Anormalidad
Residencias p¨²blicas de gesti¨®n privada. He ah¨ª, unidos en matrimonio, dos significados que no casan
Residencias p¨²blicas de gesti¨®n privada. He ah¨ª, unidos en matrimonio, dos significados que no casan, pero que funcionan para borrar las fronteras mentales entre el bien com¨²n y el inter¨¦s particular, el capitalismo y el afecto, entre la carne y el pescado. Yo, Comunidad Aut¨®noma de Madrid, por poner un ejemplo, saco a concurso a mis ancianos y se los otorgo a la empresa que me ofrezca los mejores precios. ¡°Y los mejores cuidados¡±, a?adir¨ªa Isabel D¨ªaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad, a lo que no le respondemos nosotros porque ya se encarga de ello la realidad. Adem¨¢s, debe de andar muy ocupada en la rentabilizaci¨®n pol¨ªtica de esta desgracia colectiva. Su m¨¢quina de ganar votos para el PP suena como las cajas registradoras de las cafeter¨ªas: no para de hacer clinc clinc clinc. Se forra, enhorabuena.
Si lo hemos entendido bien, dirigen estas residencias corporaciones multinacionales cuyas acciones suben o bajan en funci¨®n de lo que demos de comer a los ancianos y de los minutos de aseo y conversaci¨®n que les arrebatemos. Cuanto menos tiempo se tarde en sacarlos de la cama y en pasarles la esponja, m¨¢s beneficios obtendr¨¢n los accionistas. Dicho de otro modo, a esos viejos a los que ya se explot¨® convenientemente durante toda su vida laboral, se les saca ahora una plusval¨ªa miserable proveniente de los champ¨²s y de los pl¨¢tanos y de las caricias que les escatimamos. A los seres humanos siempre se les puede exprimir un poco m¨¢s, igual que a esas gallinas que convertimos en pastillas para caldo cuando dejan de poner huevos a destajo. Tal anormalidad es la normal, lo viene siendo desde hace muchos a?os y suced¨ªa frente a los partidos de Gobierno y de la oposici¨®n, y frente a nuestros propios ojos. Dios nos asista.
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