Divagaci¨®n en cuarentena sobre el ¡°estallido social¡±
Maduro y sus generales no han vacilado un instante y se sirven c¨ªnicamente de la cuarentena antiepid¨¦mica para afianzar la tiran¨ªa militar
Escasea la gasolina en Venezuela y ya se anuncia que por ello el ciclo de siembra se ver¨¢ gravemente afectado.
Las lluvias de mayo ¨C si lloviese en mayo, claro? caer¨¢n en terreno yermo; los expertos de las asociaciones de productores agr¨ªcolas calculan que, sin semilla ni fertilizantes y, para colmo, sin combustible, el apogeo de la hambruna alcanzar¨¢ a todo el pa¨ªs a fines de julio. Quiz¨¢ mucho antes.
El zar de la harina de ma¨ªz precocida, difundi¨®, no hace mucho y en las redes sociales, un mensaje al pa¨ªs.
El carism¨¢tico capit¨¢n de un emporio agroalimentario privado tan insumergible que veinte a?os de chavismo expropiatorio, de arbitrarios controles de precios y extorsiones criminales asociadas a la utilidad cambiaria no han logrado vencer, us¨® un lenguaje caracter¨ªsticamente voluntarioso, del tipo que llaman institucional. Habl¨® con un deje futurista y patriotero en la voz, dictado por la emergencia pand¨¦mica.
Recuerdo que estos mensajes del tipo ¡° contra viento y marea¡±, ¡°nuestro compromiso es Venezuela¡±, etc¨¦tera, infund¨ªan en otro tiempo en nuestra poblaci¨®n de casi 30 millones de devoradores de arepas ¨C una mayor¨ªa de ellos hoy por completo carencial ¨C la fundada certidumbre de que los tropel¨ªas del r¨¦gimen chavista contra la propiedad privada ten¨ªan un l¨ªmite, ciertamente impreciso, pero cuya racionalidad se expresaba, m¨¢s o menos, de este modo: ¡°los chavistas son b¨¢rbaros pero no tontos: se saben ineptos. Saben que, de expropiar las Empresas Polar, las arepas desaparecer¨ªan en tres d¨ªas, no digas t¨² de la mesa familiar, sino tambi¨¦n de la memoria ancestral de los venezolanos¡±.
En Venezuela se afirm¨® desde siempe que expropiar la General Motors de la harina de ma¨ªz precocida provocar¨ªa un estallido social que, para decirlo con culinaria imagen acu?ada por el mism¨ªsimo Sim¨®n Bol¨ªvar en un trance dif¨ªcil, har¨ªa que el r¨¦gimen de desvaneciese ¡°como un trozo de casabe en caldo de gallina¡±. La verdad, yo no lo creo, Es decir, ya no lo creo.
Entre las ideas que inercialmente a¨²n circulan entre los venezolanos, en especial entre su desventurada clase media, cada d¨ªa m¨¢s disminuida, m¨¢s absorta en s¨ª misma y m¨¢s dispersa por el planeta, se halla este mecanicismo de sobremesa con que se explica el ciclo pol¨ªtico del pa¨ªs: el relajo, la corrupci¨®n y el bochinche tienen un l¨ªmite m¨¢s all¨¢ del cual ¡°la gente se arrecha y viene el estallido social¡±. En el imaginario p¨²blico venezolano del ¨²ltimo medio siglo, el estallido social cobra la forma del inolvidable ¡°Caracazo¡± de 1989.
Esa invocaci¨®n del estallido social acompa?a el deseo de ver llegar un golpe militar que, mediando un per¨ªodo de turbulencia, conduzca a una elecci¨®n presidencial que, por un tiempo, restituya algo parecido a la armon¨ªa social.
En Venezuela el ideal de armon¨ªa se concret¨® por pocas d¨¦cadas en un petroestado ¡°redistributivo con conciliaci¨®n de ¨¦lites¡±, seg¨²n reza la f¨®rmula popularizada por nuestros polit¨®logos a fines del siglo XX. Un libro concebido por Mois¨¦s Na¨ªm y Ram¨®n Pi?ango compendi¨® brillante exhaustivamente en 1989, el mismo a?o del Caracazo, aquella ¡°ilusi¨®n de armon¨ªa¡±.
La apoteosis de aquella conciliaci¨®n de cazadores de renta petrolera fue la Venezuela Saudita que sigui¨® al boom de precios del crudo en 1973. El ¨¢nimo restaurador, la a?oranza de aquellos esplendores de la desigualdad, ofusca a muchos todav¨ªa y los lleva a esperarlo todo de los portaaviones del Comando Sur y de una campa?a de una semana de misiles Tomahawk.
Como los generales venezolanos de hoy han optado por la cleptocracia y se dedican solo a escoltar embarques de coca¨ªna y a custodiar las rutas de extracci¨®n del oro sangriento y el colt¨¢n del Orinoco, solo queda so?ar con un desembarco de la 82? Divisi¨®n Aerotransportada en el parque de b¨¦isbol de la Ciudad Universitaria de Caracas. El militarismo en nuestra Am¨¦rica fue una invenci¨®n venezolana y los c¨¦lebres cuarenta a?os de alternancia democr¨¢tica que fueron de 1958 a 1998 no alcanzaron a desalojarlo del mensenc¨¦falo de los venezolanos. Venezolano o gringo, con tal de que sea militar el salvador.
Calentar la calle, propiciar algo parecido a un espont¨¢neo estallido social para ¡°jalar¡± a los generales fue el dise?o que fracas¨® en 2002 con el golpe de abril de aquel a?o y, m¨¢s tarde, en 2003, con la huelga de gerentes y t¨¦cnicos de la petrolera estatal.
Lo que encuentro asombroso es que haya sido esa la estrategia opositora que ha prevalecido desde las violentas manifestaciones de 2014 y 2017, genuinas intifadas sofocadas a sangre y fuego por los mismos militares ¡°constitucionalistas¡± que se buscaba insubordinar.
Consid¨¦rese que las acciones de Juan Guaid¨® durante todo el a?o 2019 estuvieron todas orientadas, de modo expreso, a propiciar una fractura de la c¨²pula y aunque en todo momento la calle lo acompa?¨®, el pronunciamiento tan anunciado nunca ocurri¨®.
En esas est¨¢bamos cuando la ca¨ªda en picada de los precios del crudo y la emergencia el coronavirus nos puso en cuarentena.
Maduro y sus generales no han vacilado un instante y se sirven c¨ªnicamente de la cuarentena antiepid¨¦mica para afianzar la tiran¨ªa militar. Nunca antes, en dos d¨¦cadas, se hab¨ªa tendido sobre Venezuela una noche tan oscura y presagiosa como la actual.
Las c¨¢rceles siguen llen¨¢ndose de personas decentes, civiles y militares. El hambre y la pandemia campean. Mi admiraci¨®n y gratitud por quienes en Venezuela, sea o no atinada su estrategia, luchan a¨²n en esas condiciones contra una dictadura sanguinaria no tiene l¨ªmites.
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