Por qu¨¦ Bolsonaro tiene problemas con los agujeros
Para entender la brutal misoginia del antipresidente, tenemos que hablar de Cassia y Dilma
El 18 de febrero, el antipresidente Jair Bolsonaro necesitaba desviar la atenci¨®n de la muerte del miliciano Adriano da N¨®brega, una persona clave para aclarar el sistema de desv¨ªo de dinero en el gabinete de Flavio Bolsonaro, la relaci¨®n de la familia Bolsonaro con las milicias ¡ªgrupos criminales formados por polic¨ªas y bomberos que controlan varias zonas de R¨ªo de Janeiro¡ª y tambi¨¦n qui¨¦n orden¨® matar a la concejala Marielle Franco y por qu¨¦. La eliminaci¨®n de N¨®brega, en la que hay varios indicios de que fue ejecuci¨®n, volvi¨® a poner de relieve las relaciones de los Bolsonaro con las milicias. Era necesario desviar la atenci¨®n. Como de costumbre, Bolsonaro ech¨® mano de su truco manido: cre¨® un nuevo hecho atacando a la periodista Patr¨ªcia Campos Mello, de Folha de S. Paulo. La reportera, una de las m¨¢s competentes de su generaci¨®n, formaba parte del grupo de periodistas que denunciaron el uso fraudulento de nombres y n¨²meros de identificaci¨®n fiscal para disparar mensajes de WhatsApp en beneficio de Bolsonaro durante la campa?a presidencial de 2018. Una de sus fuentes, Hans River, cuando testific¨® en la comisi¨®n parlamentaria sobre noticias falsas, afirm¨® que Patricia hab¨ªa intentado obtener informaci¨®n ¡°a cambio de sexo¡±, aunque el intercambio de mensajes entre los dos demuestra exactamente lo contrario. En una rueda de prensa informal frente al palacio de la Alvorada, la misma en la que suele hacer cortes de manga a los periodistas, Bolsonaro atac¨®: ¡°Ella [Patr¨ªcia] quer¨ªa un furo [palabra que en portugu¨¦s significa ¡®agujero¡¯ pero que en la jerga period¨ªstica significa ¡®primicia¡¯]. Quer¨ªa dar el furo [pausa para re¨ªrse] a cualquier precio¡±.
Este episodio, ampliamente difundido, revela mucho m¨¢s que el truco de manual de los nuevos fascistas para desviar la atenci¨®n del p¨²blico. Bolsonaro tiene problemas con los agujeros. En varios sentidos. Su obsesi¨®n por lo que cada uno hace con su ano es notoria. Siempre est¨¢ intentando regular d¨®nde cada uno mete el pene. De vez en cuando se las arregla para hablar de caca, como hacen los ni?os peque?os. Para ¨¦l, la vagina es un agujero, una visi¨®n bastante sorprendente para un hombre de m¨¢s de 60 a?os que, por su propio bien, ya deber¨ªa conocer un poco mejor el ¨®rgano sexual de las mujeres. Lleg¨® a decir que la Amazonia ¡°era una virgen que todos los pervertidos de fuera quieren¡±. Solo un/a psicoanalista que alg¨²n d¨ªa recibiera a Bolsonaro en su div¨¢n podr¨ªa encontrar las pistas de lo que significa esta reducci¨®n de la sexualidad a una colecci¨®n de agujeros, algunos hechos para la violaci¨®n, otros prohibidos para el sexo. Nosotros, los gobernados por ese hombre, solo podemos entender que est¨¢ obsesionado con los agujeros, la caca y el pene. Y que eso determina su gobierno.
Bolsonaro tambi¨¦n est¨¢ obsesionado con los furos en el sentido period¨ªstico de la palabra, las primicias, la revelaci¨®n del periodista sobre lo que nadie sab¨ªa. Patr¨ªcia Campos Mello, al revelar junto con su colega Artur Rodrigues el uso ilegal de WhatsApp durante la campa?a de 2018, dio una primicia que molest¨® mucho a Bolsonaro y a su corte. Y eso la convirti¨® en su objetivo. Sin embargo, la historia de las primicias y la relaci¨®n conflictiva de Bolsonaro con las periodistas es mucho m¨¢s antigua. Inaugura la propia relaci¨®n de Bolsonaro con la prensa hace m¨¢s de 30 a?os, cuando todav¨ªa era un capit¨¢n del Ej¨¦rcito. Pero la historia de la misoginia de los brasile?os a quienes Bolsonaro representa y tambi¨¦n de los brasile?os a quienes no representa es a¨²n m¨¢s peligrosa, porque no empieza ni termina con Bolsonaro. La misoginia determin¨® los hechos que culminaron en su elecci¨®n.
La semana en que el mundo ha celebrado el d¨ªa de la mujer (8 de marzo) y en que se cumplen dos a?os del asesinato de Marielle Franco (14 de marzo) sin saber qui¨¦n orden¨® que la mataran ni por qu¨¦, vale la pena observar detenidamente qu¨¦ cuentan los hechos sobre Bolsonaro y tambi¨¦n sobre la sociedad brasile?a. Bolsonaro solo se convirti¨® en el primer antipresidente de la historia porque parte de la sociedad brasile?a quiere que las mujeres vuelvan a ser ¡°bellas, recatadas y hogare?as¡±. Y no solo lo quieren los brutos como Bolsonaro, aunque solo ellos van por ah¨ª proclam¨¢ndolo con orgullo.
La periodista que denunci¨® a Bolsonaro porque planeaba hacer explotar bombas en cuarteles
La relaci¨®n de Jair Bolsonaro, entonces capit¨¢n del Ej¨¦rcito, con la prensa empez¨® en septiembre de 1986, con la revista Veja. Por aquel entonces, Veja era la principal revista semanal del pa¨ªs y eso era algo muy importante. Ten¨ªa una tirada de casi un mill¨®n de ejemplares, lo cual es mucho para un pa¨ªs de no lectores. Todos los que ten¨ªan alg¨²n poder, en diferentes ¨¢reas y niveles, le¨ªan la revista Veja los s¨¢bados por la ma?ana. Los lunes o incluso los domingos, los principales peri¨®dicos del pa¨ªs a menudo se hac¨ªan eco de algunas primicias de Veja. En este escenario medi¨¢tico, Bolsonaro hizo su exitoso debut en pol¨ªtica: en un art¨ªculo titulado ¡°El salario es bajo¡±, el joven capit¨¢n se quejaba de la pol¨ªtica salarial para los militares de Jos¨¦ Sarney, el primer presidente civil despu¨¦s de la dictadura que hab¨ªa oprimido al pa¨ªs de 1964 a 1985.
Tras la publicaci¨®n, Bolsonaro fue castigado con 15 d¨ªas de prisi¨®n disciplinaria, pero se hizo muy popular entre los soldados, oficiales e, incluso, entre los generales en pijama. Bolsonaro disfrut¨® tanto de sus 15 minutos de fama que fue personalmente a agradec¨¦rselo al jefe de la sucursal de la revista en R¨ªo de Janeiro. En ese momento, vio en la prensa la posibilidad de adquirir la importancia que cre¨ªa que merec¨ªa y tal vez ¡°hacerse rico¡±, deseo que expres¨® en m¨¢s de una ocasi¨®n.
Sin embargo, un a?o despu¨¦s, Bolsonaro odiar¨ªa la revista Veja. La ¡°culpa¡± era de una mujer: la periodista Cassia Maria Rodrigues, que revel¨® el plan ¡°Callej¨®n sin salida¡±, idealizado por Bolsonaro y un colega conocido como Sheriff (F¨¢bio Passos). Este consist¨ªa en poner bombas en los cuarteles, pero sin herir a nadie, para llamar la atenci¨®n sobre los bajos salarios de los militares. Esta historia se cuenta meticulosamente en el libro O cadete e o capit?o (El cadete y el capit¨¢n), del periodista Luiz Maklouf Carvalho, cuya lectura recomiendo.
La c¨²pula del Ej¨¦rcito, que hab¨ªa criticado duramente a Bolsonaro por el art¨ªculo un a?o antes, esta vez se cerr¨® para, supuestamente, proteger a la instituci¨®n. Tener a dos oficiales locos y fuera de control que planean poner bombas en las narices de los generales, y todo esto durante la delicada transici¨®n hacia la democracia tras una dictadura militar que hab¨ªa terminado formalmente hac¨ªa solo dos a?os, era una noticia que los militares no quer¨ªan.
Se acus¨® a Cassia Maria Rodrigues y a la revista Veja de inventarse toda la historia. Bolsonaro neg¨® haber hablado con la periodista. A?os m¨¢s tarde, cuando ya era diputado federal, la llamar¨ªa ¡°loca¡±. Entonces Veja public¨® en la siguiente edici¨®n dos bocetos que Bolsonaro hizo a mano cuando le concedi¨® la entrevista a la reportera, para mostrarle c¨®mo funcionar¨ªa el plan: en uno, seg¨²n la revista, se ve¨ªan las tuber¨ªas de lo que ser¨ªa la conducci¨®n de Guandu, que abastec¨ªa de agua la ciudad de R¨ªo de Janeiro y, junto a ellas, el dibujo de una carga de dinamita (¡°petardo de TNT¡±). Bolsonaro y Passos continuaron negando la informaci¨®n de la revista. Veja nunca se ech¨® atr¨¢s.
Para escribir el libro, Luiz Maklouf Carvalho analiz¨® la grabaci¨®n de todo el juicio del caso en el Tribunal Superior Militar, en 1988. Dos de los tres informes periciales graf¨ªsticos concluyeron que Bolsonaro era el autor de los bocetos. Cinco meses antes, un consejo de justificaci¨®n del Ej¨¦rcito ya hab¨ªa considerado al capit¨¢n culpable por 3 votos a 0, por ¡°conducta irregular y practicar actos que afectan al honor personal, al pundonor militar y al decoro de clase¡±.
Cuando Cassia esperaba a que la llamaran a declarar ante el tribunal, Bolsonaro la amenaz¨®. El entonces capit¨¢n hizo con los dedos la se?al que se convertir¨ªa en su marca registrada en la presidencia: simul¨® apuntarle con un arma. Ella le pregunt¨® si era una amenaza de muerte. Bolsonaro le dijo que no, pero que ¡°podr¨ªa salir malparada si continuaba con esta historia¡±.
El magistrado ponente del caso, el general S¨¦rgio de Ary Pires, no dud¨® en atacar a la periodista de una manera muy similar a la que Bolsonaro emple¨® contra Patr¨ªcia Campos Mello y otras periodistas ya en la presidencia, salvando las diferencias de lenguaje, ¨¦poca y referencias. ¡°La mentira est¨¢ presente en todas las declaraciones y afirmaciones de esta infame periodista, Cassia Maria¡±, afirm¨®. ¡°Esta chica no deja de ser una vivandera, porque las vivanderas prestan servicios, lavan la ropa de los soldados, y ella quiere lavar la ropa sucia de los cuarteles¡±. En una de sus acepciones, las vivanderas son las prostitutas que acompa?aban a las tropas en tiempos de guerra. Como se puede ver, Bolsonaro nunca careci¨® de inspiraci¨®n en las Fuerzas Armadas de Brasil.
La forma en que se manipul¨® el juicio para liberar a Bolsonaro es evidente. Todo indica que Bolsonaro fue absuelto con la condici¨®n de que dejara el Ej¨¦rcito. Seis meses despu¨¦s del juicio, ya elegido concejal por R¨ªo de Janeiro, Bolsonaro entr¨® en la reserva. Empezaba entonces su exitosa carrera como pol¨ªtico profesional, que tambi¨¦n convertir¨ªa a tres de sus hijos en pol¨ªticos profesionales. Carrera exitosa en el sentido fisiol¨®gico, ya que, en sus casi 30 a?os como diputado federal, Bolsonaro solo logr¨® aprobar dos proyectos, hecho que no impidi¨® que los votantes lo eligieran presidente de la Rep¨²blica en 2018.
El germen de todo en lo que Bolsonaro se convertir¨ªa estaba all¨ª, en el episodio de las bombas. Su odio a la prensa que no come de su mano. Su odio hacia la periodista que denunci¨® su plan y, por poco, no hace abortar su carrera pol¨ªtica incipiente y las grandes esperanzas que ten¨ªa para s¨ª mismo, lo que podr¨ªa haber ocurrido en el caso de que el Superior Tribunal Militar lo hubiera condenado. El gesto de hacer un arma con la mano para amenazar a sus enemigos, que hoy son una parte de la poblaci¨®n brasile?a.
En ese momento, Bolsonaro absorbi¨® profundamente dos lecciones que guiar¨ªan su vida como pol¨ªtico profesional: 1) es leg¨ªtimo manipular la verdad y la justicia para proteger tus intereses, como lo hizo la c¨²pula del Ej¨¦rcito al absolverlo a pesar de todas las pruebas; 2) es posible planificar hasta un ataque terrorista, negar lo que hiciste y lo que realmente dijiste y no solo salir ileso, sino elegido.
En la presidencia, Bolsonaro ha llegado a desmentirse a s¨ª mismo. Ning¨²n otro pol¨ªtico ha corrompido la verdad como ¨¦l, al convertirse en el principal exponente de la autoverdad: el concepto de que la verdad es una elecci¨®n personal, del individuo, desconectada de los hechos.
En 1993, en una entrevista a los investigadores Maria Celina D¡¯Ara¨²jo y Celso Castro, el general Ernesto Geisel, el cuarto militar que presidi¨® Brasil durante la dictadura, afirm¨®: ¡°Bolsonaro es un caso completamente fuera de lo normal, incluso un mal militar¡±. Cuando una parte de los generales apoy¨® la candidatura de Bolsonaro, en 2018, no importaba que Bolsonaro fuera un ¡°mal militar¡±. Sab¨ªan qui¨¦n era, y era exactamente a quien quer¨ªan. No hay un grupo de militares de alto rango responsable que, de repente, se haya sorprendido por la falta de control de Bolsonaro. Ni un grupo de militares responsables y otro de locos, los buenos y los malos, los ideol¨®gicos y los no ideol¨®gicos. Todo esto es una narrativa para crear oposici¨®n sin oposici¨®n.
La falta de control de Bolsonaro es ¨²til. Es posible que algunos generales tengan la ilusi¨®n de que, en el momento adecuado, podr¨¢n controlarlo. Sin embargo, de momento, Bolsonaro est¨¢ haciendo exactamente lo que se esperaba que hiciera. Los militares han vuelto al poder, lo que parec¨ªa impensable hace solo unos a?os, y algunos se ven como pozos de templanza comparados con el Caval?o ¡ªmote que ten¨ªa Bolsonaro cuando estaba en el Ej¨¦rcito y que significa ¡°pat¨¢n¡±¡ª que ocupa el cargo m¨¢s alto de la Rep¨²blica. El guion sigue su curso. Una exageraci¨®n aqu¨ª, un accidente all¨ª, pero tal como estaba previsto en lo esencial.
Bolsonaro es, por varios caminos, el producto ¡ªy no una anomal¨ªa¡ª de una parte influyente del Ej¨¦rcito brasile?o. Ya es hora de que se entienda esto.
Tenemos que hablar de Dilma Rousseff
Si Jair Bolsonaro fuera solo una aberraci¨®n en la trayectoria de Brasil, una especie de pesadilla dist¨®pica que pudiera superarse en cuatro a?os, como algunos creen, la situaci¨®n del pa¨ªs ser¨ªa mucho m¨¢s tranquilizadora. El problema es tanto que el bolsonarismo va mucho m¨¢s all¨¢ de Bolsonaro como que Bolsonaro no fue elegido por casualidad. Hay un Brasil que ¨¦l representa. Por un lado, est¨¢ el 30% que los sondeos muestran que permanece con ¨¦l incondicionalmente, es decir, independientemente de lo que haga (o no haga). Y el 30% no es poca cosa. Por otro lado, Bolsonaro no invent¨® el Brasil que representa, aunque haya ayudado a crearlo y contin¨²e d¨¢ndole forma. Esta es la parte m¨¢s complicada. Por eso ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil enfrentarla que enfrentar al hombre que la encarna.
No se puede analizar la ¨²ltima d¨¦cada de Brasil sin mirar muy de cerca la resistencia de las mujeres y la resistencia a las mujeres. La misoginia y el machismo no fueron las causas directas del impeachment de Dilma Rousseff. Pero ella fue la primera mujer presidenta de la historia que fue destituida sin ninguna base legal. La misoginia, el machismo, el racismo y la homofobia no fueron las causas directas del asesinato de Marielle Franco. Pero fue una mujer negra, lesbiana y criada en la favela quien fue asesinada en el crimen pol¨ªtico m¨¢s impactante de los ¨²ltimos a?os. La mayor manifestaci¨®n organizada por mujeres de la historia de Brasil fue contra Bolsonaro. El ¡°Ele N?o¡± (?l No) tambi¨¦n fue el mayor movimiento de resistencia contra la elecci¨®n de Bolsonaro. Al igual que el grupo que m¨¢s rechaz¨® a Bolsonaro como candidato fue el de las mujeres negras y pobres.
Las coincidencias no existen. Bolsonaro canaliza varias fuerzas, entre ellas la de los hombres que temen perder su lugar y que culpan de toda la precariedad de su vida a un mundo cuyos signos ya no reconocen. Unos hombres que piensan que todo se puede solucionar si los ni?os vuelven a vestir de azul y las ni?as, de rosa. Unos hombres que creen que es un chiste genial hablar del furo de la periodista, porque ver la vagina como un agujero apacigua su miedo al fracaso.
No es casualidad que la econom¨ªa sea un basti¨®n de hombres liderados por Paulo Guedes, el ilustrado de la Escuela de Chicago que comete un acto de violencia verbal tras otro y se parece mucho m¨¢s a Bolsonaro que a cualquiera. Los neoliberales de la econom¨ªa y los defensores del patriarcado pertenecen al mismo mundo. No es casualidad que est¨¦n en el mismo gobierno. Esta man¨ªa de compartimentar las cosas enturbia cualquier an¨¢lisis serio.
Cuando una parte de la sociedad brasile?a se conmociona por la violencia de Bolsonaro contra las mujeres periodistas, es necesario volver la vista hacia la expresidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT). Y preguntarse por qu¨¦ hay tanto odio contra ella, lo cual es muy diferente de discrepar de sus ideas y su gobierno. El odio pertenece a otra categor¨ªa, est¨¢ movido por otro tipo de circunstancias.
Jair Bolsonaro se volvi¨® presidenciable el d¨ªa en que cometi¨® un acto de violencia contra Dilma Rousseff y, una vez m¨¢s, no fue castigado. Al votar a favor de la destituci¨®n de Rousseff rindiendo homenaje a un torturador, el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, Bolsonaro convirti¨® el impeachment en una nueva tortura contra la entonces presidenta, que fue una de las mujeres torturadas por la dictadura. Era el 17 de abril de 2016, fecha en que Brasil se avergonzaba ante s¨ª mismo y ante el mundo. Bolsonaro, entonces diputado federal, lleg¨® a a?adir una asquerosa aposici¨®n: ¡°Ustra, el pavor de Dilma Rousseff¡±. Simb¨®licamente, ese momento fue tanto el ¨²ltimo d¨ªa de Rousseff en el Gobierno como el primer d¨ªa de la campa?a de Bolsonaro.
Bolsonaro solo lleg¨® a ese punto porque pod¨ªa. Y hoy solo sobrepasa todos los l¨ªmites porque sigue pudiendo. Bolsonaro descubri¨®, en los ochenta, que la justicia no lo detendr¨ªa, ya fuera militar o civil. Hasta el d¨ªa de hoy, no tiene motivos para dudar de esta certeza.
?Y por qu¨¦ pod¨ªa contra Rousseff? Porque una parte significativa de los brasile?os llamaban a Rousseff ¡°zorra¡± y ¡°ramera¡± asomados a ventanas y balcones, mientras golpeaban sus cacerolas, sin que esa brutalidad provocara gran indignaci¨®n. Una parte de la prensa, que con acierto denuncia la violencia de Bolsonaro contra las mujeres periodistas, a lo sumo lamentaba la falta de elegancia y la mala elecci¨®n de los t¨¦rminos, pero trataba las agresiones mis¨®ginas, machistas y violentas contra Rousseff como libertad de expresi¨®n.
Afirmo y continuar¨¦ repitiendo que Dilma Rousseff fue una mala gobernante y que cometi¨® varios actos autoritarios, especialmente en la Amazonia. Pero este debate es con relaci¨®n a los hechos y las ideas. Lo que se vio en Brasil, especialmente durante su segundo mandato, fue un ataque mis¨®gino contra Rousseff. No por discrepar de sus ideas y actos, sino por ser mujer. A veces, ese ataque, como se?al¨® la periodista Cynara Menezes en su p¨¢gina, provino de mujeres periodistas que hoy denuncian los ataques de Bolsonaro. No se trata de justificar una agresi¨®n con otra. Todas son terribles y hay que lamentarlas una a una. Adem¨¢s, la violencia contra las mujeres practicada por un presidente de la Rep¨²blica siempre tendr¨¢ mayores consecuencias, porque no hay mayor responsabilidad que la de quienes ocupan el puesto m¨¢s alto en un pa¨ªs por el voto de la mayor¨ªa. Pero eso no exime a la prensa de reflexionar sobre su papel en la escalada de los ¨²ltimos a?os. La falta de respeto por Rousseff, incluso cuando todav¨ªa estaba en el cargo, fue tratada como ¡°natural¡±.
Uno de los ataques m¨¢s vergonzosos fue la imagen de la violaci¨®n recurrente de la presidenta. En la segunda mitad de 2015, apareci¨® una pegatina en el dep¨®sito de gasolina de autom¨®viles de todo el pa¨ªs. Representaba la figura de una Dilma Rousseff sonriente, con las piernas abiertas. Cuando se pon¨ªa gasolina, el surtidor penetraba sexualmente a la presidenta del pa¨ªs. Quien llevaba la pegatina justificaba el montaje criminal como una protesta contra el aumento de la gasolina, pero el mensaje era tan expl¨ªcito como el acto. La presidenta era violada cada vez que se llenaba el dep¨®sito.
Ahora se difunden im¨¢genes similares para atacar a mujeres periodistas e intelectuales. Y no solo lo hace la extrema derecha. Tambi¨¦n la extrema izquierda. El hecho precursor fue la violencia contra Dilma Rousseff. Si hay que lamentar a todas las v¨ªctimas de la violencia, tambi¨¦n est¨¢ claro que la violencia contra las mujeres que ocupan el cargo m¨¢s alto de la naci¨®n, cuando se tolera, tiene otro nivel de consecuencia y de mensaje para la poblaci¨®n del pa¨ªs que gobierna. La mayor¨ªa de la sociedad y tambi¨¦n una parte significativa de la prensa estaban mucho menos indignados de lo que deber¨ªan estar con la violaci¨®n colectiva y en serie de Dilma Rousseff que realizaban los surtidores de gasolina de todo el pa¨ªs. Contra Rousseff, aparentemente, se pod¨ªa hacer cualquier cosa.
En abril de 2016, poco antes de la votaci¨®n que decidir¨ªa si se iniciaba el impeachment, la revista Isto? public¨® el siguiente titular: ¡°Los arrebatos nerviosos de la presidenta¡±. En la foto de portada, Rousseff aparec¨ªa gritando. La fotograf¨ªa documentaba el momento en que la presidenta celebraba un gol de la selecci¨®n brasile?a en el Mundial de 2014. Pero se sac¨® de contexto y, junto con el t¨ªtulo, se utiliz¨® para transmitir la idea de que Rousseff estaba fuera de control, por lo que hab¨ªa que sacarla del poder. En el texto, se dec¨ªa literalmente que ella habr¨ªa perdido ¡°las condiciones emocionales para dirigir el Gobierno¡±. El reportaje informaba de los tranquilizantes que tomaba la presidenta, utilizando el prejuicio persistente contra los trastornos mentales para descalificarla. Rousseff se presentaba como el clich¨¦ cl¨¢sico de la mujer hist¨¦rica.
Antes de que la arrancaran del Gobierno para el que fue elegida, por medio de un impeachment sin hechos que lo justificaran, Dilma Rousseff fue tratada con los dos estereotipos que se utilizan habitualmente contra las mujeres. En el dep¨®sito de gasolina de los ¡°buenos ciudadanos¡± era la puta; en la revista era la loca. La primera ¡°merec¨ªa¡± que la violaran, a la segunda deb¨ªan quitarle sus derechos, como se hac¨ªa a los locos en la l¨®gica del manicomio, que regresaba con todas sus fuerzas. Y, de hecho, le quitaron el derecho a gobernar que sus votantes le hab¨ªan garantizado con su voto.
Lo que se elige para descalificar a quien se quiere destruir no es un dato secundario. Cuando afloraron las pasiones y el c¨¢lculo de los calculadores las instrumentaliz¨® para derrocar a una presidenta electa, las subjetividades irrumpieron para arrancar a Dilma Rousseff del lugar de mayor poder del pa¨ªs y devolverla al lugar tradicional reservado a las mujeres que se atreven a reivindicar la igualdad. La facilidad con que un Congreso que tiene una mayor¨ªa de diputados probadamente corruptos anul¨® el voto de la poblaci¨®n con el apoyo de una parte de la sociedad y de la prensa no se puede disociar de la tolerancia, el est¨ªmulo y, a menudo, el protagonismo de esta misma sociedad y prensa en los actos de violencia contra la primera mujer que lleg¨® a la presidencia de la Rep¨²blica. Nadie tiene derecho a enga?arse: opciones como estas tienen un coste.
Tambi¨¦n vale la pena destacar algo que tiende a causar molestias a los lectores que hasta aqu¨ª estaban disfrutando el texto. Muchos minimizan el papel de igualar los derechos de las trabajadoras dom¨¦sticas a los de otros trabajadores, el llamado ¡°Proyecto de Enmienda Constitucional de las Dom¨¦sticas¡±, que se asoci¨® al nombre de Dilma Rousseff. En mi opini¨®n, fue determinante para que una parte de la clase media empezara a odiar a la presidenta. Las empleadas dom¨¦sticas, la mayor¨ªa negras, eran consideradas un derecho adquirido de la clase media. La emancipaci¨®n femenina en Brasil no se hizo con pol¨ªticas p¨²blicas, como guarder¨ªas y escuelas con horario integral, ni con la divisi¨®n del trabajo dom¨¦stico entre hombres y mujeres. Lo que les garantiz¨® una carrera a las mujeres de clase media fue la explotaci¨®n de las mujeres m¨¢s pobres, que dejaban sus propios hogares e hijos para cuidar del hogar y los hijos de los m¨¢s ricos, a cambio de una jornada agotadora y un salario que solo garantizaba que se reprodujera la miseria.
Me refiero a la clase media porque la renta de los m¨¢s ricos no se vio afectada por el aumento del coste de mantener a una empleada dom¨¦stica, aunque una parte tambi¨¦n se quej¨® mucho: ¡°??Ad¨®nde vamos a parar?! Pronto querr¨¢n ir a Disney¡±. Equiparar a estas trabajadoras dom¨¦sticas ¡ªque a menudo ten¨ªan un trabajo an¨¢logo a la esclavitud¡ª con la precariedad de otros trabajadores fue algo que muchos ¡ªy muchas¡ª no perdonaron a Dilma Rousseff. Se hab¨ªa metido donde no deb¨ªa: en la min¨²scula habitaci¨®n sin ventanas en la parte trasera de la casa y los apartamentos de la clase media brasile?a.
Quien piense que esta no fue una de las cuestiones determinantes para lo que era odio ¡ªy no discrepancia de ideas¡ª debe recordar el reciente episodio del ministro de Econom¨ªa Paulo Guedes, que se quej¨® de los tiempos de la ¡°fiesta¡± del d¨®lar bajo, cuando ¡°hasta las empleadas dom¨¦sticas iban a Disneylandia¡±. De nuevo, no se puede compartimentar. La desigualdad racial y social, el patriarcado y la pol¨ªtica econ¨®mica siempre han estado visceralmente vinculados en Brasil.
El a?o en que la ¡°nueva derecha¡± lider¨® las manifestaciones callejeras contra la primera mujer en la presidencia fue tambi¨¦n el a?o de lo que se llamar¨ªa ¡°primavera feminista¡± en Brasil. Miles de mujeres salieron a las calles para denunciar el machismo y luchar contra la amenaza de retrocesos en curso en el Congreso. La campa?a #PrimeiroAssedio (primer acoso), lanzada por la p¨¢gina web feminista Think Olga, en la que las mujeres relataban los abusos que hab¨ªan sufrido, tuvo un impacto enorme.
La nueva generaci¨®n de feministas se mov¨ªa con desenvoltura en las redes sociales y dio una enorme potencia a los movimientos que iniciaron sus madres y abuelas. Se fortaleci¨® a¨²n m¨¢s con el creciente protagonismo de las mujeres negras, muchas de ellas las primeras de su familia en llegar a la universidad. Incluso los hombres que se consideraban feministas estaban asustados por lo que consideraban ¡°excesos¡± y ¡°radicalismo¡± y llevaban mal los cuestionamientos persistentes. De la misma forma que sucedi¨® con los negros y el racismo en el debate sobre las cuotas raciales en la universidad, la confrontaci¨®n de los privilegios de g¨¦nero impact¨® a quienes nunca antes se hab¨ªan percibido como machistas, o nunca antes hab¨ªan sido acusados de ser machistas.
El privilegio de considerarse ¡°un buen tipo¡±, como el de considerarse ¡°un buen tipo blanco¡±, est¨¢ mucho m¨¢s arraigado de lo que parece. Los intelectuales de izquierda golpearon duramente a las mujeres en los art¨ªculos y en las redes sociales, ya que no pod¨ªan golpearlas f¨ªsicamente. Exprimiendo toda la ret¨®rica y el habitual name-dropping, se escribieron varios art¨ªculos solo para decir, con mucho odio y resentimiento, que las mujeres no son capaces de pensar bien y no deber¨ªan ocupar el espacio que algunos hombres quer¨ªan seguir manteniendo como una reserva de mercado natural. Como las columnas de opini¨®n publicadas en la prensa, por ejemplo. Las mujeres solo deber¨ªan hacer cr¨®nicas sentimentales, no analizar la pol¨ªtica. Por supuesto, estos sentimientos poco sofisticados no se confesaban, sino que se disfrazaban con el lenguaje acad¨¦mico y se proteg¨ªan con tesis intelectualizadas. Aun as¨ª, para quienes se dedican a escuchar, fueron expl¨ªcitos.
El impeachment de Dilma Rousseff y la creciente ocupaci¨®n de las calles por parte de las mujeres no fue una coincidencia de fechas. La fuerza de los nuevos feminismos y la violenta reacci¨®n hacia ellos, expresada tanto en la pol¨ªtica, mediante proyectos de ley, como en el aumento del n¨²mero de violaciones y feminicidios, pueden estar estrechamente relacionadas. Lo que sucedi¨® y est¨¢ en marcha en Brasil se expresa en una intrincada tela. La presi¨®n de las nuevas mujeres ¡ªy el consiguiente desplazamiento del lugar del hombre¡ª son uno de los hilos de esta trama.
No es casualidad que quien reemplaz¨® a la primera mujer en la presidencia, la que se hizo acompa?ar de una hija y no de un esposo en la investidura, fuera un vicepresidente como Michel Temer. Llev¨® al Gobierno la imagen de una primera dama ¡°bella, recatada y hogare?a¡±, como titul¨® la revista Veja. Qui¨¦n es realmente Marcela Temer nunca lo supimos, lo cual dice mucho. Quiz¨¢s nos sorprender¨ªa. El retrato naftal¨ªnico del primer ministerio de Temer fue solo la transici¨®n hacia el meme colorido y expl¨ªcitamente violento de Bolsonaro, salpimentando a las viejas ¨¦lites que lo apoyan con uniformes y neopentecostalismo evang¨¦lico.
Entre las muchas p¨¦rdidas causadas por un gobierno autoritario est¨¢ la anulaci¨®n de las diferencias de posturas, de caracteres y de ideas. Cuando hay democracia, cuando no hay necesidad de escribir sobre un presidente que crea factoides como una forma de mantener al pa¨ªs en guerra, el debate avanza, se vuelve sofisticado y m¨¢s amplio. Y el pa¨ªs avanza con ¨¦l. Lamentablemente, este proceso se suele interrumpir en Brasil, como se ha interrumpido en la actualidad. La funci¨®n del autoritarismo tambi¨¦n es impedir el debate.
Hoy, una vez m¨¢s, es necesario hacer alianzas con personas que, hasta ayer, cometieron actos de violencia similares a los que hoy denuncian. Porque el bolsonarismo es una amenaza no solo para la democracia, que ya se est¨¢ desmoronando, sino para la civilizaci¨®n, a falta de una palabra mejor. El bolsonarismo es una amenaza para el planeta, ya que est¨¢ destruyendo la Amazonia a una velocidad sin precedentes. Cuando se produce y avanza una amenaza de la proporci¨®n del bolsonarismo, es necesario suspender los dolores que son m¨¢s que justos y coser las alianzas que se puedan para evitar la destrucci¨®n de los valores fundamentales. Sin embargo, nunca debemos renunciar a la memoria. Alianzas, s¨ª. Apagones, no. Que nadie lo olvide: seguiremos recordando.
Cuando Bolsonaro ataca a la periodista Patr¨ªcia Campos Mello, revela cu¨¢nto teme al buen periodismo, el mismo que hace d¨¦cadas denunci¨® su plan para hacer explotar bombas en los cuarteles. Bolsonaro tambi¨¦n est¨¢ tratando desesperadamente de esquivar a otra mujer. Quien se cierne sobre su gobierno, su familia y su futuro pol¨ªtico es una mujer negra: Marielle Franco. Mientras no se resuelva la ejecuci¨®n de la concejala del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), ella seguir¨¢ acechando a Bolsonaro. Esta es la primicia que Bolsonaro m¨¢s teme.
Por sentido com¨²n, el presidente deber¨ªa ser el primer interesado en aclarar el crimen. Desgraciadamente, por razones que puede que la propia raz¨®n no desconozca, no parece que le ponga mucho empe?o. Este s¨¢bado 14 de marzo se cumplir¨¢n dos a?os de los disparos que le reventaron la cabeza a una mujer brillante y seguimos sin saber qui¨¦n orden¨® matar a Marielle. Por lo tanto, tendremos que seguir preguntando, y cada vez m¨¢s alto: ?Qui¨¦n orden¨® matar a Marielle? ?Y por qu¨¦?
Bolsonaro ¡ªes necesario afirmarlo una vez m¨¢s¡ª no es producto de la dictadura. Bolsonaro es producto de la democracia deformada que vino despu¨¦s de la dictadura. Esta democracia, a menudo cobarde y acobardada, c¨®mplice tanto de la impunidad por los cr¨ªmenes del r¨¦gimen de excepci¨®n como de la tortura y muerte de los m¨¢s pobres, ha garantizado su impunidad desde el plan terrorista de 1987. El antipresidente que hoy gobierna Brasil es el principal ejemplo de toda la corrupci¨®n del sistema que finge que denuncia. Solo las instituciones que hasta ahora han fracasado, deliberadamente o no, en responsabilizarlo por sus acciones y discursos pueden impedir que Bolsonaro contin¨²e cometiendo actos de violencia contra las mujeres, contra los negros, contra los ind¨ªgenas, contra la Amazonia, contra el planeta que depende de la Amazonia. Contra Brasil. Solo la democracia efectiva puede detener a Bolsonaro.
Los golpes del siglo XXI ¡ªvale la pena repetirlo¡ª ya no suceden de repente, como suced¨ªan en el siglo XX. En Brasil, al igual que sucedi¨® y sucede en otros pa¨ªses en este momento, la democracia la est¨¢n devorando como hacen los par¨¢sitos: desde dentro, un poco cada d¨ªa. Las posibilidades de que este cuerpo debilitado resista disminuyen con el paso de las horas. No hay milagro ni magia. Solo con lo que todav¨ªa queda de democracia, mientras quede, es posible impedir que los violentos ejerzan su violencia, que los golpistas completen el golpe.
Termino con el deseo de que, inspiradas por Marielle Franco, las mujeres brasile?as y los hombres feministas ¡ªporque el feminismo es una posici¨®n pol¨ªtica, no depende del sexo ni del g¨¦nero¡ª se pongan en marcha. Que, junt@s, podamos resistir y obligar a las instituciones brasile?as a reencontrarse con la verg¨¹enza mientras a¨²n sea posible. El tiempo se acaba.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de Brasil, construtor de ru¨ªnas: um olhar sobre o pa¨ªs, de Lula a Bolsonaro. Web: elianebrum.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter, Instagram y Facebook: @brumelianebrum.
Traducci¨®n de Meritxell Almarza
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