Est¨¢ sucediendo: emergencia clim¨¢tica. K?pajtn?p
Durante la relativa calma que nos queda ante la enorme tormenta clim¨¢tica que se nos avecina no podemos darnos el lujo de perder la esperanza
Cuando comenc¨¦ a tener conciencia de la emergencia clim¨¢tica, una de las primeras preguntas que me vino a la mente fue la siguiente: ?cu¨¢les ser¨¢n sus efectos en mi comunidad? ?Qu¨¦ suceder¨¢ en el territorio en el que habito? Si no se cumplen los compromisos m¨ªnimos para paliar los efectos de la deslace clim¨¢tica, ?qu¨¦ podemos hacer localmente para evitar lo m¨¢s posible el sufrimiento de las personas que habit...
Cuando comenc¨¦ a tener conciencia de la emergencia clim¨¢tica, una de las primeras preguntas que me vino a la mente fue la siguiente: ?cu¨¢les ser¨¢n sus efectos en mi comunidad? ?Qu¨¦ suceder¨¢ en el territorio en el que habito? Si no se cumplen los compromisos m¨ªnimos para paliar los efectos de la deslace clim¨¢tica, ?qu¨¦ podemos hacer localmente para evitar lo m¨¢s posible el sufrimiento de las personas que habitan en mi comunidad?. Al tratar de responder estas preguntas supe tambi¨¦n sobre la ecoansiedad y sus consecuencias muchas veces paralizantes, la emergencia clim¨¢tica tiene tambi¨¦n un impacto en nuestra salud mental.
Una amiga me habl¨® entonces de simuladores que pod¨ªan predecir, m¨¢s o menos, los efectos del calentamiento global seg¨²n la regi¨®n del mundo en el que habitabas. Intent¨¦ buscar alguna informaci¨®n sobre lo que suceder¨ªa en la Sierra Norte de Oaxaca, en el sur de M¨¦xico, regi¨®n en la que vivo, si la temperatura promedio del planeta se incrementa m¨¢s del 1.5¡ãC, l¨ªmite que se impusieron los estados que firmaron el famoso Acuerdo de Par¨ªs. No encontr¨¦ nada. Mientras que se tiene relativamente claro qu¨¦ puede suceder con las islas del oc¨¦ano Pac¨ªfico, no encontr¨¦ informaci¨®n sobre mi territorio. Sin embargo, tampoco es dif¨ªcil inferirlo, es muy probable que las intensas sequ¨ªas pongan en riesgo nuestras pr¨¢cticas agr¨ªcolas y nuestro sistema de alimentaci¨®n que en gran medida a¨²n depende de la producci¨®n local, es de esperarse que el agua comience a escasear y que, parad¨®jicamente, lluvias torrenciales desgajen nuestras monta?as. Grosso modo, es lo que podr¨ªa pasar, hilando fino es altamente probable que haya muchas reacciones en cadena que mi mente ansiosa no alcanza siquiera a imaginar.
De hecho, ya todo ha comenzado a suceder. Durante mi infancia, d¨¦cadas atr¨¢s, sembr¨¢bamos milpa a finales de febrero, con las primeras lluvias de marzo las semillas ten¨ªan aseguradas las condiciones que las har¨ªan brotar. Ahora, sembramos en abril. En contraste, despu¨¦s de las intensas lluvias, m¨¢s bien tremendas tormentas de agosto en este pleno mes de octubre, los cerros comenzaron a venirse abajo, a su paso se llevaron casas, inundaron campos y grandes porciones de las carreteras serranas quedaron en tan malas condiciones que no hay forma de llegar a muchas comunidades.
Con el paso de los a?os, la frecuencia de lo que generalmente llamamos ¡°desastres naturales¡± se ha ido incrementando, su intensidad tambi¨¦n. Las sequ¨ªas y los huracanes, por mencionar los fen¨®menos m¨¢s evidentes, han ido aumentando su furia. Estos fen¨®menos, y los estragos que causan a su paso, se van revelando cada vez menos como hechos ¡°naturales¡± y va siendo evidente que son consecuencia de la acci¨®n humana, de la acci¨®n capitalista para mayor precisi¨®n.
El Estado funciona m¨¢s o menos de manera estable para administrar lo cotidiano, cuando lo extraordinario irrumpe en forma de hurac¨¢n, sismo o inundaci¨®n se queda paralizado. Hemos visto esto una y otra vez, la respuesta gubernamental a los cada vez m¨¢s frecuentes fen¨®menos derivados de la emergencia clim¨¢tica, deja mucho que desear y cada vez ser¨¢ peor; las estructuras del Estado se ven y se ver¨¢n rebasadas. Ante la par¨¢lisis del aparato gubernamental, la organizaci¨®n local basada en el apoyo mutuo y el trabajo colectivo ser¨¢n fundamentales.
Durante la relativa calma que nos queda ante la enorme tormenta clim¨¢tica que se nos avecina no podemos darnos el lujo de perder la esperanza. Necesitamos conjuros concretos y estrategias claras que nos ayuden a atravesar la situaci¨®n con el menos sufrimiento posible, sobre todo para aquellos segmentos de la poblaci¨®n m¨¢s vulnerables. Los pueblos ind¨ªgenas, por ejemplo, tenemos experiencia en atravesar tormentas apocal¨ªpticas, la colonizaci¨®n fue una de ellas, pero el costo fue grande, los expertos calculan que nueve de cada diez habitantes nativos murieron entre guerras, epidemias, hambrunas y trabajos forzados. ?C¨®mo podemos atravesar ahora la emergencia clim¨¢tica y sobrevivir del mejor modo posible a ella sin perder de formas terribles al 90% de la poblaci¨®n? Me parece una pregunta fundamental tomando en cuenta que los pueblos ind¨ªgenas, igual que la mayor parte de la poblaci¨®n hist¨®ricamente empobrecida del mundo, son los m¨¢s vulnerables a los efectos de la crisis clim¨¢tica al mismo tiempo que son quienes menos han contribuido en la creaci¨®n del problema.
La respuesta, me parece, est¨¢ en la organizaci¨®n local. ¡°Piensa global y act¨²a local¡± nos repiten las mujeres eco-feministas. Comprendamos el fen¨®meno global y tomemos acci¨®n cotidiana local. Que la emergencia clim¨¢tica no nos agarre desorganizados. Comencemos, ya nos tardamos.