D¡¯Artagnan
El amor fraterno es un b¨¢lsamo invaluable que quiz¨¢ deber¨¢ mencionarse m¨¢s a menudo en el doloroso contexto con el que nos ha golpeado la llamada nueva realidad
Digerida la lectura ¨Co bien, la vida misma¨C queda el sabor de algo muy injusto cuando se cae en la cuenta de que el joven D¡¯Artagnan es el principal¨ªsimo personaje de la novela cuyo t¨ªtulo alude a los otros tres mosqueteros. Incluso, en las otras dos entregas como novela-follet¨ªn, Alexandre Dumas no niega en la tinta el protagonismo del joven gasc¨®n de mand¨ªbula prominente que no por ser el m¨¢s joven de los c¨¦lebres espadachines quedaba por detr¨¢s de Athos, Porthos o Aram¨ªs. Algo as¨ª me llena hoy de l¨¢grimas el alma al despedir a mi hermano Paco, casi siempre evocado a la saga del tr¨ªo que form¨¦ con Luis, el mayor, y Antonio, el que me sigue, donde insist¨ªamos en quitarle la palabra cada vez que se pod¨ªa, enjaretarle el pago de diversos brebajes y dar siempre por hecha su sombra incondicional.
De no haberme corregido con ortodoncia un marcado prognatismo de la quijada podr¨ªa dibujarse en mi cara un cierto clonazgo con Paco, el menor de los cuatro y de muy prominente mand¨ªbula. De ni?o, siempre me pareci¨® que ten¨ªa la frente exagerada y los ojos demasiado saltones; ya con canas le dio por usar los lentes a media asta como si a la mitad de la nariz enfocara mejor las miles de fotograf¨ªas que tomaba con planos y perspectiva de profesional, como si viera mejor las cosas del mundo.
A Paquito se lo ha llevado la pinche pandemia que ha azotado al mundo y a M¨¦xico en particular con una sa?a inmisericorde, enredada en gazapos y contradicciones, abusos y calladas verdades que ni ¨¦l mismo pudo ver bien venir y mi coraz¨®n boga desde lejos con los abrazos que le quedo a deber, con la angustia de que nuestro hermano Luis no se ha enterado a¨²n de su partida por estar ¨¦l tambi¨¦n intubado, lidiando la gravedad del mismo bicho anidado en el jard¨ªn azul de sus pulmones. Ambos inhalaron el bicho invisible en un contagio colectivo que se irradi¨® entre otros miembros de mi familia all¨¢ en Guanajuato¡ mas de hecho, ?no ser¨¢ prudente acordar que absolutamente todos los contagios son c¨ªrculos conc¨¦ntricos que se han ido hilando de persona a familia, de poblaci¨®n a sociedad, de paisaje a pa¨ªses uno y todos o todos a una en una oscilante reverberaci¨®n de luto que ir¨®nicamente nos confirma lo que nos une a todos como planeta?
Mis hermanos han sido un don que me ha permitido asumir desde muy temprana edad la sincron¨ªa y sinton¨ªa de un afecto casi indescriptible cuya principal caracter¨ªstica es que no compartimos padres. Sumados los nietos de mis abuelos ¨Cmaternos y paternos¨C m¨¢s los nietos de sus respectivos hermanos, yo llegu¨¦ a este mundo sabi¨¦ndome parte de una polifac¨¦tica legi¨®n de casi cien primos y de la sin-cuentena de los llamados primos hermanos, un pu?ado exclusivo (y excluyente) muy cohesionado (casi milim¨¦tricamente) de hermanos-primos. As¨ª como Eliseo Alberto explic¨® que hay quien profesa el axioma creer para ver a contrapelo de la mayor¨ªa que precisa ver para creer como el incr¨¦dulo Tom¨¢s, as¨ª nom¨¢s por una enrevesada cronometr¨ªa generacional Paco, Luis y Antonio nos sab¨ªamos hermanos independientemente de la gen¨¦tica y apellidos maternos donde cada quien cuenta con otros hermanos y hermanas tan de veras como la filiaci¨®n inquebrantable que establecimos entre nosotros mosqueteros desde que nos presentaron por primera vez en pa?ales.
Escribo entonces esta esquela no como un abuso por publicar p¨¢rrafos privados o ¨ªntimos como catarsis, sino como confirmaci¨®n de que la hermandad que hoy lloro es simiente que apuntala la secreta condici¨®n de la amistad como forma del amor y de los amores inmarcesibles que rebasan todo l¨ªmite de tiempo o espacio. Es decir: el amor fraterno que me une a mis hermanos-primos y a mis amigos de coraz¨®n es un b¨¢lsamo invaluable que quiz¨¢ deber¨¢ mencionarse m¨¢s a menudo en el doloroso contexto con el que nos ha golpeado la llamada nueva realidad, aunque lo dec¨ªa desde el p¨²lpito un presb¨ªtero poeta de hace siglos: la muerte de todo hombre me disminuye y a la hora de volver a escuchar que dobla la campana no debe quedarnos la menor duda de que dobla por cada uno de nosotros.
Tambi¨¦n escribo estas l¨ªneas porque la vida y obra de Paco mi hermano no merece perderse en la amnesia y evocarlo aqu¨ª con el coraz¨®n como tinta podr¨ªa ser abrazo para todos sus deudos y celebraci¨®n de sus pasos¡ ahora que vuela. A Paco le debemos no pocos descubrimientos notables de mel¨®mano contagioso, desde el jazz a ciegas de Montoli¨² a la taquicardia tribal de H¨¦ctor Lavoe y Son 14; hay que agregar los videos inexistentes de Paquito con el bal¨®n cosido al empeine y el glorioso d¨ªa en que marc¨® a un Negr¨®n de inmensa habilidad en un partido dizzzque amistoso cuando estudiaba un postgrado en Canad¨¢ y acercarse al final del partido para intercambiar camiseta con el morenazo que result¨® ser un jugador profesional que acababa de competir muy dignamente en el Mundial de Italia 90, defendiendo los sagrados colores de Camer¨²n.
Paco estudi¨® Arquitectura en la gloriosa facultad colonial y conventual de la Universidad de Guanajuato en la cuesta aleda?a al Mercado Hidalgo que parece estaci¨®n de ferrocarril porfiriano y a unos pasos de donde creo sigue en pie la torre morisca de azulejos que fue faro y despacho de nuestro bisabueolo Pedro F¨¦lix. Con una creativa pandilla de bohemios de restirador y compases, en ¨¦poca de tinta china y papel cebolla, Paco siempre entrelaz¨® todo lo que lo form¨® como arquitecto con las fibras del coraz¨®n y tantos telones de arte puro y as¨ª, estudi¨® un postgrado en Lubbock, Texas donde conoci¨® a un tal Ieoh Ming Pei. Cuando Paquto volvi¨® de esa experiencia narr¨® por las cantinas de Guanajuato que el tal Pei mostraba el proyecto de un sue?o guajiro: poner en pleno patio de entrada del Museo del Louvre de Par¨ªs una inmensa Pir¨¢mide de Cristal y toda cantina con sobremesa se volv¨ªa escenario digno de novela de Ibarg¨¹engoitia, hasta que callamos las carcajadas el d¨ªa en que Monsieur le Pr¨¨sident Miterrand inauguraba el sue?o del chino que Paquito nos hab¨ªa adelantado, tal como lo hac¨ªa con m¨²sica y libros, chistes y un raro im¨¢n que consta por lo menos en un Cuent¨ªnimo donde se narra la noche en que bajamos un cerro de Cu¨¦vano, desde el P¨ªpila hasta el Jard¨ªn, platicando con un elegante fantasma que se nos esfum¨® en cuanto se abr¨ªa la madrugada al lado del Teatro Ju¨¢rez¡ y Toto sugiri¨® digerir la impresi¨®n con unas libaciones prohibidas en el santuario et¨ªlico de La Cama de las Damelias.
Hijo y hermano ejemplar, consta que Paco mi hermano fue adem¨¢s un marido feliz y un padre afectuoso y cercano a sus hijos. Profesor universitario y sonrisa constante, aqu¨ª intento probar con el breve retrato de su andar por este mundo que la vida de uno solo, de alguien y de todos, de absolutamente todos los miles de muertos que sumamos a diario espec¨ªficamente v¨ªctimas de un virus imperdonablemente feroz no merecen olvidarse y que cada duelo que hoy lleve su luto de lejos, sin poder despedirnos como queremos, entienda el inmenso dolor con el que escribo a media vista, nublada por mar, el inmenso amor que le tengo a Juan Francisco Hern¨¢ndez Ramos, arquitecto intemporal y D¡¯Artagnan que fue siempre uno para todos¡ para quienes le seremos siempre todos para uno.
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