuerte de su lomo tiene la potencia de desaparecernos.
Estas ideas contrastan fuertemente con la manera en la que ciertos ambientalismos narran la naturaleza. Coincidimos en el diagn¨®stico, el capitalismo est¨¢ llevando a nuestro planeta a un punto de no retorno que nos trae muerte y pone en peligro nuestra existencia. Todas las luchas y movimientos sociales se perfilan de una manera distinta dentro de este escenario porque la crisis clim¨¢tica lo trastoca y trastocar¨¢ todo. Los segmentos de la poblaci¨®n mundial que menos han contribuido a esta crisis sufrir¨¢n m¨¢s los efectos que aquellos segmentos de la poblaci¨®n que m¨¢s se han beneficiado de destruir el plantea. Una parte importante de esta crisis est¨¢ sustentada en una idea que subyace a todo el discurso del desarrollo y del progreso capitalista: la idea que separ¨® tajantemente la naturaleza de la humanidad. La naturaleza se convirti¨® en una fuente de insumos, de recursos naturales transformados en mercanc¨ªa. Ante la presente y urgente crisis, desde la tradici¨®n occidental, hay varias respuestas que se han englobado bajo la categor¨ªa de ¡°ambientalismo¡± o ¡°ecologismo¡±. Esa categor¨ªa oculta, sin embargo, posturas muy distintas e incluso contrastantes por lo que hay que tener bastante cuidado al momento de acercarse. Ahora quisiera centrarme en la mejor tradici¨®n ambientalista y ecologista occidental, no aquella que coquetea con el ecofascismo ni las que plantean soluciones t¨¦cnicas solo para perpetuar el modo de producci¨®n capitalista. Dentro de los movimientos ambientalistas genuinamente preocupados por la crisis clim¨¢tica, la idea de que la naturaleza es un ente, endeble ya, que debe ser rescatado y cuidado por la humanidad se inscribe en la l¨®gica occidental que separa naturaleza de humanidad. En muchos casos esta separaci¨®n sigue latiendo en estos movimientos. La humanidad abstra¨ªda de la naturaleza, en medio de esta crisis, necesita proteger a esa naturaleza que antes trat¨® como insumo. Aunque la intenci¨®n es opuesta la separaci¨®n inicial no se anula: ahora habr¨¢ que cuidar aquello que antes aprovechamos, aquello que es lo contrario a la cultura, a la humanidad, a ese otro que es la naturaleza para occidente.
Tal vez por esa raz¨®n, el ambientalismo de tradici¨®n occidental ha tenido dificultades en insertarse en otras l¨®gicas de lucha contra la destrucci¨®n del planeta. Mientras que ciertos ambientalismos se basan a¨²n en la idea de la naturaleza como un otro en peligro a quien cuidar, otras tradiciones parten del principio de que la humanidad es naturaleza, es un animal m¨¢s del ecosistema, por decirlo de alg¨²n modo. Los territorios de los pueblos ind¨ªgenas han sido y siguen siendo objeto de despojo para poder ser convertidos en mercanc¨ªas, en recursos naturales o en insumos para el desarrollo; este despojo est¨¢ indisolublemente ligado a la crisis clim¨¢tica. La resistencia al despojo de nuestros territorios, que no ha parado desde hace quinientos a?os, se ha convertido en estos momentos del capitalismo en una lucha en contra de la crisis clim¨¢tica tambi¨¦n. La defensa del territorio desde los pueblos no occidentales, las luchas contra las mineras, contra los megaproyectos extractivistas, se realizan inscritos en la l¨®gica de que la naturaleza somos tambi¨¦n nosotros. Por eso aqu¨ª el ambientalismo se pronuncia defensa del territorio. Y ante la crisis clim¨¢tica, urgen los encuentros y las conversaciones entre ambientalistas y defensores del territorio. No tenemos mucho tiempo. ?se es ahora el tema.
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