La indecencia
Nuestra vida p¨²blica ha devenido un obsceno escenario por donde se pasean actorzuelos que encarnan un papel cuando se dirigen a sus p¨²blicos y, una vez en la penumbra, se quitan las m¨¢scaras para ser otros
El expresidente que lanz¨® la guerra contra el narcotr¨¢fico ¡ªcausa directa de cientos de miles de muertes y desapariciones¡ª celebra las protestas contra los feminicidios. El vocero del actual presidente llama ¡°muro de la paz¡± a las vallas met¨¢licas colocadas en torno a Palacio Nacional para enfrentar a las protestas feministas. El responsable de enfrentar la pandemia de covid-19 se pasea sin cubrebocas, sabi¨¦ndose contagioso, por un parque p¨²blico y luego se lanza, furibundo, contra los medios que invaden su privacidad. Antiguos militantes de izquierda justifican la represi¨®n policial contra las manifestantes feministas. El principal partido de oposici¨®n, ferozmente opuesto a la despenalizaci¨®n del aborto, ensalza las protestas del 8-M. El presidente no dice una sola palabra sobre la violencia contra las mujeres y, en vez de ello, alaba la resistencia del muro construido para proteger Palacio Nacional. El partido que convirti¨® la corrupci¨®n en una pol¨ªtica de Estado se?ala, flam¨ªgero, el informe de la Auditor¨ªa que se?ala m¨²ltiples irregularidades en la gesti¨®n de este Gobierno. Altas funcionarias y dirigentes partidistas de Morena, que se presentan como feministas, no dicen una sola palabra sobre la intenci¨®n de su partido de postular a un pol¨ªtico acusado reiteradamente de violaci¨®n. Activistas de derechos humanos, reconvertidos en funcionarios p¨²blicos, solapan los abusos polic¨ªacos. Activistas de derechos humanos callan ante los manifestantes que quemaron a un grupo de mujeres polic¨ªas. Un presidente que se dice progresista ¡ªy no hay d¨ªa que no fustigue a sus rivales de conservadores¡ª pide que tanto la despenalizaci¨®n del aborto como la candidatura del pol¨ªtico acusado de violaci¨®n sean sometidos a consulta p¨²blica. La excandidata a la presidencia que abandon¨® el partido conservador regresa a ¨¦l para luchar por una diputaci¨®n en una zona en la que nunca ha vivido. El partido que se presenta como ciudadano postula a un pol¨ªtico abiertamente clasista y machista. El antiguo partido emblem¨¢tico de izquierda se al¨ªa con los dos partidos que combati¨® a lo largo de toda su historia. Un periodista que aval¨® un montaje polic¨ªaco arremete a diario contra el presidente. El candidato que prometi¨® la desmilitarizaci¨®n del pa¨ªs le entrega todo el poder al Ej¨¦rcito. Decenas de periodistas e intelectuales que se enriquecieron con los reg¨ªmenes anteriores acusan de censura a este Gobierno.
Y los ejemplos podr¨ªan seguir y seguir. Si algo caracteriza al M¨¦xico de hoy, aunque habr¨ªa ejemplos similares en otras partes del mundo, no es tanto la mentira ¡ªo lo que hemos llamado posverdad¡ª como la incongruencia. La absoluta incongruencia de nuestros actores p¨²blicos. Los ciudadanos padecemos, d¨ªa tras d¨ªa, de una brutal y cegadora disonancia cognitiva: escuchamos estos discursos, repetidos hasta la saciedad en las chirriantes conferencias ma?aneras del presidente, las exaltadas declaraciones de l¨ªderes partidistas, los sibilinos comentarios de periodistas, comunicadores e influencers y, sobre todo, el hediondo batiburrillo de las redes sociales, y apenas cuesta constatar que quienes las profieren, con toda su labia y toda su convicci¨®n, suelen haber hecho justo lo contrario de lo que proclaman.
Vivimos en el reino de la incongruencia. Y del cinismo.
?C¨®mo podemos tolerar que Felipe Calder¨®n diga que nada supo de los v¨ªnculos con el narcotr¨¢fico de su brazo derecho, Genaro Garc¨ªa Luna? ?O que Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador sostenga la candidatura de F¨¦lix Salgado Macedonio? ?O que los panistas hayan compartido todas las im¨¢genes proyectadas sobre la fachada de Palacio Nacional excepto aquella que llamaba a legalizar el aborto? ?O que Morena no haya usado sus minor¨ªas para lograr esa despenalizaci¨®n? ?C¨®mo podemos soportar cotidianamente a todos estos pol¨ªticos, empresarios, activistas, periodistas e intelectuales que dicen una cosa y hacen justo la opuesta? ?C¨®mo es que la distancia entre el mensajero y el mensaje se ha vuelto tan abismal?
Nuestra vida p¨²blica ha devenido, de pronto, un obsceno escenario por donde se pasean actorzuelos que encarnan un papel cuando se dirigen a sus p¨²blicos y, una vez en la penumbra de sus hogares, se quitan las m¨¢scaras para ser otros. A ninguno parece ocasionarle un m¨ªnimo de verg¨¹enza: en la arena todo se vale, las trampas ret¨®ricas, las mentiras, las falsedades redobladas, con tal de enlodar al enemigo. Aunque yo y los m¨ªos hicimos cosas mucho peores que t¨² y los tuyos ¡ªpensemos en priistas y panistas¡ª, ahora te las echamos en cara, airados e indignados. O, ahora que llegamos al poder ¡ªlos morenistas¡ª, hacemos aquello que m¨¢s critic¨¢bamos en la oposici¨®n. O, ahora que tomo medidas ultraconservadoras ¡ªcomo militarizar al extremo al pa¨ªs o deso¨ªr a las v¨ªctimas¡ª, acuso a todos los dem¨¢s de conservadores. O, ahora que estoy de vuelta en la oposici¨®n, te critico por repetir mis propias medidas anteriores.
Por eso se aplauden tanto las pruebas de coherencia, como Estefan¨ªa Veloz, militante feminista de Morena, quien dijo que renunciar¨ªa a su partido si segu¨ªa protegiendo a Salgado Macedonio¡ y, en efecto, renunci¨®. Que un acto as¨ª nos sorprenda es un s¨ªntoma claro de cu¨¢nto nos hemos acostumbrado al reverso: las maniobras verbales para justificar lo injustificable.
Vivimos en el reino de la indecencia.
Si algo nos urge, en este panorama desolador, es el aut¨¦ntico periodismo de investigaci¨®n. Aquel que nos sirva como ayuda de memoria para desenmascarar la incongruencia y, como espejos de Dorian Gray, nos recuerden qui¨¦nes se ocultan detr¨¢s de los pulcros rostros de quienes, con tanto orgullo y convicci¨®n, acusan a los otros de lo que ellos mismos son.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.