50.000 autogoles
Las muertes por la covid-19 que faltan para que la cifra redonda en M¨¦xico se complete est¨¢n en proceso de consumarse, y lo que da m¨¢s miedo es que nada indica que el problema est¨¦ por terminar
Las cifras cerradas nos conmueven. Ya sea porque nos encaminan a la reflexi¨®n o porque nos elevan a una cierta solemnidad simb¨®lica, el caso es que funcionan en un sentido diferente, para nuestra psicolog¨ªa, que el de los n¨²meros comunes. La gente suele celebrar sus 15, 30 o 40 a?os de vida (de graduaci¨®n o matrimonio) con mucho m¨¢s barullo (y gastos) que los 17, los 32 o los 44. Del mismo modo, las sociedades y los gobiernos conmemoran centenarios con m¨¢s facilidad que un aniversario 98¡ En fin. Quiz¨¢ todo sea producto de la creencia de que, en medio del ca¨®tico universo, las cifras redondas pueden ofrecer un asidero de sentido. Para lo bueno, si hablamos de fiestas o plazos. Pero tambi¨¦n para lo terrible.
En unos d¨ªas, M¨¦xico alcanzar¨¢ los 50.000 decesos oficiales a causa de la covid-19 (es necesario puntualizar lo de ¡°oficiales¡±, dado que existe un reconocido subregistro que en alg¨²n momento tendr¨¢ que corregirse del todo). Por doloroso que suene, se trata de un proceso irreversible: no hay modo de que no llegue a suceder. Porque los contagios en el pa¨ªs se producen por miles, cada d¨ªa, lo mismo que las hospitalizaciones. Y los modelos estad¨ªsticos indican que habr¨¢ muchas v¨ªctimas m¨¢s antes de que la enfermedad sea controlada. Y, por desgracia, las muertes que faltan para que la cifra redonda se complete est¨¢n en proceso de consumarse, sin posibilidad de ser evitadas. Quiz¨¢ ya se hayan producido, de hecho, y solo sea cosa de que la revisi¨®n lo confirme. Como sea, se trata de un hecho inminente y que llega el momento de escrutar.
Porque 50.000 muertos es un n¨²mero que impone y aterra. Esa cantidad significa que, en t¨¦rminos absolutos, M¨¦xico es el tercer pa¨ªs del planeta con un mayor n¨²mero de decesos, solo por debajo de Estados Unidos y Brasil. De poco sirve el consuelo estad¨ªstico de que en v¨ªctimas por mill¨®n estemos en el lugar 11. Primero, porque es un criterio relativo: la mayor¨ªa de los pa¨ªses con los que nos comparemos bajo esa ¨®ptica ya pasaron la parte m¨¢s cruda de la pandemia y llevan, a pesar de los rebrotes, algunos meses lejos de sus peores cifras. Nosotros, en cambio, cada semana superamos el r¨¦cord previo de contagios. Es decir, que a la covid-19 en M¨¦xico a¨²n le queda mucho camino da?oso por delante. Y segundo, porque naciones m¨¢s pobladas como China (?el origen de la pandemia!), Rusia, Indonesia o India, han conseguido hasta hoy cifras m¨¢s bajas. Es decir, que no se trata de un simple ejercicio lineal de ¡°en los pa¨ªses m¨¢s poblados mueren m¨¢s¡±. Jap¨®n, con pr¨¢cticamente la misma poblaci¨®n que M¨¦xico, tiene casi cincuenta veces menos muertos¡
Hay una multitud de factores que determinan el avance de la pandemia en un territorio. Destacan dos: las medidas concretas que, desde el poder institucional, se tomen para frenarlo, y la disciplina social de la poblaci¨®n para respetarlas y no exponerse (y exponer a sus conciudadanos). En ambos frentes, hay que aceptar, nuestro fracaso es total. El Estado mexicano ha sido un caos a todos niveles: desde el presidente (que quisiera, desesperadamente, estar dedicado a sus rifas y giras y se resiste a ponerse el cubrebocas), y sus secretarios que recomiendan ¡°productos milagro¡±, hasta el vocero que no le atina a una sola previsi¨®n; y desde los gobernadores que arman sus propios planes y luego los incumplen, hasta la conjura para ignorar el ¡°sem¨¢foro¡± de reactivaci¨®n oficial y fragmentar lo que quedaba de operaci¨®n com¨²n. En resumen: para efectos de estrategia, unidad y comunicaci¨®n, el M¨¦xico de las instituciones (el federal y el estatal) es una mara?a de contradicciones.
Y la poblaci¨®n mexicana, que no es precisamente la m¨¢s saludable (encabezamos estad¨ªsticas planetarias de obesidad, hipertensi¨®n, diabetes y consumo de alimentos chatarra), tambi¨¦n es una de las m¨¢s notoriamente incapaces de acatar las medidas de prevenci¨®n. Hay muchos que no creen siquiera que la covid-19 exista. Otros, como el primer mandatario, sostienen que el cubrebocas estorba. Y unos m¨¢s no son capaces de pasarse unos meses sin carnes asadas, fiestotas y paseos. El resultado es aterrador: 50.000 muertos. Y lo que da m¨¢s miedo es que nada indica que el problema est¨¦ por terminar. Parece, en realidad, que estamos al medio tiempo de un partido en el que no dejamos de meternos un autogol tras otro.
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