Alegor¨ªa de un pa¨ªs que aguarda los s¨¢bados
Un relato mediante el cual el autor busca entender y dimensionar una realidad a la que no solo se puede acceder mediante las ideas
Todos estos son juguetes de Manuel.
Eran juguetes de Manuel, me corrige mam¨¢. Que no son, que eran, porque ahora son m¨ªos.
Me los hered¨® cuando ¨¦l dej¨® de usarlos. Dej¨® es dejar, pero antes. En el pasado. Que es lo que mam¨¢ me ha estado ense?ando, aunque hay cosas que no aprendo.
Eran y son y ser¨¢n, vaya revoltura de tiempos. ?Hoy es s¨¢bado?, pregunto, mejor. No, hoy apenas es martes, me dice mam¨¢. Y luego dice que eso ya deber¨ªa saberlo, que para eso pusieron el calendario en la pared.
No s¨¦ por qu¨¦ complicarse as¨ª la vida, con todo eso de los d¨ªas. Pero peor con eso de los tiempos. Si uno siempre es uno, siempre est¨¢ aqu¨ª. Est¨¢ ayer y est¨¢ hoy y est¨¢ ma?ana. Digan lo que digan, es as¨ª o yo creo que as¨ª es como es.
Manuel est¨¢ ayer y est¨¢ hoy y est¨¢ ma?ana, le digo a mam¨¢ para que no me siga ense?ando, porque aprender es muy cansado. Lo m¨¢s cansado de todo. M¨¢s cansado que salir a la calle y correr, porque el cuerpo quiere correr y no hay c¨®mo dejarlo sentado, c¨®mo aquietarlo.
Manuel est¨¢ ayer y est¨¢ hoy y est¨¢ ma?ana, le repito a mam¨¢, quien, por alguna raz¨®n, en lugar de enojarse, se echa a llorar. Se tapa la cara con las manos y llora, como llora ayer y llora hoy y llora ma?ana, estoy seguro.
Mi cuerpo y yo, casi siempre, queremos cosas distintas, le digo a mam¨¢, para decirle otra cosa. Para que deje de llorar, en realidad, aunque haga coraje.
Y, claro, se enoja. Porque eso, me dice, tambi¨¦n necesito entenderlo: que mi cuerpo y yo no podemos querer cosas distintas.
O que podemos, pero que tenemos que ponernos de acuerdo.
?Hoy s¨ª es s¨¢bado?
Se?alando el calendario, mam¨¢ pregunta: ?qu¨¦ dice ah¨ª?
Ah¨ª dice que es mi¨¦rcoles. Que es mi¨¦rcoles y que vamos a ir por Manuel, le respondo a mam¨¢, sintiendo que mi cuerpo se calienta.
Y como mi cuerpo se calienta, repito: dice que hoy no iremos por mi hermano. Al escucharme, mi cuerpo hierve y rompe el acuerdo que firmamos en la noche.
Cuando hiervo, corro. Justo antes de salir, mam¨¢ nos detiene en la puerta, a mi cuerpo y a m¨ª. Y aunque nos sienta en la silla que tiene correas, aunque nos amenaza, aunque yo entiendo que ah¨ª debo estar, mi cuerpo insiste en moverse.
No le gusta quedarse en un solo lugar, no le gusta permanecer amansado. Por suerte, antes de que empiece a sacudirme los brazos, antes de que empiece a patear el aire, mam¨¢ lo amansa con las pastillas que el doctor nos mand¨®.
Es como apagar la hornilla debajo del agua, pienso. Como poner la palanca del coche de pap¨¢ en la N, para bajarse a pelear con otro pap¨¢.
A Manuel nunca le mandaron pastillas, le digo a mam¨¢ cuando mi cuerpo por fin est¨¢ tranquilo, deseando lastimarla.
Y claro, lastimada, mam¨¢ cierra los ojos y aprieta los dientes, pero no llora.
A veces mi lengua tambi¨¦n quiere otra cosa.
Una cosa que no quiero yo ni tampoco quiere mi cuerpo, le digo a mam¨¢, para pedirle perd¨®n por lo de ayer.
Luego le pregunto si hoy ya es s¨¢bado, porque no aguanto m¨¢s, porque extra?o mucho a mi hermano, porque quiero ver a Manuel, despertar a su lado.
Mam¨¢ arranca el calendario de la pared y me lo lanza a la cara. Estoy harta, me dice. Estoy agotada. Sabes de sobra que hoy es jueves, a?ade enojada, gritando. Mi lengua, entonces, se siente retada.
?Contigo nunca es s¨¢bado!, ?contigo el d¨ªa que quiero nunca es hoy!, asevera mi lengua, sin pedirme permiso. Con pap¨¢, en cambio, siempre es ese d¨ªa, el d¨ªa que vamos a buscar a mi hermano. Porque pap¨¢ si quiere a Manuel, porque pap¨¢ y yo s¨ª lo queremos, insiste mi lengua, escupiendo la maldad que hay en ella.
Mi lengua sabe cosas que no sabemos ni yo ni mi cuerpo. Es una esponja, mi lengua. Aprende en minutos todo lo que no aprendemos nosotros. Ninguna lecci¨®n le cuesta trabajo. Conoce palabras que ni siquiera entendemos yo y mi cuerpo, pienso mientras mam¨¢ gira y se aleja.
Entonces escucho sus pasos en el pasillo, cada vez m¨¢s lejos. Hasta que la oigo, a mam¨¢, cuyo cuerpo s¨ª es de ella, s¨ª es ella misma, pues se hacen caso, al final, subiendo los pelda?os de la escalera.
?C¨®mo puedes pensarlo?, ?c¨®mo puedes decirlo?, nos pregunta mam¨¢ desde lejos, con la voz rota por la tristeza.
Avergonzado, rega?o a mi lengua. Y pienso: ojal¨¢ tambi¨¦n hubiera una pastilla que te hiciera callarte.
Pero para mi lengua no existen pastillas.
?Ya s¨®lo falta hoy!
?Ya s¨®lo falta hoy porque hoy por fin es viernes!, le digo a mam¨¢, se?alando el calendario que sigue en el suelo.
Ma?ana buscamos a Manuel, insisto emocionado y contento, porque mi lengua, mi cuerpo y yo estamos emocionados y contentos, no porque queramos que ella deje de estar enojada.
Incluso nos tomamos, felices, la pastilla. Y felices, tambi¨¦n, tomamos la clase que nos toca los viernes. Es la m¨¢s complicada de todas. Las matem¨¢ticas se nos atragantan, se le atragantan incluso a mi lengua. Pero hoy es viernes y estamos contentos, as¨ª que aguantamos. Soportamos incluso la ropa del viernes.
Este su¨¦ter es de Manuel, por eso me aprieta, por eso me asfixia, le digo a mam¨¢ antes de resolver el ejercicio que tengo delante. Era de Manuel, era el su¨¦ter de tu hermano, responde mam¨¢, te lo hered¨® cuando dej¨® de quedarle. Aunque ahora, est¨¢ claro, tampoco te queda.
No me aprieta por eso, le digo a mam¨¢, me aprieta distinto. Me aprieta porque ¨¦l no lo usa, porque ¨¦l tendr¨ªa que usarlo, pero no puede, quiero decirle, para herirla, pero es viernes y callo. Dej¨® es dejar, pero antes, eso es lo que digo.
Lo has entendido, por fin lo est¨¢s comprendiendo, me dice mam¨¢, orgullosa y sonriendo. No sabe que, si yo quisiera, ella estar¨ªa llorando.
Pero hoy es viernes. Es viernes y ma?ana, tal vez, vuelva a ver a mi hermano.
Todas estas son las cosas de Manuel.
Eran las cosas de Manuel, me corrige mam¨¢, mientras los perros las olfatean.
Las usamos todos los s¨¢bados, igual que a los perros. Usar es usaste y usar¨¢s, pero en este momento.
Emocionado, mi cuerpo corre detr¨¢s de los perros, aunque me gritan que no, aunque le digo, yo tambi¨¦n, que espere, que no aguantar¨¢, que no aguantaremos su ritmo, que es mejor acompa?ar a pap¨¢ y a mam¨¢.
?Por all¨¢¡ se metieron por all¨¢¡ entre esos matorrales!, grita mi lengua, en el momento en que mi cuerpo obedece. Cuando nos detenemos, pues, a esperar que nos alcancen los mayores, que pap¨¢, mam¨¢ y el resto de los padres y las madres lleguen al sitio en que estamos.
Los perros se metieron ah¨ª, decimos yo y mi lengua y mi cuerpo, observando los matorrales, que todav¨ªa se sacuden. Qu¨¦ bueno que no los siguieras, me dice mam¨¢, sonriendo con una sonrisa que no es verdadera.
Qu¨¦ bien que por fin lo entendiste, a?ade pap¨¢ poco despu¨¦s, con los ojos inyectados y poniendo en mis manos la pala m¨¢s chica.
Ojal¨¢ hoy, que no es ayer ni ma?ana, podamos usarla. Quiero a mi hermano.
No quiero seguir heredando.
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