Cartilla de doble moral
No se puede gobernar sirviendo a una moral laica al tiempo que se sirve a una moral religiosa, como no se puede gobernar en busca de una utop¨ªa al tiempo que se quiere reinstalar de golpe un mito
El mundo en el que vivimos fue configurado y es redefinido a diario por dos asuntos esenciales: la religi¨®n y la pol¨ªtica.
Podr¨ªamos afirmar que las sociedades, que nuestra realidad, incluso, no es, en primera instancia, otra cosa que el resultado de la balanza entre pol¨ªtica y religi¨®n: nuestro sistema mundo depende de cu¨¢l tira con m¨¢s fuerza hacia su lado.
All¨ª donde la religi¨®n pesa m¨¢s que la pol¨ªtica, el sistema tiende a cimentarse en torno a la idea de recuperaci¨®n de un pasado perdido, mientras que all¨¢ donde la pol¨ªtica pesa m¨¢s que la religi¨®n, los sistemas tienden a erigirse en torno a la idea de un futuro enteramente nuevo, consecuencia de la superaci¨®n del pasado y del presente.
En ambos casos, sin embargo, la cuesti¨®n no depende de nada m¨¢s que de una promesa: la que asevera que habr¨¢ de recuperarse aquello que nos fue robado o que extraviamos a consecuencia de nuestras acciones perniciosas y la que afirma que, si obedecemos, trabajamos duro y nos entregamos a ese objetivo colectivo que llamamos desarrollo, conquistaremos el futuro.
Es por esto, en buena medida y reduciendo muchos asuntos y t¨¦rminos hasta su m¨ªnima expresi¨®n, que pensadores tan distintos como Hegel o Schopenhauer, Marx o Heidegger, Benjamin o Nietzsche, John Gray o Cioran, postularon, demostraron o evidenciaron, al hablar de pol¨ªtica y religi¨®n, poco m¨¢s que una transmutaci¨®n. Y es que por obra y gracia de la laicidad, el lugar del mito, que bombeaba la sangre hacia el resto del sistema, ser¨ªa ocupado por la utop¨ªa.
El mito, lo sabemos, es el culmen de la nostalgia, m¨¢xima expresi¨®n de nuestra memoria. Por su parte, la utop¨ªa es el culmen de los anhelos, m¨¢xima expresi¨®n de nuestra imaginaci¨®n. Es por esto que la religi¨®n se cimienta, fundamentalmente, sobre el mundo de lo intangible, mientras que la pol¨ªtica se cimienta sobre el mundo de lo tangible: mientras la raz¨®n de una fue, la de la otra ser¨¢. Pero religi¨®n y pol¨ªtica tambi¨¦n comparten un territorio: el presente. Y es en este en el que las contradicciones se vuelven insalvables, pues ning¨²n sistema funciona si la balanza no se desnivela.
Todo presente es retenido por la fuerza del mito, todo presente es espoleado por la energ¨ªa de la utop¨ªa. No existe, no ha existido nunca ninguna otra opci¨®n de cambio duradero, transformaci¨®n profunda o revoluci¨®n permanente, que dichas fuerzas y energ¨ªas. Por esto, en el presente siempre debe quedar claro cu¨¢l es el coraz¨®n que elegimos para alimentar nuestro sistema; por esto, siempre debemos buscar que la balanza est¨¦ inclinada sobre uno de sus platos; por esto, los pol¨ªticos no deben ser un poco laicos y un poco creyentes, como los religiosos no son un poco creyentes y un poco laicos. Estas contradicciones son m¨¢s contagiosas que los virus: adem¨¢s de a los ciudadanos, enferman al sistema.
Se trata de un asunto fundamental: no se puede gobernar sirviendo a una moral laica al tiempo que se sirve a una moral religiosa, como no se puede gobernar tampoco en busca de una utop¨ªa al tiempo que se quiere evocar constantemente o reinstalar de golpe un mito. Las experiencias de gobernantes y Gobiernos que han pretendido hacer algo como esto, convertirse en fiel de esa balanza que no debe ni puede estar en equilibrio, son incontables. En todos esos casos, sin embargo, la consecuencia no fue otra que el olvido, la disoluci¨®n del presente, la inacci¨®n de todos y cada uno de los miembros del sistema, pues en vez de sangre oxigenada, lo que les llega es una sangre espesa.
Para dejar huella hay que perseguir una utop¨ªa, aunque se sepa que es inalcanzable, o recordar constantemente un mito, aunque se sepa que este nunca volver¨¢. No tenerlo claro, insisto, conduce a gobernar con la balanza en equilibrio. Y una balanza en equilibrio solo da lugar a engendros, engendros capaces, por ejemplo, de santificar pol¨ªticos de anta?o, al tiempo que enfrenta tragedias con estampas de la virgen; engendros que vuelven el conocimiento algo en lo que se cree y no algo que debe entenderse, al tiempo que otorga raz¨®n y l¨®gica a supercher¨ªas: el bien siempre triunfar¨¢ porque es la luz.
Lo peor de todo, sin embargo, es que en el coraz¨®n de esos engendro, en los que la doble moral de la que he estado hablando es cartilla de presentaci¨®n, mito y utop¨ªa, adem¨¢s de entremezclarse, se confunden. Pierden de tal modo su sentido singular, que su raz¨®n de ser puede parecernos cualquier cosa. Entonces, como dec¨ªa, el car¨¢cter secular de nuestra lucha en pos de una sociedad sin violencia, se resuelve de este modo: la maldad terminar¨¢ cuando nos fundamos en un enorme abrazo.
Obviamente, Cristo ser¨¢ quien acabe con los c¨¢rteles de la droga, igual que el fin de la corrupci¨®n ¡ªque dar¨¢ lugar al mundo que promete nuestro sistema engendro¡ª llegar¨¢ a nosotros por el mero hecho de haberlo anunciado, pues nuestra realidad no es m¨¢s que un proceso teleol¨®gico. Definitivamente, me equivoqu¨¦ al decir que lo peor de todo era que el mito y la utop¨ªa se entremezclaran y se confundieran.
Y es que lo peor de todo, en realidad, es que mito y utop¨ªa se destruyan mutuamente. Que, por pretenderse equivalentes, no quede ni uno ni la otra, que queden nada m¨¢s sus restos... tan vol¨¢tiles que habr¨¢n de elevarse y cruzar el tiempo, hasta ocupar el sitio que deb¨ªa ocupar su opuesto. La utop¨ªa ser¨¢ el pasado y el futuro no ser¨¢ otro que el mito.
La enso?aci¨®n, expresi¨®n m¨¢xima de nuestra imaginaci¨®n, ser¨ªa entonces, por ejemplo, la reencarnaci¨®n de los a?os 30 del siglo pasado, mientras que la nostalgia, expresi¨®n m¨¢xima de nuestra memoria, ser¨ªa el futuro que traiga el pr¨®ximo profeta.
La 4T, qui¨¦n lo dir¨ªa, no ser¨ªa entonces m¨¢s que otro r¨¦gimen milenarista, aunque contradictoria, desesperada, inconcebiblemente secular, a un mismo tiempo.
Un engendro, pues, desesperado por alcanzar el equilibrio, pues no ha estado dispuesto a permitir que la balanza se incline.
Cabe esperar, sin embargo, que el Gobierno de M¨¦xico recapacite, abandone su aparente adicci¨®n a la escatolog¨ªa y encuentre la forma de apoyarse nuevamente sobre el plato de la pol¨ªtica.
La 4T todav¨ªa est¨¢ a tiempo de abandonar la doble moral que hasta hoy la ha caracterizado y de empezar a gobernar en nombre de una sola.
Una moral, incluso, como la que propone la cartilla que han estado repartiendo.
Y es que solo con base en una utop¨ªa como aquella que escribiera Alfonso Reyes, seremos capaces de empezar a transformar nuestro presente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.