Fran?oise Mouly, la mujer detr¨¢s de las portadas de ¡®The New Yorker¡¯
La directora de arte de la revista estadounidense lleva casi tres d¨¦cadas eligiendo las im¨¢genes que retratan los cambios del mundo: ¡°Solemos dar una explicaci¨®n adulta a todo, las im¨¢genes son m¨¢s viscerales¡±
El 11 de septiembre de 2001, Fran?oise Mouly, directora art¨ªstica de The New Yorker, estaba en su casa del SoHo cuando se enter¨® del impacto del primer avi¨®n contra una de las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York. Su primera misi¨®n y la de su marido, el aclamado dibujante Art Spiegelman, creador de Maus, fue la de encontrar a sus dos hijos peque?os que a esa hora estaban en el colegio. Una vez que la familia estuvo a salvo, Mouly fue directa a la redacci¨®n de la revista. Ten¨ªa un mensaje de David Remnick, el director, que la convocaba de urgencia para sacar un n¨²mero especial tras lo sucedido.
Aquella portada, toda entintada con dos franjas m¨¢s oscuras, forma parte de la historia del periodismo y figura como una de las im¨¢genes m¨¢s famosas de The New Yorker. Una perfecta combinaci¨®n entre dise?o, sutileza y actualidad que dio un cambio de tono a la revista. Sin usar im¨¢genes ni palabras, Mouly supo transmitir lo que sintieron millones de personas aquel fat¨ªdico d¨ªa. Decir lo que no se pod¨ªa decir. ¡°La idea de tener que ir a la oficina y buscar una imagen para aquello me parec¨ªa obscena al principio. Despu¨¦s de una conversaci¨®n con mi esposo, dibuj¨¦ la silueta negra sobre negro y me di cuenta de que en realidad se trataba de una antiimagen. Era sutil, fugitiva y lograba lo que las palabras no pod¨ªan lograr en ese momento¡±, se?ala a EL PA?S. Han pasado 21 a?os desde aquello y a¨²n as¨ª, recordar de nuevo el 11-S le sigue conmoviendo.
Mouly es una mujer alta de ojos azules. Lleva el cabello corto y rizado, sujeto con unas gafas que usa para ver de cerca, y sus dedos est¨¢n cargados de anillos. Uno de ellos es un inmenso ojo que observa la conversaci¨®n desde el dedo ¨ªndice, como si mirara a trav¨¦s de una cerradura. Aunque naci¨® en Par¨ªs hace 66 a?os, la artista lleva m¨¢s de media vida en Nueva York y compagina su trabajo en la revista con el de editora del sello de c¨®mics para ni?os, Toon Books. Esta no ha sido su primera experiencia literaria. Entre 1980 y 1991 cre¨® junto a Spiegelman la revista antol¨®gica de c¨®mic Raw, una publicaci¨®n de culto que marc¨® un hito importante para la industria en Nueva York. Este verano particip¨® en M¨¦xico como jurado de la bienal de dise?o organizada por la empresa Pictoline para elegir a los mejores ilustradores de Latinoam¨¦rica.
En las casi tres d¨¦cadas que lleva al frente de la portada del New Yorker, Mouly ha visto c¨®mo su pa¨ªs -tambi¨¦n es ciudadana estadounidense- y el mundo han cambiado cientos de veces. All¨ª estaba ella para poner el ingenio, la acidez o la sensibilidad necesarias para contar la actualidad con un sello ¨²nico. Reconoce que el desaf¨ªo m¨¢s abrumador es capturar la esencia de un momento hist¨®rico de manera ¨²nica y elegir la ilustraci¨®n correcta. ¡°Las emociones no se pueden dibujar, pero podemos darle a la gente una imagen con la que se identifiquen¡±, explica. Cuando Barack Obama gan¨® las elecciones en 2008, en la portada dise?ada por Bob Staake aparec¨ªa el Monumento a Lincoln en Washington, que tambi¨¦n recuerda a Martin Luther King, bajo una enorme luna brillante que a la vez era la ¡®O¡¯ de la cabecera. ¡°Esa ilustraci¨®n captur¨® la emoci¨®n de todos porque daba la sensaci¨®n de algo hist¨®rico, una nueva era¡±, apunta.
En noviembre de 2016, tras la victoria de Donald Trump, la portada mostraba, en cambio, una escena en el metro de Manhattan. Un hombre detr¨¢s de un peri¨®dico le¨ªa las noticias. En las p¨¢ginas del diario puede leerse: Oh, no. Cualquier cosa menos eso. ¡°Solemos darle una explicaci¨®n adulta a todo de manera racional y sin embargo, las im¨¢genes son m¨¢s viscerales. Se leen de manera diferente porque usamos nuestro propio circuito emocional¡±, se?ala Mouly, que ha sabido explotar esa comunicaci¨®n no verbal para hablar de racismo, feminismo, guerras, abusos y radicalizaci¨®n a la vez que arroja luz sobre el lado m¨¢s oscuro de la sociedad estadounidense. ¡°La ilustraci¨®n ofrece un conducto para procesar el dolor o la empat¨ªa con la gente¡±, recalca.
Mouly recalca que no necesariamente una buena portada debe de estar relacionada con un art¨ªculo de p¨¢ginas interiores. ¡°La portada es una historia en s¨ª misma, atemporal, que debe ser entendida dentro de diez d¨ªas o dentro de diez a?os¡±, explica. Los que la conocen dicen que su despacho ¨Dubicado en el piso 23 del One World Trade Center, donde antes estaban las Torres Gemelas¨D es el m¨¢s creativo de la redacci¨®n. Como si fuera una galer¨ªa, en las paredes cuelgan cientos de ilustraciones que muestran el constante di¨¢logo que Mouly mantiene con los artistas para crear sus portadas.
Para muchos artistas publicar en The New Yorker es como una recompensa. Aunque la directora reconoce que cada semana descarta ¡°toneladas¡± de ilustraciones que llegan a su oficina. Sin duda, dice, ¡°la parte m¨¢s dif¨ªcil¡± de su trabajo. Es una mujer muy exigente y cuidadosa. Tanto, que con ella trabaja un grupo de verificadores solo para las ilustraciones de portada. ¡°Por supuesto que hay que hacer fact checking a las ilustraciones¡±, dice con una sonrisa. ¡°Nuestra revista la hacen los periodistas, los ilustradores, los verificadores de datos, el corrector de estilo, el editor y por supuesto, el director de arte¡±, agrega. ¡°Una vez publicamos una imagen de la estaci¨®n Grand Central en la que el reloj marcaba las 14.15 de la tarde, creo recordar, y uno de nuestros lectores nos hizo notar que era imposible que la cantidad de luz que entraba por las ventanas y las sombras que se proyectaban en el suelo pudieran corresponderse con esa hora¡±, dice Mouly. ¡°?Y lo mejor es que ten¨ªa raz¨®n!¡±, reconoce.
¡°En otra ocasi¨®n otro lector escribi¨® para reclamar que en una escena de playa, uno de los personajes ten¨ªa dos pies izquierdos, ja ja ja. A?os m¨¢s tarde escribi¨® otra carta donde se presentaba: ?Hola! Soy el tipo que encontr¨® los dos pies izquierdos en aquella portada, ?me recuerdan?¡±, cuenta Mouly entre risas. ¡°Los lectores son expertos y decodifican todo, as¨ª que tenemos que estar a su altura¡±.
Mouly considera que es importante atender al trabajo de autores consagrados y tambi¨¦n promocionar el de nuevos artistas m¨¢s all¨¢ de Estados Unidos y Europa. ¡°Siempre estoy buscando nuevos talentos, as¨ª que no teman enviar su trabajo¡±, dice a los ilustradores j¨®venes. ¡°Me interesa que muestren el cambio de nuestra sociedad. Que muestren c¨®mo es estar vivos en esta ¨¦poca¡±. Desde su fundaci¨®n en 1925, este ha sido uno de los pilares fundamentales de la publicaci¨®n. ¡°Tambi¨¦n me gustar¨ªa conocer m¨¢s lo que Latinoam¨¦rica tiene que ofrecer a la conversaci¨®n global¡±, agrega y dice que le sorprende que Estados Unidos no sea todav¨ªa un pa¨ªs biling¨¹e con la importancia que tiene la poblaci¨®n latina. ¡°Me sorprende que seamos tan limitados y que no reconozcamos a todas estas personas migrantes gracias a las que el pa¨ªs funciona¡±, remarca.
En la conversaci¨®n Mouly hace una radiograf¨ªa de la intolerancia en la que vive inmerso Estados Unidos y de c¨®mo esa intolerancia ha acabado por censurar la obra de artistas y escritores, entre ellos la de su esposo. ¡°Desafortunadamente, esto es parte de un esfuerzo pol¨ªtico muy bien organizado de personas muy ricas que han encontrado la manera de imponer sus creencias¡±, afirma. En ese retrato de la sociedad estadounidense tambi¨¦n critica el puritanismo, el machismo y las exigencias que persisten sobre las mujeres.
La narraci¨®n regresa a aquel 11-S y recuerda que en un principio le dijo a David Remnick que aquella portada con las dos siluetas negras hab¨ªa sido obra de su marido. A fin de cuentas la idea hab¨ªa surgido de una conversaci¨®n con ¨¦l y le preocupaba que el director no aceptara su propuesta por no tratarse de una artista reconocida. Adem¨¢s, nunca en la historia dos ilustradores hab¨ªan hecho una portada de manera conjunta hasta que ella rompi¨® las reglas. Meses despu¨¦s le dio doble cr¨¦dito a Rick Meyerowitz y Maira Kalman, estableciendo as¨ª un nuevo precedente en la historia de la publicaci¨®n. ¡°Creo que el machismo es m¨¢s parte de mi siglo que de este¡±, dice pensativa, ¡°aunque s¨ª es cierto que si hubiera sido un hombre, me habr¨ªan dado m¨¢s autoridad antes¡±, a?ade. ¡°Si no fuera una mujer, probablemente hubiera sido m¨¢s autocr¨¢tica en mi ejercicio del poder y por lo tanto menos exitosa¡° dice la directora.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.