Primera salida
Celebro la primera salida directa a la vacuna de quienes estuvieron todo un a?o en el encierro de la locura que obnubil¨® al planeta
Acostumbrado a las escenas con Cantinflas u otras versiones en pantalla, el sinf¨ªn de ilustraciones y retratos, el primerizo lector del Quijote de Cervantes descubre de entrada que la primera salida del caballero enloquecido por los libros es en soledad, al clarear una ma?ana calurosa de julio y el ¨²nico c¨®mplice de esta su primera aventura es su caballo ya bautizado como Rocinante. En pr¨®ximos p¨¢rrafos he de intentar alargar una luminosa afirmaci¨®n que eleva al fam¨¦lico roc¨ªn a protagonista principal de toda la novela, pues sin montura no hay caballero que valga y luego, en otros p¨¢rrafos celebrar la invenci¨®n de Sancho, como quien inventa la amistad que ha de signar dualidades todas: el ensue?o y la realidad, la raz¨®n y la locura, el Gordo y el Flaco, Sherlock y Watson, Hastings y Poirot e incluso, The Blues Brothers.
Por hoy, quiero concentrarme en la primera salida del semi hidalgo llamado quiz¨¢ Quijana que se proclama a s¨ª mismo Don Quijote de la Mancha (a¨²n antes de adquirir el mote de Caballero de la Triste Figura) y la entra?able parrafada donde desentierra una oxidada y olvidada armadura que fue de su bisabuelo para lanzarse al amanecer de su delirio por el campo de Montiel en pos de desfacer entuertos y corregir todos los males. Se sale del corral por una puerta trasera sin que lo vean su criada y la ama, solo con su lanza y la armadura que siglos despu¨¦s han de encontrar los atrevidos so?adores que fundaron Macondo.
De esa primera salida est¨¢n hechas no pocas met¨¢foras que pueden conjugarse con todo tipo de biograf¨ªa: la de la mujer que navega a contracorriente la conquista de unos estudios universitarios en tierra extra?a, la del joven que se desvela leyendo en la madrugada para salir de qui¨¦n sabe cu¨¢ntas necedades o amnesias, la del emprendedor que decide cambiar el decurso de una vida o la anciana que se propone vivir mejor los meses que le quedan por delante. De esa primera salida del Quijote est¨¢n hechos los primeros equ¨ªvocos que llaman a risa o piedad: la confusi¨®n de una venta por castillo, las damas maquilladas del alterne que parecen doncellas, la del cuerno de un pastor que se escucha como trompeta imperial inflada por los pulmones del enano de una corte¡ y luego, el af¨¢n cr¨¦dulo por hacernos caballeros andantes con la letan¨ªa que nos recita un cantinero en cualquier venta o el heroico silencio con el que hemos velado las armas en v¨ªsperas de un examen o un rega?o¡ y luego, terminar la primera salida con un descalabro may¨²sculo en dos partes: primero, creer que aliviamos los dolores de un sufrido mozo que ha sangrado a latigazos creyendo que con solo jurar de palabra su verdugo ha de suspender la tortura y luego, encarar a un grupo de paseantes y exigirles que vayan a los pies de Dulcinea a rendirle honores en el momento en que nuestra cabalgadura decide relinchar y reparar hasta dar con nuestro cr¨¢neo en el suelo.
Tirado a la mitad del camino, el apaleado Don Quijote es reconocido por un vecino de su pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme. Lo levanta y dice que lo conoce, llam¨¢ndolo Quijana o Quezada, a lo que el h¨¦roe de toda la literatura responde con enfado: ¡°Yo s¨¦ qui¨¦n soy¡± e incluso, a?ade todos los que puede llegar a ser porque le da la gana, porque ha decidido salir de la vida que llevaba y conquistar el mundo m¨¢s all¨¢ de las madrugadas de insomnio.
Celebro entonces la primera salida de los ni?os que puedan convivir con un poco m¨¢s de salud entre sus pares y primos; la primera salida de los ancianos ya vacunados y la de miles de confinados que poco a poco salen por primera vez al mundo que nos queda luego de la pandemia del encierro. Celebro que salgan las verdades de las mentiras y que salgan las verdaderas cifras de todos los muertos que hemos de velar por lo menos lo que nos resta de este siglo y celebro que salgan sanos y saludables los h¨¦roes de los hospitales, los m¨¦dicos y camilleras, las enfermeras y los anestesistas¡ celebro la primera salida directa a la vacuna de quienes estuvieron todo un a?o en el encierro de la locura que obnubil¨® al planeta y que ahora, vapuleados y rescatados por un vecino que iba de paso pueden levantar la voz como persona, pueblo, pa¨ªs o personaje y clamar a voz en cuello saber precisamente qui¨¦n se es, qui¨¦n se puede llegar a ser y qui¨¦n ¨Cdefinitivamente¡ªno ser¨¢ nunca.
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