Dentro del ¨²nico edificio de Mies van der Rohe en Latinoam¨¦rica
El presidente de Bacard¨ª encarg¨® al arquitecto alem¨¢n el dise?o de las oficinas de la compa?¨ªa en M¨¦xico despu¨¦s de que la empresa dejara Cuba tras la revoluci¨®n de 1959
A finales de 1958, Ludwig Mies van der Rohe fue recibido por ¡°al menos 100 arquitectos¡± en el aeropuerto de M¨¦xico. La mano derecha del arquitecto alem¨¢n, Gene Summers, viajaba con ¨¦l en el avi¨®n y as¨ª record¨® el episodio muchos a?os despu¨¦s en un correo electr¨®nico enviado al investigador Salvador Liz¨¢rraga S¨¢nchez. ¡°El se?or Bosch lo debe de haber arreglado¡±, escribi¨® Summers. Mies llegaba a M¨¦xico para conocer los terrenos donde se construir¨ªan las oficinas que estaba dise?ando para la destiler¨ªa Bacard¨ª, comisionadas por el presidente de la empresa entonces, Jos¨¦ Mar¨ªa Bosch. Del paso de Mies por el pa¨ªs, apenas hay documentos o fotos. Por eso, algunos creen que en realidad nunca pis¨® M¨¦xico. Qued¨® la obra, un pabell¨®n de dos plantas cerrado al p¨²blico general. EL PA?S ha visitado el ¨²nico edificio del arquitecto alem¨¢n en Latinoam¨¦rica.
¡°Mi oficina ideal es aquella en la que no existen divisiones, en la que todos, tanto jefes como empleados, se ven unos a otros¡±, escribi¨® Bosch, presidente de Bacard¨ª entre 1944 y 1976, cuando encarg¨® a Mies la construcci¨®n de las oficinas de la compa?¨ªa en M¨¦xico. ¡°No s¨¦ si est¨¦ de acuerdo con una disposici¨®n como esta¡±, consult¨® el empresario. Mies tuvo que haberlo estado porque es lo que dise?¨® para los terrenos de la compa?¨ªa en el municipio de Tultitl¨¢n, un polo industrial del ¨¢rea metropolitana de Ciudad de M¨¦xico. La realizaci¨®n fue supervisada a distancia por el arquitecto durante el a?o que duraron las obras.
El edificio es un prisma oscuro que flota a metros de una carretera fren¨¦tica. Se trata de una construcci¨®n en dos plantas hecha de acero, vidrio y m¨¢rmol travertino mexicano. Un espacio inmaculado que pide silencio y distancia; una composici¨®n limpia y geom¨¦trica. Mies cerr¨® la planta baja con paneles de vidrio que permiten ver hacia el exterior en todas las direcciones. En el centro, puso dos escaleras que suben sim¨¦tricas hacia el segundo piso. All¨ª est¨¢n los escritorios ¨Csin muros, como quer¨ªa Bosch¨C, algunas salas de reuni¨®n y un peque?o bar.
El arquitecto y cr¨ªtico Miquel Adri¨¤ se?ala que la obra tiene ¡°todo lo que se espera de un edificio de Mies¡±: ¡°La estructura de acero vista, la planta baja libre. La altura es muy miesiana y los barandales de las escaleras¡±. ¡°?l dec¨ªa que no puedes inventar la arquitectura cada lunes por la ma?ana. Es un modo de decir: ¡®Yo hago la arquitectura que hago y esa es la que s¨¦ hacer¡±, se?ala Adri¨¤. El arquitecto, sin embargo, apunta a una particularidad de este edificio: ¡°Mies lleg¨® a hacer dos tipolog¨ªas muy claras, la torre y el pabell¨®n. La diferencia entre ambas est¨¢ en los elementos estructurales. Este parece un pabell¨®n, pero si lo ves en planta entrar¨ªa en esa tipolog¨ªa distinta que es el edificio vertical¡±.
Cuando Bosch encarg¨® la obra a Mies, el alem¨¢n era ya un icono de la arquitectura modera obsesionado con construir. Hab¨ªa dise?ado el Pabell¨®n de Alemania en Barcelona, considerado por muchos su obra maestra; hab¨ªa dirigido la Bauhaus, la escuela que fund¨® las bases del dise?o moderno; estaba viviendo en Estados Unidos, donde ya hab¨ªa levantado la casa Farnsworth cerca de Chicago, la vivienda m¨¢s prestigiosa del siglo XX y, sin embargo, inhabitable. Hab¨ªa, adem¨¢s, popularizado una m¨¢xima que condensa su filosof¨ªa. La sentencia ¡°menos es m¨¢s¡±, escriben Anatxu Zabalbeascoa y Javier Rodr¨ªguez Marcos en Vidas construidas, ¡°ha servido muchas veces de panacea para resolver las contradicciones de una obra tensa, compleja, poli¨¦drica y hasta ambigua, es decir, inmensamente rica¡±.
Bosch buscaba expandir internacionalmente la marca y la arquitectura era un medio para conseguirlo. Casi al mismo tiempo que encarg¨® el edificio de Tultitl¨¢n, el empresario pidi¨® a Mies una sede para su centro de operaciones en Santiago de Cuba, donde la destiler¨ªa se hab¨ªa fundado en 1867. Era un dise?o ambicioso resuelto en una sola planta que lleg¨® a ser portada de casi todas las revistas de arquitectura. Pero con la Revoluci¨®n Cubana y la nacionalizaci¨®n de los activos de la empresa, Bacard¨ª se fue de la isla y el edificio nunca se hizo. Para algunos, fue el dise?o no construido m¨¢s famoso de la modernidad. A?os despu¨¦s, se recuper¨® para la Neue Nationalgalerie de Berl¨ªn, que Mies inaugur¨® en 1968, poco antes de morir.
En el pa¨ªs caribe?o, lo ¨²nico que qued¨® de la destiler¨ªa fue el edificio Bacard¨ª, el primer rascacielos de la isla, construido en la d¨¦cada de los treinta. ¡°La empresa siempre consider¨® la arquitectura parte de su storytelling¡±, cont¨® el arquitecto Allan T. Sulman en la presentaci¨®n del libro Building Bacardi: Architecture, Art & Identity, en el que investiga el legado de la marca en la disciplina durante el siglo pasado en Am¨¦rica. En el libro, Sulman analiza obras ideadas para la firma por creadores que ¡°desafiaron la forma de hacer arquitectura corporativa¡±. ¡°Bacard¨ª nunca defini¨® el estilo. Todo lo contrario, fueron muy arriesgados¡±, opin¨® el acad¨¦mico.
En Tultitl¨¢n, el edificio de Mies convive con construcciones del arquitecto espa?ol F¨¦lix Candela, que se exili¨® a M¨¦xico en 1939 y construy¨® la mayor¨ªa de su obra en el pa¨ªs. Dentro de las 30 hect¨¢reas de la roner¨ªa en el Estado de M¨¦xico, el arquitecto madrile?o, 24 a?os m¨¢s joven que Mies, dise?¨® tres edificios: la planta de embotellado, el comedor para empleados y las bodegas de a?ejamiento. Los tres son estructuras ligeras de concreto con cubiertas en forma de paraboloide hiperb¨®lico o paraguas invertidos inauguradas antes de 1971.
¡°Un afortunad¨ªsimo contraste¡±, valora Adri¨¤, ¡°entre el rigor geom¨¦trico de Mies ¨Cla caja negra con estructuras de acero¨C y las formas m¨¢s sinuosas y org¨¢nicas de las cubiertas de F¨¦lix Candela en concreto¡±. Adri¨¤, que desconoce si ambos llegaron a coincidir y comentar sus proyectos, aclara que a finales de los cincuenta, Candela no ten¨ªa ¡°el mismo nivel¡± que Mies. ¡°Con el paso del tiempo lo podemos ver como un di¨¢logo, pero en ese momento Candela era simplemente alguien que resolv¨ªa un problema. [La suya] no era una obra de autor todav¨ªa¡±.
Una obra poco conocida
El ¨²nico edificio de Mies van der Rohe en Latinoam¨¦rica no es demasiado conocido fuera de los c¨ªrculos expertos. Salvador Liz¨¢rraga S¨¢nchez aventura una hip¨®tesis sobre el motivo en su investigaci¨®n: ¡°Seguramente se debe en gran medida a que ¨¦l mismo, a lo largo de toda su carrera, indic¨® a la cr¨ªtica, discreta pero firmemente, de cu¨¢les edificios se deb¨ªa de hablar y de cu¨¢les no¡±. Solo en la ¨²ltima d¨¦cada, la empresa se ha dedicado m¨¢s activamente a difundir la obra y ahora, cada a?o, llegan a recibir alrededor de 5.000 visitantes que acceden solo con invitaci¨®n.
En 2019, la multinacional inici¨® obras de ¡°revitalizaci¨®n¡± del edificio para ¡°llegar otra vez a los colores originales con los que abri¨®¡±, explica Carlos Felici, que gestiona el ¨¢rea de Asuntos Externos de la compa?¨ªa. ¡°Todos los negros est¨¢n aplicados, todo el m¨¢rmol est¨¢ perfectamente pulido, el color camello de los paneles [de madera] est¨¢ llevado a la condici¨®n original¡±, precisa el ingeniero durante un recorrido por la planta. La din¨¢mica un d¨ªa de semana es la de cualquier oficina, salvo que los empleados no pueden llevar alimentos o bebidas a sus escritorios.
Con los a?os, la compa?¨ªa ha hecho algunas modificaciones al dise?o original. En la planta baja, por ejemplo, se a?adieron salas de reuni¨®n vidriadas que se pueden desmontar. Aunque algunos sillones originales se conservan, la mayor¨ªa del mobiliario ¨Cescritorios, sillas, cortinas¨C se ha cambiado. Adri¨¤ se?ala que tambi¨¦n ¡°aparecieron algunos aparatos de aire acondicionado en la azotea poco amigables con la est¨¦tica de Mies¡±. El arquitecto opina que los cambios ¡°no son afortunados, pero tampoco demasiado graves¡±. ¡°Ha habido ¨¦pocas en las que daba un poco de pena, los directores no ten¨ªan idea lo que era un edificio de Mies. Ahora, si no lo entienden, al menos lo respetan¡±, apunta el cr¨ªtico. ¡°La buena noticia¡±, dice, ¡°es que ha sobrevivido¡±.
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