Castigos ejemplares
Los escarmientos que sufri¨® el autor en la secundaria fueron para ¨¦l ejemplo de estulticia y fracaso pedag¨®gico, de cerraz¨®n obtusa y discriminatoria, de constante hipocres¨ªa perversa
Entre los cuentos que he de reunir bajo el t¨ªtulo de Faltas de asistencia, no faltar¨¢ el relato donde ejerza mi clara venganza por los ¡°castigos ejemplares¡± que padec¨ª en una secundaria tipo presidio, exclusivamente masculina, cat¨®lica, apost¨®lica y pretoriana, am¨¦n del riguroso uniforme (de gala, deportes y diario) que pudo haber da?ado seriamente la sinapsis de no pocas neuronas y quebrantar el ¨²ltimo h¨¢lito de una libre voluntad si no fuera por la felizmente necia filiaci¨®n rebelde a la travesura constante y al desmadre ...
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Entre los cuentos que he de reunir bajo el t¨ªtulo de Faltas de asistencia, no faltar¨¢ el relato donde ejerza mi clara venganza por los ¡°castigos ejemplares¡± que padec¨ª en una secundaria tipo presidio, exclusivamente masculina, cat¨®lica, apost¨®lica y pretoriana, am¨¦n del riguroso uniforme (de gala, deportes y diario) que pudo haber da?ado seriamente la sinapsis de no pocas neuronas y quebrantar el ¨²ltimo h¨¢lito de una libre voluntad si no fuera por la felizmente necia filiaci¨®n rebelde a la travesura constante y al desmadre irremediable.
Es momento de inculpar p¨²blicamente al cerdo Medina, dizque supervisor sagaz que daba latigazos con un grueso cordel del cortinero mayor previamente ba?ada la punta en cera de Campeche, para que el escarmiento pareciera b¨ªblico y en el mismo infierno espero se pudra la maestra conocida como Pajarita, que me oblig¨® a memorizar no s¨¦ cuantos logaritmos que a la fecha me provocan dolorosas migra?as con insomnio. Est¨¢ el d¨ªa en que Bret¨®n me oblig¨® a recorrer al Paseo de la Reforma y copiar las placas en bronce al pie de cien estatuas heroicas y para constancia ser fotografiado a lo largo de todo el recorrido que me cost¨® m¨¢s de siete horas de un s¨¢bado y est¨¢ tambi¨¦n la artima?a siniestra con la que Capulina exigi¨® una buena mordida en efectivo y la compra de siete rollos para las viejas m¨¢quinas de escribir donde seg¨²n ¨¦l merec¨ªa yo reprobar su materia de Taquimecanograf¨ªa Din¨¢mica.
Recuerdo la feroz penitencia de siete semanas como monaguillo en la misa de maitines a las seis de la ma?ana por haber jugado una gran cascarita de futbol sala en la capilla y haber roto la l¨¢mpara votiva con un gran cabezazo que termin¨® en gol, rematado nada menos que por el busto policromado de San Juan Bautista de La Salle (que qued¨® temporalmente decapitado por la haza?a) y luego, el ayuno obligatorio que se me impuso durante unos ejercicios de encierro donde fui falsamente acusado de haber introducido una barajita dizque pornogr¨¢fica para esos pocos momentos de ocio reflexivo previos a la culpa p¨²blica.
De terminar ya ese librito llamado Faltas de asistencia he de agregarle un prologuillo donde explique el trauma que le da t¨ªtulo: sucede que no me iba mal en ex¨¢menes y entrega de trabajos, pero las calificaciones siempre fueron aminoradas por ¡°faltas de asistencia¡± ya que los hermanos lasallistas no aquilataban el alto valor que implicaba escaparse por encima de la barda, huir corriendo por la v¨ªa p¨²blica y aplicar elevados conceptos de trigonometr¨ªa en el billar con partidas interminables de carambola o la coordinaci¨®n motriz y mental que se trabaja en el boliche. Adem¨¢s, me viene de herencia pues ese libro de cuentos tendr¨ªa que honrar las muchas travesuras que convirtieron en leyenda a mi padre ¨Cconocido como Gargantilla- no solo en todas las escuelas de Guanajuato de donde sali¨® reprobado, sino en m¨¢s de un convento y seminario donde ¨Ccrey¨¦ndose flechado con la vocaci¨®n religiosa¡ªmilit¨® con el claro af¨¢n de obtener certificado de estudios sin dejar de hacer diabluras todos y cada uno de los d¨ªas en que se visti¨® de novicio.
Recuerdo en particular las tres o cuatro veces en que fui condenado a permanecer en el patio de mi escuela secundaria, una vez tocada la campana que dio salida a todos los dem¨¢s estudiantes y sostener en ambas manos tres o cuatro pesados vol¨²menes tomados al azar de la biblioteca escolar y, al tiempo en que pasaban los cuartos de hora, soportar el escarnio iracundo del hermano Paco, que pasaba revista a paso de ganso frente a mi martirio como rezando en voz baja una letan¨ªa donde afirmaba que los burros sufren con libros m¨¢s que a fuetazos por supina ignorancia y lo que ¨¦l defin¨ªa como ¡°incurable liviandad¡±¡ y casi medio siglo despu¨¦s le deseo al mentado hermanito la simb¨®lica respuesta de que cargue sobre su conciencia al menos tres o cuatro libros pesados de mi autor¨ªa y confirmarle que todos esos castigos fueron efectivamente ejemplares: ejemplo de su estulticia y fracaso pedag¨®gico, ejemplo de su cerraz¨®n obtusa y discriminatoria, ejemplo de su constante hipocres¨ªa perversa con golpes de pecho falsos y ejemplo de que a la larga no me lograron vencer tantas t¨¢cticas penitenciarias por el salvoconducto invaluable de mis faltas de asistencia¡ que se siguen sumando.
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