Venezuela: masacre en la C¨¢rcel de los Llanos
Una nueva atrocidad acaba de ocurrir en el pa¨ªs, en Guanare, donde 47 reclusos inermes fueron ametrallados por la Guardia Nacional
En el relato de much¨ªsimas vidas latinoamericanas descuella como hito el mot¨ªn carcelario.
Tengo ojo para este tipo de cat¨¢strofe, tan frecuente en la secci¨®n de sucesos de nuestra regi¨®n como el despe?amiento de autobuses sin frenos por falta de mantenimiento. A¨²n hoy es para m¨ª inexplicable esa propensi¨®n a fijarme, sin buscarla deliberadamente, en la rese?a period¨ªstica de los motines carcelarios y los despe?amientos de autobuses.
Son estremecedoras tragedias colectivas que solo afectan a los de abajo, invariablemente con saldo de muertes y heridos que a nadie importan. Con dolientes cuyo reclamo de justicia y reparaci¨®n nadie escucha jam¨¢s. Atraen mi atenci¨®n, me desazonan por buen tiempo y luego no s¨¦ hacer otra cosa que escribir un art¨ªculo tan inane como este.
Hace justo 20 a?os, por estas fechas, se registr¨® una masacre en la C¨¢rcel Modelo de Bogot¨¢. Al cabo de casi 40 horas de zozobra, la violencia desatada dentro del penal por el paramilitarismo que buscaba controlar el penal dej¨® un saldo de 32 reclusos muertos. Yo visitaba la ciudad por vez primera y la cobertura que ¡°en tiempo real¡± la radio y la televisi¨®n dieron a aquellos sangrientos sucesos me remiti¨® a la masacre que, junto con otros compa?eros de la prensa venezolana, hab¨ªa cubierto seis a?os atr¨¢s, en 1994, en Maracaibo.
En aquella ocasi¨®n, un enfrentamiento entre bandas rivales del delito organizado que impera en las c¨¢rceles latinoamericanas, desencaden¨® la matanza de 111 reclusos al tiempo que el penal ard¨ªa. Un b¨¢rbaro frenes¨ª homicida barri¨® los pabellones y patios de la c¨¢rcel de Sabaneta durante los tres d¨ªas que el incendio del penal, provocado no se supo nunca por qui¨¦n, tard¨® en extinguirse. Uno de los bandos en pugna hab¨ªa encadenado desde adentro los portones de la c¨¢rcel para que ninguno de sus rivales escapase, agravando la situaci¨®n para todos. La intervenci¨®n, a ¨²ltima hora, de la polic¨ªa y la Guardia Nacional caus¨® muchas de las muertes.
Desde hace muchas d¨¦cadas la cr¨®nica de la grotesca violencia carcelaria en nuestra regi¨®n junta episodios como los de Bogot¨¢ y Sabaneta, ocasiones todas de indecible inhumanidad. Los expertos los despachan como subproducto deplorable de la rampante corrupci¨®n del Poder Judicial.
En efecto, la mayor¨ªa de los reclusos en nuestras prisiones ?se calcula que m¨¢s del 70%, en promedio? son detenidos permanentes desde que los tribunales aplazan deliberadamente las audiencias.
Denegar arbitrariamente el proceso, posponiendo dolosamente las sentencias, crea poderosos incentivos para todo tipo de extorsiones, a todos los niveles, desde los tribunales hasta los pabellones de celdas.
Yo creo, sin embargo, que la industria del preso y sus masacres son s¨ªntoma tambi¨¦n de un mal espiritual ¨C digamos? con causas m¨¢s profundas, casi insondables. La corrupci¨®n por s¨ª sola no explica la impiedad con que en Am¨¦rica Latina despreciamos los derechos humanos de quienes se hallan bajo custodia del Estado.
Al ser un fen¨®meno tan extendido y angustioso, no es extra?o que narradores, dramaturgos, m¨²sicos y cineastas hayan centrado su obra en un signo tan claro de la disfunci¨®n y el fracaso de nuestras sociedades. Fue lo que en 2003 hizo el desaparecido cineasta argentino-brasile?o H¨¦ctor Babenco, a partir del sangriento mot¨ªn de la c¨¢rcel de Carandir¨², disparada por la criminal negligencia con que las autoridades de la prisi¨®n se desentendieron de un brote de Sida entre los penados.
Perdido ya el control del penal por sus guardianes, una unidad especial de la Polic¨ªa Militar irrumpi¨® a sangre y fuego en la penitenciar¨ªa. De los 111 reclusos que resultaron muertos, 102 lo fueron por heridas de bala causadas con munici¨®n reglamentaria de la unidad especial. Los otros nueve ya hab¨ªan sido apu?alados por sus compa?eros. Desde luego, no hubo bajas entre los militares.
Una nueva atrocidad acaba de ocurrir en Venezuela, en la ciudad llanera de Guanare, donde 47 reclusos inermes fueron ametrallados por la Guardia Nacional. Otros muchos resultaron heridos y algunos permanecen hospitalizados en grave estado.
Una acreditada ONG defensora de Derechos Humanos, Provea, advierte de que lo ocurrido es la cuarta masacre carcelaria que se registra en Venezuela en los ¨²ltimos tres a?os.
En 2017, la irrupci¨®n de una fuerza combinada de efectivos policiales y de la Guarida Nacional en un penal del estado Amazonas donde se desarrollaba una protesta de ind¨ªgenas reclusos caus¨® 39 muertes cuya investigaci¨®n sigue pendiente.
Un a?o m¨¢s tarde, un incendi¨® provocado en uno de los calabozos de la Polic¨ªa del estado Carabobo, durante un altercado entre reclusos y guardianes, trajo consigo una intervenci¨®n de la tenebrosa FAES que caus¨® 60 muertos.
La FAES (Fuerzas de Acci¨®n Especial) de la polic¨ªa venezolana ha sido se?alada en varios informes de la Alta Comisi¨®n para los Derechos Humanos de la ONU como responsable de m¨¢s de 4.000 ejecuciones extrajudiciales desde el fat¨ªdico 2017.
En mayo del a?o pasado, la FAES ametrall¨® sin provocaci¨®n alguna a 30 detenidos en una delegaci¨®n de la polic¨ªa de Acarigua, capital del mismo Estado Portuguesa donde ocurri¨® la matanza del 1 de mayo. Los detenidos protestaban por el hacinamiento y los malos tratos. Ninguna investigaci¨®n ha seguido a estos hechos. Todo ha ocurrido con absoluta impunidad.
Los sucesos de la llamada ¡°c¨¢rcel de los llanos¡±, la semana pasada, se precipitaron por una protesta de los procesados m¨¢s desasistidos, aquellos que no cuentan con la protecci¨®n pagada de las bandas delictivas organizadas dentro del penal.
Son ¡°los manchados¡±, los que sencillamente no pueden pagar ¡°la causa¡±, esto es la cuota de extorsi¨®n que les asegure un lugar donde dormir o hacer sus necesidades.
A menudo, estos renuentes son baleados por las bandas que controlan los penales para escarmiento de los dem¨¢s reclusos. Las bandas no permiten que se les auxilie y las heridas, al no ser tratadas, les causan la muerte o los baldan para siempre. Los manchados de la c¨¢rcel de los llanos viven ¨Cviv¨ªan? hacinados en el ala administrativa, separados de los dem¨¢s reclusos.
Como en todas las c¨¢rceles del pa¨ªs, donde la comida es infecta o inexistente, los familiares de los manchados se desviven por llevarles alimento diariamente. Los manchados deben pagar a los guardianes para que estos dejen pasar las viandas. Con el pretexto del control sanitario impuesto por la actual pandemia, los guardianes ven¨ªan apropi¨¢ndose de gran parte de los env¨ªos familiares desde hac¨ªa semanas. La protesta de los manchados ante el director del penal fue sofocada a tiros por la banda que controla la c¨¢rcel.
Testigos presenciales y las ONG de Derechos Humanos aseveran que un oficial de la Guardia Nacional, al mando del pelot¨®n que irrumpi¨® en mitad de incidente, orden¨® la masacre de los 47 protestantes. Como es ya habitual, se sospecha connivencia con el delito organizado dentro de las c¨¢rceles.
Los funcionarios de Maduro describen la protesta como un intento de fuga masiva, sin lograr con ello, por supuesto, justificar la acci¨®n criminal de la Guardia. La emergencia humanitaria que vive el pa¨ªs y la censura imperante han puesto sordina a este grave suceso.
Otra ONG, Foro Penal, que lleva un detallado registro de abusos judiciales, reporta que desde que comenz¨® el confinamiento, a mediados de marzo, el r¨¦gimen ha hecho 80 nuevos presos pol¨ªticos. Ir¨®nicamente, Venezuela ocupa desde octubre del a?o pasado un puesto en el Concejo de Derechos Humanos de la ONU.
La matanza de la c¨¢rcel de los llanos ocurri¨® a pocos d¨ªas de las b¨¢rbaras acciones que, para mantener el orden en los penales de El Salvador, ordenase el presidente Nayib Bukele. Se ha dicho con raz¨®n que las fotos captadas en la c¨¢rcel de Izalco y difundidas en las redes sociales por la Presidencia de El Salvador son alarmantemente evocativas del Holocausto.
Del mismo modo, las fotos del patio interior de la c¨¢rcel de los llanos, filtradas al exterior, remiten a las captadas por los ej¨¦rcitos aliados en los campos de exterminio nazis al finalizar la segunda Guerra Mundial. Los cad¨¢veres de los reclusos acribillados a balazos son cuerpos emaciados por la desnutrici¨®n que campea en Venezuela.
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