Jordan versus Krause
¡®The Last Dance¡¯, aun extraordinario, sirve como hermosa lecci¨®n period¨ªstica a los de ¡°las im¨¢genes est¨¢n ah¨ª¡± y ¡°a qui¨¦n vas a creer, a lo que te dicen o a tus propios ojos¡±
![Jerry Krause y Michael Jordan.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/FIZ7T3ZVCFGRPA27MKFASPGOQE.jpg?auth=3809689287cefcd060d5c604019f1508d195ee0be19677b7d998946c94559702&width=414)
Si es impresionante que haya un dominador como Michael Jordan en una competici¨®n como la NBA, imaginen tener el privilegio de saber por qu¨¦. De eso va el estupendo The Last Dance, un documental sobre algo sabido que impresiona cada vez que se vuelve a saber: la obsesi¨®n enfermiza, devoradora y cruel, con uno mismo y con los dem¨¢s, que hay detr¨¢s de cualquier haza?a deportiva sostenida en el tiempo. Por los episodios del reportaje, que emite Netflix, se cuela continuamente en un vestuario lleno de estrellas negras de dos metros, atl¨¦ticas y guapas, rodeadas siempre de fans, un tipo contrahecho, con enorme papada, bajito y ?blanco!, como en aquel corto de Woody Allen que contaba un orgasmo desde dentro y, a punto de salir disparados, un espermatozoide negro rodeado de blancos exclamaba mirando a un lado y a otro ¡°pero qu¨¦ hago yo aqu¨ª, pero qu¨¦ hago yo aqu¨ª¡±.
Su nombre era Jerry Krause, m¨¢nager general de los Chicago Bulls durante la era Jordan, y el documental lo utiliza como divertido contrapunto a las estrellas, acentuando un car¨¢cter mezquino enfrentado al vestuario y siendo objetivo de sus pullas. Krause sale una y otra vez durante la ¨¦poca dorada avisando de que el ¨¦xito es de la franquicia y no de los jugadores, inflexible con sus contratos y rescisiones, e imponiendo sus fichajes (su trabajo); en definitiva, liquidando la estirpe que ¨¦l hab¨ªa levantado. El documental, aun extraordinario, sirve como hermosa lecci¨®n period¨ªstica a los de ¡°las im¨¢genes est¨¢n ah¨ª¡± y ¡°a qui¨¦n vas a creer, a lo que te dicen o a tus propios ojos¡±: no todo depende de lo que hagas, sino de la selecci¨®n elegida de lo que hagas. Esta es, con todas sus virtudes, una miseria acusada de este oficio: qu¨¦ f¨¢cil es hacer que el que est¨¢ al otro lado diga ¡°qu¨¦ imb¨¦cil¡± o ¡°qu¨¦ gilipollas¡± ante cualquier titular; qu¨¦ dif¨ªcil, pero no imposible, que lo diga si el texto es bueno y el titular menos llamativo.
Poco a poco mis simpat¨ªas se fueron alejando de Jordan en la medida que se acercaban a Krause. Influy¨® que no participase en el documental (muri¨® en 2017) y que las palabras buenas que se le dirig¨ªan estaban delicadamente envueltas en el contexto pernicioso de liquidaci¨®n de la dictadura de los Bulls en la temporada 1997/1998, el ¨²ltimo baile de Michael Jordan; as¨ª que todas las sombras se posaban sobre ¨¦l. Que en las grabaciones de aquellos d¨ªas Jordan le llame siempre que puede enano y gordo no ayuda a odiar a Krause, ni que Pippen lo humillase de tal manera en un autob¨²s que le llegaron a pedir que parase.
En fin, creo que me hice de Krause por decencia. Hay un maravilloso art¨ªculo de 2012 sobre ¨¦l en el Chicago Tribune, cinco a?os antes de que muriese. Viejito, tripudo, sentado solo en un banco o pescando solo en un pantal¨¢n. El todopoderoso m¨¢nager y constructor de los Bulls 1985-2004 hab¨ªa regresado a sus or¨ªgenes de ojeador de equipos de b¨¦isbol. Cont¨® que hab¨ªa nacido con un quiste lleno de l¨ªquido entre el cuello y la cabeza que casi lo mata y afect¨® a su crecimiento; sus padres no pudieron darle hermanos: su siguiente hijo naci¨® muerto y el otro muri¨® a los pocos meses. A los 73 a?os y de ciudad en ciudad, con una maleta, dec¨ªa que ya no disfrutaba de los trayectos, pero que, sentado en la grada, volv¨ªa a sentir la misma pasi¨®n que cuando empez¨®. Y esa es la mejor suerte que puede tener alguien en la vida.
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