La confianza que nos merece la ciencia
Espa?a necesita sistemas consultivos para cuestiones de base cient¨ªfica no solo en periodos de urgencia
Nuestras sociedades no pueden funcionar sin que se establezcan niveles suficientes de confianza entre sus miembros. En la mayor¨ªa de las actividades que llevamos a cabo dependemos de que otros realicen las suyas correctamente, y cuando tomamos nuestras decisiones no tenemos capacidad de controlar la mayor¨ªa de las informaciones en las que las basamos. En muchos de estos casos se necesitan datos que obtenemos mediante los procedimientos de la ciencia, y en situaciones de crisis como la actual, producida por la infecci¨®n de un nuevo virus, se da el mejor ejemplo de ello. Que los ciudadanos tengan confianza en los cient¨ªficos y los m¨¦dicos es, por tanto, esencial para todos. Y tambi¨¦n lo es analizar en qu¨¦ condiciones el cient¨ªfico, y en realidad cualquier otra persona, es merecedor de la confianza de la gente.
En nuestras sociedades complejas delegamos muchas funciones a otras personas en las que confiamos. Cuando entramos en un avi¨®n ponemos nuestras vidas en manos de un colectivo de profesionales, tripulaci¨®n, t¨¦cnicos de mantenimiento, controladores a¨¦reos, etc¨¦tera, y confiamos en que est¨¦n haciendo bien su trabajo.
Para entender el mundo en el que vivimos, desde los or¨ªgenes del universo hasta los detalles del funcionamiento de un tel¨¦fono m¨®vil, desde el clima hasta lo que le pasa a nuestro cuerpo, necesitamos informaciones que no podemos obtener nosotros solos. ?sta es la funci¨®n que encomendamos a los cient¨ªficos y confiamos en que lleven a cabo su trabajo correctamente. La realidad es que en la mayor¨ªa de los pa¨ªses del mundo, cient¨ªficos y m¨¦dicos aparecen en el primer lugar de las profesiones que generan confianza a los ciudadanos.
La pregunta es por qu¨¦ razones otorgamos la confianza a alguien en cuestiones sobre las que pueden depender decisiones vitales para nosotros. El asunto ha sido analizado desde hace tiempo y a nivel europeo ha sido debatido ampliamente, por ejemplo, en las asociaciones de academias o en las agencias de evaluaci¨®n de medicamentos o alimentos. Una de estas razones es porque sabemos que en quien confiamos posee una experiencia y un conocimiento que le permite hacer afirmaciones v¨¢lidas sobre las cuestiones que nos interesan. El uso del m¨¦todo cient¨ªfico nos deber¨ªa permitir responder al primero de estos requerimientos en la mayor¨ªa de los casos, por ejemplo, cuando se verifican las predicciones que efect¨²a. Por esta raz¨®n existe una exigencia por una medicina basada en la evidencia cient¨ªfica y es tan dif¨ªcil considerar la econom¨ªa como una ciencia. Y por esta misma raz¨®n es tan grave para la credibilidad de la comunidad cient¨ªfica cuando alguno de sus miembros se aparta de lo que consideramos las buenas pr¨¢cticas en la ciencia.
Una segunda raz¨®n es porque consideramos que la persona es honesta y no nos oculta intenciones distintas de la de proporcionar una informaci¨®n de calidad.
Toda persona tiene unos intereses personales, econ¨®micos o ideol¨®gicos, y los cient¨ªficos no son excepci¨®n. Alguien puede considerar que quien formula una opini¨®n lo hace para defender unos intereses corporativos o para poner en valor su personalidad o su trabajo y obtener m¨¢s recursos. Pero tambi¨¦n puede ocurrir que existan conflictos de intereses, los m¨¢s frecuentes de los cuales se dan cuando la investigaci¨®n cient¨ªfica est¨¢ financiada por fondos privados. Por ello se suele recurrir a comisiones en las que los diferentes puntos de vista se debaten y en las que sus miembros explicitan posibles intereses. De todas formas, si cuando se emite una opini¨®n ¨¦sta parece que va en contra de intereses o creencias de alg¨²n colectivo, los cient¨ªficos no se libran de ataques, muchas veces en el ¨¢mbito personal, que son dif¨ªciles de neutralizar.
Nuestra sociedad necesita muy a menudo datos o interpretaciones sobre la realidad que deben poseer todas las garant¨ªas posibles y por ello deben existir profesionales entrenados en obtener la informaci¨®n relevante, lo que requiere un grado de especializaci¨®n inasequible a la mayor¨ªa. Por ello las condiciones de integridad en el desarrollo de la investigaci¨®n y de honestidad en la transmisi¨®n de la ciencia son imprescindibles. Por ejemplo, esta informaci¨®n debe transmitirse explicitando claramente los grados de incertidumbre o las opiniones divergentes que existan y los intereses presentes en cada caso.
En Espa?a ya hace tiempo que insistimos sin ¨¦xito en que deber¨ªamos disponer de sistemas consultivos a los que estemos acostumbrados a asesorarnos para cuestiones de base cient¨ªfica no solo en periodos de urgencia. Ser¨ªa la oportunidad para todos de confirmar que una ciencia de calidad, independiente y honesta merece la confianza de todos.
Pere Puigdom¨¨nech es investigador. Miembro del Consejo Rector de All European Academies (ALLEA).
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