Mercedes Barcha y su rosa amarilla
La esposa de Gabo administraba las finanzas, las fronteras de la privacidad y el departamento de rencores
Me sorprendi¨® ver la rosa amarilla a¨²n radiante en el escritorio donde escrib¨ªa Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Esa flor la colocaba ella muy temprano, antes de que su esposo se sentara a escribir a las nueve de la ma?ana, h¨¢bito que no perdi¨® en los ¨²ltimos sesenta a?os. Pero la rosa sigui¨® all¨ª m¨¢s all¨¢ de la muerte, el 17 de abril de 2014. Y ha estado a¨²n el mismo d¨ªa en que falleci¨® Mercedes Barcha, en Ciudad de M¨¦xico, el s¨¢bado por la tarde del 15 de agosto de 2020. En una reciente entrevista Gonzalo, el hijo menor de Garc¨ªa M¨¢rquez, mostr¨® la biblioteca personal de su padre, y la rosa segu¨ªa intacta all¨ª.
Mercedes, la esposa, musa y guardiana de la memoria de Garc¨ªa M¨¢rquez, estuvo desde la infancia, juventud, madurez y el oto?o final del escritor, desde que se conocieron a los nueve a?os, bailaron a los 13 a?os, y m¨¢s all¨¢ de casarse en 1950 y sostener un matrimonio de cerca de 60 a?os, el amor de Mercedes y Gabo desaf¨ªa la misma ficci¨®n literaria: fue ella la discreta y sabia estratega que decidi¨® llevar las riendas de la casa para que ¨¦l se encerrara 18 meses en un cuartito de la casa de M¨¦xico a escribir Cien a?os de soledad, cuando ya hab¨ªan empe?ado todo y solo les quedaba la solidaridad de los amigos, la paciencia de los due?os de la casa a los que les deb¨ªan m¨¢s de nueve meses de arriendo, y la ilusi¨®n de que el escritor confinado estaba escribiendo una novela que se propon¨ªa desafiar a El Quijote y a la Biblia. Mercedes no solo llevaba las finanzas de la casa y del escritor, sino el control de la familia y era, como ?rsula Iguar¨¢n, la matrona de la tribu, con su herm¨¦tica sabidur¨ªa y sus decisiones visionarias y planificadas, que aterrizaba cualquier quimera de su esposo, cualquier idea aparentemente descabellada, que ¨¦l consultaba siempre con ella. Mercedes fue tan prudente, sencilla, con la recia ternura que hab¨ªa heredado de sus ancestros egipcios, que jam¨¢s concedi¨® una entrevista formal en su vida, pero siempre tuvo el privilegio de leer cada uno de los libros de su esposo con la devoci¨®n cr¨ªtica de una lectora serena y decantada. Ella fue desde un principio en la vida del periodista y escritor, inspiradora del esp¨ªritu de todas las mujeres que aparecen en sus cuentos y novelas. Algo de Mercedes est¨¢ en todas ellas, y ella empez¨® siendo la evocaci¨®n de un nombre en sus primeras columnas period¨ªsticas: Jirafas, que era un homenaje a esta sigilosa mujer, su ¡°cocodrilo sagrado¡±. Mercedes, ¡°la boticaria silenciosa¡± es personaje de carne y hueso en Cien a?os de soledad, junto a Gabriel, y sus dos hijos Rodrigo y Gonzalo, ella aparece como personaje en la ¨²nica botica que queda en Macondo, ¡°donde viv¨ªa Mercedes, la sigilosa novia de Gabriel¡±, y vuelve a ser nombrada y evocada en El oto?o del patriarca, en Cr¨®nica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del c¨®lera, novela que est¨¢ dedicada a Mercedes, y en las memorias Vivir para contarla. Para el escritor el personaje m¨¢s interesante y maravilloso que conoci¨® en su vida fue Mercedes, que era a su vez, su vida privada, la criatura ineludible de su creaci¨®n literaria. Curiosa mujer que sintetizaba la prudencia, la fortaleza interior, y los hilos del entramado de la existencia familiar del escritor. Garc¨ªa M¨¢rquez siempre reconoci¨® que sin ella no hubiera sido posible Cien a?os de soledad, y sin ella, no hubiera sido el escritor que lleg¨® a ser.
Gabo dec¨ªa que ella administraba lo m¨¢s dif¨ªcil de su vida: las finanzas, el control de la casa, ¡°el departamento de rencores¡±, las fronteras de la privacidad, y era el esp¨ªritu blindado para proteger al escritor de su tiempo creativo entre las nueve de la ma?ana y las tres de la tarde. Mercedes cuid¨® que nadie invadiera el tiempo del escritor. En m¨¢s de sesenta a?os de convivencia conocieron los sinsabores de la pobreza, la gloria, la fama, descubrieron de cerca la soledad del poder, y conjuraron esa soledad siempre con la flor amarilla de los buenos presagios, preservando siempre a los amigos antiguos y llevando a la balanza del coraz¨®n y la conciencia, la miel de los espejismos.
Mercedes fue siempre una fumadora, antes y despu¨¦s de que su esposo sufriera las primeras alarmas de su linfoma pulmonar. Le encantaba dirigir con sabidur¨ªa e intuici¨®n Caribe, sus manjares marinos, sus mariscos, sus pescados, y todas sus fiestas junto a su esposo, se hicieron con acorde¨®n, con m¨²sica vallenata y tambi¨¦n con mariachis. Le encantaba el tequila, las mantas guajiras y los bordados mexicanos. Le gustaba coleccionar ediciones raras de los libros de su esposo, jam¨¢s hablaba de literatura en sus reuniones, era una confidente de cosas cotidianas que a su vez eran sagradas: la amistad, la salud, la fascinaci¨®n por el arte, el cine y la m¨²sica, la vida de sus hijos y sus cinco nietos, sus viejas amistades de Cartagena, M¨¦xico, Cuba, Roma, Barcelona, etc. Para ella todo lo que ten¨ªa que ver con su esposo generaba delirio entre la gente. Era una mujer generosa pero cuidadosa de la perversi¨®n de las relaciones humanas. No era celosa, pero antes de que su esposo se diera cuenta de una criatura encantadora que estaba cerca, ella era la primera en descubrirla. La amistad con jefes de Estado no se daba desde los reinos intrincados y misteriosos de la pol¨ªtica, sino desde el poder del coraz¨®n y los afectos. As¨ª, Fidel Castro era un amigo m¨¢s all¨¢ de las ideolog¨ªas y la pol¨ªtica. Y como bien lo cuenta Jos¨¦ Luis D¨ªaz Granados, Mercedes sin ninguna prosopopeya ni solemnidad rega?aba a Fidel Castro, como se rega?a a un compadre o a un amigo muy cercano. Era desnuda en su visi¨®n de las cosas y los seres.
Esperaba encontrarse muy pronto con sus amigas cartageneras Cecilia de Bustamante, Piedad Rom¨¢n de Rojas, Yolanda Pupo de Mogoll¨®n, entre otras, despu¨¦s de la pandemia, en Ciudad de M¨¦xico o en su casa de Cartagena de Indias. Para sentarse a recordar, a vivir, a disfrutar, a re¨ªr, con ese gran sentido del humor que pose¨ªa.
Mercedes naci¨® en el puerto de Magangu¨¦ el 6 de noviembre de 1932. Hab¨ªa sufrido desde hac¨ªa un a?o problemas respiratorios, y desde mucho antes de la partida de Garc¨ªa M¨¢rquez hab¨ªa so?ado que sus cenizas reposaran en Cartagena de Indias, en donde duermen las de su esposo en el Claustro de la Merced.
Ahora la rosa amarilla ha perdido a su guardiana.
Ahora la rosa amarilla tiembla en el aire de la casa sola, sin Gabriel y sin Mercedes.
Ahora, los dos, eternos en las p¨¢ginas de Cien a?os de soledad, son la met¨¢fora del tiempo que fluye m¨¢s all¨¢ del r¨ªo incesante de la vida y la muerte.
Ahora los dos son la memoria de un amor perdurable que derrot¨® a la muerte.
Gustavo Tatis Guerra es periodista y escritor colombiano, autor de La flor amarilla del prestidigitador (2019), que narra sus encuentros con Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y su familia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.