China es culpable
Trump ha designado a China como su enemigo electoral y amenaza con regresar a 1972, antes de que Nixon y Mao se estrecharan la mano
Ocultaci¨®n, primero. Durante varias semanas. Luego, enga?o. Sobre la gravedad de la epidemia. Sobre la rapidez del contagio. Sobre el n¨²mero de v¨ªctimas. Y especialmente sobre su origen. ?Un mercado h¨²medo o el laboratorio virol¨®gico? ?Un accidente involuntario o el resultado doloso de un experimento con armas biol¨®gicas? Luego, acaparamiento de mascarillas, equipos protectores y respiradores, para asegurar su propio abastecimiento y beneficiarse maquiav¨¦licamente con un ben¨¦volo suministro a los pa¨ªses necesitados, como Italia o Espa?a, y culminar as¨ª la operaci¨®n de propaganda.
China tiene una dificultad irresoluble para dar respuesta a tantas dudas e imputaciones. Su r¨¦gimen pol¨ªtico, sin Estado de derecho ni libertades p¨²blicas, con todo el poder en manos del partido ¨²nico, y, dentro del partido, en manos del ¨²nico l¨ªder, impide cualquier ejercicio de transparencia y de escrutinio. Solo hay an¨¢lisis cr¨ªtico de las actuaciones de sus dirigentes en la oscuridad de las comisiones de disciplina internas del partido, una entidad soberana y por encima de la justicia ordinaria e incluso de cualquier legislaci¨®n vigente.
Este sistema es un reloj cuando hay que tomar decisiones dif¨ªciles, y sobre todo aplicarlas sin atender a los derechos de las personas, como ha sido el caso de la erradicaci¨®n del virus. Pero de poco sirve cuando se trata de defenderse ante las graves acusaciones que pesan sobre el comportamiento de su Gobierno. Sin libertad de prensa dentro, sin libre acceso de los medios de fuera, sin controles parlamentarios internos y sin posibilidad de comisiones de investigaci¨®n, exclusivamente chinas o incluso internacionales, ser¨¢ imposible establecer la verdad ahora ocupada por la propaganda y las especulaciones de uno u otro lado.
China ha acudido rauda a un mecanismo ineluctable en la historia de las epidemias: no hay contagio sin miedo y no hay miedo sin el fantasma de las conspiraciones, fruto de la fiebre normalmente, pero no solo. En ocasiones, fruto tambi¨¦n de una maquinaci¨®n perversa y econ¨®micamente interesada. La ir¨®nica conclusi¨®n conspirativa lo explicar¨¢ todo si, al final, China domina el mundo, de forma que siendo chino el virus, china sea tambi¨¦n la vacuna. La fortaleza china, real o imaginada, se ofrece a quienes han fallado en el combate contra la pandemia, para ocultar sus debilidades, errores e irresponsabilidades. De ah¨ª que Donald Trump haya designado a China como su enemigo electoral y amenace con regresar a 1972, antes de que Nixon y Mao se estrecharan la mano.
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