Acapulco, un a?o como zona de desastre
Despu¨¦s del impacto de dos brutales huracanes, la que fue una de las perlas tur¨ªsticas de M¨¦xico sobrevive entre el lodo y los escombros, sin agua y con la mayor¨ªa de su poblaci¨®n desempleada
Entre las piscinas de un hotel de lujo suena para un pu?ado de turistas ¡°la vida es un carnaval¡±. A unos metros, las colonias populares acumulan m¨¢s de dos semanas sin agua y una protesta de cientos de trabajadores corta una avenida: tras el ¨²ltimo hurac¨¢n no les queda playa ni nadie para el que trabajar. Al otro extremo de la ciudad, con sus 72 a?os y su vista a medias, Lidia Villavicencio Miranda camina bajo el sol encorvada por la edad y las bolsas. Todas las ha tejido a mano para ofrecerlas a los visitantes. Vende una y abre mucho los ojos y celebra: va a poder comer. Una roca enorme, mayor que un coche, rompe la calle en la que viv¨ªan do?a Manuela y Melquiades antes de que un deslave destrozara sus casas y se los llevara. En una escuela primaria, una pila de desechos hace de entrada. Otis dej¨® las aulas sin techos y John las llen¨® de lodo; el resultado es el mismo: no hay lugar para que los ni?os puedan estudiar. Cerca, cinco militares empu?an alertas sus armas frente a un puesto de comida, un sexto compra un pollo. Ha pasado un a?o y la historia no cede: Acapulco es zona de desastre.
Era la perla del Pac¨ªfico, uno de los principales destinos tur¨ªsticos de M¨¦xico, el motor econ¨®mico del Estado de Guerrero, una de las ciudades m¨¢s violentas del mundo, el espejo perfecto de la desigualdad. Ahora tambi¨¦n es una ciudad de mill¨®n de habitantes en estado cr¨ªtico. El impacto de dos brutales huracanes en menos de un a?o ha terminado de despedazar el fr¨¢gil equilibrio que un¨ªa las piezas en Acapulco. Muchos confiesan que ya se quieren ir a empezar a otro lugar, otros preguntan ¡°pero, ?a d¨®nde?¡±.
En la madrugada del 25 de octubre de 2023, Otis lleg¨® a la ciudad costera con vientos de m¨¢s de 270 kil¨®metros por hora y la barri¨®. Los vecinos no olvidan el sonido del hurac¨¢n de categor¨ªa cinco, la m¨¢xima en la escala Saffir-Simpson: era un monstruo, un animal que se retuerce y chilla. Las cifras oficiales registran 52 muertos y 31 desaparecidos, la mayor¨ªa de ellos marineros que hab¨ªan sido obligados a cuidar los yates y veleros de sus patrones. Los habitantes recibieron las ayudas del Gobierno de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, en forma de pesos y de refrigeradores, y repusieron los techos de l¨¢mina, colocaron de vuelta las palapas y las sillas de playa, sacaron los carteles de ¡°?Ya abrimos!¡±, esperaron pacientes la vuelta a cuentagotas de los turistas.
Pero en la tarde del 23 de septiembre de 2024, John entr¨® en Marquelia, a unas dos horas de Acapulco, regres¨® al mar y golpe¨® doble. Durante cuatro d¨ªas, la estaci¨®n meteorol¨®gica de la ciudad registr¨® el 80% del agua que recibe normalmente en un a?o. Llovi¨® d¨ªa y noche, mientras, 40.000 casas se inundaban. El agua alcanz¨® en muchos sitios dos metros y medio, se iba en lancha por las colonias, se nadaba contra la corriente para buscar ayuda, 10.000 vecinos necesitaron ser rescatados. Cuando par¨®, 15 personas hab¨ªan muerto, 128.000 lo hab¨ªan perdido pr¨¢cticamente todo. Era la estocada final a una ciudad en el filo.
Guerrero es el segundo Estado m¨¢s pobre de M¨¦xico. El 60% de su poblaci¨®n est¨¢ en situaci¨®n de pobreza (m¨¢s de 2,3 millones) y el 25% en pobreza extrema, esto son 900.000 personas, seg¨²n los datos de Coneval. El motor econ¨®mico y de movilidad social de ese coche desvencijado era Acapulco. La ciudad, que tiene una de las mayores tasas de asesinatos del mundo, es tambi¨¦n la localidad de todo el pa¨ªs con m¨¢s personas en situaci¨®n de pobreza extrema, alrededor de 170.000. A esa tierra llegaron los huracanes.
Sin trabajo ni ayudas
Parece que el mar le ha dado un mordisco. El suelo de concreto y los localitos de playa Revolcadero, en la zona Diamante de Acapulco, siguen hasta que de repente ya no siguen m¨¢s. Los bloques de asfalto est¨¢n hundidos como iceberg, las puntas de las tiendas de artesan¨ªas sobresalen entre las olas, a¨²n se aprecia el amarillo del cartel del bar Las Chingonas. Ante el escenario, una quietud. Las 200 personas que trabajaban en Revolcadero se han quedado sin sustento, pero la mayor¨ªa regresa cada d¨ªa de vuelta y se sienta a esperar. Fernando Maganda, antes mesero, trata de pescar algo apoyado en un local inservible desde que lo escarb¨® el mar. Es temporada de pargo y r¨®balo, cuenta, mejor eso que nada.
La familia Palma se ha metido en una de las brechas que dej¨® el hurac¨¢n y ha encontrado una tuber¨ªa que tira agua que no lleva a ninguna parte. Llevan m¨¢s de dos semanas sin agua en las casas, as¨ª que la fuga ha sido un gran descubrimiento. Cuentan Luxora y Areli Palma que una de las noches, despu¨¦s de la llegada de John, el agua los empez¨® a rodear por todos lados. Sub¨ªa el mar, crec¨ªan los arroyos, no paraba la lluvia. Los 20 miembros de la familia se echaron con el aguacero cerro arriba. Pidieron refugio en un hotel, que solo les prest¨® el estacionamiento. Ah¨ª aguantaron un par de d¨ªas hasta que la tormenta se calm¨®. Al bajar, ya no ten¨ªan negocios, el mar estaba en sus casas. Ahora, protestan en vez de esperar.
Se han unido unos cientos para bloquear el bulevar de las Naciones, la principal avenida de la zona este de la ciudad, que llega hasta el aeropuerto, pero dicen que representan por lo menos a 2.800 ¡°prestadores de servicios¡±. Est¨¢n aqu¨ª los que ten¨ªan locales y los que vend¨ªan cocos y artesan¨ªas por la playa, los que como Ruby daban los masajes, los que rentaban las sombrillas y los camastros, los taxistas y los meseros que llevaban las micheladas hasta la arena. Todos los que hac¨ªan la vida f¨¢cil a los miles de turistas que llegaban a Acapulco. Ahora reclaman ayuda al Gobierno municipal de Abelina L¨®pez, al estatal de Evelyn Guerrero y al federal de Claudia Sheinbaum, las tres del partido de Morena. Insisten: no pueden mantener a sus familias, ya no hay para comer.
Sheinbaum dedic¨® su primer viaje oficial como presidenta a visitar Acapulco. No recorri¨® las colonias, ni se baj¨® de la camioneta en las playas, pero prometi¨® que los iba a ¡°atender¡±. Ahora son muchos los que le piden, con el agua al cuello, m¨¢s rapidez. Tambi¨¦n m¨¢s flexibilidad en el censo de damnificados. Lo compara Paciano Saligan, quien representa a la protesta, con el que hizo L¨®pez Obrador, que ¡°los ayud¨® a todos¡±.
La comparaci¨®n se repite en toda la ciudad. ¡°Se nos fue el Peje y quedamos desahuciados¡±, dice Areli Palma. ¡°Con el presidente nos sentimos muy apoyados¡±, dice Alejandro Navarrete, ¡°pedimos que Claudia nos ayude ahora¡±, a?ade su esposa Susana Guti¨¦rrez, quienes tuvieron que ser rescatados despu¨¦s de dos d¨ªas en la parte de arriba de su casa y perdieron el negocio de ropa que hab¨ªa iniciado en su peque?o porche. ¡°El futuro es muy incierto en Acapulco¡±, cuenta la mujer: ¡°Nosotros vend¨ªamos en un mercado, pero Otis lo destroz¨®, decidimos emprender porque no hab¨ªa trabajo y John ahora se nos lo llev¨® todo. Yo ya me quiero ir de Acapulco, porque nam¨¢s estamos a la expectativa de que vuelva una tormenta¡±.
Una ventana al peligro clim¨¢tico
El peligro del cambio clim¨¢tico se filtra de a poco entre los vecinos de Acapulco. Nadie lo nombraba hace un a?o, la mayor¨ªa lo cita ahora atemorizado. Antes de Otis, la ciudad hab¨ªa sufrido el golpe de Paulina en 1997 y de Manuel en 2013. Los vecinos los recuerdan bien, hubo cientos de muertos. Pero nadie estaba preparado para este impacto constante y acelerado. Detr¨¢s de esto no hay magia, solo avisos de la ciencia: el calentamiento de los oc¨¦anos ¡ªenmarcado en el aumento de la temperatura del planeta¡ª est¨¢ creando el caldo de cultivo perfecto para que los huracanes sean cada vez m¨¢s fuertes y m¨¢s frecuentes.
¡°La temporada de lluvias todav¨ªa no ha terminado. ?C¨®mo sabemos que no vendr¨¢ otro?¡±, pregunta Ricarda Ch¨¢vez, que regenta desde hace dos d¨¦cadas un hotelito en Pie de la Cuesta. El mar sigue de cerca la charla. Se ha comido gran parte de la playa y se aproxima a la puerta. Ch¨¢vez lo mira con aprensi¨®n: ¡°No quiere retirarse¡±. La llegada de John lo embraveci¨®, las olas ¡ªcuenta¡ª se ve¨ªan de 15 metros desde el balc¨®n: ¡°Seguimos con el Jes¨²s en la boca. Tenemos el mar aqu¨ª, al pie¡±.
M¨¦xico es el cuarto pa¨ªs del mundo m¨¢s vulnerable a los efectos del cambio clim¨¢tico, seg¨²n el World Risk Index. Sube al segundo puesto en cuanto a exposici¨®n a sufrir desastres naturales. Es por su geograf¨ªa ¡ªrodeado de 11.000 kil¨®metros de costa¡ª y tambi¨¦n por su profunda desigualdad. De los 2.456 municipios que hay en el pa¨ªs, el 56% est¨¢ en la categor¨ªa de riesgo alto de desastres, seg¨²n recoge el panel de expertos de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM) que present¨® la Agenda Socioambiental 2024. ¡°Eso se traduce en que 27 millones de habitantes son altamente vulnerables a las consecuencias del cambio clim¨¢tico¡±, explicaba a EL PA?S, la coordinadora de la agenda, Leticia Merino. Acapulco se ha convertido en el ejemplo perfecto.
Los da?os de Otis superaron para el hotel de Ricarda Ch¨¢vez los dos millones de pesos ¡ªperdi¨® parte de la estructura, los paneles solares, la mayor¨ªa de los muebles¡ª, se levant¨® con algo de ayuda del Gobierno y de algunos de sus clientes que organizaron crowdfoundings y rifas para ella. El golpe ahora ha sido devastador. Lo volvi¨® a destrozar todo. Ella, que levant¨® el lugar de a poco mientras dorm¨ªa en el suelo, est¨¢ perdiendo las fuerzas. Mientras vuelve a acomodar las camas y trapea el suelo, cuenta que se ha metido en un pr¨¦stamo para volver a empezar. Aun as¨ª pregunta: ¡°?Qui¨¦n quiere venir as¨ª?¡±.
Una escuela: historia de dos huracanes
El agua pasaba los dos metros y ya casi llegaba al tejado de chapa de la escuela donde Marcelo Rivas, con su esposa, sus cuatro hijos y su padre, estaban resguardados. ?l es el custodio de la primaria urbana federal Alfonso Garc¨ªa Robles, en la colonia Alborada, una zona que se inund¨® con lo que bajaba del cerro y lo que sub¨ªa de la laguna. En la tarde del jueves, su hija mayor, Vania, le dijo: ¡°Papi, yo no me voy a quedar esperando a morir ahogados. Voy a buscar ayuda para salvar a mis hermanos. Y se avent¨®¡±. La joven, de 18 a?os, se lanz¨® a una calle inundada.
¡°Muchos vecinos me contaron: vimos a tu ni?a que le daba y le daba, y le dec¨ªamos que se agarrara de los ¨¢rboles y ella aferrada nadando y nadando. A m¨ª ya no me preocupaba solo que el agua se incrementara sino si ella hab¨ªa conseguido llegar a la orilla, donde estaban haciendo los rescates. Porque ya estaba oscuriendo y la corriente estaba muy fuerte. Cuando ya la vi que sali¨® por esta calle y lleg¨® con la lancha de la Guardia [Nacional]...¡±, sonr¨ªe emocionado. A¨²n a la ma?ana siguiente, Marcelo y Vania regresaron caminando en una ciudad inundada para proteger a la escuela de los saqueos. ¡°Me daba mucho sentimiento, aqu¨ª es donde tienen nuestros ni?os que estudiar¡±, dice.
La escuela Alfonso Garc¨ªa Robles tiene 425 alumnos, cuenta su directora Obdulia Aguirre. La mitad viene de familias ind¨ªgenas, todas de muy bajos recursos, de padres que recogen pl¨¢stico para sobrevivir, que se han quedado sin trabajo tras dos huracanes. ¡°Son ni?os en extrema pobreza, muchos que est¨¢n aprendiendo espa?ol aqu¨ª y yo no puedo recibirlos con la escuela en estas condiciones¡±, dice y se?ala alrededor. Otis revent¨® los techos de la escuela, los ba?os, el mobiliario. Fue p¨¦rdida total. Por muchos oficios que Aguirre ha presentado todav¨ªa no ha logrado que el Gobierno repare el centro escolar. La ONG Save The Children les instal¨® unas carpas temporales, que John ha dejado ahora llenas de fango. Son las familias quienes est¨¢n ayudando a limpiar todo para que puedan volver los ni?os.
X¨®chitl Morales, jefa de la ONG en la oficina de Acapulco, describe la situaci¨®n en la ciudad para los menores como ¡°sumamente grave¡±. ¡°Despu¨¦s de la pandemia tuvimos el trabajo infantil, el rezago educativo, a eso se suma, la inseguridad. Es una zona muy fuerte controlada por los grupos delictivos, lo que ha marcado mucho tambi¨¦n la situaci¨®n de los ni?os y las ni?as porque ya no tienen espacios seguros donde salir a jugar. Ahora con el paso del hurac¨¢n pierden pr¨¢cticamente todo, sus casas, incluso sus escuelas que podr¨ªan ser otro punto de seguridad. Adem¨¢s cuando pasa un desastre natural las familias est¨¢n m¨¢s preocupadas de buscar comida y de cubrir las necesidades b¨¢sicas, que los ni?os se quedan completamente solos¡±, describe. Save The Children identifica a 200.000 ni?os en riesgo.
Marcelo Rivas y su familia lo han perdido todo. No han salvado los uniformes de la escuela, ni las mochilas que les regal¨® la ONG tras Otis, no tienen m¨¢s que las playeras que llevaban puestas. La vivienda ha quedado inservible, as¨ª que viven en el patio de la escuela. Cuenta que esta semana alguien les trajo un colchoncito para ya no dormir en el piso. Mientras dedican los d¨ªas a limpiar y sacar escombros confiando en que pronto, ya s¨ª, podr¨¢n regresar los maestros.
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