Valiendo queso
Vaya inquietud la de vivir en un pa¨ªs donde el queso que uno almuerza no re¨²ne las m¨ªnimas condiciones y el exjefe del Ej¨¦rcito es acusado de narcotr¨¢fico
La que pas¨® fue una semana dif¨ªcil para este pa¨ªs. En apenas unos d¨ªas, los mexicanos vimos seriamente comprometidas a dos de nuestras m¨¢s populares instituciones: los quesos y el Ej¨¦rcito. Ambas sufrieron golpes de los que les costar¨¢ recuperarse. ?A qu¨¦ me refiero? Si usted pas¨® en criogenia las ¨²ltimas horas y no lo sabe, se lo aclaro: el pasado mi¨¦rcoles, despertamos con la noticia de que la Secretar¨ªa de Econom¨ªa hab¨ªa emitido un bolet¨ªn en el que informaba que una serie de tradicionales marcas de queso no cumpl¨ªan los requisitos de la norma oficial mexicana y su comercializaci¨®n ser¨ªa detenida. A¨²n no nos recuper¨¢bamos del susto cuando, el jueves, el Gobierno de Donald Trump (que, curiosamente, parece m¨¢s interesado en investigar a nuestras pasadas administraciones que el propio Gobierno mexicano), detuvo en el aeropuerto de Los ?ngeles al general Salvador Cienfuegos Zepeda, qui¨¦n hasta hace dos a?os ocupaba el cargo de secretario de la Defensa Nacional. Se le acusa de colusi¨®n con el narcotr¨¢fico.
En las redes se desat¨® la pol¨¦mica. Nuestros m¨¢s preclaros ex¨¦getas se aplicaron a reflexionar sobre si el golpe a los quesos y el porrazo a las fuerzas armadas nos beneficiar¨ªan o nos perjudicar¨ªan o todo lo contrario. Pudimos leer a gente que asegura que el Gobierno se anot¨® un golazo con la restricci¨®n a los l¨¢cteos fuera de norma (¡°?Te has fijado que saben a pl¨¢stico y se derriten igual que un envase de refresco si le acercas el encendedor?¡±) y tambi¨¦n a otros que sostienen que el hecho de que el entorno del general Cienfuegos a¨²n ocupe altos cargos en el Ej¨¦rcito, y que el Ej¨¦rcito sea la dependencia consentida del presidente (quien ya les entreg¨® a los militares la seguridad p¨²blica, las aduanas y hasta los puso a fungir como constructores del neo-nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de M¨¦xico) representa un rev¨¦s considerable a su credibilidad.
La mejor prueba de que las instituciones resintieron estos golpes, y mucho, es que las marcas queseras se apresuraron a llenar las redes con explicaciones y mensaje optimistas (¡°Pronto volveremos a tu mesa¡±), mientras que los heraldos oficiosos de las redes corr¨ªan a presentar la detenci¨®n de Cienfuegos como un nuevo ¨¦xito del Gobierno (pese a que el presidente dijo que, aunque hace quince d¨ªas hab¨ªa sido informado de que exist¨ªa una indagaci¨®n contra el militar, ¡°no hab¨ªa nada oficial¡±, y para cuando en la Canciller¨ªa se enteraron de lo que estaba pasando, el General ya estaba bajo arresto). Ya sabemos que el deporte favorito de los heraldos es cantar victoria incluso en medio de pandemias, recesiones y masacres. Son expertos en negar la evidencia.
Vaya inquietud, pues, la de vivir en un pa¨ªs en donde el queso que uno almuerza no re¨²ne las m¨ªnimas condiciones para ser considerado queso. Y en el cual la instituci¨®n que est¨¢ obligada constitucionalmente a defender la soberan¨ªa y (desde hace unos meses) combatir al delito, tuvo un jefe al que se acusa (y no a la ligera: la DEA llevaba meses de reunir pruebas gracias a tel¨¦fonos intervenidos, como en la serie The Wire) de asociarse con un grupo criminal de primera magnitud.
El Ej¨¦rcito suele aparecer en las encuestas, consistentemente, como la instituci¨®n en la que m¨¢s mexicanos conf¨ªan, muy por encima de los gobiernos, los legisladores, los tribunales, las polic¨ªas y los partidos pol¨ªticos. La obligaci¨®n que le impusieron de mantenerse fuera de los cuarteles y meterse a la trinchera de la Administraci¨®n p¨²blica diaria significa una carga considerable y representa el riesgo de un desgaste de imagen imposible de pensar hace unos a?os. Y el costo pol¨ªtico de quemarse como un queso puede resultar alt¨ªsimo.
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