Orden de captura internacional contra un cura mexicano acusado de pederastia: ¡°Despu¨¦s de abusar de m¨ª, se levantaba a rezar como si nada¡±
El sacerdote Juan Huerta Ibarra huye del juicio en Venezuela por las acusaciones de Jos¨¦ Leonardo Araujo, que lo denunci¨® por abusos cuando ten¨ªa 13 a?os
Cu¨¢nto m¨¢s pasaba el tiempo, m¨¢s dif¨ªcil era atemperar la gran pena que le carcom¨ªa. Durante casi veinte a?os hab¨ªa callado los abusos sexuales que sufri¨® cuando era ni?o. Por momentos no lograba hilar sus ideas, sent¨ªa como un anzuelo atravesado en la garganta. Decidi¨® estudiar derecho impulsado por la necesidad de justicia. En las clases de derecho penal, Jos¨¦ Leonardo Araujo Araque hac¨ªa cuentas del plazo que le quedaba para denunciar antes de que el delito prescribiera, y entonces, la voz del profesor se entremezclaba con sus recuerdos perturbadores.
A los 13 a?os, Jos¨¦ Leonardo so?aba ser sacerdote. Estudiaba octavo grado en un colegio regentado por las hermanas dominicas en La Azulita, Venezuela. Un d¨ªa, viaj¨® a la ciudad de M¨¦rida, a tres horas de su pueblo. Entr¨® en la librer¨ªa San Pablo y all¨ª conoci¨® a quien despu¨¦s ser¨ªa su abusador: el sacerdote Juan Arcadio Huerta Ibarra. Orientador y promotor vocacional, lo invit¨® a la casa de formaci¨®n. En las primeras ocasiones que se vieron, Huerta fue respetuoso. Corr¨ªa el 2001.
Huerta Ibarra naci¨® en El Arenal, Estado de Jalisco, M¨¦xico. Aterriz¨® como sacerdote paulino en M¨¦rida en 1997. All¨ª fund¨® la comunidad ¡°Reina de los Ap¨®stoles¡± y lleg¨® a ser el superior. Presente en 32 pa¨ªses, la Sociedad de San Pablo concentra sus recursos en la edici¨®n y publicaci¨®n de libros y revistas, la evangelizaci¨®n y la formaci¨®n religiosa. Pese a sus 46 a?os y su traje clerical, Huerta era un tipo jovial y carism¨¢tico. Jos¨¦ Leonardo todav¨ªa conserva una foto impresa que le regal¨® cuando fue ordenado sacerdote: aparece la madre d¨¢ndole la bendici¨®n y ¨¦l, con la cabeza inclinada. ?l anhelaba con fervor ese logro que hasta entonces le hab¨ªa sido esquivo.
Comenz¨® a viajar todos los fines de semana a M¨¦rida. De viernes a domingo pernoctaba en la casa de formaci¨®n, una edificaci¨®n campestre, con un enorme portal de piedra, muros estucados y tejas espa?olas de dos aguas. En una habitaci¨®n con literas dorm¨ªan otros menores de edad que tambi¨¦n quer¨ªan ser sacerdotes. La primera vez, Jos¨¦ Leonardo se aloj¨® en esa habitaci¨®n, pero pronto las cosas cambiar¨ªan. Huerta le daba obsequios: franelas, medallas, libros religiosos, llaveros. En una foto an¨¢loga con el t¨ªpico fondo azul, Jos¨¦ Leonardo aparece imberbe, con la mirada triste y una cruz que Huerta le hab¨ªa regalado, colgada en el pecho como insignia de que era ¡°aspirante¡± a ingresar a la Sociedad de San Pablo. ¡°Me hac¨ªa sentir privilegiado, protegido¡±, recuerda Jos¨¦ Leonardo. Se gan¨® tanta confianza de la familia que le conced¨ªan permiso al ni?o, no solo para viajar a M¨¦rida, sino a misiones religiosas en otras ciudades. ¡°Mis padres nunca se hubiesen imaginado que comenzaba a abusar de m¨ª¡±, dice.
La primera situaci¨®n inusual surgi¨® cuando salieron a hacer unas compras. De regreso a casa, mientras Huerta conduc¨ªa el carro, acerc¨® la mano a la pierna de Jos¨¦ Leonardo y le toquete¨® la ingle. ?l qued¨® p¨¦treo del susto. Otro d¨ªa, estaban viendo una pel¨ªcula en la televisi¨®n con los otros j¨®venes y, cuando lleg¨® la hora de dormir, Huerta le orden¨® a Jos¨¦ Leonardo ir con ¨¦l a su habitaci¨®n. Despleg¨® la cama d¨²plex con gaveta y Jos¨¦ Leonardo se ech¨® boca abajo en la inferior. De repente, Huerta lo jal¨® por el brazo: ¡°Ven ac¨¢, pendejo¡±. A la fuerza lo bes¨®, toc¨® sus genitales y se frot¨® con ellos, y le hizo una felaci¨®n. Jos¨¦ Leonardo qued¨® paralizado, sin fuerzas, sin voz. Tem¨ªa huir. ¡°No era capaz de verbalizar la situaci¨®n con nadie, y menos a mis padres¡±.
Tras abusar de ¨¦l, Huerta se dorm¨ªa y a las cuatro de la ma?ana ya estaba en pie, tomaba el rosario colgado en la cabecera de la cama, se pon¨ªa la estola y se postraba de rodillas. Rezaba tres veces m¨¢s de lo habitual con una cam¨¢ndula para 15 misterios, en vez de las usuales de cinco, y luego oficiaba la misa. Esa es una de las im¨¢genes m¨¢s impactantes y contradictorias para Jos¨¦ Leonardo. ¡°Despu¨¦s de abusar de m¨ª, se levantaba al otro d¨ªa a rezar las laudes como si nada¡±, recuerda. En esa casa de formaci¨®n, vio al padre Huerta abusar de otros ni?os. ¡°Le daba besos en los labios, hab¨ªa toqueteos. Sab¨ªa que algo no estaba bien, pero no pod¨ªa precisarlo¡±, rememora. Debido a su edad, Jos¨¦ Leonardo no pod¨ªa ni siquiera ser candidato a seguimiento vocacional, pues uno de los requisitos m¨ªnimos era estar en el ¨²ltimo grado de bachillerato. ¡°Era una cosa urdida por ¨¦l, porque ¨¦l sab¨ªa perfectamente que un joven de 13 a?os no ten¨ªa ninguna opci¨®n de ingresar a la comunidad religiosa¡±, zanja.
Durante un a?o largo, los abusos sexuales se repitieron todos los fines de semana. Jos¨¦ Leonardo se hallaba en una v¨ªa sin salida. ¡°Era ver la figura del sacerdote consagrado que ya hab¨ªa venido trabajando una idea en mi mente: que lo que dijera el superior hab¨ªa que cumplirlo, que el que obedece no se equivoca¡±, concluye. El ¨²ltimo abuso se produjo en Semana Santa de 2002, en la sacrist¨ªa de una iglesia. Hab¨ªan viajado a Chacant¨¢ a una misi¨®n religiosa. El episodio de abuso fue interrumpido cuando un trabajador de la iglesia pas¨® por el lugar y los vio. Entre las actividades de Semana Santa hubo un acto penitencial en el que los fieles se confesaban con Huerta. Jos¨¦ Leonardo se sent¨ªa desmoralizado, abatido, y decidi¨® confesarse tambi¨¦n.
¡ªPor favor, no me hagas m¨¢s eso ¡ªle pidi¨®.
¡ª?Eso qu¨¦? ¡ªle pregunt¨® Huerta.
¡ªEso que me haces en la cama.
¡ª?Est¨¢s arrepentido?
¡ªS¨ª.
Huerta le orden¨® que rezara el acto de contrici¨®n y lo absolvi¨® de ¡°sus pecados¡±. Jos¨¦ Leonardo se confes¨® como si ¨¦l estuviera cometiendo el delito. Ah¨ª cesaron los abusos. No volvi¨® a pisar aquella casa, pero parad¨®jicamente, sus creencias segu¨ªan intactas. ¡°La iglesia era una forma de sublimar el dolor¡±, dice ahora a sus 35 a?os. Quiso seguir la vocaci¨®n de sacerdote, entr¨® en un seminario, pero tiempo despu¨¦s se retir¨® desencantado y opt¨® por el derecho. Cuando se gradu¨® de abogado, le dieron un reconocimiento. Mientras el p¨²blico lo aplaud¨ªa, ¨¦l lloraba. Huerta, en cambio, fue enviado en 2002 a Roma. Retorn¨® el a?o siguiente a Venezuela, pero a Caracas, donde permaneci¨® hasta 2012, cuando fue trasladado a Estados Unidos.
Jos¨¦ Leonardo estaba tan deprimido que se levantaba a las cuatro o cinco de la tarde. Prefer¨ªa dormir para olvidarse del mundo. Prefer¨ªa dormir para no pensar. En el 2017 comenz¨® a tener depresiones tan fuertes que intent¨® suicidarse varias veces. En el proceso psicoterap¨¦utico revel¨® el abuso que sufri¨®. ¡°Nunca antes habl¨¦ de eso por temor, me daba verg¨¹enza¡±, dice. Hizo acopio de fuerzas y tom¨® la decisi¨®n que lo cambiar¨ªa todo: buscar justicia antes de que el delito prescribiera. ¡°Pero los tiempos ps¨ªquicos de la v¨ªctima no son iguales a los tiempos cronol¨®gicos¡±, explica Jos¨¦ Leonardo, a¨²n bajo medicaci¨®n y en seguimiento psiqui¨¢trico. ¡°Son violaciones a la dignidad del individuo que dejan heridas muy hondas como para hablar de prescripci¨®n¡±.
Con determinaci¨®n, confront¨® a Huerta en 2018. Busc¨® su contacto y le escribi¨® por WhatsApp: ¡°Tenemos pendiente una conversaci¨®n acerca de aquel evento sucedido. Lleg¨® la hora de hablarlo¡±, le dijo. ¡°S¨ª, y lo mejor ser¨ªa frente a frente¡±, contest¨®. En los mensajes se puede leer a un Huerta que, si bien no admite directamente el delito, no refuta las afirmaciones de Jos¨¦ Leonardo, ni niega los hechos y, por el contrario, manifiesta su deseo de ahorrar dinero para llevarlo ante la virgen de Guadalupe y pedirle perd¨®n. ¡°Nunca fue mi intenci¨®n hacerte mal (¡) Por qu¨¦ nunca me lo dijiste antes, hubi¨¦ramos trabajado eso juntos¡±, dijo un Huerta c¨ªnico, que le pide ayuda para resguardar su investidura sacerdotal y llegar a un acuerdo de reparaci¨®n. A trav¨¦s de una firma de abogados, acordaron que ¨¦l lo indemnizar¨ªa, pero el sacerdote no cumpli¨®.
En marzo de 2019, Jos¨¦ Leonardo lo denunci¨® ante el arzobispo de M¨¦rida. El sacerdote jesuita Arturo Peraza fue designado para adelantar la investigaci¨®n. Jos¨¦ Leonardo dio su testimonio y present¨® mensajes de texto, fotos y peritajes psicol¨®gicos y psiqui¨¢tricos. Declaraciones de otros testigos corroboraron que la v¨ªctima s¨ª frecuent¨® el lugar y que las descripciones correspond¨ªan al sitio donde hab¨ªan ocurrido los hechos. Meses despu¨¦s, en una clara muestra de negligencia, Peraza decidi¨® no abrir un proceso can¨®nico y archiv¨® las ¡°pesquisas¡±. En un escueto informe concluy¨® que el denunciante hab¨ªa confundido las fechas, que los testigos ¡ªmiembros actuales de la congregaci¨®n¡ª nunca observaron ning¨²n comportamiento inusual por parte de Huerta y que el informe psicol¨®gico no era evidencia de los hechos narrados por Araujo sino ¡°evidencia de los da?os que ha sufrido¡±.
Consultado por este peri¨®dico, Peraza dijo que no tuvo ninguna intenci¨®n ¡°de ocultamiento ni inter¨¦s¡± y neg¨® que hubiese desestimado alguna prueba. ¡°Pero la ocurrencia de un hecho requiere, adem¨¢s de la palabra del supuesto afectado, otros elementos que muestren su posible ocurrencia¡±, dijo. El abuso sexual es un delito que sucede generalmente en lugares privados y sin testigos directos, lo que no invalida el testimonio de la v¨ªctima. ¡°?De d¨®nde iba a sacar m¨¢s pruebas si los abusos se dieron en una habitaci¨®n?¡±, se pregunta Jos¨¦ Leonardo.
Ese mismo a?o, formul¨® una denuncia penal ante la justicia ordinaria y dirigi¨® una carta al Superior en Roma, otra a la Arquidi¨®cesis de Chicago, Estados Unidos, donde viv¨ªa Huerta, y una m¨¢s a M¨¦xico. Al principio no obtuvo respuesta. Jos¨¦ Leonardo insisti¨® en que Roma diera una contestaci¨®n y la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe orden¨®, entonces, que se abriera una causa disciplinaria en la Arquidi¨®cesis Primada de M¨¦xico, adonde hab¨ªan trasladado a Huerta.
El delito por el que Huerta es acusado en el ordenamiento penal venezolano se llama ¡°abuso sexual a ni?os con penetraci¨®n continuado¡± y tiene una pena de hasta 17 a?os de prisi¨®n. El Tribunal de Control de M¨¦rida solicit¨® que el Padre Huerta fuese interrogado y presentado ante las autoridades. Jos¨¦ Leonardo envi¨® el documento a la congregaci¨®n y rog¨® colaboraci¨®n para que Huerta fuera enviado a Venezuela. El secretario del Episcopado de M¨¦xico secund¨® el pedido, pero el provincial lo desestim¨® y Huerta se mantuvo all¨ª por tres a?os m¨¢s, con la complicidad de la iglesia y a sabiendas de que ten¨ªa una denuncia penal en Venezuela. La Sociedad de San Pablo, de M¨¦xico, cont¨® a EL PA?S que, en el desarrollo del proceso can¨®nico, apareci¨® otra v¨ªctima que prefiri¨® permanecer en el anonimato ¡°porque ya hab¨ªa construido una vida¡±.
Con las mismas pruebas que present¨® Jos¨¦ Leonardo en Venezuela, donde el sacerdote Arturo Peraza desestim¨® la investigaci¨®n, el cura Huerta fue hallado culpable en el proceso can¨®nico realizado en M¨¦xico en diciembre de 2021. A pesar de saber que Huerta ten¨ªa una causa penal abierta en Venezuela, estuvo en la casa provincial de los paulinos hasta mayo de 2022, cuando finalmente fue expulsado por la Congregaci¨®n de la Doctrina de la Fe, de Roma. La Sociedad de San Pablo inform¨® a EL PA?S que no saben del paradero de Huerta. ¡°Solamente se le retir¨® a Huerta Ibarra su estatus sacerdotal, sin que haya sido entregado a las autoridades judiciales, como lo marcan incluso disposiciones establecidas por el propio papa Francisco¡±, explic¨® Cristina Sada Salinas, presidenta de Spes Viva, asociaci¨®n mexicana que apoy¨® a Jos¨¦ Leonardo en la denuncia.
Jos¨¦ Leonardo ha contactado con otras v¨ªctimas. Antes de ser enviado a Venezuela, en 1996 el cura ya hab¨ªa abusado de otro joven en M¨¦xico. Trasladar de ciudad a los sacerdotes que comet¨ªan abusos sexuales se instituy¨® como una pr¨¢ctica aceptada. ¡°Era una cura geogr¨¢fica del mal¡±, dice Jos¨¦ Leonardo, hoy agn¨®stico.
El Tribunal de Control del Estado de M¨¦rida dict¨® orden de captura internacional contra Huerta Ibarra y la Interpol emiti¨® una ficha roja, lo que significa que est¨¢ siendo buscado en 195 pa¨ªses. La ¨²ltima vez que le vieron fue hace unos meses en la Bas¨ªlica de Guadalupe, en M¨¦xico. Huerta, hoy de 68 a?os, luc¨ªa barba y gafas negras.
D¨ªas atr¨¢s, Jos¨¦ Leonardo protest¨® en Roma para exigir tolerancia cero al abuso clerical, una iniciativa liderada por la organizaci¨®n Ending Clergy Abuse (ECA), una red global de sobrevivientes de abuso, activistas y defensores de derechos humanos. A ECA le preocupa que Huerta haya escapado a Estados Unidos, dado que Venezuela no tiene tratado de extradici¨®n con ese pa¨ªs. La organizaci¨®n le ha exigido al Estado Vaticano rendici¨®n de cuentas ante la justicia internacional. ¡°Existe un encubrimiento sistem¨¢tico por parte del Estado Vaticano a trav¨¦s de pr¨¢cticas dilatorias como trasladar a los sacerdotes que han hecho alg¨²n acto de abuso a otros pa¨ªses para que no puedan ser judicializados¡±, dice Adalberto M¨¦ndez, abogado del consejo directivo de ECA. ¡°Buscan judicializar bajo el derecho can¨®nico y no bajo el dom¨¦stico, y evidentemente las sanciones no son privativas de la libertad ni resarcitorias del da?o, sino ¨²nicamente de car¨¢cter espiritual¡±.
Ante el dicasterio (tribunal de justicia) de Roma, Jos¨¦ Leonardo present¨® una denuncia en contra de los superiores sacerdotes que encubrieron a Huerta, hicieron que se dilatara el proceso y contribuyeron a que hoy est¨¦ pr¨®fugo. Hasta ahora no ha habido ninguna respuesta. La iglesia a¨²n no le ha pedido perd¨®n.
¡°Para acabar con esto, la iglesia tiene que acabar con la idealizaci¨®n del sacerdote, el Alter Christus. Si se sigue ensalzando la figura del sacerdote, los abusos se van a seguir dando porque son, en esencia, abusos de poder¡±. Mientras apresan a Huerta, Jos¨¦ Leonardo interpondr¨¢ una demanda civil a la iglesia. Ser¨¢ la primera vez que encaren en Venezuela un asunto como ese. ?l solo quiere sanar y que se haga justicia. ¡°Una cosa es rezar y otra muy distinta es enfrentarse a la iglesia¡±, dice.
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