El hito de la arquitectura que tambi¨¦n era una ruina
Un nuevo libro recuerda la historia de la innovadora Casa Farnsworth de Mies van der Rohe y reivindica a su clienta en el legendario contencioso que la enfrent¨® al arquitecto
Durante d¨¦cadas la Casa Farnsworth ha sido la favorita de muchos arquitectos. Aseguraban ¨Ccon frecuencia sin haberla visitado¨C que destru¨ªa el l¨ªmite entre interior y exterior. A los profanos, su estructura de acero puede recordarles a una pecera, pero a los ojos de los estetas, parece imantada: sin rastro de la soldadura. La chimenea recuerda, en pulido, a una escultura minimalista, pero al fuego le faltaba ox¨ªgeno para tirar. La carpinter¨ªa interior oculta ba?os, cocina y un ropero. Van der Rohe se lo neg¨® a su clienta: ¡°Es una casa de fin de semana. Llegas con un vestido y lo cuelgas detr¨¢s de la puerta del ba?o¡±. Pero finalmente cedi¨®. En los ba?os, un cartelito solicitaba dejar esa puerta abierta durante la ducha para que no se da?aran los klees. Que hubiera dos ba?os fue otro de los contados logros de la due?a de la casa, Edith Farnsworth, aunque dif¨ªcilmente ventilaban. Ese era otro de los problemas: con una sola puerta, la condensaci¨®n se acumulaba en los enormes pa?os de vidrio de la casa.
Un nuevo libro publicado en Estados Unidos, Broken Glass. Mies van der Rohe, Edith Farnsworth and the Fight Over a Modernist Masterpiece (Random House), recuerda ahora la conflictiva historia de la vivienda m¨¢s conocida del siglo XX, que pese a su fama y su prestigio result¨® ser inhabitable. Su historia empez¨® cuando Edith Farnsworth y Mies van der Rohe se conocieron en una cena en el oto?o de 1945. Con 52 a?os, ¨¦l hab¨ªa llegado a Chicago en 1938 huyendo fundamentalmente de la ausencia de trabajo: los nazis cerraron la escuela que dirig¨ªa, la Bauhaus de Berl¨ªn, aunque trat¨® sin ¨¦xito de trabajar para ellos. Dise?aba el campus del futuro Illinois Institute of Technology (IIT) y ten¨ªa un s¨®lido pasado como autor del Pabell¨®n Alem¨¢n en la Exposici¨®n Universal de Barcelona de 1929 o la Casa Tugenthat ¨Cque demostr¨® c¨®mo el lujo pod¨ªa evitar ser ostentoso??¨C, pero en ocho a?os no hab¨ªa conseguido construir en Am¨¦rica. El tiempo corr¨ªa. Con 42 a?os, Farnsworth era una nefr¨®loga apasionada. Tras estudiar literatura, hab¨ªa descubierto su vocaci¨®n durante un encuentro con un m¨¦dico en el barco en el que regresaba de Italia.
Se entendieron. Farnsworth crey¨® haber encontrado un interlocutor, aunque Mies apenas hablaba. Era t¨ªmido. Su ingl¨¦s, torpe. Pero cuando ella explic¨® que hab¨ªa comprado un terreno junto al r¨ªo Fox para construir un refugio de fin de semana, habl¨®:
¨C Si es interesante, har¨ªa cualquier casa por usted.
¨C Constr¨²yala como si fuera para usted ¨C respondi¨® ella.
A la m¨¦dico le interes¨® seguir hablando y Mies ten¨ªa tiempo. A su mujer y a sus hijas las hab¨ªa abandonado en Berl¨ªn. Su nueva pareja, la escultora Lora Marx, estaba interna lidiando con su alcoholismo. Farnsworth y Mies iniciaron una relaci¨®n ¨ªntima. Ella habl¨® de 10.000 d¨®lares. Entre martini y Martini, ¨¦l hizo cuentas en la servilleta del bar: por menos de 40.000 no se podr¨ªa construir.
La casa se hizo famosa antes de existir. Philip Johnson la expuso en el MoMA cuando le mont¨® una exposici¨®n a Mies en 1947 y aprovech¨® para copiarla. Ya hab¨ªa plagiado una casa del alem¨¢n en su primer trabajo: el proyecto final de carrera que hab¨ªa construido en Harvard.
¨C ?No le preocupa que Johnson le copie? ¨C quiso saber la prensa.
¨C Me preocupar¨ªa que creyeran que he firmado sus edificios ¨C contest¨® Mies.
Si Van der Rohe hubiera preguntado a los ancianos de Plano, la localidad donde erigi¨® esta casa, sobre las inundaciones que causaba el r¨ªo Fox, tal vez no se hubiera empe?ado en construir junto a un magn¨ªfico arce que hab¨ªa cerca de la orilla. Eso s¨ª, elev¨® la vivienda de una manera que hace que la arquitectura flote. Mies no conduc¨ªa, pero Edith lo recog¨ªa los domingos y hac¨ªan picnics junto a la estructura de la casa, que iba creciendo artesanalmente, como una obra de arte. Hubo tantos problemas de construcci¨®n y sobrecoste que para 1949 ¨Ccuando Philip Johnson apareci¨® en las portadas de las revistas con su Glass House¨C Van der Rohe y Farnsworth no se hablaban. En 1951, cuando la vivienda se termin¨®, una nube de curiosos apareci¨® por entre los arces: la caja de cristal se hab¨ªa convertido en una jaula.
Tambi¨¦n hab¨ªa mosquitos. Y goteras. La precisi¨®n formal no se hab¨ªa traducido en precisi¨®n constructiva. La doctora Farnsworth se neg¨® a pagar m¨¢s de los 73.000 d¨®lares que llevaba desembolsados. Un abogado convenci¨® a Mies para que denunciara y el juicio dur¨® m¨¢s de un a?o. Se descontaron desperfectos y Edith pag¨® 2.500 d¨®lares m¨¢s. Los antiguos amantes no se volvieron a ver. Pero la carrera de Mies despeg¨®. Sus rascacielos de Lake Shore Drive en Chicago o el Seagram en Nueva York multiplicaron la esencia de la casa: una arquitectura de vidrio y acero carente de ornamentos. Van der Rohe no volvi¨® a firmar ninguna vivienda. Las malas lenguas dijeron que Farnsworth hab¨ªa querido al arquitecto m¨¢s que la propia casa. Los perdi¨® a los dos: termin¨® vendi¨¦ndola y mud¨¢ndose a Florencia, donde muri¨® habitando una villa del siglo XV.
Fue el coleccionista Lord Palumbo ¨Cque hab¨ªa intentado que Mies construyera en Londres¨C quien compr¨® la casa, dos a?os despu¨¦s de que el arquitecto muriese, en 1971. Pag¨® cerca de 200.000 d¨®lares. La restaur¨® y tres d¨¦cadas despu¨¦s la revendi¨® por una cifra que multiplic¨® por 35 su inversi¨®n. Hoy cuesta 55 d¨®lares entrar. Es uno de los monumentos m¨¢s visitados de Illinois. Y el templo del less is more se puede llenar de flores si uno la alquila para celebrar una boda.
Inimitable e inhabitable, la casa Farnsworth es, sin embargo, el gran icono de la arquitectura dom¨¦stica del siglo XX. M¨¢s aspiracional que real, delata la distancia que durante d¨¦cadas ha separado la arquitectura de la realidad. Apunta el camino para convertir una vivienda en una obra de arte. Pero tambi¨¦n advierte del precio a pagar. Su refrescante modernidad est¨¢ detr¨¢s del ej¨¦rcito de ep¨ªgonos que, durante d¨¦cadas, han dise?ado viviendas transparentes o minimalistas que buscan imitar, reparar o emular la ambici¨®n de rodearse de naturaleza o el glamour de vivir en un espacio abierto m¨¢s cercano a un escaparate que a un refugio. Dedicado a Edith Farnsworth, el libro de Beam reivindica, por fin, la versi¨®n de la clienta. Es cierto que se enamor¨® del arquitecto, pero es dif¨ªcil confundir el desamor con las goteras, los sobrecostes, las inundaciones o la asfixia por falta de ventilaci¨®n.
Farnsworth fue el laboratorio donde Mies ensay¨® ¨Ccon 65 a?os, la edad de la jubilaci¨®n¨C el arquitecto en el que iba a convertirse en Am¨¦rica. Con el tiempo corregir¨ªa la rigidez en sus rascacielos. Pero la casa que llev¨® a la inmortalidad el nombre de su due?a no admite la naturalidad que tanto valora en el paisaje que la rodea. All¨ª no hay libros, no puede haber desorden. Los sillones daneses elegidos por la nefr¨®loga fueron criticados y sustituidos por la butaca Barcelona que Mies dise?¨® para salas de espera. Si, como escribi¨® Walter Benjamin, habitar es dejar huellas, en Farnsworth est¨¢n borradas con limpiacristales. Esa vivienda no es el escenario de una vida, es una diva que permanece espl¨¦ndida, pero intocable, con 70 a?os. Apenas permite vivir. Broken Glass es un fascinante reportaje que cuenta esa historia. Todo el que est¨¦ pensando en hacerse una casa deber¨ªa leerlo. Y no olvidarlo.
Broken Glass. Mies van der Rohe, Edith Farnsworth and the Fight Over a Modernist Masterpiece. Alex Beam. Random House. 352 p¨¢ginas.
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