?Es Morena un nuevo PRI?
Sin un l¨ªder cuyo sentido de misi¨®n sea la base de la confianza ciudadana y de su legitimidad, un gobierno gen¨¦rico de la 4T no ser¨¢ mas que otro gobierno com¨²n y corriente
En d¨ªas recientes ha adquirido renovada actualidad la discusi¨®n sobre el car¨¢cter del r¨¦gimen pol¨ªtico que est¨¢ construyendo desde la presidencia Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. La victoria de su partido, Morena, en cuatro de los seis Estados en los que hubo elecci¨®n de gobernadores hace dos semanas ha obligado a reconsiderar el problema de la hegemon¨ªa pol¨ªtica en M¨¦xico. En este momento cr¨ªtico no ayuda en nada repetir el mantra de que estamos ante la reconstituci¨®n de un nuevo PRI. M¨¢s bien es necesario tratar de establecer el car¨¢cter sui generis del r¨¦gimen que se est¨¢ instituyendo, y que por ahora no es mas que otra versi¨®n de los gobiernos de la larga transici¨®n a la democracia.
Como ha sido ya discutido en los c¨ªrculos acad¨¦micos y pol¨ªticos mexicanos, L¨®pez Obrador y su partido representan, en principio, una peculiar actualizaci¨®n de una herencia pol¨ªtica que se remonta al siglo XIX y que es el jacobinismo. Se trata de la auto-comprensi¨®n por parte de una ¨¦lite pol¨ªtica en momento hist¨®rico cr¨ªtico de que le corresponde asumir una misi¨®n trascendente, que implica desplazar a los poderes constituidos, herencia del pasado, y construir una nueva relaci¨®n de fuerzas que debe expresarse en leyes e instituciones, la formaci¨®n de una nueva elite pol¨ªtica y de un nuevo gobierno, es decir, de un nuevo tipo de Estado. Tal fue el esp¨ªritu de los liberales en el siglo XIX en su larga confrontaci¨®n con los conservadores, con la iglesia cat¨®lica y con los invasores extranjeros, hasta que se lleg¨® a una convivencia peculiar en el porfiriato a partir de la derrota pol¨ªtica del conservadurismo y la conversi¨®n del liberalismo en un r¨¦gimen dictatorial que asumi¨® como misi¨®n pol¨ªtica la modernizaci¨®n material del pa¨ªs y no la adopci¨®n de modelos pol¨ªticos democr¨¢ticos liberales (eso s¨ª, siempre respetados formalmente).
La Revoluci¨®n Mexicana cre¨® un nuevo tipo de jacobinismo que mezcl¨® en una forma novedosa el discurso de la justicia social emanado del pensamiento socialista, el anticlericalismo liberal decimon¨®nico y principios liberal-democr¨¢ticos propios de la herencia constitucional del pasado. Esa nueva generaci¨®n estaba plenamente consciente de la imposibilidad de legitimar la sustituci¨®n de una dictadura (la porfiriana) por otra (la revolucionaria). Hab¨ªa por tanto la necesidad de institucionalizar un r¨¦gimen pol¨ªtico formalmente basado en una constituci¨®n republicana, liberal y democr¨¢tica, con promesa de justicia social. Sin embargo, la lenta construcci¨®n del nuevo r¨¦gimen implic¨® la prolongaci¨®n de la guerra civil revolucionaria de la segunda d¨¦cada del siglo XX en la forma de una especie de guerra de guerrillas pol¨ªtica y a veces militar en que las disputas entre las facciones revolucionarias y entre ¨¦stas y las fuerzas olig¨¢rquicas y empresariales construidas en la modernizaci¨®n porfirista se escenificaron en m¨²ltiples formas, espacios y niveles hasta llegar a un relativo equilibrio en el cardenismo. El cardenismo no s¨®lo fue el momento de la verdadera formaci¨®n del r¨¦gimen de la revoluci¨®n, sino que represent¨® la actualizaci¨®n del jacobinismo decimon¨®nico a los proyectos pol¨ªticos del siglo XX, en especial, el socialismo, en una peculiar versi¨®n nacionalista popular. Su misi¨®n fue recentralizar el poder pol¨ªtico disperso en los primeros 20 a?os de la posrevoluci¨®n. El resultado fue la creaci¨®n del r¨¦gimen de la revoluci¨®n mexicana, una novedosa combinaci¨®n de autoritarismo presidencialista, corporativismo quasifascista, desarrollismo estatista y nacionalismo ideol¨®gico, que instituy¨® reglas de sucesi¨®n y de reparto del poder sumamente exitosas, las cuales garantizaron la estabilidad pol¨ªtica. Ese r¨¦gimen entr¨® en crisis en la ¨²ltima d¨¦cada del siglo pasado, agotadas como estaban sus capacidades desarrollistas, su legitimidad hist¨®rica y su capacidad inclusiva. La salida a su crisis no fue revolucionaria, como en el pasado, sino democr¨¢tica y tecnocr¨¢tica. De un lado, el propio r¨¦gimen autoritario propici¨® la adopci¨®n del neoliberalismo como modelo econ¨®mico, y apost¨® a la integraci¨®n con Norteam¨¦rica; por otro lado, y ofreciendo una tenaz resistencia, dio paso a una lenta, penosa y al parecer nunca acabada transici¨®n a la democracia que no logr¨® consolidar hasta la fecha un r¨¦gimen democr¨¢tico estable y basado en un estado de derecho.
En el contexto de la crisis de legitimidad de los partidos que protagonizaron la disputa electoral en la transici¨®n, se abri¨® un espacio pol¨ªtico para una salida populista a la crisis de la precaria democracia mexicana. L¨®pez Obrador, un consumado insider de la pol¨ªtica de la transici¨®n, sin ser un ide¨®logo, se postul¨® a s¨ª mismo como el representante de una especie de actualizaci¨®n en el siglo XXI del viejo esp¨ªritu jacobino. En este momento hist¨®rico, AMLO se ofrece como el l¨ªder de un pueblo desplazado y olvidado en su confrontaci¨®n con una nueva oligarqu¨ªa, la surgida en el periodo neoliberal, aliada a los agentes e instituciones del nuevo capitalismo global. Pero, a diferencia de las dos generaciones previas de agentes del jacobinismo pol¨ªtico, L¨®pez Obrador ha llegado al poder por la v¨ªa democr¨¢tica, y no mediante una guerra o una revoluci¨®n. Por tanto, su misi¨®n es m¨¢s limitada, acotada, por un lado por las instituciones democr¨¢ticas construidas en la larga transici¨®n a la democracia y por otro, por la inescapable realidad del mercado global en el cual M¨¦xico est¨¢ estructuralmente inserto. Por tanto, y a pesar de su propio discurso grandilocuente, L¨®pez Obrador no plantea una refundaci¨®n pol¨ªtica, sino un ajuste de los excesos de los gobiernos de la transici¨®n. Por m¨¢s epop¨¦yico que sea el relato, el proyecto es claramente reformista. En una ¨¦poca postrevolucionaria y en la que est¨¢n en crisis todos los relatos, no hay espacio para ofrecer un mundo nuevo. De ah¨ª que el discurso de la ¡°Cuarta Transformaci¨®n¡± suene a viejo, a restauraci¨®n simb¨®lica de un pasado m¨ªtico.
En la pr¨¢ctica, el proyecto de L¨®pez Obrador es un intento de reformular, desde el gobierno, las relaciones entre Estado, mercado y sociedad en una forma m¨¢s justa, equilibrada, en la que el Estado adquiera de nuevo un poder estructural suficiente como para someter a cierta disciplina al gran capital nacional, al capital extranjero y a las viejas corporaciones de la ¨¦poca pri¨ªsta, distribuyendo al mismo tiempo una renta mayor a los pobres. Siendo atendible este proyecto, lo malo han sido las formas de ejecutarlo. Las ideas de instituciones regulatorias, controles legales, equilibrio de poderes, contrapoderes ciudadanos, etc., tan caras a la tecnocracia (neo)liberal y al sector liberal-democr¨¢tico de la sociedad civil le parecen a L¨®pez Obrador irreales, superfluas, ut¨®picas, pues, seg¨²n su experiencia, en la pr¨¢ctica lo que haga o deje de hacer el gobierno depende del poder relativo del Estado y de los actores econ¨®micos, pol¨ªticos y sociales, y no de los marcos legales. Por tanto, la estrategia de L¨®pez Obrador ha sido acumular y centralizar el poder r¨¢pidamente mediante la suma de m¨¢s y m¨¢s miembros de la vieja clase pol¨ªtica a su partido, ocupar los espacios administrativos y pol¨ªticos en el estado con sus fieles, relanzar al estado como actor econ¨®mico central mediante el ¡°rescate¡± de la industria energ¨¦tica y la realizaci¨®n de grandes obras p¨²blicas, y finalmente, disciplinar en forma particularista, uno a uno, a los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. Asimismo, y dado que su proyecto requiere concentrar el poder en su persona, ha tratado de debilitar y/o deslegitimar a las instituciones y actores que tienen autonom¨ªa pol¨ªtica, especialmente los diferentes sectores de la sociedad civil, los medios de comunicaci¨®n, las universidades, que mantienen un pensamiento cr¨ªtico, gozan de una cierta posici¨®n privilegiada y exigen un m¨ªnimo respeto al estado de Derecho. Para L¨®pez Obrador las restricciones legales e institucionales son un estorbo a su urgente tarea, una mera herencia legal/institucional que los gobiernos de la transici¨®n no respetaron y que ahora quieren que se cumpla para pausar el ritmo de la urgente ¡°transformaci¨®n¡± del pa¨ªs. De aqu¨ª el car¨¢cter iliberal de sus diarias peroratas, lo cual no implica que en verdad se proponga la transgresi¨®n del orden constitucional.
El problema del jacobinismo presidencial es su precariedad pol¨ªtica e institucional. Es una limitaci¨®n que comparte con los populismos contempor¨¢neos. En efecto, en tanto respuesta coyuntural a los problemas estructurales de la democracia de partidos que experimentan en general las democracias liberales de casi todo el mundo, el populismo de nuestro tiempo es un fen¨®meno transicional. Es una forma de lidiar con las crisis simult¨¢neas de representaci¨®n y de legitimidad que afectan desde hace ya un par de d¨¦cadas a la democracia en general. El populismo hist¨®rico era fundacional, implicaba crear algo nuevo. Los nuevos populismos son mucho m¨¢s limitados: carecen de ideolog¨ªa definida, se basan en orientaciones afectivas y sostienen la gobernanza mediante la centralizaci¨®n del poder en la figura del l¨ªder, quien reclama representar a un pueblo abstracto en permanente lucha contra unas ¨¦lites ventajosas. Pero estos no son fundamentos duraderos para un r¨¦gimen. Es una soluci¨®n temporal que se mueve entre los extremos de la democracia y el autoritarismo. Y conforme evoluciona su desarrollo, estos gobiernos populistas se cargan m¨¢s y m¨¢s hacia un lado o hacia otro, terminando su ciclo o en el reforzamiento de la democracia electoral o en el autoritarismo. Por fortuna, hasta ahora son los menos los que han derivado hacia un franco autoritarismo, y m¨¢s los que conviven con la democracia. En el caso de L¨®pez Obrador debe reconocerse que hasta ahora no ha hecho nada que nos haga sospechar que pretenda convertirse en un Ch¨¢vez o en un Ortega.
Los populismos son personalistas, dependen de un l¨ªder y, por tanto, en ausencia de ¨¦ste, por t¨¦rmino de periodo de gobierno, muerte o retiro, no es f¨¢cil establecer una sucesi¨®n ordenada y leg¨ªtima. Menos aun cuando el l¨ªder no crea instituciones, sobre todo un partido digno de ese nombre. Este es el caso del actual gobierno. Morena es un mero instrumento electoral, no un cuerpo articulador ni program¨¢tico. El gobierno es una administraci¨®n improvisada e informal, cada vez m¨¢s en manos de militares y fieles, lo cual ha conducido a la profundizaci¨®n de su disfuncionalidad hist¨®rica. M¨¢s temprano que tarde mostrar¨¢ sus fracturas. Y sin un l¨ªder cuyo sentido de misi¨®n sea la base de la confianza ciudadana y de su legitimidad, un gobierno gen¨¦rico de la ¡°4T¡± no ser¨¢ mas que otro gobierno com¨²n y corriente.
Por ahora el de L¨®pez Obrador es un Gobierno m¨¢s de la larga transici¨®n a la democracia, y no un nuevo tipo de r¨¦gimen. Los gobiernos anteriores tampoco respetaron la ley, hicieron uso de las ventajas de ser Gobierno en los procesos electorales, recurrieron a pactos particularistas para resolver conflictos, cooptaron a pol¨ªticos de otros partidos cuando fue necesario y conveniente, fueron muy corruptos y trataron de imponerse a otros actores pol¨ªticos y sociales por la fuerza cuando fue necesario. Lo que ha cambiado es el estilo, el discurso, y la aparici¨®n de un l¨ªder omnipresente que acapara el espacio p¨²blico y presume con descaro su desprecio por las formas. Su gesta constituye un correctivo iliberal y populista a los problemas de legitimidad y representaci¨®n de un sistema de partidos que se autoinmol¨® en 2018 por exceso de ambici¨®n y escasez de inteligencia. Pero, a como van las cosas, parece que el propio L¨®pez Obrador se autoinmolar¨¢ por las mismas razones en 2024.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.