La proeza de Marlon Valdez, el marinero que sobrevivi¨® a ¡®Otis¡¯ desde su barco hundido
El joven, de 24 a?os, consigui¨® salvar a su compa?ero despu¨¦s de que el hurac¨¢n destrozara el yate que estaban cuidando. Hab¨ªa cientos de embarcaciones en el puerto de Acapulco cuando lleg¨® el cicl¨®n. Todo ha sido arrasado, muchos tripulantes siguen desaparecidos
Otis arranc¨® las paredes de los grandes edificios. Hizo temblar las casas. Tumb¨® parotas y ceibas. Y eso fue en tierra, donde las personas que se refugiaron en armarios no pueden olvidar su sonido. Marlon Valdez tiene 24 a?os, es marinero y estaba en un barco en la bah¨ªa de Acapulco cuando lleg¨® el hurac¨¢n de categor¨ªa cinco, la m¨¢xima en la escala Saffir-Simpson. Estaba cuidando el yate de su patr¨®n. Como el suyo hab¨ªa cientos en el principal puerto de Guerrero. De todo lo que hab¨ªa ah¨ª, no queda nada. No sabe el n¨²mero exacto, quiz¨¢s eran 200 o m¨¢s, 400. Solo en su sector, en la llamada Aguada, hab¨ªa unas 40 embarcaciones. Dentro de cada una de ellas estaban, m¨ªnimo, dos personas. Despu¨¦s del hurac¨¢n, son muchos de los que no se ha vuelto a saber nada.
La historia de Marlon es la historia de una ciudad que lo dej¨® todo para volcarse al turismo. Valdez hizo la carrera de Mercadotecnia en la universidad, pero no encontraba un trabajo que le permitiera vivir de sus estudios, as¨ª que gracias a un amigo entr¨® al puerto. All¨ª trabaj¨® cuatro meses gratis para aprender. Cuando consigui¨® su libreta de mar, el pasaporte que permite a los marineros encontrar trabajo en cualquier puerto del mundo, ten¨ªa 22 a?os.
El yate en el que trabajaba se alquilaba durante tres o cinco horas para una fiesta, un evento o un paseo. Daba vueltas por la bah¨ªa y se anclaba para que los turistas nadaran. Marlon es el encargado de mantener todo a salvo, pero tambi¨¦n de preparar los tragos y las comidas, porque la propina es una parte clave de su sueldo. Encontrar una tortuga o un delf¨ªn se convirti¨® en una parte clave de su sueldo.
Desde que empez¨® como marinero, a Marlon le hab¨ªa tocado muchas veces velar embarcaciones. Cuenta que es una pr¨¢ctica habitual en el sector: ¡°Es una tarea que es de caj¨®n, o sea, no es de que s¨ª quieres o no. T¨² como marinero tienes la obligaci¨®n y la responsabilidad de cuidar tu embarcaci¨®n y de hundirte con ella¡±. Solo se vela cuando hay tormenta. Entonces los due?os encargan a su tripulaci¨®n quedarse en los barcos para cuidarlos, evitar que se rompan, que choquen con otros. No suele haber un pago extra por esa noche en vela, protegiendo propiedades valiosas de otros.
La madrugada del 24 de octubre, Marlon y su compa?ero recibieron por cuidar un yate de 42 pies una cena: un kilo de carne al pastor fue el pago por sobrevivir a Otis.
Durante la entrevista, hace par¨¦ntesis para explicar los t¨¦rminos t¨¦cnicos, reconoce que por el shock tiene algunos flashbacks y que todav¨ªa le faltan fragmentos de esa madrugada. Le vuelven en pesadillas por la noche. Est¨¢ tranquilo y dice, que al menos, ya no llora al contarlo. Este es el incre¨ªble relato del marinero que consigui¨® sobrevivir y salvar a su compa?ero durante el hurac¨¢n que ha arrasado una de las principales ciudades de M¨¦xico.
Las llamadas
Llovi¨® durante todo el martes, por lo que el yate no tuvo turistas esa tarde. El propietario encarg¨® a Marlon, que normalmente es marinero, que se convirtiera en capit¨¢n para cuidar una de sus embarcaciones. Iba acompa?ado de un muchacho de 19 a?os, para ayudarle. Llegaron al yate acompa?ados de algunas bolsas de papas, comida y agua para aguantar la noche. Todos en el puerto conoc¨ªan las alertas. ¡°Sab¨ªamos que ven¨ªa bastante fuerte, pero supuestamente est¨¢bamos ¡®preparados¡¯ para ese tipo de cosas¡±, dice ir¨®nico el marinero.
A las 11.30 de la noche empez¨® a arreciar el viento. Hizo todo lo que estaba pautado: coloc¨® fenders ¡ªlos globos que absorben los golpes de otros barcos¡ª alrededor del yate, prendi¨® las m¨¢quinas, empez¨® a dar avante ¡ªacelerones¡ª para que no se reventaran los cabos que junto al ancla manten¨ªan firme al yate, se pusieron los chalecos. ¡°A las 12 vi que todo ya est¨¢ fuera de nuestras manos¡±, dice resignado. Los cabos empezaron a soltarse uno a uno. ¡°Con ese barco en avante yo llegaba en 15 minutos al otro extremo de la bah¨ªa y con el hurac¨¢n ni siquiera se mov¨ªa¡±. El viento empez¨® a llevarse otras embarcaciones, una de ellas choc¨® con la suya. Le rompieron el casco y la fractura en el costado de estribor hizo que empezara a entrar agua.
Pidi¨® primero auxilio: ¡°Por radio no hab¨ªa quien te ayudar¨¢, radi¨¦ a la marina, radi¨¦ a capitan¨ªa de puerto, tambi¨¦n ellos estaban igual. Ten¨ªan gente muerta tambi¨¦n. El hecho de que el mar no perdona a nadie, ni embarcaciones as¨ª de grandes como los que tienen ellos. Entonces supongo tambi¨¦n se est¨¢n salvaguardando de todo el relajo que estaba haciendo el hurac¨¢n¡±.
El yate se hund¨ªa con Marlon y su marinero a bordo. Hizo dos llamadas, la primera fue al due?o de la embarcaci¨®n: ¡°Le avis¨¦ de que no pod¨ªa salvar su barco. Me dijo que aguantara, que cortara los cabos de los barcos que nos estaban golpeando. Me dijo ¡®si ves que ya no puedes, brinca, pero aguanta, por favor¡¯. Fue todo y le dije ¡®ok, hecho¡±. Hizo lo que le ped¨ªa el patr¨®n, no sirvi¨® de nada. Entonces, llam¨® a su madre: ¡°Le dije ¡®no te preocupes, voy a estar bien, te marc¨® al rato¡¯ y ya. Ya me estaba hundiendo¡±.
En estos momentos, el compa?ero de Marlon empez¨® a llorar. ¡°Ten¨ªa que tranquilizarlo a ¨¦l, porque si no, no me serv¨ªa, me estorbaba. Primero fue calmarle a ¨¦l, despu¨¦s pens¨¦ que hab¨ªa que esperar hasta cierto punto para poder brincar. Porque cuando el barco se hunde te jala, te succiona, entonces brincamos cuando ya quedaba un cachito de nada¡±. Saltaron y el hurac¨¢n segu¨ªa. ¡°Todav¨ªa eran las 12.30, me hund¨ª muy temprano¡±.
Los 10 metros
¡°Se ve¨ªa todo blanco, no hab¨ªa manera de ver hacia d¨®nde iba. Se ve¨ªan escombros, se ve¨ªa diesel, el diesel brilla de colores en el agua. Entonces est¨¢bamos nadando entre escombros y di¨¦sel, bueno, flotando, porque no pod¨ªamos ni siquiera nadar. No te da el cuerpo para ir a contracorriente¡±. El objetivo era aguantar. Durante los 40 minutos que estuvieron a merced del hurac¨¢n, vieron pasar hasta una parte de muelle. Una madera perfor¨® el brazo de su compa?ero. ¡°Lo ¨²nico que le dec¨ªa a ¨¦l era c¨²brete la nuca y respira lo m¨¢s que puedas aire, porque las olas nos hund¨ªan, nos iban revolcando. Le dije ag¨¢rrate de algo que flote¡±.
Entonces, Marlon escuch¨® como estaban prendidos los motores de una embarcaci¨®n. Abajo del agua se escucha mejor el sonido, explica. Estaba a unos 10 metros, ten¨ªan que nadar. ?C¨®mo se nadan 10 metros durante un hurac¨¢n? Marlon lleg¨® cargando a su compa?ero, quien se estaba desangrando y no pod¨ªa avanzar m¨¢s. ¡°Mi objetivo era llegar con ¨¦l, siempre fue llegar con ¨¦l, porque cuando nos tiramos yo le dije ¡®si t¨² te quieres morir, yo no, cu¨ªdame porque yo te voy a cuidar¡±. Lo alcanz¨® y se agarr¨® a un cabo roto de la embarcaci¨®n. Empez¨® a gritar.
¡°En ese momento lo que pens¨¦ fue que no fueran embragar ¡ªembragar es mover las m¨¢quinas porque si embragan la propela que es como un ventilador te puede agarrar¡ª. Entonces yo no lo soltaba a ¨¦l, pero tampoco soltaba el cabo. Trat¨¦ de subir y vi que hab¨ªa alguien y lo ¨²nico que grit¨¦ fue: ¡®?No embrague! ?Ayuda!¡¯, hasta que sali¨® el se?or y me ayud¨® a subir a mi marinero¡±.
El hombre no era tripulante de ese barco, pero pudo brincar a ¨¦l cuando su velero se empez¨® a hundir. Los tres aguantaron ah¨ª refugiados las siguientes horas, ya estaban m¨¢s cerca del club, y otras embarcaciones les paraban el viento. Cuando todo termin¨® busc¨® un botiqu¨ªn para ayudar a su compa?ero, agua y comida. Tambi¨¦n con una linterna vio todo lo que se hab¨ªa desplazado. Nadie entend¨ªa c¨®mo hab¨ªan llegado hasta ah¨ª.
A primera hora de la ma?ana, sali¨® por el club de yates y vio c¨®mo todo estaba destrozado. Ten¨ªa que buscar a su mejor amigo, quien estaba tambi¨¦n cuidando a otra embarcaci¨®n. Lo mandaron a reconocer los primeros siete cuerpos que hab¨ªan recuperado. ¡°Eran personas que yo conoc¨ªa que hab¨ªa saludado horas antes, pero no era mi amigo, entonces trat¨¦ de seguir¡±.
El regreso
Marlon hizo el primer tramo de camino a su casa descalzo. El Acapulco despu¨¦s de Otis solo ten¨ªa edificios arrasados, ¨¢rboles, postes y carteles tumbados. Un panorama apocal¨ªptico, que se complementaba con los saqueos. ¡°Yo agarr¨¦ unas chanclas, no me daba para saquear un lugar despu¨¦s de casi morir¡±. Y sigui¨®.
Durante ese tiempo, su madre, Ivonne Villag¨®mez hab¨ªa hecho el mismo camino pero al rev¨¦s, para ir a encontrarlo a ¨¦l. ¡°Solo quer¨ªa que pasara el hurac¨¢n para irlo a buscar. Pas¨¦ toda la noche agarrada a la ventana, le ped¨ªa a Dios que no me salvara a m¨ª, que lo salvara a ¨¦l¡±, cuenta la mujer emocionada. ¡°Cuando me llam¨®, yo not¨¦ en su voz que ¨¦l estaba asustado, no me lo dijo, pero es mi hijo yo lo conozco. Somos como mu¨¦gano, estamos los dos solos¡±, apunta.
En la ma?ana, mientras Marlon andaba entre los escombros de una ciudad destruida, su amigo lleg¨® a casa de su madre. ¡°Vino en una moto y me dijo que Marlon estaba bien, que hab¨ªa sobrevivido, le dije ¡®hijo no me mientas¡±. Mientras lo llevaba a ¨¦l a casa de su madre, Marlon lleg¨® a este edificio de la colonia del centro de Acapulco. ¡°Todos me estaban esperando¡±, cuenta el muchacho emocionado.
El Gobierno de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador ha reconocido 43 fallecidos y 36 desaparecidos tras el paso del hurac¨¢n. Todo lo que hab¨ªa en la costa de Acapulco qued¨® destrozado. ¡°En este punto, no hay nada. Todo el club de yates, toda la Marina, la Marina Santa Luc¨ªa, la Marina de Puerto Marqu¨¦s, el Performance ¡ªque es donde pueden llegar los barcos¡ª, la Aguada ¡ªque es donde se anclan¡ª... No hay nada¡±, apunta Marlon Valdez. Los barcos fiesta desaparecieron, el Acarey se hundi¨® y el Bonanza se var¨® hasta la tierra aplastando a las dem¨¢s embarcaciones.
¡°Hasta cierto punto siento impotencia de no poder haber ayudado a los dem¨¢s, porque ese era mi trabajo, ser marinero es salvar vidas, es ayudar a la gente dentro del mar¡±, dice el joven y recuerda: ¡°El hecho de que al lado de m¨ª hab¨ªa, por ejemplo, un velero y los chavos que lo estaban cuidando ten¨ªan 17 o 18 a?os y me gritaban que los ayudara. Siento impotencia, por decirles que no, que no pod¨ªa ayudarles, porque eran ellos o yo. Hay mucha gente que no s¨¦ si est¨¢ viva o no¡±.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.