M¨¦xico no es pa¨ªs para Bukeles
La tarea de la oposici¨®n ser¨¢ encontrar la manera eficaz de capitalizar los graves problemas que siguen atravesando M¨¦xico: violencia, desigualdad y corrupci¨®n. Unos ingredientes que en cualquier otro pa¨ªs aupar¨ªan a un l¨ªder ultra
Cuando la campa?a todav¨ªa estaba en pa?ales, la oposici¨®n sonde¨® la opci¨®n Lily T¨¦llez. La exconductora de televisi¨®n representaba el l¨¢tigo de la derecha m¨¢s dura y elemental: contra ¡°la correcci¨®n pol¨ªtica¡±, ¡°la elite progresista¡± y ¡°la ideolog¨ªa de g¨¦nero¡±; a favor de ¡°la familia¡±, ¡°el orden¡± y el ¡°Estado limitado¡±. Un espejo del discurso que ha aupado a otras derechas en el mundo. Pero alguien en los cuarteles de la oposici¨®n pens¨® que la bala ultra no iba a tener mucho recorrido. T¨¦llez dur¨® apenas unos meses y todo qued¨® en un Mcguffin, uno de esos trucos de Hitchcock para disparar la trama y de los que pocos se acuerdan al final de la pel¨ªcula. Ese tipo extra?o al que le persigue la polic¨ªa porque se parece al verdadero culpable.
La protagonista acab¨® siendo X¨®chitl G¨¢lvez, un perfil poco convencional, casi antagonista a la opci¨®n dura. Una pol¨ªtica sin partido experta en la defensa de los pueblos ind¨ªgenas. Una senadora del PAN con un discurso proaborto que se disfraz¨® de dinosaurio para protestar contra L¨®pez Obrador y que se ha pasado toda la campa?a insistiendo en que, si ganaba, nunca quitar¨ªa los programas sociales de L¨®pez Obrador. Lo m¨¢s conservador que ha hecho G¨¢lvez es rezar mucho y prometer que Dios est¨¢ con ella. Algo, por cierto, que tambi¨¦n hace el presidente, aunque nadie sabe muy bien a qu¨¦ dios le reza exactamente
Esa ambig¨¹edad calculada, la capacidad de ocupar todos los espacios con s¨ªmbolos que apelan casi al pa¨ªs entero ha sido una de las mayores virtudes pol¨ªticas del presidente. Un viejo priista en los ochenta lo explicaba as¨ª: ¡°El PRI llega a los lugares donde Dios no pone el pie¡±. Formado en aquella cultura pol¨ªtica, L¨®pez Obrador ha construido Morena como una especie de post-priismo democr¨¢tico que aspira igualmente a la omnipresencia. La hegemon¨ªa morenista ha logrado instalar su propio sentido com¨²n, lo que se puede y no se puede en pol¨ªtica, lo que es rentable y lo que se penaliza. Por eso, la oposici¨®n eligi¨® la opci¨®n moderada. Y por eso durante toda la campa?a, (o incluso el sexenio) la oposici¨®n no ha logrado escapar de ese marco, hasta el paroxismo de plantear estas elecciones como plebiscito sobre la figura de L¨®pez Obrador.
Incluso la estrategia de los ataques furibundos juega a favor de un ecosistema que genera y a la vez capitaliza la polarizaci¨®n. Tanto G¨¢lvez como los intelectuales y analistas cr¨ªticos con Morena se precipitaron en hip¨¦rboles sin poca base, espoleando el fraude electoral o lanzando comparaciones con Venezuela. Igual que en el f¨²tbol, el dominio sofocante de un equipo sobre otro suele provocar frustraci¨®n y respuestas desesperadas y est¨¦riles.
La tarea pendiente de la oposici¨®n es encontrar la manera eficaz de capitalizar los graves problemas que siguen atravesando al pa¨ªs. La violencia que se mantiene en niveles insoportables, con zonas enteras tomadas por el crimen, la desigualdad o la corrupci¨®n de fondo. La paradoja mexicana es que con esos ingredientes, la consecuencia en cualquier otro pa¨ªs ser¨ªa la emergencia de un l¨ªder reaccionario. Pero de momento M¨¦xico no es pa¨ªs para Trumps, Bukeles o Mileis.
El heterodoxo sentido com¨²n morenista es el amortiguador y tambi¨¦n el cortafuegos de esa nostalgia por un supuesto pasado perdido e idealizado, ya sea el orgullo nacional, la mano dura o el libre mercado. Morena es a la vez la Virgen de Guadalupe, la Guardia Nacional y el r¨¦cord de inversi¨®n extranjera. Todo este invento ha pivotado estos seis a?os sobre L¨®pez Obrador. Est¨¢ por ver si Sheimbaum prolonga y consolida esos resortes. O si la oposici¨®n aprovecha alguna grieta para ser m¨¢s que un actor muy secundario en la pel¨ªcula mexicana.
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