Votar cansa
Al acto de votar lo llaman ¡°La fiesta de la democracia¡±, pero qu¨¦ quieren: a m¨ª me recuerda m¨¢s a la fila de la vacuna

Bajo un sol que hostiliza la piel ya a las nueve y quince de la ma?ana, las filas parecen cortas, pero no se mueven. ¡°Es que faltaron dos funcionarios¡±, comenta al aire una chica que acaba de tener una charla con una nerviosa funcionaria de casilla a la que pidi¨® explicaciones del impasse. ¡°Todav¨ªa no ha votado nadie¡±, susurran los que llegaron antes de la hipot¨¦tica hora de apertura y siguen ah¨ª, de pie. Los presentes forman todo un mosaico humano. Deportistas sudados, unas monjas, damas de cabellos blancos impolutos, chamacos con aud¨ªfonos, una pareja de dos hombres muy efusivos, acompa?ados por un perrito que lleva los colores del arco¨ªris en la pechera. No evito pensar que aquello parece un anuncio del INE para apuntalar el lema ¡°la democracia es de todos¡± o algo as¨ª.
Mi fila, que corresponde a una urna contigua, comienza a moverse. La casilla b¨¢sica sigue paralizada y quienes esperan ante ella nos miran avanzar a los vecinos con una mezcla de fastidio y envidia. La funcionaria electoral sale a la banqueta para solicitar a grito pel¨®n algunos voluntarios que sustituyan a los ausentes. Un par de personas, mujer y hombre, j¨®venes los dos, se ofrecen. Salen de la fila y no vuelven. La funcionaria regresa, anuncia que el staff ya est¨¢ completo y ha iniciado actividades la casilla b¨¢sica. Hay un amago de aplauso que se esfuma cuando la mujer nos rega?a a los dem¨¢s, porque no nos ofrecimos a participar. ¡°Como sociedad, aqu¨ª nos sacamos un cero en civismo¡±, dice ella, sombr¨ªa. ¡°Mejor ap¨²rese con la casilla y rega?e a los que la dejaron plantada, porque mucho hacemos nosotros aqu¨ª paradotes¡±, replica una mujer ya mayor, a la que su hijo cubre con una sombrilla del sol incontestable. Voto unos minutos m¨¢s tarde y me voy. Ahora las filas son bastante m¨¢s considerables que cuando llegu¨¦.
Una hora despu¨¦s estoy formado de nuevo, no porque est¨¦ planeando sufragar dos veces para macular la santidad de la democracia electoral mexicana, sino porque acompa?o a mi hija menor, que acaba de tramitar su credencial y votar¨¢ por primera vez en la vida. Son las diez y las filas no han dejado de crecer. Hay una multitud serpenteante y muchas discusiones. Una mujer lleva una hora formada en una l¨ªnea, pero le tocaba otra y anuncia que no piensa comenzar de nuevo y ¡°h¨¢ganle como quieran¡±. Parece que el m¨¦todo de exponer afuera de las casillas grandes lonas en las que se explica a qui¨¦n le toca votar y en donde, bajo un sistema alfab¨¦tico muy simple, no queda claro para muchos en un pa¨ªs en el que casi nadie lee. Un astuto vendedor de tejuino (una bebida fresca de ma¨ªz fermentado, que es end¨¦mica de Jalisco) est¨¢ apostado justo al lado y se cubre de oro expendiendo a diestra y siniestra vasitos coronados, adem¨¢s, por nieve de lim¨®n.
Mi hija, a la que no entusiasm¨® ninguna de las campa?as, sale de votar y anuncia que lo hizo en favor de Layne Staley, el difunto cantante de la banda de grunge Alice in Chains. Se le queda viendo feo un sujeto de unos cincuenta y muchos, que es el vivo retrato del gallo con una coletita de cabello humano del inmortal meme conocido como ¡°?Pongan Caifanes!¡±. Yo lo miro feo a ¨¦l, en respuesta, y el se?or ¡°?Pongan Caifanes!¡± se concentra mejor en su celular.
La ¨²ltima fila es la del tejuino con nieve, que se consuma r¨¢pidamente. Estamos a 36 grados, hay que caminar unas calles de vuelta a casa y a merced del sol tremendo, que nos devora en tiempo real. Al acto de votar lo llaman ¡°La fiesta de la democracia¡±, pero qu¨¦ quieren: a m¨ª me recuerda m¨¢s a la fila de la vacuna.
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