Diplomacia de ¡®trolls¡¯
La pandemia est¨¢ siendo el catalizador final de la estrategia china, pero dentro del Gobierno no todos la comparten
Donald Trump no se caracteriza por su moderaci¨®n ni por su elegancia. Siempre se ha explayado en Twitter contra China. Desde que empez¨® la pandemia, le han seguido otros miembros de su Gobierno, enzarz¨¢ndose con sus hom¨®logos en Pek¨ªn. Unos y otros han alimentado las teor¨ªas de la conspiraci¨®n sobre el origen del virus. Siguieron atac¨¢ndose mutuamente por Hong Kong. A ra¨ªz de las protestas por la muerte del afroamericano George Floyd, se comportan m¨¢s como trolls de Internet que como servidores p¨²blicos. En Trump esta conducta no chirr¨ªa, pero en los chinos s¨ª.
La poes¨ªa siempre ha sido una base de la diplomacia china. Est¨¢n acostumbrados a mentar a los cl¨¢sicos, algo m¨¢s propio de un Obama que de un Trump. El pasado diciembre en Bruselas, el ministro de Exteriores, Wang Yi, dio un discurso sobre c¨®mo ven ellos la reciprocidad que les pide Europa. Cit¨® a Su Shi, el gran poeta e intelectual de la dinast¨ªa Song del Norte. Como ninguno de sus oyentes lo habr¨ªa reconocido, se limit¨® a decir que era un ¡°antiguo poema chino¡±.
Los chinos juegan con ventaja: comprenden perfectamente a los occidentales. Han le¨ªdo nuestros libros, manejan nuestras referencias, el humor y el sarcasmo en ingl¨¦s. Por si fuera poco, su adversario es especialmente inculto. Donald Trump maneja un vocabulario similar al de un ni?o de cinco a?os, reconoce sin reparo que no conf¨ªa en la ciencia y todos sus colaboradores sensatos han sido cesados o han dimitido.
Para la propaganda del Partido Comunista chino, Trump ha sido un regalo del cielo. Es impetuoso, ineficaz, trae de cabeza a los l¨ªderes europeos y a muchos compa?eros del Partido Republicano. Eso no hace m¨¢s que reforzar a Xi Jinping. El l¨ªder chino, en el poder desde 2012, lleva toda la vida form¨¢ndose. Tiene detr¨¢s una maquinaria descomunal que lo pinta como un visionario. Desde Mao no se ve¨ªa semejante culto a la personalidad. Tampoco tanta censura y represi¨®n de la disidencia.
Lo que parece un ¨®rdago de la diplomacia china tiene un recorrido detr¨¢s. Con Deng Xiaoping, la m¨¢xima hacia el exterior era tao guang yang hui: mantener un perfil bajo, no mostrar enseguida lo que uno sabe. Con Xi se ha virado hacia el fen fa you wei: trabajar duro, influir en los pa¨ªses que les interesan. Desde 2017, una treintena de Embajadas chinas, consulados y diplom¨¢ticos han abierto cuentas en Twitter y Facebook, censurados en China. Se les llama los wolf warriors, como los soldados de una saga de acci¨®n estilo Rambo, por sus comentarios nacionalistas asertivos.
La pandemia est¨¢ siendo el catalizador final de esa estrategia, pero dentro del Gobierno chino no todos la comparten. Algunos creen que no vale todo y que es mejor no hacerle el juego a Trump de perseguir la confrontaci¨®n antes de las elecciones. Parece que los moderados van perdiendo.
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