Los hombres bomba
El Estado colombiano ha intentado matar al periodismo muchas veces. La ¨²ltima, acaba de ser descubierta
Durante casi todo el 2019 hombres de inteligencia del Ej¨¦rcito colombiano tuvieron como tarea investigar, seguir, analizar y perfilar, de manera masiva e indiscriminada, a decenas de periodistas. No importaba el medio para el que trabajaban, si eran colombianos o extranjeros.
Los militares ten¨ªan que realizar fichas de los reporteros donde inclu¨ªan datos sobre sus amigos, familiares, fuentes y seguidores de sus redes sociales. Tambi¨¦n, recog¨ªan informaci¨®n de georeferenciaci¨®n con los lugares que ellos hab¨ªan visitados durante varios meses. Minuciosos perfiles de, al menos, 30 periodistas.
Se trataba de entrometerse en su vida personal, e indagar sobre estos asuntos: ?qu¨¦ temas cubren? ?con qui¨¦nes se re¨²nen? ?a qui¨¦n sigue en Twitter?. Hasta el ¨²ltimo like que diera un reportero pod¨ªa ser relevante para encasillarlos en documentos de inteligencia pol¨ªtica. Esta informaci¨®n era clasificada como Casos destacados. En una de esas carpetas, la del corresponsal en Colombia para The Wall Street Journal, hay una rese?a que dice: "Tiene amigo a Le¨®n Valencia y es simpatizante del partido verde. Simpatizante de las FARC¡±.
En otros casos, esas conclusiones, hacen menci¨®n a su raza o religi¨®n: ¡°Es musulm¨¢n, es negro¡±. Eso apuntaron en otra carpeta, la de un periodista que trabaja para The New York Times. Otros reporteros comparten carpetas con l¨ªderes guerrilleros. En algunos casos son j¨®venes periodistas que han servido de puente o han realizado entrevistas con integrantes de esos grupos. Se trata de llevar el trabajo period¨ªstico al campo de la guerra. Anotaciones temerarias que etiquetan a los periodistas con grupos criminales a partir del contenido de sus trabajos period¨ªsticos. Un entramado que deja en evidencia que la entidad m¨¢s poderosa del Estado colombiano, el Ej¨¦rcito, no tolera, en lo absoluto, el trabajo de la prensa, ni respeta los fundamentos de una democracia.
?A qui¨¦n, en el Ej¨¦rcito o en el Gobierno, le interesa etiquetar a los periodistas como actores peligrosos y poner en riesgo sus vidas? ?Qui¨¦n ha ordenado el gasto de millonarios recursos para estas operaciones?
Seg¨²n revela Las Carpetas Ocultas, la detallada investigaci¨®n realizada por la revista Semana, el dinero que financiaba esta operaci¨®n ven¨ªa, en parte, de la cooperaci¨®n que Estados Unidos le da a Colombia. ¡°A los norteamericanos no les va a gustar que parte de su propia plata, de los contribuyentes, como dicen ellos, se haya desviado de los fines leg¨ªtimos para la que la entregaron, la lucha contra terrorismo y narcotr¨¢fico, y terminara usada para escarbar la vida de periodistas de importantes medios de su propio pa¨ªs. Eso va a ser un l¨ªo¡±, le asegur¨® una fuente a la revista.
Durante a?os, Colombia se ha encargado de reciclar a hombres y mecanismos que han sido ¨²tiles para espiar a la prensa. Sin excepci¨®n, en todos los Gobiernos de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas han existido aparatos estatales con recursos y ¨®rdenes claras para espiar a la prensa. A los encargados de este trabajo los conocen como "hombres bomba". Son sujetos que conocen las miserias de las instituciones, bien sea el Ej¨¦rcito, la Polic¨ªa, o la Fiscal¨ªa. Por supuesto, se trata de personas que conocen bien los pecados de sus superiores o de algunos pol¨ªticos.
Son los mismos ¡°hombres bomba¡± que trabajaron para Andr¨®meda, una oficina de espionaje que oper¨® durante el Gobierno de Juan Manuel Santos. Y, los mismos que convirtieron el DAS, un departamento de Seguridad nacional, en una empresa criminal que persigui¨®, amenaz¨® y tortur¨® a periodistas, durante varios a?os del Gobierno de ?lvaro Uribe.
Son los hombres que saben demasiado, o las ¡°manzanas podridas¡±, c¨®mo de manera indulgente los llama el presidente Iv¨¢n Duque; aquellos que la c¨²pula militar prefiere mantener en las tropas y taparles sus cr¨ªmenes, antes que enfrentarlos.
La guerra sucia del Estado contra periodistas, considerados como peligrosos por el establecimiento, fue la misma que persigui¨® a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, hasta obligarlo al exilio; tambi¨¦n a Daniel Samper Pizano, Olga Behar y Antonio Caballero, por mencionar algunos. Se llam¨® el Estatuto de Seguridad y se llev¨® a cabo con f¨¦rrea disciplina entre 1978 y 1981. Los hombres encargados de las ilegalidades durante esos a?os nunca fueron condenados.
Por esos a?os, Guillermo Cano, periodista emblem¨¢tico de Colombia, asesinado por Pablo Escobar, escribi¨® en El Espectador, peri¨®dico que ¨¦l dirig¨ªa, una columna titulada Estado policivo. Su pluma advert¨ªa: ¡°Al Estado Policial se llega cuando todas las armas constituidas para defender la honra, los bienes y la vida de los ciudadanos se van convirtiendo o se convierten en due?os implacables de esos mismos bienes, de esas mismas honras, de esas mismas vidas, para decir a las malas, porque a las buenas no le sirve, qu¨¦ hacer o deshacer con ellas derribando paulatinamente o de un tajo todo cuanto constituye el Estado de Derecho¡±.
Los detalles de este nuevo caso de espionaje est¨¢n en poder de la Corte Suprema de Justicia y de la Fiscal¨ªa desde diciembre del 2019. Sin embargo, no hay indicios de que las investigaciones avancen y por el contrario, hasta ahora, el caso sigue la misma receta de impunidad y quienes deben dar respuestas esquivan las preguntas fundamentales: cu¨¢l es el origen de la iniciativa de estos perfilamientos; cu¨¢l es su prop¨®sito y; quienes, militares y pol¨ªticos, tuvieron acceso a la informaci¨®n recopilada.
Jonathan Bock es subdirector de la Fundaci¨®n para la Libertad de Prensa (FLIP).
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