Tula, despu¨¦s de las inundaciones: ¡°Se oye horrible el r¨ªo, se quiere llevar las casas¡±
Los equipos de salvamento rescatan a los ¨²ltimos vecinos atrapados y hacen frente a la destrucci¨®n que dej¨® el desbordamiento del cauce
El veh¨ªculo anfibio desciende despacio la cuesta llena de lodo e ingresa con sus ruedas gigantes en el agua. En esta calle, paralela al r¨ªo Tula, cuesta imaginarse una acera, una se?al, un felpudo. La imagen es la misma a cada tramo: campa a sus anchas el l¨ªquido marr¨®n que lo ha ocupado todo. En Tula de Allende, en el Estado de Hidalgo, ya no hay metros, la medida la marca ahora hasta d¨®nde llega el nivel agua tras las inundaciones. Se trata de la peor cat¨¢strofe de los ¨²ltimos 40 a?os del municipio, con un saldo de 17 fallecidos y 10.000 evacuados. El ruido y la furia del r¨ªo solapan las instrucciones de los integrantes de este cami¨®n de salvamento de la Secretar¨ªa de la Marina. A gritos, de repente, una mujer menuda pide comida y bebida desde el balc¨®n de una casa aislada de cualquier tierra firme. Se unen a la petici¨®n sus dos vecinos j¨®venes: ¡°No podemos salir¡±. Los rescatistas apuntan la solicitud. Ya va en camino la ayuda.
Desde primera hora de la ma?ana del mi¨¦rcoles, en un vasto dispositivo en el que se mezclan miembros del Ej¨¦rcito, la Marina, la Guardia Nacional, la Cruz Roja, los bomberos y las polic¨ªas, se recorren las zonas donde nadie ha podido entrar ni salir desde hace dos d¨ªas. Buscan en lancha, helic¨®ptero y camiones a vecinos atrapados y necesitados. En la noche del lunes, las lluvias incansables terminaron por colapsar las presas Endh¨® y Requena, y desbordaron los r¨ªos Tula y Rosas. La crecida fue muy r¨¢pida, en cuesti¨®n de 20 minutos alcanz¨® los dos metros. El centro de la ciudad, flanqueado por los dos r¨ªos, qued¨® bajo el agua. En el hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), situado a unos 100 metros del cauce del Tula, se colaps¨® la red el¨¦ctrica al entrar el agua. De los 56 pacientes ingresados, 17 de ellos, enfermos graves de coronavirus, fallecieron al perder la ventilaci¨®n asistida. No hay otras v¨ªctimas localizadas. La inundaci¨®n afect¨® a nueve colonias y m¨¢s de 31.000 personas.
A la casa de do?a Vero la lluvia le tir¨® las paredes y estas al caer hicieron explotar el tanque de gas. La vivienda estall¨®. Ella y su sobrina est¨¢n ahora con una familiar. Orqu¨ªdea Flores no fue ayer ni ir¨¢ ma?ana a vender sus chacharitas en el tianguis: su hogar se convirti¨® en una isla rodeada de agua y su hijo se niega a abandonarlo, empe?ado en defender lo ¨²nico que tienen. Ahora las mujeres de la familia se preparan para vivir al menos durante 15 d¨ªas en una bodega rosa, sin electricidad, que se ha reconvertido en albergue. Mar¨ªa Hern¨¢ndez se pregunta qu¨¦ va a pasar ma?ana mientras acuna en brazos a su hijo Leonardo, de tres a?os. Se ha quedado sin vivienda y sin negocio. ¡°Se oye horrible el r¨ªo, se quiere llevar las casas¡±, pens¨® cuando empez¨® todo. ¡°Esperamos que el Gobierno nos escuche. Los vecinos de la zona lo hemos perdido todo¡±. Nadie lleg¨® a rescatar a Yasmina Areli, a sus hijas y su madre. Pasaron 24 horas en la azotea de su edificio, en la colonia Leandro Valle, provistas solo de un poco de leche. Ya de noche, cansadas de esperar una ayuda que nunca lleg¨®, caminaron por el agua hasta encontrar un refugio municipal, donde ahora esperan. Lo ¨²nico que Fausta Aguirre pudo rescatar de la ci¨¦naga que un d¨ªa fue su hogar fueron tres mantas: ¡°No vamos a recuperar nada, pero estamos con vida y podemos trabajar. No nos va a quedar otra¡±.
Misi¨®n: llegar a La Mora, una colonia aislada y pobre
El escuadr¨®n de rescate, formado por dos convoyes repletos de personal, se abre paso por un camino que serpentea entre cerros. Una parada es para recoger ollas de arroz y frijoles que un grupo de vecinos ha preparado para los que se quedaron atrapados en lo alto del monte, otra para la ropa donada o para dar media vuelta porque la profundidad del agua es infranqueable. El objetivo es llegar hasta La Mora, una colonia pobre, peque?a y apartada, encajada entre una colina salpicada de nopales y el r¨ªo Tula. Una vez all¨ª hay que localizar un hueco para que aterrice el helic¨®ptero gris cargado de insumos de las Fuerzas A¨¦reas. Las inundaciones han provocado que la ¨²nica forma posible de llegar sea por aire o a trav¨¦s de este sendero estrecho por el que a duras penas pasan los camiones. En un predio, conocido como El Rastro, los militares hacen la divisi¨®n de los v¨ªveres ¡ªen este mont¨®n va el papel higi¨¦nico y en el otro, los pijamas de beb¨¦¡ª, mientras ignoran a los tres gorrinos que salvaron ayer del rancho: ¡°Tambi¨¦n iban a morir ahogados¡±.
Por la calle de tierra que sirve de eje principal de esta comunidad, Arturo Acevedo, de 59 a?os, arrastra una carretilla que le ayuda a cargar su trozo del reparto. Vive en una casa de dos alturas y fachada azul. La planta baja est¨¢ completamente inundada. Han trasladado a la parte de arriba, que est¨¢ a medio construir, el mobiliario revuelto y los electrodom¨¦sticos que les dio tiempo a salvar antes de que el agua les invadiera. Acevedo y uno de sus hijos son los ¨²nicos que permanecen en la vivienda por miedo a los saqueos: ¡°No queremos que nos quiten lo poquito que tenemos¡±. Adem¨¢s, quieren quedarse para ayudar: entre varios vecinos de La Mora se est¨¢n organizando para hacer patrullas de vigilancia y montar con una carpa un albergue improvisado en lo alto del monte. Trata de relativizar la tragedia: ¡°Si perdemos todo es lo de menos mientras sigamos vivos¡±. Solo tiene una queja ante la ayuda prestada por los organismos oficiales: ¡°Lo ¨²nico que nos ha faltado es informaci¨®n¡±.
Desde que el lunes empez¨® a llover y los grupos de WhatsApp se llenaron de alertas y rumores, muchos vecinos de esta colonia decidieron pasar la noche en lo alto del cerro. Hasta ah¨ª arriba no llega el agua, pensaron. Llevan desde entonces subiendo y bajando la colina, movidos por el miedo y la incertidumbre. Un correcalles que les empieza a pasar factura f¨ªsica y mentalmente. En un sal¨®n con suelo de cemento y estanter¨ªas plagadas de estampas religiosas, dos param¨¦dicos de la Cruz Roja dan consejos al hijo de Sof¨ªa Hern¨¢ndez para sobrellevar el ataque de p¨¢nico que est¨¢ sufriendo. La familia de Hern¨¢ndez ya no aguanta m¨¢s, y carga sus posesiones en un todoterreno viejo, listos para dejar atr¨¢s La Mora.
Pronto llega la siguiente misi¨®n de rescate: hay que convencer a un se?or mayor de que abandone el hotel El Rey, donde se ha atrincherado como el ¨²ltimo habitante, en la zona c¨¦ntrica que las inundaciones han convertido en cr¨ªtica. El convoy de la Marina pasa por calles anegadas que antes eran avenidas principales y por farmacias que han sido pasto de la rapi?a. La operaci¨®n termina con ¨¦xito, pero hay que evacuar de emergencia la zona. En breves momentos abrir¨¢n las compuertas de la presa Endh¨®¡ªlas autoridades temen que con tanta agua acumulada pueda llegar a romperse¡ª, y todas las ¨¢reas del barrio que quedaban secas volver¨¢n a estar sumergidas.
Comienzan a sonar sirenas, pitidos y una retransmisi¨®n radiof¨®nica que urge a abandonar toda la colonia del centro. Soldados del ej¨¦rcito se mueven fren¨¦ticos por la avenida, dando y recibiendo ¨®rdenes, avisando casa por casa. No saben hasta d¨®nde llegar¨¢ el agua esta vez. Temen que se produzca un deslave. Los vecinos, cargados con sus mascotas y los escasos bienes que han conseguido rescatar con tan poco aviso, corren y se unen a las largas filas de motos, coches y camiones que tratan de escapar, por tercera noche consecutiva, del agua de Tula.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.