Columna

En Brasil los manifiestos est¨¢n demasiado blancos

La clase media progresista tiene que comprender que, sin enfrentar el racismo estructural, no hay ni ¡°pacto de civilizaciones¡± ni democracia

Protestas contra el presidente Jair Bolsonaro y el racismo, en S?o Paulo, el 7 de junio.AMANDA PEROBELLI (Reuters)

En los dos manifiestos principales que han movido Brasil en las ¨²ltimas semanas hay un gran agujero. Una ausencia que revela: 1) la calidad de la democracia que el pa¨ªs fue capaz de crear tras el fin de la dictadura militar (1964-1985); 2) la dificultad de las ¨¦lites (en su mayor¨ªa blancas) en reconocer que el racismo estructural es el principal problema del pa¨ªs; 3) la imposibilidad de enfrentar el autoritarismo representado por el Gobierno de Jair Bolsonaro sin poner el racismo en la parte superior de la lista. Sin exterminar el racismo, no hay democracia. Ni tampoco un proyecto de civilizac...

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En los dos manifiestos principales que han movido Brasil en las ¨²ltimas semanas hay un gran agujero. Una ausencia que revela: 1) la calidad de la democracia que el pa¨ªs fue capaz de crear tras el fin de la dictadura militar (1964-1985); 2) la dificultad de las ¨¦lites (en su mayor¨ªa blancas) en reconocer que el racismo estructural es el principal problema del pa¨ªs; 3) la imposibilidad de enfrentar el autoritarismo representado por el Gobierno de Jair Bolsonaro sin poner el racismo en la parte superior de la lista. Sin exterminar el racismo, no hay democracia. Ni tampoco un proyecto de civilizaciones. No es una cuesti¨®n que pueda decidirse m¨¢s tarde. Ahora es justo el momento.

Para que quede claro desde el principio. No me alineo con Lula, del Partido de los Trabajadores, quien ha hecho el flaco favor de no apoyar los manifiestos suprapartidarios porque estar¨ªa junto a personas que no lamentaron su encarcelamiento o que apoyaron el impeachment de la expresidenta Dilma Rousseff. Firm¨¦ el manifiesto ¡°Estamos Juntos¡± con personas que admiro mucho, con quienes comparto sue?os y visiones pol¨ªticas, y con otras personas que creo que han hecho mucho da?o al pa¨ªs, algunas de las cuales me atacaron personalmente no hace mucho. En un frente amplio, tenemos que tragar mucho, agarrarnos las tripas y apoyar la ¨²nica parte en la que todos est¨¢n de acuerdo, la de luchar por la democracia. Como muchos dijeron y escribieron despu¨¦s, con el proceso democr¨¢tico ya garantizado, las diferencias se discuten democr¨¢ticamente. Y son enormes, puedo asegurarlo.

El problema es que, al observar los textos de ¡°Estamos Juntos¡± y ¡°?Basta!¡±, uno se da cuenta de que hay algo que no est¨¢ all¨ª y que no se puede discutir despu¨¦s. Y ese algo es el racismo. Los manifiestos son textos de consenso, y buscar ese consenso es un ejercicio de la mejor pol¨ªtica. Llegar a la formulaci¨®n que se difundi¨® sin duda requiri¨® mucho esfuerzo y trabajo por parte de los articuladores. Que la palabra racismo no est¨¦ al principio es una se?al de la deformaci¨®n de la democracia que Brasil construy¨® despu¨¦s de 1985. Si eso no se entiende bien en este momento, el pa¨ªs seguir¨¢ lidiando con los d¨¦spotas de turno.

Lo que deber¨ªa perseguirnos, e inmediatamente hacernos despertar, es el hecho de que la lucha contra el racismo, en este punto, a¨²n no sea un consenso entre quienes defienden la democracia. Todav¨ªa no est¨¢ dentro del amplio paraguas de un frente amplio suprapartidario como una obviedad equivalente a decir que defendemos la libertad, por ejemplo. No estoy aqu¨ª tirando piedras a quienes se movilizan, sino todo lo contrario. Mi cr¨ªtica reivindica un cambio de direcci¨®n en los movimientos de resistencia al autoritarismo liderados por la clase media progresista, un autoritarismo representado por Bolsonaro, por los generales y por la transformaci¨®n de las polic¨ªas brasile?as en grupos paramilitares.

El racismo es el debate inaplazable no solo en Brasil, sino en el mundo, como han demostrado las protestas en los Estados Unidos. Sin embargo, la tarea de Brasil es mayor que la de la mayor¨ªa de los pa¨ªses, porque no solo fue el ¨²ltimo pa¨ªs de las Am¨¦ricas en abolir la esclavitud, sino que lo hizo sin ninguna pol¨ªtica p¨²blica para incluir a los negros en la sociedad. El racismo estructural se mantuvo, y hoy, m¨¢s de 130 a?os despu¨¦s, los negros ocupan un lugar subalterno en la sociedad en todas las ¨¢reas y mueren m¨¢s y m¨¢s temprano. Es bastante ilustrativo que el clamor contra el racismo se haya unido al clamor por la democracia en las protestas callejeras en Brasil, que no han contado con el apoyo ni de la mayor¨ªa de la clase media, ni de la mayor¨ªa de los partidos, ni los articuladores de los principales manifiestos.

El argumento de evitar aglomeraciones debido a la pandemia es completamente respetable, y debe respetarse. No salir a la calle por miedo a contagiarse de la covid-19 y, al contagiarse, contagiar a los m¨¢s fr¨¢giles, es un gesto de responsabilidad y tiene mucho sentido. Despu¨¦s de todo, hasta hace algunas semanas, ocupar las calles y aglomerarse en plena pandemia era un acto exclusivo de Bolsonaro y los extremistas de derecha, los que usan s¨ªmbolos neonazis, los amantes de las armas, los antidemocr¨¢ticos y los defensores del autoritarismo. Quedarse en casa significaba, en este contexto, no solo cumplir con las directrices sanitarias establecidas por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, sino tambi¨¦n un gesto pol¨ªtico de resistencia.

La cuesti¨®n es que la realidad siempre es mucho m¨¢s desafiante y compleja. Quedarse en casa tambi¨¦n se ha convertido en una cuesti¨®n pol¨ªtica, atravesada por la desigualdad racial. Como son mayoritariamente los blancos, de clase media y alta, los que tienen el privilegio de poder quedarse en casa para protegerse del coronavirus, y muchos de ellos obligan a sus empleados a trabajar en sus hogares, no hay forma de desconectar las protestas callejeras contra el fascismo representado por Bolsonaro de la desigualdad racial que impide que una parte de la poblaci¨®n, la m¨¢s pobre, en su mayor¨ªa negros, se quede en casa.

Es lo que dijeron los j¨®venes negros, las j¨®venes negras que salieron a la calle, y tambi¨¦n los blancos y blancas que participaron en la manifestaci¨®n. ¡°Le tengo m¨¢s miedo al racismo que a la pandemia. Obviamente, el coronavirus mata, pero el racismo es muy cruel¡±, explic¨® a EL PA?S Julia, una joven negra de la zona sur de S?o Paulo que se uni¨® a la protesta del domingo, 7 de junio. ¡°?De qu¨¦ sirve quedarse en casa si la mayor¨ªa de la poblaci¨®n negra no puede hacer cuarentena?¡±, justific¨® T?nia Aquino. Una de las l¨ªderes declar¨® por megafon¨ªa: ¡°La democracia nunca ha existido. El racismo forma parte del ADN del hombre blanco, sois unos criminales [...]. Ya es hora de que la negritud tome las riendas¡±.

Reproduzco aqu¨ª una parte del mejor texto que he le¨ªdo sobre este impasse, escrito por el soci¨®logo negro Deivison Mendes Faustino: ¡°Nosotros, a quienes no se nos ha permitido quedarnos en casa, a salvo, esperando que pase la crisis; Nosotros, que seguimos arriesg¨¢ndonos: amontonados en el transporte p¨²blico, entregando tus compras a domicilio y garantizando tus futilidades b¨¢sicas; que presenciamos como la polic¨ªa mataba a nuestros hijos, en casa o en la casa del empleador, mientras sac¨¢bamos a pasear a su mascota; Nosotros, que tuvimos que elegir entre la muerte, sin aliento, por covid-19, o la vida sin aliento por miedo al hambre, la violencia y el desamparo; Nosotros, que morimos un 40% m¨¢s por el coronavirus, un 70% m¨¢s asesinados por la polic¨ªa, pero cuya representaci¨®n pol¨ªtica y poder efectivo dentro del ¡¯70%' que dice oponerse a la tragedia actual, es ¨ªnfima; Nosotros, enfermeras, limpiadoras, guardias de seguridad, carteros, jornaleros, ubers, entregadores, estudiantes, madres y padres de ni?os negros, gais, lesbianas, no binarios o los/las militantes verdaderos que siguen en la calle recogiendo y entregando comestibles, ayudando en el velatorio de las familias v¨ªctimas de la coyuntura genocida; Nosotros, que ya no podemos respirar, hace 500 a?os, pero que sentimos en el cuello como aumenta el peso de la rodilla militarizada del poder, cada vez m¨¢s, asumidamente genocida; Nosotros, que presenciamos desde hace d¨¦cadas la indignaci¨®n perform¨¢tica de gran parte de la izquierda y una parte de la derecha, acompa?ada de la negligencia con relaci¨®n al racismo de all¨ª o de aqu¨ª; Nosotros, ante la posibilidad real de velar por nuestra propia casi-muerte, en una protesta viva, en las calles, este domingo... tenemos miedo: por un lado, el riesgo de una protesta f¨ªsica que facilite la exposici¨®n a la covid-19...; por otro lado, la verdadera amenaza de que se criminalice la lucha por justicia... (...). Aun as¨ª, una parte de Nosotros marchar¨¢ este domingo, junto con otros movimientos sociales, no porque estemos ajenos a la pandemia, sino porque entendemos que esta es Nuestra tarea hist¨®rica. Marcharemos porque estamos cansados de estar en las gradas de un juego pol¨ªtico que nos afecta directamente. ?Marcharemos porque ya no podemos respirar!¡±.

Respirar se ha convertido en un acto pol¨ªtico, negar la respiraci¨®n es un gesto de desigualdad racial. A los negros les falta el aire: por las rodillas blancas en el cuello, por la covid-19 que los mata m¨¢s, por la precariedad de su vida, por la violencia de su muerte, por el lugar subalterno que la minor¨ªa blanca ha reservado a la mayor¨ªa racial del pa¨ªs. La tensi¨®n dentro del campo democr¨¢tico, entre los que defendieron que hab¨ªa que salir a la calle y los que estaban en contra, estuvo ¡ªy est¨¢¡ª atravesada por el racismo. Porque no se escapa del racismo en Brasil (lea ¡°En Brasil, el mejor blanco solo consigue ser un buen se?or de esclavos¡±).

Dicen que el virus ha evidenciado la brutal desigualdad social de Brasil. Esta afirmaci¨®n, sin embargo, no tiene sentido. La desigualdad siempre ha sido evidente. Lo que ha sucedido con el coronavirus es que los negros y los ind¨ªgenas no han permitido que se siga normalizando en este momento. Y han se?alado, muy enf¨¢ticamente, que la desigualdad en Brasil es racial.

Si se define lo social como preponderante, como en este caso, se est¨¢ escondiendo la herida, ya que la mayor¨ªa de los pobres son negros. Es decir, la pobreza tiene color. Asimismo, varios proyectos de expropiaci¨®n de tierras ind¨ªgenas apuntan a la conversi¨®n de los ind¨ªgenas en pobres urbanos, lo que los abocar¨ªa a la falsa homogeneidad sin color y sin historia del vasto paraguas de los ¡°pobres¡±. Hay que dejar expl¨ªcito que pobre es un concepto gen¨¦rico utilizado pol¨ªticamente por la izquierda y la derecha para borrar memorias e identidades.

Lo que omiten los dos principales manifiestos contra el autoritarismo es el resultado del racismo estructural que ha mantenido la democracia. Brasil no ha juzgado los cr¨ªmenes de la dictadura, provocando lo que, en la columna anterior, llam¨¦ ¡°fetiche por los uniformes¡±: un fen¨®meno que hace que el pa¨ªs tiemble con la opini¨®n de cada general con pantuflas que eructa desde su sof¨¢ y hace que los generales que est¨¢n en el Gobierno hagan declaraciones antidemocr¨¢ticas y amenacen las instituciones a sus anchas. Como sus predecesores lideraban un r¨¦gimen que autorizaba el secuestro, la tortura y la ejecuci¨®n de opositores pol¨ªticos y nunca fueron responsabilizados por sus actos criminales, tanto Jair Bolsonaro, el militar que planeaba poner bombas en los cuarteles en los a?os 1980, como su c¨ªrculo verde oliva est¨¢n seguros de su impunidad. Y esta es la impunidad que ha hecho ¡ªy hace¡ª m¨¢s da?o a la democracia brasile?a.

Sin embargo, la cuesti¨®n es que, durante la democracia, una parte de la clase media ha enfrentado la impunidad de los militares y los agentes del Estado. Con gran dificultad, fue posible crear una Comisi¨®n Nacional de la Verdad para investigar los cr¨ªmenes cometidos por agentes del r¨¦gimen de excepci¨®n. Entidades importantes, como el Colegio de Abogados de Brasil, han intentado e intentan reformar la Ley de Amnist¨ªa de 1979, que evit¨® que se juzgara a los represores de la dictadura. Una parte de las ¨¦lites a menudo recuerda que los cr¨ªmenes contra la humanidad, como las violaciones cometidas por agentes del Estado al servicio de la dictadura, son imprescriptibles y no est¨¢n sujetos a amnist¨ªas.

Hay un pero. El proceso democr¨¢tico y sus principales agentes, la mayor¨ªa de clase media blanca, han enfrentado mucho menos los cr¨ªmenes y la desigualdad resultantes del racismo. El racismo sigui¨® normaliz¨¢ndose en la construcci¨®n de la Nueva Rep¨²blica. La sociedad sigui¨® contemporizando con las torturas de quienes son err¨®neamente denominados ¡°presos comunes¡± en las comisar¨ªas y c¨¢rceles, la mayor¨ªa negros; con la invasi¨®n ilegal de la polic¨ªa en los hogares de los m¨¢s pobres, la mayor¨ªa negros; con condiciones incompatibles con cualquier concepto de dignidad en prisiones abarrotadas, mayoritariamente de negros; con las leyes que arrojan a estas c¨¢rceles a peque?os traficantes de drogas, la mayor¨ªa negros, y absuelven a los consumidores, la mayor¨ªa blancos; y, finalmente, con el genocidio de la juventud negra en las periferias y favelas.

El proceso democr¨¢tico y sus principales agentes no han enfrentado el racismo estructural con la urgencia que requiere esta abominaci¨®n. En lo poco que se hizo, como en la cuesti¨®n de las cuotas raciales en las universidades, hubo gritos de la clase media blanca, que se sinti¨® insultada al perder un privilegio que confund¨ªa con un derecho. Para combatir una de las primeras y atrasadas pol¨ªticas p¨²blicas para incluir a los negros en la sociedad, fortaleci¨® la vergonzosa tesis de la meritocracia, como si todos, blancos y negros, partieran de bases similares para competir por espacios en igualdad de condiciones.

Todo esto tiene consecuencias, obviamente. Y tiene consecuencias para la democracia, que, de esta manera, nunca se completa y se debilita con los autoritarios que est¨¢n al acecho. Una parte significativa de la poblaci¨®n tiene poca relaci¨®n con la democracia, porque no ve que haga una gran diferencia en sus vidas. No es porque sean ignorantes y desconozcan la historia. Por el contrario, viven la historia a diario. La Polic¨ªa Militar sigue all¨ª, derribando puertas y vol¨¢ndoles la cabeza a sus hijos o derrib¨¢ndolos por la espalda. Sus seres queridos est¨¢n en las c¨¢rceles descritas por un exministro de Justicia como ¡°medievales¡±, a menudo sin juicio o porque los pillaron con 100 gramos de marihuana. Y, en la pandemia de la covid-19, no tienen casas que les permitan aislarse ni pueden dejar de trabajar en la calle, como en el caso de los trabajadores informales, ni sus jefes blancos les permiten hacer confinamiento, como en el caso de la minor¨ªa que est¨¢ empleada.

Bolsonaro, asumidamente racista en sus declaraciones, le dijo a esta poblaci¨®n algo que ning¨²n blanco con responsabilidad p¨²blica se hab¨ªa atrevido a decir antes: ¡°?y qu¨¦?¡±. La vida cotidiana en Brasil lanza un gran ¡°?y qu¨¦?¡± a los negros, cuya existencia est¨¢ marcada por menos todo-lo-que-pertenece-a-la-vida y por m¨¢s muertes por enfermedad, tiros y abandono desde hace al menos cuatro siglos. Si son los negros los que m¨¢s mueren proporcionalmente al contraer covid-19 y si son los negros los que est¨¢n m¨¢s expuestos al coronavirus, el ¡°?y qu¨¦?¡± de Bolsonaro ha formalizado el racismo como una pol¨ªtica de Estado y ha lanzado la pandemia, ya completamente atravesada por la desigualdad racial, directamente al coraz¨®n de la disputa pol¨ªtica que tiene lugar en torno a la democracia.

El movimiento callejero que iniciaron las hinchadas ¡ªalgunas, como la Gavi?es da Fiel (Corinthians), creadas en la lucha contra la dictadura¡ª se?ala que la denuncia del racismo es lo que lleva a luchar por la democracia con el apoyo popular, en este momento. Y no al contrario. Si la clase media progresiva no entiende esto, r¨¢pidamente estar¨¢ fuera de la centralidad del momento. Y, una vez m¨¢s, defender¨¢ una democracia que se niega a s¨ª misma, al ignorar a los negros, casi el 56% de la poblaci¨®n brasile?a, condenados a los s¨®tanos de la sociedad, en todas las ¨¢reas, despu¨¦s de m¨¢s de tres d¨¦cadas de democracia formal.

No es casualidad que, entre los manifiestos lanzados que encontraron resonancia, el m¨¢s contundente en la posici¨®n antirracista sea el del ¡°Deporte por la democracia¡±, al repudiar vehementemente el racismo en al menos tres partes del texto. ¡°La trivializaci¨®n de la vida negra contabiliza hist¨®ricamente a miles y miles de muertos por la violencia, la discriminaci¨®n, las pr¨¢cticas racistas diarias ante nuestros ojos¡±, dice. ¡°Debido a nuestro completo rechazo al racismo, la violencia y nuestro deseo de creer en un futuro posible e igualitario, hoy enfrentamos importantes cuestiones pol¨ªticas. ?C¨®mo representar a un pa¨ªs en el que las pr¨¢cticas autoritarias se vuelven cotidianas? ?D¨®nde se ataca frontalmente la diversidad cultural, una de nuestras mayores riquezas? ?C¨®mo podemos comportarnos ante lo que hemos vivido recientemente, ante la triste imagen nacional transmitida al mundo? Queremos volver a sentirnos orgullosos de nuestro pa¨ªs, representar en los Mundiales, los Juegos Ol¨ªmpicos y otras competiciones internacionales el legado de nuestra cultura, nuestra historia, nuestra gente¡±.

El creciente autoritarismo del Brasil actual ¡ªen el que Bolsonaro puede ser el auge pero de ninguna manera es el origen¡ª ha obstaculizado pero no ha logrado interrumpir el movimiento de presi¨®n de los negros por protagonismo y espacios de poder. Brasil estaba en el comienzo de un debate que preve¨ªa no solo enfrentar los cr¨ªmenes de la dictadura, sino tambi¨¦n enfrentar las violaciones normalizadas en el proceso democr¨¢tico. Acciones como la creaci¨®n de la Comisi¨®n de la Verdad sobre los Cr¨ªmenes de la Democracia Madres de Mayo, lanzada en 2015 por varios movimientos de S?o Paulo, marcaban esta nueva fase de la democracia que el conservadurismo tradicional intent¨® interrumpir. Lo intent¨® interrumpir y, en el proceso, fue en parte absorbido, en parte atropellado por el bolsonarismo. Marielle Franco encarnaba esa irrupci¨®n de las minor¨ªas que son mayor¨ªa y fue silenciada a tiros.

La represi¨®n a estas fuerzas emergentes ha sido brutal, pero hasta ahora no han podido detenerlas. Es lo que muestran los movimientos callejeros, desde las campa?as de solidaridad y lucha contra la pandemia, basadas en el ¡°nosotros por nosotros¡±, promovidas por los movimientos de las comunidades perif¨¦ricas, hasta las recientes protestas callejeras iniciadas por las hinchadas, con apoyo de importantes sectores populares como el Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) y colectivos de la poblaci¨®n negra, el pasado domingo, 7 de junio. Quiz¨¢s lo que la clase media progresista blanca tiene que entender en este momento es que tendr¨¢ que seguir, y no ser seguida.

El racismo estructural en Brasil es tan expl¨ªcito que la realidad lo dibuja con sangre. Jo?o Pedro, de 14 a?os, estaba en casa de sus t¨ªos el 18 de mayo, cuando fue asesinado por la espalda por la polic¨ªa que invadi¨® la residencia, en S?o Gon?alo, en la regi¨®n metropolitana de R¨ªo de Janeiro. Ser¨ªa m¨¢s que suficiente para que los negros ¡ªy tambi¨¦n los blancos¡ª se insurgieran con tanta fuerza como la que demostraron los afroamericanos tras la muerte de George Floyd, en los ocho minutos y 46 segundos que dur¨® su asfixia por una rodilla blanca.

La necesidad imperiosa de levantarse contra el racismo es de todos, blancos y negros, derecha e izquierda. El racismo es un l¨ªmite insuperable. No podemos afirmar que Brasil es una democracia cuando la polic¨ªa invade una casa y mata a un ni?o. En Brasil, Floyd no ser¨ªa una excepci¨®n, Jo?o Pedro no es una excepci¨®n. Esta normalizaci¨®n es el crimen que va m¨¢s all¨¢ del crimen. Y todos son c¨®mplices.

Y despu¨¦s, Miguel Ot¨¢vio, de cinco a?os, fue asesinado en un edificio de lujo en Recife, el 2 de junio. Es una escena de esclavitud, pero en el siglo XXI. La madre negra, Mirtes Renata Souza, se ve obligada a trabajar en la casa de la se?ora blanca, en plena pandemia. Lleva a su hijo, porque las escuelas est¨¢n cerradas por la covid-19. La se?ora, Sari Corte Real, primera dama del municipio de Tamandar¨¦, le ordena que saque a pasear al perro. Al perro. Ella deja a su hijo de cinco a?os con la se?ora. Pero el ni?o llora porque est¨¢ asustado y quiere estar con su madre, a la que ve por la ventana paseando al perro. Al perro. La se?ora est¨¢ ocupada con la manicura, y el ni?o la est¨¢ molestando. Entonces lo despacha solo en el ascensor. En el ascensor de servicio. ?l no sabe qu¨¦ hacer ni c¨®mo llegar hasta su madre. Cuando la puerta se abre en el noveno piso, sale. Escala la verja que protege el aire acondicionado y cae desde una altura de 35 metros. Miguel Ot¨¢vio llega hasta su madre. Muerto. La se?ora es arrestada, pero paga 20.000 reales de fianza y vuelve a casa.

La periodista Joana Rozowykwiat escribi¨® en su Facebook: ¡°El horror que es la muerte del ni?o Miguel es la historia con m¨¢s s¨ªmbolos que recuerdo:

La asistenta que trabaja durante la pandemia;

La asistenta que no tiene con quien dejar a su hijo;

La asistenta es negra;

La se?ora es rubia;

La se?ora est¨¢ casada con un alcalde;

El alcalde tiene una residencia en otro municipio, que no es el que gobierna;

La se?ora tiene un perro, pero ella no lo saca a pasear, delega;

La se?ora se hace las u?as en medio de una pandemia, exponiendo a otra trabajadora;

La se?ora despacha al ni?o en el ascensor sin remordimientos; el ni?o se llama Miguel, nombre de ¨¢ngel; el apellido de la se?ora es Corte Real;

La asistenta se contagi¨® de covid a trav¨¦s del se?or;

La asistenta figura como empleada del Ayuntamiento de Tamandar¨¦;

Todo esto sucede en las torres gemelas, un ¨ªcono del proceso y la verticalizaci¨®n desenfrenada, la especulaci¨®n inmobiliaria y la segregaci¨®n en la ciudad de Recife;

Todo esto sucede en medio de las protestas Black Lives Matter;

Todo esto sucede el d¨ªa en que se cumplen cinco a?os de la sanci¨®n de la ley que regula el trabajo dom¨¦stico en Brasil;

Son muchas cosas, muchos s¨ªmbolos¡±.

Realmente, son muchas cosas, muchos s¨ªmbolos.

Y luego alguien dice, con genuina preocupaci¨®n y mucha raz¨®n, que no se puede salir a la calle para protestar en una pandemia. Y esta ser¨ªa exactamente la raz¨®n por la que la madre de Miguel Ot¨¢vio no deber¨ªa estar trabajando ese d¨ªa. Solo que Brasil es el pa¨ªs de la sinraz¨®n, Brasil es el pa¨ªs en el que una mujer negra arriesga su vida para pasear al perro de la se?ora blanca, Brasil es el pa¨ªs liderado ¡ªy representado¡ª por el ¡°?y qu¨¦?¡± de Bolsonaro. Brasil es el pa¨ªs que encabeza el n¨²mero de muertes por la covid-19 en Latinoam¨¦rica porque el antipresidente ha decidido que es natural que muera una parte de la poblaci¨®n. Pero los negros y los ind¨ªgenas saben qu¨¦ parte de la poblaci¨®n es esta, la que siempre puede morir en la visi¨®n de la parte de Brasil que representa Bolsonaro.

Si en este momento los progresistas concuerdan en que Bolsonaro es ¡°una amenaza para la civilizaci¨®n¡±, es urgente entender que, si realmente se trata de ¡°civilizar¡± Brasil, es imperioso que se extermine el racismo. En Brasil, la barbarie ha sido la de los blancos contra los negros y contra los ind¨ªgenas. Bolsonaro la exalta, pero no la ha inventado. Pensar que se puede tener democracia con racismo es un delirio persistente de una parte de los brasile?os.

Por ahora, la juventud negra perif¨¦rica politizada es la que est¨¢ m¨¢s presente en las calles luchando contra el fascismo/racismo. Lo que indican todas las se?ales es que, esta vez, el racismo no ser¨¢ silenciado en la disputa pol¨ªtica sobre la democracia. Incluso puede haber un movimiento en la l¨ªnea del ¡°Directas Ya¡±, que marc¨® el comienzo del fin de la dictadura militar, liderado por progresistas blancos de clase media, en el que el racismo sea solo una nota al pie en la lucha por destituir al man¨ªaco del Planalto y por restaurar la democracia hoy hecha trizas. En ese caso, no ser¨¢ solo una oportunidad hist¨®rica perdida. Ser¨¢ mucho m¨¢s. Ser¨¢ una verg¨¹enza hist¨®rica.

El nuevo ¡°Directas Ya¡± (y ya con otro nombre), nacido en las periferias que reclaman su lugar leg¨ªtimo y real de centro, puesto en marcha por movimientos sociales y colectivos, y ya no por partidos pol¨ªticos, o existir¨¢ con negros o no existir¨¢.

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de Brasil, construtor de ru¨ªnas: um olhar sobre o pa¨ªs, de Lula a Bolsonaro.

Web: elianebrum.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter, Instagram y Facebook: @brumelianebrum.

Traducci¨®n de Meritxell Almarza

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