La tauromaquia en Ciudad de M¨¦xico, una vergonzosa tradici¨®n
Cuando se tortura un animal por diversi¨®n, se da una ense?anza a ni?os y j¨®venes, que consiste b¨¢sicamente en que el ser humano posee el derecho a ejercer la crueldad por diversi¨®n
De todas las tradiciones creadas por el ser humano a lo largo de su historia, son muchas las que hoy resultan grotescas. El sacrificio de doncellas fue una tradici¨®n de la antigua Grecia o de nuestra Mesoam¨¦rica prehisp¨¢nica. Del mismo modo, la deformaci¨®n de los pies de ciertas mujeres en Jap¨®n, la ablaci¨®n del cl¨ªtoris en algunas partes de ?frica o la lucha a muerte ente dos hombres en la antigua Roma: todas son tradiciones que hoy resultar¨ªan inaceptables.
Son pocos los pa¨ªses que contin¨²an con una vergonzosa tradici¨®n: encerrar a un magn¨ªfico toro en un ruedo sin salida alguna, para herirlo de diferentes maneras, desangrarlo, debilitarlo y hacerle creer que atacar¨¢ a su torturador, para enga?arlo y pasarlo bajo un capote rojo: la tauromaquia.
Quienes torturan o se divierten con la tortura de un ser que siente dolor, no se detienen ni a pensar, ni a sentir. ?Qu¨¦ podr¨ªan pensar, si lo hicieran? Que encerrar a un animal para torturarlo es una forma de ense?ar que es v¨¢lido torturar a otro ser sintiente por mera diversi¨®n. Y ?qu¨¦ podr¨ªan sentir? Ser¨ªa bueno que sintieran lo que para Darwin era la m¨¢s elevada virtud del ser humano: la empat¨ªa con el dolor de un animal.
No hay duda de que hoy las sociedades son cada vez m¨¢s conscientes de que no es ¨¦ticamente correcto causar dolor a un ser con capacidad de sentirlo, esto es, a un ser sintiente. Anta?o, un individuo que mataba a un perro o a un gato no era noticia: hoy varios de ellos aparecen en primera plana y terminan en la c¨¢rcel, afortunadamente. En ese marco, la Ciudad de M¨¦xico recibi¨® gustosa la noticia de que la tauromaquia quedar¨ªa prohibida. Nuestra ciudad se un¨ªa con ello a los cuatro estados que la han prohibido: Sonora, Guerrero, Coahuila y Quintana Roo.
Todo comenz¨® cuando el juez Jonathan Bass otorg¨® un amparo a la asociaci¨®n Justicia Justa, para que dejara de existir ese espect¨¢culo en la alcald¨ªa en donde se encuentra la monumental plaza de toros de esta ciudad. La actuaci¨®n de este juez fue coherente con el esp¨ªritu de las leyes de la ciudad en materia de maltrato animal. Sin embargo, al poco tiempo la Suprema Corte de Justicia de la Naci¨®n dio marcha atr¨¢s. Todo apunta a la tristemente c¨¦lebre ministra Yasm¨ªn Esquivel, de quien por cierto se dice que gusta de este tipo de espect¨¢culos en los que se torturan animales.
Desde hace a?os se comprob¨® que los mam¨ªferos sentimos el dolor a trav¨¦s de sistemas nerviosos pr¨¢cticamente iguales en lo que respecta a la sensibilidad: la sintiencia es la misma, por eso es ¨¦ticamente injustificable torturarlos por diversi¨®n. Lo extra?o es que se haya requerido ¡°demostrar cient¨ªficamente¡± que el toro sufre: solo un individuo insensible, con los sentidos ofuscados y una falta de empat¨ªa propia de un psic¨®pata, puede necesitar que se ¡°demuestre cient¨ªficamente¡± que un animal sufre, cuando se est¨¢ viendo la tortura y se est¨¢n escuchando los gritos o mugidos de dolor. Esa ausencia de sensibilidad y de empat¨ªa raya en la enfermedad mental.
Aunque se diga que a la ministra Yasm¨ªn Esquivel le gustan estos espect¨¢culos, muchas personas dudan que su actuaci¨®n se deba a esos corrientes gustos. Hoy quienes creen que lo que le condujo a abanderar esta torpe regresi¨®n a la tauromaquia, podr¨ªa tratarse de un caso de corrupci¨®n. La realidad es que, aunque no podemos afirmarlo, la duda queda sembrada: ?por qu¨¦ esa regresi¨®n?
Lo que s¨ª podemos asegurar es que, si queremos una sociedad educada en el respeto a la vida, este tipo de espect¨¢culos violentos basados en la tortura animal, no son el camino adecuado. Una sociedad que ense?a a sus ni?os y a sus j¨®venes que se vale torturar un animal para pasar un rato agradable, debe detenerse a reflexionar al menos dos cosas, con las que resumo lo que aqu¨ª he dicho:
Quien pasa un ¡°rato agradable¡± al presenciar tortura animal, debiera reflexionar sobre su propia salud mental. No es sano divertirse al presenciar la tortura de un animal; por muy normalizados que est¨¦n este tipo de espect¨¢culos en algunas sociedades, cualquier individuo sensible sano, se ve afectado ante la tortura de otro ser sensible.
Cuando se tortura un animal por diversi¨®n, se da una ense?anza a ni?os y j¨®venes, que consiste b¨¢sicamente en que el ser humano posee el derecho a ejercer la crueldad por diversi¨®n: ?es en verdad ese el mensaje que queremos transmitir? ?No estamos cansadas, cansados, de tanta violencia, de tanta crueldad.
Es una verg¨¹enza que nuestro pa¨ªs no avance en cuestiones tan elementales como ¨¦sta. Esperamos que se corrija el rumbo, porque de no hacerlo, todos los j¨®venes que hoy acuden a la legalidad para acabar con este tipo de barbarie, al no ser escuchados, se tornar¨¢n violentos: ser¨¢ culpa de un gobierno que no los supo escuchar.
La juventud es cada vez m¨¢s sensible al dolor animal: quien no lo entienda est¨¢ anquilosado en viejas tradiciones y viejos valores que hoy son inaceptables.
* Paulina Rivero es doctora en Filosof¨ªa por la Facultad de Filosof¨ªa y Letras de la UNAM.
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